Mensaje 2
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Lectura bíblica: Lc. 1:1-4
En el mensaje anterior afirmamos que el tema del Evangelio de Lucas es el Salvador-Hombre y Su obra salvadora, que poseen el más alto nivel de moralidad. Hemos visto que el Señor Jesús, como el Salvador-Hombre, fue concebido por el Espíritu Santo con la esencia divina y nació de una virgen humana con la esencia humana. El posee, por lo tanto, la naturaleza divina con sus atributos divinos y la naturaleza humana con sus virtudes humanas. En este mensaje proseguiremos y examinaremos lo que se quiere decir que la obra salvadora del Salvador-Hombre posee el más alto nivel de moralidad.
La obra salvadora del Salvador-Hombre, la cual posee el más alto nivel de moralidad, es una salvación que tiene lugar en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos. Tal salvación está ilustrada en las parábolas evangélicas y se revela en los casos evangélicos anotados en Lucas.
La parábola del buen samaritano del capítulo diez es un ejemplo excelente. Cuando lleguemos a este capítulo, veremos que este samaritano representa al Señor mismo, quien fue difamado por los fariseos que se exaltaban y eran justos en su propia opinión, por ser llamado samaritano miserable (Jn. 8:48; 4:9).
De acuerdo con esta parábola, “un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto” (10:30). Tanto un sacerdote como un levita le observaron y luego, dieron un rodeo y pasaron de largo. Después, un samaritano se le acercó y fue movido a compasión (v. 33). “Y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su propia cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él” (v. 34). En este relato sencillo, que incluso los niños aprecian, vemos que el Salvador-Hombre vivió en el más alto nivel de moralidad. El cuidó del herido, lo llevó al mesón y dijo al mesonero: “Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese” (v. 35). Esto no es sólo un asunto de amor, sino también una vida llevada en el más alto nivel de moralidad.
Las tres parábolas de Lucas 15 también ilustran la obra salvadora del Salvador-Hombre, que posee el más alto nivel de moralidad. Estas tres parábolas forman un conjunto completo. El buen pastor representa a Dios el Hijo como nuestro pastor, la mujer representa al Espíritu Santo, y el padre amoroso, por supuesto, a Dios el Padre. Por lo tanto, en estas tres parábolas vemos la Trinidad que trabaja para buscar, salvar y recibir al pecador arrepentido. El buen pastor ama la oveja perdida, la mujer valora la moneda perdida, y el padre amoroso recibe al hijo pródigo cuando éste regresa.
Algunos lectores del Evangelio de Lucas tal vez piensen que estas parábolas meramente demuestren el amor. Pero debemos entender que Lucas, en su narración, tiene la intención de retratar a la Trinidad Divina llena de los atributos divinos expresados en las virtudes humanas. En estas parábolas no sólo vemos, en particular, los atributos divinos, sino el atributo de amor; y también vemos los atributos divinos en las virtudes humanas.
También se ve la obra salvadora del Salvador-Hombre, que posee el más alto nivel de moralidad, en los casos evangélicos relatados en Lucas. En 7:36-50 tenemos el caso del Señor Jesús que perdona a la mujer pecadora. Esta mujer fue menospreciada por el fariseo que había invitado al Señor Jesús a comer con él. Al leer esta parte del Evangelio de Lucas, vemos que al relacionarse con la mujer pecadora y también, con el fariseo, el Señor vivió de acuerdo con el más alto nivel de moralidad.
Otro caso que revela el mismo alto nivel de moralidad es el caso de Zaqueo (19:1-10). A pesar de que Zaqueo, un recaudador de impuestos, era una persona maligna, él buscaba al Salvador-Hombre. Puesto que él andaba buscando a Jesús, corrió “delante, subió a un árbol sicómoro para verle” (v. 4). El Señor Jesús le respondió diciendo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me quede en tu casa” (v. 5). La respuesta del Salvador-Hombre debió de haber excedido todo lo que Zaqueo pudo haber esperado. El Salvador-Hombre no se detuvo por el hecho de que Zaqueo era un hombre menospreciado, rechazado por la sociedad. El Señor se fue con Zaqueo y se quedó en su casa. El Salvador-Hombre, al relacionarse con Zaqueo, vivió en el más alto nivel de moralidad.
