Mensaje 24
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Lectura bíblica: Lc. 9:51-62; 10:1-24
En el mensaje anterior empezamos a examinar la segunda sección del ministerio terrenal del Salvador-Hombre, la sección que transcurre desde Galilea hasta Jerusalén (9:51—19:27). Hemos visto que el Señor fue rechazado por los samaritanos (9:51-56). Después de este rechazo, El instruyó a unos en cuanto a la manera de seguirle (9:57-62). Como se relata en 10:1-24, esta instrucción preparaba la designación de los setenta discípulos para que propagaran Su ministerio.
Lucas 10:17 dice: “Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en Tu nombre”. El Señor respondió: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”. Cuando Satanás se rebeló contra Dios antes de la creación del hombre, fue juzgado y sentenciado a ser echado al Seol (el Hades), a los lugares apartados (la parte más profunda) del abismo (Is. 14:15; Ez. 28:17). Luego Dios empezó a ejecutar Su sentencia sobre él, en diferentes ocasiones y en diferentes grados, como lo hizo en Lucas 10 por medio de los setenta discípulos, por medio de la obra de Cristo en la cruz (He. 2:14; Jn. 12:31), por medio del hijo varón y Miguel antes de la gran tribulación cuando él fue arrojado a la tierra (Ap. 12:5, 7-10, 13), y por medio del ángel antes del milenio, cuando fue arrojado al abismo sin fondo (Ap. 20:1-2). Finalmente él será lanzado al lago de fuego para sufrir el castigo del fuego que no se apaga, después del milenio (Ap. 20:10) por la eternidad.
En 10:19 el Señor dijo a los setenta: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os dañará”. Lo que el Señor dio a los discípulos fue potestad o autoridad; lo que el enemigo tenía era poder. La autoridad subyuga al poder. En el versículo 19, las serpientes pueden representar a Satanás y a sus ángeles (Ef. 2:2; 6:11-12); los escorpiones pueden representar a los demonios (Lc. 10:17, 20). Los discípulos subyugaron el poder maligno de éstos con la autoridad del Señor.
El Señor, después de contar a los discípulos que veía a Satanás caer del cielo como un rayo y después de decir que les había dado potestad sobre todo poder del enemigo, dijo: “Sin embargo, no os regocijéis de esto, que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (v. 20). Ciertamente ser salvos, o sea, tener nuestros nombres escritos en los cielos, es más importante que echar fuera demonios. Sin embargo, les es fácil a los creyentes, especialmente a los jóvenes, estar más entusiasmados en cuanto a echar fuera demonios que tener sus nombres escritos en los cielos. Después de escuchar el reporte de los setenta, el Señor Jesús no se entusiasmó en cuanto a que los demonios fueran subyugados. El Señor dijo a los discípulos que debían regocijarse, o sea, exultar, no porque los espíritus se les habían sujetado, sino porque sus nombres habían sido escritos en los cielos.
Cuando oímos por primera vez sobre el jubileo, tal vez estuvimos muy entusiasmados. Después de dar un mensaje reciente sobre el jubileo, noté que los santos estaban extremadamente entusiasmados. Sin embargo, no estaban entusiasmados cuando les señalé en un mensaje posterior que necesitábamos identificarnos con la muerte de Cristo a fin de participar en el disfrute del jubileo. Cristo tuvo que morir para llevar a cabo el jubileo, y nosotros necesitamos morir a fin de participar en ello. Sin la muerte, el jubileo no puede ser nuestra experiencia. Sin embargo, esta clase de palabra no nos entusiasma mucho.
Después de que el Señor Jesús explicó el asunto del jubileo a los discípulos, les habló en relación a Su muerte. Reveló Su muerte por primera vez en Lucas 9:22 y por segunda vez en Lucas 9:44. Antes de revelar Su muerte por segunda vez, el Señor dijo a los discípulos: “Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras”. Sin embargo, no entendieron lo que El estaba expresando. Posiblemente nosotros al igual que los discípulos, nos entusiasmamos en cuanto al jubileo, pero no en lo que el Señor dijo en cuanto a la necesidad que tenemos de morir con El, a fin de participar en el disfrute del jubileo. En 10:20 el Señor dijo a los discípulos que no se regocijaran sobre la subyugación de los demonios, o sea, sobre el hecho de que los espíritus se les sujetaban. Les dijo que se regocijaran, en cambio, porque sus nombres estaban escritos en los cielos.
