Mensaje 29
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Lectura bíblica: Lc. 12:1-48
Vimos en el capítulo once que cuando entramos en Dios por medio de la oración y recibimos Su rico suministro, el cual es la abundante suministración del Espíritu todo-inclusivo, dicho suministro nos llena de tal manera que no hay espacio en nosotros para los demonios ni los espíritus malignos. Ya que estamos llenos de las riquezas del suministro divino, estamos llenos de luz y podemos iluminar a otros. Así que, esta luz nos introduce en Cristo, quien pasó por la muerte y entró en resurrección. Ahora podemos experimentarle como el verdadero Jonás y el verdadero Salomón. En el verdadero Salomón conocemos la sabiduría de Dios, Su propósito eterno y Su economía, en la cual disfrutamos el misterio de Dios. Este misterio es Cristo, quien expresa a Dios y la iglesia, la cual, a su vez, expresa a Cristo. Este es el verdadero jubileo.
Al entrar en Dios por medio de la oración para disfrutar de las riquezas de Su suministro, experimentamos la divinidad y humanidad de Cristo, Sus atributos divinos y Sus virtudes humanas. De esta manera, llevamos una vida en el más alto nivel de moralidad, y éste nos permite disfrutar del jubileo neotestamentario.
Los capítulos once, doce, trece y catorce de Lucas son difíciles de entender. Cuando los examinamos, tenemos que entender que no podemos confiar en el entendimiento natural que tenemos de la Palabra santa. Para entender cualquier libro de la Biblia, necesitamos conocer los principios y elementos con los cuales fue escrito. Debemos descubrir los principios y los elementos básicos con los cuales se escribió cada libro. Muchas personas al leer el Nuevo Testamento no ven los principios ni los elementos básicos e intrínsecos con los cuales se escribió el Evangelio de Lucas, por ejemplo damos gracias al Señor porque en Su misericordia, El nos ha mostrado estas cosas. Basándonos en lo que hemos visto de los principios y de los elementos básicos de este evangelio, tenemos la perspectiva adecuada para ver el significado y la importancia de los capítulos del once al catorce.
Es difícil penetrar en las profundidades del capítulo once y ver su significado, pero es aún más difícil penetrar en las profundidades del capítulo doce y captar su significado.
Lucas 12:1-48 contiene tres advertencias: la advertencia en contra de la hipocresía religiosa (vs. 1-12), la advertencia contra la codicia (vs. 13-34) y la advertencia en cuanto a velar y a ser fieles (vs. 35-48). Necesitamos atender a estas tres advertencias, las cuales son en realidad la continuación de lo que el Señor dice en el capítulo once. En este mensaje deseamos entender lo que significan las advertencias dadas aquí por el Salvador-Hombre.
Según el capítulo once, necesitamos entrar en Dios mediante la oración para permanecer en El y llenarnos de Sus riquezas, del Espíritu vivificante todo-inclusivo. Así podremos llevar una vida en el más alto nivel de moralidad, a fin de disfrutar y participar del jubileo neotestamentario. Recordemos que lo que el Señor dijo en el capítulo once fue proferido cuando se acercaba a Jerusalén, donde iba enseñando acerca de las cosas espirituales.
En aquel tiempo, Jerusalén era el centro religioso de los judíos y de una cultura eminente opulenta. Los que vivían en Jerusalén estaban interesados en la religión y en los bienes terrenales con el fin de disfrutar una vida mejor. Por lo tanto, Jerusalén, la capital de Judea, se caracterizaba por la religión y la cultura además del disfrute de los cosas materiales.
En los capítulos del once al catorce, el Señor Jesús instruía a Sus seguidores para que llevaran una vida en el más alto nivel de moralidad, y pudieran participar plenamente del jubileo neotestamentario. Ya vimos que esta enseñanza fue dada camino a Jerusalén.
Mientras el Señor y Sus discípulos iban de Galilea a Jerusalén, El puso Su interés en una cosa y los discípulos en otra. El Señor puso Su interés en Su muerte. El iba a Jerusalén para morir a la religión y a la cultura predominante allí, no para participar en esas cosas. En Jerusalén el Señor moriría a la religión y a la cultura, a esta vida y a todos los bienes terrenales. Los discípulos del Señor pusieron sus intereses en algo muy diferente. Su concepto era que Su Maestro iba a Jerusalén para recibir el reino. Esto nos permite entender por qué Juan y Jacobo, a quienes llamaban los hijos del trueno, preguntaron al Señor si podían sentarse con El, uno a Su derecha y el otro a Su izquierda en el reino (Mr. 10:35-45). Sólo se interesaron en el reino. Su Maestro había tenido gran éxito en Galilea y ahora pensaban que era el momento para ir a la capital, Jerusalén, a fin de tomar el trono y recibir el reino.
