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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 15

EL MINISTERIO DEL SALVADOR-HOMBRE SE LLEVA A CABO EN SUS VIRTUDES HUMANAS JUNTO CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS EN GALILEA

(5)

  Lectura bíblica: Lc. 6:17-49

  En este mensaje examinaremos 6:17-49, donde el Señor Jesús enseña a Sus discípulos la moralidad más elevada.

NO JUZGAR SINO PERDONAR

  El versículo 37 dice: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados”. Si no condenamos no seremos condenados. Del mismo modo, si perdonamos seremos perdonados.

  Si vivimos en un espíritu humilde bajo el gobierno del Señor, siempre nos juzgaremos a nosotros mismos y no a los demás. Los hijos de Dios serán juzgados con el juicio con que ellos juzgan a los demás. Si ellos juzgan a otros con justicia, el Señor los juzgará a ellos con justicia. Si juzgan a otros con misericordia, serán juzgados por el Señor con misericordia. Como Jacobo 2:13 dice: “La misericordia triunfa sobre el juicio”.

  Hace años oí lo que C. H. Spurgeon dijo en un sermón sobre el perdón. En aquel sermón él indicó que es difícil para un cristiano perdonar a otros. Dijo que podemos pensar que hemos perdonado a alguien. Sin embargo, nuestro perdón puede compararse con el entierro de un perro muerto y dejar que el rabo se vea. Después de perdonar a alguien, podemos decir: “Fulano de tal me ofendió, pero le he perdonado”. Esto es enseñar el “rabo” del “perro”.

  Si realmente hemos perdonado a alguien, también debemos olvidarnos de la ofensa. Una vez que hayamos perdonado a alguien en un asunto, no debemos mencionarlo otra vez. Cada vez que mencionamos una ofensa que supuestamente fue perdonada, estamos halando afuera el rabo del perro enterrado para mostrar a los demás que el perro fue enterrado. Si hacemos esto, indica que no hemos liberado al que nos ofendió.

  Según el Nuevo Testamento, perdonar significa olvidar y liberar. Necesitamos olvidarnos de la ofensa y liberar al ofensor. Una vez que hemos hecho esto, nunca debemos volver a hablar de este asunto.

DAR A OTROS

  En el versículo 38 el Señor dice a continuación: “Dad, y se os dará, medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, se os volverá a medir”. M. R. Vincent ha indicado que aquí regazo denota “el pliegue de la vestidura amplia de encima, atado con el cinto, formando así una bolsa pequeña”. Aquí el Señor dice que cuando damos a otros, nuestro Padre que está en el cielo siempre nos devolverá mucho más de lo que hemos dado.

  Una vez oí que un santo pensaba en dar un regalo particular a alguien. En este caso el regalo era unos cuantos pescados. Primero el santo había pensado en dar diez pescados. Pero cuanto más lo pensó, más redujo el número de ellos. En un cierto momento se dio cuenta de que la idea de dar menos era una tentación del enemigo. Enfadándose con el diablo, le dijo: “Satanás, si sigues tentándome, yo lo daré todo”. Esto ilustra que necesitamos dar voluntariamente. Si damos algo a otros, también recibiremos algo de vuelta. Con la misma medida con que medimos, también con dicha medida se nos volverá a medir.

UNA PARABOLA PROFUNDA

  El versículo 39 dice: “Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?” Cuando se dijo esto, se podía aplicar a los líderes de los judíos. En Mateo 15:14 el Señor llamó a los fanáticos arrogantes y justos en su propia opinión, “un guía ciego guiando a otro ciego”. Ellos pensaban que entendían claramente la manera de servir a Dios, pero no se dieron cuenta de que sus ojos estaban velados por su religión con sus tradiciones. Por eso, no pudieron ver la realidad de la economía de Dios. Su ceguera los llevó a caer “en el hoyo”.

  La parábola en Lucas 6:39 es sencilla; aun así, revela la sabiduría divina del Salvador-Hombre. Dudo de que algún filósofo haya hablado tal parábola.

LLEGAR A SER COMO NUESTRO MAESTRO

  En 6:40 el Señor añade: “El discípulo no está sobre el maestro; mas todo el que sea perfeccionado, será como su maestro”. El maestro aquí es Cristo. Cuando nosotros, los discípulos, somos perfeccionados, seremos como nuestro maestro, Cristo.