Aun cuando el Salvador-Hombre estaba en la cruz, El se condujo en el más alto nivel de moralidad, en relación con los dos criminales que fueron crucificados con El. Uno de los criminales dijo al Señor Jesús: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en Tu reino” (23:42). Inmediatamente, el Salvador-Hombre contestó: “De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (v. 43).
En estos tres casos, tenemos un retrato del Salvador-Hombre con el más alto nivel de moralidad. Este es un asunto crucial en el Evangelio de Lucas. Este evangelio describe a un hombre que posee la naturaleza divina junto con todas las virtudes humanas. En el Salvador-Hombre, los atributos divinos están mezclados con las virtudes humanas formando así una sola entidad. Por consiguiente, las virtudes humanas del Señor, de acuerdo con este evangelio, son fortalecidas y enriquecidas por los atributos divinos.
Hoy el propio Cristo que vive en nosotros es todavía Aquel que posee las virtudes humanas fortalecidas y enriquecidas por los atributos divinos. Mientras que El estaba en la tierra, llevó una vida en el más alto nivel de moralidad. Tal vida se componía de los atributos divinos y las virtudes humanas. Por supuesto, el Señor Jesús llevó esta clase de vida cuando estaba fuera de los discípulos. Pero, desde el momento de Su resurrección, El ha estado llevando esta clase de vida dentro de los creyentes. Esto quiere decir que, hoy, dentro de nosotros el Salvador-Hombre está aún llevando una vida en el más alto nivel de moralidad, una vida compuesta de los atributos divinos y de las virtudes humanas. Si vemos esto, diremos junto con Pablo que “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).
¿Se ha dado cuenta usted alguna vez de que el Cristo que vive en usted se compone de los atributos divinos y de las virtudes humanas? La clase de vida que El llevó en la tierra, ahora la quiere llevar en nosotros.
Hemos visto que el Señor habló con parábolas para ilustrar una vida llevada en el más alto nivel de moralidad. También hemos visto esta vida manifestada en los diferentes casos evangélicos. Supongamos que usted fuera el criminal que pidió al Señor que le salvara, y El inmediatamente, sin ningún requisito o condición, le dio más de lo que usted había pedido. Quizás usted diría: “¡Qué amor es éste!” En realidad, no es adecuado llamarlo amor. Este es el más alto nivel de moralidad.
Supongamos que usted fuera aquel que fue herido por los ladrones y dejado para que muriera sin que nadie cuidara de usted. Después vino el buen samaritano, fue movido a compasión e hizo todo lo necesario para salvarle. Esto también es más que amor; esto es el más alto nivel de moralidad. Espero que todos nosotros veamos esto.
El tema del Evangelio de Lucas es el Salvador-Hombre y Su obra salvadora, que poseen el más alto nivel de moralidad. Si tomamos esta perspectiva al leer este evangelio, éste se nos convertirá en un libro nuevo. Al leer capítulo tras capítulo del Evangelio de Lucas, necesitamos tener la perspectiva del Salvador-Hombre y Su obra salvadora, que poseen el más alto nivel de moralidad.
El Evangelio de Lucas presenta al Salvador como un hombre genuino, moral y perfecto. Este hombre en Su gracia salvadora reveló a Dios, a los hombres caídos. Me gusta la expresión gracia salvadora. En el Evangelio de Lucas Dios se revela en un hombre que salva pecadores por Su gracia. En este libro tenemos un retrato de un hombre que es genuino, moral y perfecto, un hombre que revela a Dios en Su gracia salvadora a los hombres caídos. Este hombre no se reveló a Sí mismo. Al contrario, reveló a Dios en Su gracia salvadora.
