Mensaje 27
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Lectura bíblica: Lc. 11:1-54
El relato del Evangelio de Lucas se caracteriza por la forma en que Lucas siempre nos muestra que en el Salvador-Hombre la mezcla de los atributos divinos con las virtudes humanas para producir el más alto nivel de moralidad con miras al jubileo neotestamentario. Aquí vemos tres asuntos. En primer lugar, en el relato de Lucas la humanidad y la divinidad del Salvador-Hombre son los elementos básicos e intrínsecos. Este evangelio se basa en el hecho de que el Señor posee dos esencias: la divina y la humana. En segundo lugar, presenta el más alto nivel de moralidad, el cual procede de la mezcla de los atributos divinos y las virtudes humanas. En tercer lugar, proclama el jubileo neotestamentario. En el capítulo cuatro se presenta claramente la proclamación del jubileo. En Lucas, vemos la esencia divina mezclada con la esencia humana, y los atributos divinos mezclados con las virtudes humanas para producir el más alto nivel de moralidad, el cual tiene como fin el jubileo neotestamentario.
Debemos entender muy bien los elementos básicos e intrínsecos mencionados en Lucas. Ya debemos haber visto que Lucas revela al Salvador-Hombre como Aquel que se compone de la esencia divina mezclada con la humana. Como tal, El es el Dios-hombre. En El tenemos tanto al Dios completo como el hombre perfecto. Esto significa que en El vemos una mezcla de Dios y el hombre. Sin embargo, en esta mezcla, el Salvador-Hombre no pierde la naturaleza divina ni la naturaleza humana. En esta mezcla las dos naturalezas permanecen distinguibles y no se produce una tercera naturaleza. Este es el primer punto principal que debemos tener en mente para entender a Lucas.
El Evangelio de Lucas también revela que en el Salvador-Hombre los atributos divinos se mezclan con las virtudes humanas para producir el más alto nivel de moralidad. A lo largo de este evangelio, vemos dicha mezcla en el Salvador-Hombre. Por ser el Dios completo, El tiene la naturaleza divina y los atributos divinos, y por ser el hombre perfecto, El tiene la naturaleza humana y las virtudes humanas. Por lo tanto, en Su persona vemos la naturaleza divina con sus atributos así como la naturaleza humana con sus virtudes, lo cual conduce a una vida que expresa el más alto nivel de moralidad.
La mezcla de la naturaleza divina y sus atributos con la naturaleza humana y sus virtudes produce el más alto nivel de moralidad y tiene como fin el jubileo neotestamentario. En este jubileo somos libertados de toda esclavitud: la esclavitud del pecado, la de Satanás, la del mundo, e incluso la del yo, y también somos librados para disfrutar plenamente de nuestra primogenitura, que es el derecho que habíamos perdido de disfrutar al Dios Triuno en Cristo.
Presentamos en este mensaje una definición e interpretación del Evangelio de Lucas, en la cual vemos los elementos intrínsecos de este evangelio. Si leemos el libro de Lucas de una manera superficial, nos interesaremos principalmente en las historias que menciona. Pero si profundizamos, veremos los elementos intrínsecos.
Si tenemos la descripción, la definición y la interpretación correctas del Evangelio de Lucas, veremos que consta de ciertos elementos intrínsecos que incluyen la naturaleza divina del Señor, sus atributos divinos, y Su naturaleza humana con sus virtudes humanas. Por la tanto, el Salvador-Hombre es la mezcla de Dios y el hombre. Por eso, el Señor expresaba el más alto nivel de moralidad. Su vida tiene como fin el jubileo neotestamentario, ya que es una vida que nos libra de toda las esclavitudes y nos introduce al disfrute del Dios Triuno en Cristo. En esto se resume el Evangelio de Lucas.
Antes de abordar el capítulo once necesitamos entender este resumen. Si no, este capítulo nos abrumará. Después de la parábola del buen samaritano, y la visita del Señor a la casa de Marta, Lucas inserta un capítulo que contiene cuatro eventos: el Salvador-Hombre enseña en cuanto a la oración (11:1-13); el Salvador-Hombre es rechazado por la generación maligna (vs. 14-32); El les advierte que no se queden en las tinieblas (vs. 33-36); y El reprende a los fariseos y a los intérpretes de la ley (vs. 37-54). ¿Por qué estos cuatro eventos están juntos? Si leemos este capítulo superficialmente, no entenderemos por qué incluye el hecho de que el Señor enseñara en cuanto a la oración, el rechazo por la generación maligna, la exhortación a no permanecer en tinieblas, y la reprensión a los fariseos y a los intérpretes de la ley. Sin embargo, si ahondamos en estas cuatro secciones, veremos que el Salvador-Hombre hace referencia al más alto nivel de moralidad. Ya dijimos que el Salvador-Hombre proclamó el jubileo neotestamentario basándose en la mezcla de Su naturaleza divina y Sus virtudes humanas con los atributos de aquélla y las virtudes de ésta para producir el más alto nivel de moralidad. Sin el capítulo once nos sería muy difícil experimentar el jubileo.