Pero el Señor estaba interesado en ir a Jerusalén a morir. El Señor no valoraba la religión ni la cultura ni los bienes terrenales. Por lo tanto, en el capítulo doce Lucas relaciona ciertos casos a fin de mostrar que el Señor no estaba interesado ni en la religión ni en los bienes terrenales que se hallaban en Jerusalén.
En 12:1 el Señor dio una advertencia acerca de la hipocresía religiosa: “Entretanto, habiéndose juntado por millares la multitud, de modo que unos a otros se pisoteaban, comenzó a decir a Sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. El Señor nos dice específicamente que nos guardemos de la hipocresía de la religión judía, ya que habla de “la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. En realidad, toda religión conduce a la hipocresía. En ningún otro sitio es tan predominante la hipocresía como en la religión. La religión es la esfera donde la hipocresía prevalece. Observe la hipocresía que existía en la religión judía cuando el Señor estaba en la tierra. ¡Cuánta hipocresía existía entre los fariseos, los escribas y los interpretes de la ley! En Mateo 23 el Señor exclamó ayes sobre ellos por su hipocresía. En este pasaje el Señor expone la hipocresía de la religión judía.
En 12:1 vemos que la levadura es la hipocresía religiosa de los fariseos. En el Nuevo Testamento la levadura representa el elemento de corrupción. Aquí el Señor nos advierte en contra de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Ellos estaban llenos de falsedad y la practicaban. Su falsedad llegó a ser una hipocresía que leudaba, un elemento de la religión judía, que corrompía.
Todos los discípulos del Señor eran judíos, debido a lo cual apreciaban hondamente la religión judía y estimaban altamente a los fariseos. Pensaban que éstos tenían una moralidad elevada. Pero cuando el Salvador-Hombre se acercaba a Jerusalén, el centro de la hipocresía religiosa, comenzó a manifestar la hipocresía de esa religión. Por lo tanto, les dijo a los discípulos: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”.
En 12:2-12 el Señor les dijo a Sus discípulos que la hipocresía de la religión conduciría a la persecución de quienes lo seguían con sinceridad. Para los verdaderos seguidores de Jesús la hipocresía religiosa siempre se convierte en la fuente de persecución. Los que queremos estar en el jubileo neotestamentario hoy, debemos guardarnos de dicha hipocresía, ya que ésta se convertirá en la fuente de persecución. Mientras que los verdaderos seguidores de Jesús disfruten del jubileo, aquellos que están llenos de la hipocresía religiosa se les opondrán. Esta oposición se convertirá en persecución.
En 12:13-34 el Señor da a los discípulos otra clase de advertencia, la advertencia en contra de la codicia. Lucas puso estas dos advertencias en una secuencia significativa. En Jerusalén no sólo existía el riesgo de la hipocresía religiosa, sino también el de la codicia de los bienes materiales.
Lucas 12:13 dice: “Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia”. El Señor aprovechó esta oportunidad para advertirles a los discípulos en cuanto a la codicia. Primero el Señor dijo al que le había pedido que le dijera a su hermano que dividiera la herencia con él: “Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?” (v. 14). Luego dijo a Sus discípulos: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de sus bienes” (v. 15). Más tarde el Señor les contó la parábola que consta en los versículos del 16 al 21.
Si estamos en el jubileo participando de la herencia neotestamentaria del Dios Triuno, debemos guardarnos de codiciar los bienes terrenales, ya que la vida que tenemos en Dios no depende de ellos. Quizás sea mejor que nos deshagamos de nuestros bienes materiales. En el versículo 33 el Señor dice: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no se acerca, ni polilla destruye”. Aquí lo indicado es que mientras participamos del jubileo neotestamentario, no debemos aferrarnos a los bienes materiales como un tesoro terrenal. Necesitamos almacenar tesoros mismos en los cielos.
En 12:1-34 el Señor advirtió a los discípulos acerca de la religión y de los bienes terrenales. Mientras se acercaba a Jerusalén, les habló de estas cosas. La hipocresía y la codicia son graves problemas relacionados con el disfrute que los seguidores genuinos de Jesús tienen del jubileo neotestamentario.