El contenido del Evangelio de Lucas nos impresiona con la integridad y la perfección de la humanidad del Salvador-Hombre. Cuanto más leamos este evangelio, más nos impresionaremos de que éste presenta la narración de un hombre, quien es un hombre entero, completo, perfecto y verdadero. Dios es revelado en este hombre. Por lo tanto, este hombre es la expresión de Dios. En todo lo que El hizo y dijo, El era un hombre genuino, completo, moral y perfecto, que no se reveló a Sí mismo, sino a Dios, principalmente en el aspecto de Su gracia salvadora.
El contenido de este evangelio no pone énfasis en el aspecto dispensacional ni en el trasfondo judío. Este está en contraste con el Evangelio de Mateo, el cual resalta tanto el aspecto dispensacional como el trasfondo judío.
El Evangelio de Lucas contiene muchos mensajes evangélicos, parábolas evangélicas y casos evangélicos. Los mensajes evangélicos se encuentran en 4:16-21; 7:41-43; 12:14-21 y 13:2-5; las parábolas evangélicas, en 10:30-37; 14:16-24; 15:3-32 y 18:9-14; y los casos evangélicos, en 7:36-50; 13:10-17; 16:19-31; 19:1-10 y 23:39-43. Ninguno de estos mensajes, parábolas y casos son registrados en los otros evangelios. Todos se relatan únicamente en la narración de Lucas. Si dedicamos más tiempo para examinar estos mensajes evangélicos, parábolas evangélicas y casos evangélicos, esto nos ayudará en la predicación del evangelio.
El Evangelio de Lucas fue escrito a los hombres en general. En vez de ser escrito a una clase de gente, está dirigido al linaje humano entero. Lucas 2:10 indica esto: “No temáis, porque he aquí os anuncio buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo”.
El Evangelio de Lucas lleva una característica gentil en vez de una característica judía. Un indicio contundente al respecto se halla en 4:25-27, donde el Señor habla primero de la viuda de Sidón y luego de Naamán el sirio.
En vez de ser escrito conforme a la secuencia de los sucesos históricos, el Evangelio de Lucas está escrito conforme a la secuencia de la moralidad. Sin embargo, muchos lectores del Nuevo Testamento no se dan cuenta de esto. Al leer el Evangelio de Lucas, encontraremos ciertos casos que están narrados en una secuencia que es diferente a la del Evangelio de Marcos. Esto se debe a que [el libro de] Marcos fue escrito conforme a la secuencia de los eventos históricos. Pero Lucas narra los relatos de su evangelio conforme a la secuencia de la moralidad, y no de la historia. Con respecto a esto, Lucas es semejante a Mateo. La secuencia de Mateo es la secuencia de las doctrinas referente al reino, y la secuencia de Lucas es la secuencia de la moralidad. Por lo tanto, ni Lucas ni Mateo fueron escritos conforme a la secuencia de los eventos históricos.
Un caso específico que ilustra el hecho de que el Evangelio de Lucas fue escrito conforme a la secuencia de la moralidad es el de Judas que sale de la fiesta de Pascua. Según el Evangelio de Marcos, Judas no participó en la mesa del Señor. Pero parece que Lucas indica que Judas estaba presente en la cena del Señor y que más tarde se fue. Ha habido discusiones sobre este tema entre los estudiantes de la Biblia.
Necesitamos ver las diferentes perspectivas presentadas en el Evangelio de Mateo, de Marcos y de Lucas. En Mateo tenemos la perspectiva de doctrinas; en Marcos, de los eventos históricos; y en Lucas, de la moralidad. El Evangelio de Lucas recalca la moralidad del Salvador-Hombre. En este mensaje tengo la carga de demostrar que tanto el Salvador-Hombre como Su obra salvadora poseen el más alto nivel de moralidad.