En 11:1-13 el Salvador-Hombre enseña en cuanto a la oración. Si leemos cuidadosamente está sección, veremos que orar significa entrar en Dios. Al oír esto, es posible que algunos digan: “No encontramos tal enseñanza en el ejemplo de oración establecido por el Señor Jesús. ¿Cómo puede usted decir que orar es entrar en Dios?” Aparentemente, este asunto no se ve en este pasaje, pero en realidad, sí se halla en estos versículos.
Lucas 11:1 dice: “Aconteció que estaba Jesús en un lugar orando, y cuando terminó, uno de Sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”. No sabemos lo que el Señor dijo en Su oración. Cuando los discípulos le vieron orar, querían que El les enseñara a orar. Entonces les dijo: “Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Danos cada día nuestro pan cotidiano. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos dejes caer en tentación” (vs. 2-4). He dedicado mucho tiempo a examinar estas palabras. Mi conclusión es que si oramos de esta manera una y otra vez, inevitablemente entraremos en Dios. En otras palabras, como resultado de esta oración nos hallaremos en Dios.
Si oramos según lo que enseña el Señor en estos versículos, estaremos en Dios. Les animo a orar: “Padre, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino”. Si usted ora así reiteradas veces, verá que se hallará en Dios. Esto es lo que entiendo y lo que he experimentado. Por experiencia puedo testificar que orar conforme a la instrucción del Señor es entrar en Dios.
¿Qué debemos hacer una vez que hayamos entrado en Dios orando? Simplemente recibirle junto con Sus riquezas. Como seres humanos caídos, estábamos completamente fuera de Dios y no teníamos nada que ver con Sus riquezas. Por lo tanto, no podíamos disfrutar de Sus riquezas. Necesitamos entrar en Dios por medio de la oración y allí, estando en El, recibirle a El y Sus riquezas.
Algunos al oír acerca de la necesidad de entrar en Dios por medio de la oración con el fin de recibirle a El y Sus riquezas, tal vez digan: “Antes de ser salvos, no estábamos en Dios. Pero ahora somos Sus hijos”. Como creyentes ciertamente somos hijos de Dios. Sin embargo, debemos reconocer que a menudo en nuestra experiencia no permanecemos en El. Por ejemplo un hermanos, antes de acostarse, se enfada con su esposa. A la mañana siguiente, se levanta estando fuera de Dios. ¿Qué debe hacer? El debe entrar en Dios orando.
Sin embargo, suponga que el hermano ora así: “Padre, Tu eres justo e íntegro. Sabes que mi esposa está equivocada. Te pido que me vindiques”. Cuanto más ore así, más lejos estará de Dios en su experiencia. Debería orar así: “Padre, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Dame mi pan para este día, y perdóname como perdono a mi esposa. Padre, no me dejes caer otra vez en esa prueba”. Cuanto más ore así, más se encontrará en Dios. Esto demuestra que orar es entrar en Dios.
Con frecuencia nos distraemos y nos alejamos de Dios. Puede ser que un anuncio del periódico baste para distraernos y alejarnos de El. Ya que nos distraemos fácilmente y nos alejamos de Dios, todas las mañanas debemos pasar un rato con El y entrar en El orando. No hay necesidad de que oremos describiendo detalladamente sobre nuestros defectos. Es suficiente decir: “Padre, perdóname”. No hay necesidad de entrar en los detalles. La oración “Padre, perdóname como yo perdono a otros” abarca mucho terreno. Cuanto más ore así, más se dará cuenta de que ha entrado en Dios y en El recibirá el suministro de vida.
Quizás usted se pregunte dónde en 11:1-13 se halla el asunto de recibir el suministro de vida que proviene del Padre. Los versículos del 11 al 13 mencionan el suministro de vida: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Aquí el suministro de vida está representado por el pescado y el huevo, y también por el Espíritu Santo; en el versículo 5 está representado por los panes. Así que, tenemos cuatro elementos del suministro de vida. Cuando entramos en Dios por medio de la oración, recibimos Sus riquezas como suministro.