Lucas 10:21 y 22 dicen: “En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, y dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios e inteligentes, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por Mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. Aquí, la Trinidad participa económicamente en la oración del Señor. En el Espíritu Santo el Hijo alababa al Padre, el Señor del cielo y de la tierra. Económicamente, todas las cosas fueron entregadas al Hijo por el Padre. Ahora nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Aquí no se da énfasis a la Trinidad en Su esencia sino a la Trinidad económica.
El Salvador, en Su regocijo en el Espíritu Santo, alababa al Padre, el Señor del cielo y de la tierra. Padre se refiere a la relación que Dios el Padre tiene con El, el Hijo. Señor del cielo y de la tierra se refiere a la relación que Dios tiene con el universo. Cuando el pueblo de Dios fue derrotado por Su enemigo, Dios era llamado “el Dios del cielo” (Esd. 5:11-12; Dn. 2:18, 37). Pero cuando había un hombre en la tierra entregado a los intereses de Dios, El era llamado “el dueño del cielo y de la tierra” (Gn. 14:19, 22). Aquí en Lucas 10:21 el Salvador-Hombre, como Hijo del Hombre, también llamó al Padre el Señor del cielo y de la tierra. Esto indica que en la tierra El estaba entregado a los intereses de Dios.
En 10:21 el Hijo alababa al Padre que había escondido “estas cosas de los sabios e inteligentes, y las has revelado a los niños”. Los sabios e inteligentes en particular pueden referirse a los habitantes de las tres ciudades mencionadas en los versículos 13 y 15, quienes eran sabios e inteligentes según su propio parecer. Era la voluntad del Padre esconder de tales personas el conocimiento del Hijo y del Padre. Los niños del versículo 21 se refieren a los discípulos, quienes eran hijos de la sabiduría. El Padre se agradó al revelarles tanto al Hijo como al Padre.
No debemos considerarnos sabios e inteligentes. Si tenemos tal perspectiva de nosotros mismos, no recibiremos la revelación del Hijo y del Padre. En vez de considerarnos sabios e inteligentes, debemos considerarnos como niños, como los que no son muy eruditos. Al Padre le agrada revelar el conocimiento del Hijo y del Padre a los niños, pero lo esconde de los sabios e inteligentes.
En el versículo 22 el Señor dice que nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Aquí la palabra sabe denota el conocimiento cabal, y no simplemente familiaridad objetiva. Con respecto al Hijo, sólo el Padre tiene tal conocimiento, y con respecto al Padre, sólo el Hijo tiene tal conocimiento. Así que, para conocer al Hijo se requiere que el Padre lo revele (Mt. 16:7), y para conocer al Padre se requiere que el Hijo lo revele (Jn. 17:6, 26). La palabra quiera en 10:22 quiere decir ejercitar deliberadamente la voluntad de aconsejar.
Lucas 10:23 y 24 dicen: “Y volviéndose a los discípulos, les dijo en privado: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon percibir lo que vosotros veis, y no lo percibieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron”. En estos dos versículos el Salvador-Hombre alude a ciertas cosas tres veces. ¿Cuáles son las cosas que los discípulos vieron, las cosas que muchos profetas y reyes querían observar? ¿Cuáles son las cosas que los discípulos oyeron, las cosas que muchos profetas y reyes querían oír? Referente a esto debemos notar que en el versículo 21 el Señor habla de “estas cosas” y en el versículo 22 de “todas las cosas”. Primero el Señor se regocijó en el Espíritu Santo por el hecho de que el Padre había escondido estas cosas de los sabios e inteligentes y las había revelado a los niños. Después, el Señor dijo que todas las cosas le fueron entregadas por el Padre. Después de esto, dijo privadamente a los discípulos que sus ojos eran bienaventurados porque veían las cosas que veían. ¿Qué son “estas cosas”, “todas las cosas” y “las cosas”? Como veremos, todas éstas se refieren a las mismas cosas.
Hemos visto que los setenta volvieron con gozo, regocijándose de que los demonios se les sujetaban en el nombre del Señor. Sin embargo, el Señor les dijo que no se regocijaran porque los demonios se les sujetaban, sino porque sus nombres estaban escritos en los cielos. En la misma hora, El se regocijó en el Espíritu Santo y alabó al Padre por haber escondido estas cosas de los sabios e inteligentes, y las reveló a los niños. Después dijo a los discípulos que todas las cosas fueron entregadas a El por el Padre. Finalmente, les dijo que eran bienaventurados por ver y oír las cosas que pudieron ver y oír. Las cosas a las cuales alude el versículo 21, todas las cosas del versículo 22, y las cosas de los versículos 23 y 24, están relacionadas con los detalles en la inscripción de nuestros nombres en los cielos.