Al llegar a este punto me gustaría explicar más lo que queremos decir con el más alto nivel de moralidad. En el primer capítulo de Génesis vemos que el hombre fue creado a la imagen de Dios y conforme a Su semejanza. Dios es amor y luz. Amor es la naturaleza del ser de Dios, y luz es la naturaleza de la expresión de Dios. Además, Dios es santo y justo. Dios es santo en Su naturaleza y justo en Sus actos. Estos cuatros atributos —el amor, la luz, la santidad y la justicia— son revelados en la ley de Dios. En la ley tenemos el principio básico del amor divino, la luz divina, la santidad divina y la justicia divina.
Decir que el hombre fue creado a la imagen de Dios significa que el hombre fue creado conforme a lo que Dios es. El hombre fue creado conforme a Dios, quien es el amor y la luz, y quien también es santo y justo. Sin embargo, cuando el hombre fue creado, éste no tenía a Dios por dentro. Por esta razón, Dios puso al hombre creado por El delante del árbol de la vida. Esto indica que era necesario que el hombre creado por Dios recibiera a Dios como su vida. Si el hombre hubiera recibido a Dios como su vida, entonces los atributos divinos del amor, la luz, la santidad y la justicia, habrían también entrado en él.
El hombre creado por Dios sólo tenía la apariencia del amor, la luz, la justicia y la santidad de Dios. El hombre no tiene la realidad de estos atributos a menos que reciba a Dios como su vida. Según el libro del Génesis, sabemos que el hombre no recibió a Dios como su vida.
Un día Dios mismo se hizo un hombre llamado Jesús. Este hombre fue concebido de la esencia divina y nació de la esencia humana, la misma esencia que Dios creó en el hombre. Esto significa que la esencia humana de la cual el Señor Jesús participó fue la que Dios creó conforme a lo que El es, o sea, la esencia humana con la apariencia del amor, la luz, la santidad y la justicia de Dios.
Como hemos visto, el Señor Jesús, el Dios-hombre, se componía de la esencia divina con todos los atributos divinos y la esencia humana con todas las virtudes humanas. Cuando El estaba en la tierra, El llevó una vida que se componía de los atributos divinos y las virtudes humanas. Este es el más alto nivel de moralidad. El más alto nivel de moralidad es el vivir de Aquel cuya vida se componía de Dios con los atributos divinos y del hombre con las virtudes humanas.
Cuando hablamos del más alto nivel de moralidad, no usamos la palabra moralidad de manera tradicional. Al decir moralidad queremos decir el nivel de vida que Dios requiere.
Desde el principio, en los primeros dos capítulos de Génesis, vemos que el hombre con las virtudes humanas fue creado por Dios conforme a lo que El es. En particular, ya que Dios es luz y amor y es santo y justo, El creó al hombre conforme a estos atributos. La creación del hombre a la imagen de Dios se describe en Génesis 1.
Hemos dicho que cuando el hombre fue creado, éste no tenía la realidad del amor, la luz, la santidad y la justicia. La realidad de estos atributos divinos es Dios mismo. Esto significa que mediante la creación, el hombre tenía la imagen de estos atributos, pero no tenía la realidad de ellos. Por eso, en el capítulo dos de Génesis, Dios puso al hombre enfrente de Sí mismo, representado por el árbol de la vida, lo cual indica que Dios quiso que el hombre le recibiera como su vida, para que tuviera la realidad del amor, la luz, la santidad y la justicia divinas. Esto permitiría que el hombre llevara una vida en el más alto nivel de moralidad.
Aunque el hombre creado por Dios no llevó tal vida, el Señor Jesús, el Salvador-Hombre, que posee la naturaleza divina y la humana, llevó una vida en la tierra con los atributos de Dios expresados en las virtudes del hombre. Este asunto crucial se revela en el Evangelio de Lucas.