SACAR LA VIGA DE NUESTRO PROPIO OJO

  En 6:41 y 42 el Señor dice: “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás claro para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano”. Nosotros, como los hijos de Dios que viven en un espíritu humilde, debemos primero sacar la viga de nuestro propio ojo cada vez que miremos la paja que está en el ojo de nuestro hermano. La paja que está en el ojo de nuestro hermano debe recordarnos de la viga que está en nuestro propio ojo. Mientras que la viga permanezca en nuestro ojo, veremos borrosamente y sin ninguna claridad.

MAS PALABRAS DE SABIDURIA

  En 6:43 y 44 el Señor dice: “No es buen árbol el que da malos frutos, ni tampoco árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas”. Estas palabras son también bastante sencillas, pero indican que el Salvador-Hombre estaba lleno de la sabiduría divina. Lo que el Señor dice en cuanto al ciego guiando a otro ciego, la paja que está en el ojo de nuestro hermano, la viga que está en nuestro propio ojo y a cada árbol se le conoce por su fruto, expresa Su sabiduría.

  En el versículo 45 el Señor dice que el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el hombre malo, del mal tesoro del corazón saca lo malo. Después el Señor explica que de la abundancia del corazón habla la boca. Después, el Señor pregunta: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que Yo digo?” (v. 46).

HACER LAS PALABRAS DEL SEÑOR

  En 6:47-49 el Señor dice: “Todo aquel que viene a Mí, y oye Mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba bien construida. Mas el que oye y no hace, semejante es al hombre que edificó una casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, e inmediatamente cayó, y fue grande el derrumbe de aquella casa”. Aquí la casa se refiere tanto a nuestro ser como a nuestra obra, o sea nuestra conducta. Si nuestro ser concuerda con las palabras del Señor, nuestro ser tendrá el fundamento apropiado. Del mismo modo, si nuestra obra se basa en las palabras del Señor, nuestra obra tendrá un fundamento sólido. Si nuestro ser y nuestra obra se basan en las palabras del Señor, los dos podrán resistir cualquier tipo de prueba, cualquiera “inundación” o “río”. Pero si nuestro ser o nuestra obra no están basados en las palabras del Señor, el río se los llevará.

  La roca de 6:48 no se refiere a Cristo, sino a las palabras sabias del Señor, las palabras que revelan la voluntad de Su Padre. Nuestro ser y nuestra obra deben fundarse en las palabras del Salvador-Hombre para que se realice la voluntad de nuestro Padre.

  La casa que se edifica en la roca y la cual el río no puede conmover, es como la obra edificadora de oro, plata y piedras preciosas, que puede resistir el fuego de prueba (1 Co. 3:12-13). Pero la casa edificada sobre la tierra, sin un fundamento y que se derrumba cuando el río da contra ella es como la obra edificadora de madera, heno y hojarasca, que será quemada cuando sea probada por el fuego. Sin embargo, el constructor mismo será salvo (1 Co. 3:12-15).

UNA PERSPECTIVA CLARA DEL MAS ALTO NIVEL DE MORALIDAD

  La enseñanza del Señor en 6:17-49 nos da una perspectiva clara del más alto nivel de moralidad. Como uno que ha estudiado las obras de Confucio, puedo decir que la enseñanza de Confucio no presenta tal nivel de moralidad. La enseñanza de moralidad más alta es la del Salvador-Hombre. El mismo, como Dios-hombre, llevó una vida en el más alto nivel de moralidad. Su vida, Su obra y Su poder de salvar se hallan en el más alto nivel de moralidad. El Señor infundió Su gracia salvadora en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos. Esto es el más alto nivel de moralidad, y todos nosotros necesitamos prestar atención a esto e interesarnos en ello.