La inscripción de nuestros nombres en los cielos comprende muchos detalles. En realidad, se necesitan las catorce epístolas de Pablo para describirlos. No debemos esperar encontrar una explicación completa de esto en el Evangelio de Lucas. En esto vemos en particular el misterio de Dios, que es Cristo, y el misterio de Cristo, que es la iglesia.
Las expresiones todas las cosas y las cosas mencionadas en Lucas nos recuerdan de lo que Pablo dice en 1 Corintios 2:9: “Antes bien, como está escrito: ‘Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman’ ”. Aquí estas cosas se refieren a las cosas de la economía neotestamentaria de Dios. El campo de visión del ojo es reducido; el campo de percepción es más amplio; y el campo de comprensión del corazón no tiene límite. Dios en Su sabiduría dispuso y preparó para nosotros muchas provisiones profundas y escondidas, tales como la justificación, la santificación y la glorificación. El ojo humano nunca las ha visto, el oído humano nunca las ha oído, y el corazón humano nunca las ha comprendido.
Deseo recalcar que la explicación de “todas las cosas” y “las cosas” no se encuentra en el Evangelio de Lucas. Para obtener esta explicación debemos ir a las epístolas de Pablo. En estas epístolas tenemos la economía neotestamentaria de Dios y los misterios que se encuentran en dicha economía. ¡Cuán admirables y profundos son estos misterios! Lo que se revela en las epístolas de Pablo en cuanto a la economía neotestamentaria de Dios incluye la Trinidad Divina, el plan eterno de Dios, Cristo como la corporificación de Dios, la iglesia como el Cuerpo de Cristo y la intención de Dios, la de expresarse por medio de Su Trinidad Divina en la iglesia.
Lucas 10:21-24 es muy parecido a Mateo 11:25-27. Sin embargo, lo que se dice en Mateo no es tan claro ni tan cabal como lo que se dice en Lucas. Al leer Mateo 11 tal vez pensemos que no necesitamos las catorce epístolas de Pablo para obtener el entendimiento adecuado en cuanto a lo que fue escondido de los sabios e inteligentes y que fue revelado a los niños. Pero al leer Lucas 10, en lo cual se da énfasis a “todas las cosas” y especialmente a “las cosas”, nos damos cuenta de que sí necesitamos las epístolas de Pablo, donde tenemos una definición y explicación completa de todas estas cosas.
En el capítulo diez del Evangelio de Lucas, el Señor Jesús habla cabalmente de las cosas misteriosas reveladas en las epístolas de Pablo. En este capítulo el Señor indica que la realidad del jubileo se halla en todas estas cosas. Esto quiere decir que la realidad del jubileo no consiste simplemente en echar fuera demonios, en subyugar los espíritus. Más bien, la realidad del jubileo consiste en que somos introducidos en lo que Dios dispuso para nosotros antes de la fundación del mundo. Dios nos escogió y nos predestinó para que disfrutáramos de Su plan eterno, un plan que se lleva a cabo en Su economía neotestamentaria. También nos predestinó para que disfrutáramos todas las cosas relacionadas con Su economía, las cosas que se revelan plenamente en las epístolas de Pablo.
Creo que cuando nuestros nombres fueron escritos en los cielos, Dios nos escogió y nos predestinó. Antes de la fundación del mundo, Dios nos escogió y después, nos predestinó. Así nuestros nombres fueron escritos en los cielos.
Cuando Pablo estaba a punto de hablar en Efesios en referencia al misterio de Cristo, que es el Cuerpo de Cristo, dice primeramente que el Padre nos escogió y nos predestinó antes de la fundación del mundo. En esto nos basamos al decir que la explicación de “estas cosas”, “todas las cosas” y “las cosas” mencionadas en Lucas 10 se encuentra en las catorce epístolas de Pablo. Por lo tanto, el hecho de que nuestros nombres fueron escritos en los cielos se refiere a todos los misterios revelados en las epístolas de Pablo. Esta es la razón por la cual digo que en el capítulo diez de Lucas el Señor se extiende mucho más con respecto a la economía neotestamentaria de Dios. Si queremos entender a fondo “estas cosas”, “todas las cosas” y “las cosas”, necesitamos ir a las epístolas de Pablo.