En el versículo 13 el Señor dice que si nosotros, siendo malos, damos buenas dádivas a nuestros hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Esto implica que el regalo que es verdaderamente bueno es el Espíritu Santo. Antes de la muerte del Señor, El dijo a los discípulos que pidieran el Espíritu Santo. Después de Su muerte y resurrección les dijo que recibieran al Espíritu Santo (Jn. 20:22). Tenemos que pedir por las promesas de las Escrituras cuyos requisitos no se han cumplido, pero tenemos que recibir aquéllas cuyos requisitos se han cumplido.
El Señor después de instruir brevemente a Sus discípulos referente a la oración, prosiguió con un ejemplo en cuanto a orar persistentemente. Les dijo: “¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?” (vs. 5-7). La expresión griega traducida no me molestes puede traducirse también “no me traigas problemas”. En cuanto a la expresión mis niños están en cama, Thomson en The Land and the Book [La tierra y el libro] dice: “Toda la familia, o sea los padres, los niños y los siervos, duerme en el mismo cuarto”.
En el versículo 8 el Señor concluye así: “Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su descarada insistencia se levantará y le dará lo que necesite”. Finalmente, el hombre recibe los tres panes. Estos panes alimentan y sustentan.
En los versículos 9 y 10 el Señor añade: “Y Yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” En estos versículos tenemos las palabras pedir, buscar y llamar. Pedir es orar de una manera general; buscar es suplicar de una manera específica, y llamar es estar delante de la puerta.
En los versículos del 11 al 13 el Señor dice que un padre no dará a su hijo una serpiente en vez de un pescado, ni un escorpión en lugar de un huevo. Además, dice que el Padre dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. La serpiente representa a Satanás y sus ángeles, y el escorpión representa a los demonios.
Lo que el Señor dice en 11:11-13 indica que al orar debemos tener la intención de buscar el suministro de vida, a saber, los panes, el pescado y el huevo. Los panes representan las riquezas de la tierra; el pescado, las riquezas del mar, y el huevo, las riquezas de lo que hay en el aire y en la tierra. Por lo tanto, los panes, el pescado y el huevo representan las riquezas de la tierra, el mar y el aire; es decir, estos representan distintas clases de riquezas. En el versículo 13 vemos que el Espíritu Santo es la totalidad de estas riquezas.
Ya vimos que orar es entrar en Dios. Después de entrar en Dios por medio de la oración, recibimos el suministro de vida, representado por los panes, el pescado y el huevo. La totalidad de las riquezas de la tierra, el mar y el aire es el Espíritu Santo, lo cual significa que el Espíritu Santo es el suministro de vida. Cuando entramos en Dios orando, debemos permanecer en El para recibir el Espíritu Santo como suministro de vida.
¿Ha oído usted alguna vez que orar es entrar en Dios y que podemos permanecer en El continuamente para recibir el Espíritu Santo como suministro de vida? Este suministro de vida, representado por los panes, el pescado y el huevo, no solamente nos sustenta a nosotros, sino también a los que están bajo nuestro cuidado. Algunos pueden pensar que en este mensaje interpreto demasiadas cosas de esta alegoría. En realidad, ése no es el caso; más bien, deseo abrir la Palabra e interpretarla adecuadamente para que podamos ver lo que significa orar según 11:1-13.
Hicimos hincapié en que orar es entrar en Dios. Si nuestras oraciones no nos introducen en Dios, son incorrectas. No debemos continuar orando de esa manera, pues nuestra oración debe ser gobernada por el principio de que nos introduce en Dios.
No ofrezca oraciones que no lo introduzcan en Dios. No quiero decir que no debe pedirle al Señor que lo sane si está enfermo. Lo importante es que cuando ore para ser sanado, debe tener presente lo que rige la oración, que es entrar en Dios. Si su manera de orar le distrae, le aleja del Señor y no le introduce en El, debe cambiar la manera en que ora. Procure orar de una manera que le introduzca en Dios. La oración que nos introduce en Dios es la oración correcta.
Sabemos por experiencia que a menudo hemos orado debidamente y hemos entrado en Dios al hacerlo. Al permanecer allí, recibimos Sus riquezas, o sea las riquezas contenidas en Su Espíritu. Cuando recibimos el Espíritu Santo como suministro de vida, representado por los panes, el pescado y el huevo, somos alimentados y también lo son quienes que están bajo nuestro cuidado.