NECESITAMOS LA VIDA DIVINA

  Necesitamos la vida divina a fin de practicar los principios que se describen en 6:17-49. La vida es el factor básico de cualquier clase de ser viviente, cualquier clase de quehacer u obra. Si no tenemos cierta clase de vida, no podemos tener esa clase de ser; ni tampoco podemos tener cierto comportamiento o llevar a cabo cierta obra. Por ejemplo, un manzano tiene la vida del manzano. Para que un árbol sea un manzano, el árbol debe tener la vida de un manzano. Del mismo modo, un mono tiene la vida del mono. Para que un animal sea un mono, el animal debe tener la vida de un mono. Sólo teniendo la vida de un mono es posible que un animal se comporte como un mono. El punto crucial aquí es que si deseamos tener un cierto ser y comportarnos de una cierta manera, debemos tener cierta clase de vida. La vida es el factor básico de nuestro ser, comportamiento y obra

  El Salvador-Hombre tiene la clase de vida que figura en el capítulo seis del Evangelio de Lucas. Antes de Su muerte y de Su resurrección, El mismo llevó tal vida. Pero mediante Su resurrección fue hecho el Espíritu vivificante, y ahora vive en nosotros. Su deseo es llevar en nosotros la misma clase de vida que llevó en la tierra.

  En Filipenses 1:21 Pablo habla de vivir a Cristo. Cuando Cristo, el Dios-hombre, estuvo en la tierra, El llevó una vida en el más alto nivel de moralidad. Ahora Cristo vive en nosotros para que nosotros podamos vivirle. En realidad, Cristo mismo es el más alto nivel de moralidad, ya que El es el hombre que Dios creó en Génesis 1 más el árbol de la vida mencionado en Génesis 2. El más alto nivel de moralidad es ahora una persona que vive en nosotros y hace posible que vivamos a Cristo. Esta es la razón por la cual en Filipenses 4:8 Pablo dice: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es buen nombre; si hay virtud alguna, si hay alguna alabanza, a esto estad atentos”. Esto es vivir conforme al más alto nivel de moralidad, una moralidad que en realidad es una persona, Cristo el Dios-hombre.

  En 6:17-49 el Señor nos enseña el más alto nivel de moralidad. Espero que muchos de nosotros profundicemos en esta enseñanza. Si oramos-leemos estos versículos y los digerimos, esto afectará nuestro andar diario.

LA ENSEÑANZA DEL SEÑOR NO PROCEDE DE EL MISMO

  La enseñanza que vemos en 6:17-49 fue dada por el Dios-hombre después de que había orado durante la noche entera y después de que había designado a doce hombres para que fueran Sus discípulos. El hecho de que oró la noche entera indica que El no inició esta enseñanza y que no era el origen de esta enseñanza.

  Antes de enseñar a Sus discípulos en la presencia de una multitud de incrédulos, el Señor Jesús oró. Orar es salir de nosotros mismos y entrar en Dios. Sin duda, después de pasarse toda la noche en oración, el Señor Jesús estaba absolutamente fuera de Sí mismo y estaba en Dios el Padre. Por lo tanto, fue en el Padre, no en El mismo, que El designó a los doce apóstoles y enseñó a los discípulos el más alto nivel de moralidad. Por consiguiente, Su enseñanza no procedió de El mismo sino de Dios el Padre.

  Necesitamos entender claramente este antecedente en cuanto a la enseñanza del Señor presentada en el capítulo seis. De otro modo, no podremos ir más allá de la superficie de esta porción de Lucas.

DOS ELEMENTOS BASICOS DE LA ENSEÑANZA DEL SEÑOR

La vida divina como el origen

  La enseñanza del Señor revelada en 6:17-49 tiene dos elementos básicos. Estos elementos son la palabra divina y la vida divina. ¿Cómo sabemos que aquí la enseñanza del Señor se basa en los elementos de la vida divina y de la palabra? Considere lo que el Señor dice en los versículos 35 y 36: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque El es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, compasivos, como también vuestro Padre es compasivo”. Estos versículos describen el vivir de los hijos del Altísimo. La frase hijos del Altísimo sin duda implica la vida divina. ¿Si no tuviéramos la vida divina, cómo podríamos ser los hijos del Altísimo? Por supuesto, sería imposible. El vivir que concuerda con el más alto nivel de moralidad procede de la vida divina, la cual tenemos por nacimiento, pues nacimos del Altísimo. Así que, sin duda alguna, estos versículos se refieren a la vida divina.

  Otro indicio de la vida divina se encuentra en los versículos 43 y 44: “No es buen árbol el que da malos frutos, ni tampoco árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas”. Podríamos decir que la vida de un árbol consiste en producir fruto. Toda clase de árbol frutal tiene su propia vida, y esta vida es el origen del fruto que es producido por el árbol. El vivir viene de la vida. La vida es el origen, y el vivir es el resultado. Aquí el Señor dice que nosotros, Sus discípulos, somos los árboles buenos con la vida divina. De esta vida procede un vivir que es la expresión del Dios Triuno.

  En nosotros mismos no nos es posible amar a nuestros enemigos. Pero tenemos una vida que ama al enemigo, que es la vida divina que está dentro de nosotros. Esta vida es el origen del más alto nivel de moralidad. Por lo tanto, el más alto nivel de moralidad es el resultado y la expresión de la vida divina. Tanto los hijos del Altísimo mencionados en el versículo 35 como los árboles buenos vistos en el versículo 43 indican que el origen del más alto nivel de moralidad es la vida divina. Es de suma importancia que veamos esto.

  Confucio no pudo presentar la clase de enseñanza que tenemos en 6:17-49, porque no tenía la vida divina ni conocía la vida divina. Pero Jesús, el Dios-hombre, sabía de la vida divina y la poseía. Realmente, El mismo era la vida divina, y se impartió a Sí mismo como la vida divina en los discípulos. Por lo tanto, Su enseñanza realmente expresaba lo que El es. Puesto que vivía conforme al más alto nivel de moralidad, El enseña esta moralidad a Sus discípulos.

La palabra como la expresión

  En 6:47 y 48 vemos claramente lo que el Señor menciona: “Todo aquel que viene a Mí, y oye Mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba bien construida”. Aquí vemos que si vivimos y obramos conforme a las palabras del Señor, tendremos un fundamento apropiado. Las palabras del Señor son el fundamento de nuestro ser, comportamiento y obra.

  La palabra divina es la expresión de la vida divina. La vida es algo interno, y la palabra es la proclamación externa de la vida. En la Biblia la palabra se llama el Verbo de vida (1 Jn. 1:1; Hch. 5:20). En la Biblia la palabra divina y la vida divina son consideradas como una unidad. ¿Cómo tenemos la vida divina? Tenemos esta vida por medio del Verbo. Cuando recibimos el Verbo de vida, obtenemos la vida. Todos necesitamos ver que la enseñanza del Salvador-Hombre referente al más alto nivel de moralidad se basa completamente en la vida divina con su expresión, es decir, la palabra divina.

La vida, la palabra y el espíritu

  En Juan 6:63 el Señor Jesús dice: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Tanto la vida como la palabra dependen del Espíritu. Si no existiera el Espíritu, no habría vida ni la palabra verdadera y genuina. La palabra que es la palabra de realidad de hecho es el Espíritu. Así que, para tener la vida y la palabra divinas, debemos tener el Espíritu.

  Hoy el Espíritu es el Cristo resucitado. En la resurrección Cristo fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora tenemos este Espíritu, también tenemos la vida divina y la palabra. Deseo recalcar el hecho de que el Espíritu es en realidad el Cristo que pasó por la muerte y entró en la resurrección. Cristo en resurrección es el Espíritu, y éste es la vida y la palabra.

Vivir en el más alto nivel de moralidad por la vida divina mediante la palabra divina

  Para entender Lucas 6:17-49, la enseñanza del Dios-hombre en el más alto nivel de moralidad, necesitamos recibir una visión del Nuevo Testamento entero. Si no vemos adecuadamente todo el Nuevo Testamento, cuando leamos 6:17-49, nos desviaremos y entenderemos está porción de Lucas de una manera natural. Algunos que hablan sobre estos versículos lo hacen de una manera que es totalmente natural. Ellos nunca han tocado aquí el elemento de la enseñanza del Señor. Como hemos señalado, la enseñanza del Salvador-Hombre referente al más alto nivel de moralidad depende de los elementos de la vida divina, la cual es el origen, y de la palabra divina, la cual es la expresión. ¿Cómo podemos obtener el más alto nivel de moralidad? Podemos obtenerlo por la vida divina y mediante la palabra divina.

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