Comenzando desde el versículo 22, el Señor les recomendó a los discípulos que no se inquietaran por sus vidas. Les dijo: “Por tanto os digo: No os inquietéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. Porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido”. Puesto que nuestro Padre que está en los cielos cuida de nosotros, no tenemos que inquietarnos por el alimento ni por el vestido.
En el versículo 24 el Señor dice: “Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!” El también utiliza los lirios como ejemplo: “Considerad los lirios, cómo crecen; no se afanan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si así viste Dios la hierba que está en el campo, y mañana es echada al horno, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!” (vs. 27-28). En vez de inquietarnos, debemos tener fe en nuestro Padre celestial.
En 12:31 el Señor dice: “Buscad, más bien, Su reino, y estas cosas os serán añadidas”. Debemos buscar el reino de Dios, que es en realidad el jubileo neotestamentario. Si buscamos el jubileo, el Padre nos dará alimento y vestido por añadidura. El Señor nos dice que a nuestro Padre le complace darnos el reino (v. 32). Ciertamente, El nunca se olvidará de nuestras necesidades. El Señor dice claramente: “Vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas” (v. 30). Estamos aquí por causa del jubileo, el reino, y ya que al Padre le complace darnos el reino, sin duda cuidará de nuestras necesidades materiales. Por lo tanto, no necesitamos preocuparnos ni inquietarnos por ellas.
Hace más de cincuenta años, el Señor me mandó que renunciase mi trabajo y que le sirviese con todo mi tiempo. Cuando el Señor me llamó, usé mi mente natural para calcular mi sustento. Dije: “Señor, estoy dispuesto a comer las hojas de los árboles y beber el agua de los manantiales de las montañas. Estoy satisfecho de vivir así, pero tienes que cuidar de mi esposa e hijos”. Por supuesto, el Señor no me permitió vivir de esta manera. Cuidó de mi necesidad y la de mi familia. Lo que quiero comunicar es que aunque no tengamos fe en nuestro Padre, El es fiel.
Algunos de ustedes habrán tenido la idea de servir al Señor con todo su tiempo. Si ustedes sienten una profunda inclinación por servir al Señor con todo su tiempo, les animo a que lo hagan. Sálganse de “la barca” de su trabajo y tírense al agua y vean si “se ahogan”. Mi experiencia fue que después de saltar de la barca, el Señor no dejó que me ahogara. Al principio, le dije al Señor que estaba en una buena barca. Le dije que confiaba en El pero que aún necesitaba la barca. Sin embargo, el Señor me dijo que me saliera de ella, pero le dije que no tenía tanta fe. Pero lo que cuenta no es nuestra fe, sino Su fidelidad.
Todo necesitamos ser rescatados de nuestras inquietudes acerca de la vida. No hay necesidad de que nos preocupemos por los alimentos ni por el vestido. La provisión de estas cosas depende de la fidelidad de Dios. El es fiel, y nosotros debemos recurrir a El en toda necesidad.
Si llevamos una vida en el nivel supremo de moralidad con el fin de participar en el jubileo neotestamentario y de disfrutar a Dios al máximo, debemos prestar atención a la advertencia acerca de la hipocresía, la codicia y la inquietud. También necesitamos otra advertencia, la advertencia en cuanto a velar y a ser fieles. No debemos dejarnos atrapar por la religión ni distraernos por la inquietud. Más bien, aprendamos a velar y a ser fieles en cuanto al servicio que le rendimos a nuestro Señor, quien ha de regresar.
Prestemos esmerada atención a la tercera advertencia, ya que se relaciona con nuestra participación en el jubileo en la era venidera. El jubileo neotestamentario abarca dos eras: la era presente, la era de la gracia, y la era venidera, o sea, la era del reino o del milenio. El jubileo en la era de la gracia es un anticipo del jubileo en la era del reino. Sin embargo, ni aun el jubileo en la era del milenio será la plenitud. La plenitud del jubileo se tendrá en el cielo nuevo y la tierra nueva. Vemos, entonces, que hay tres etapas del jubileo neotestamentario: la primera etapa es la era de la gracia, la segunda es la era del reino, y la tercera es la era del cielo nuevo y la tierra nueva, cuando participaremos del jubileo eterno en la Nueva Jerusalén.
El Señor Jesús introdujo a Pedro, a Jacobo y a los otros discípulos en la realidad del jubileo en la era de la gracia. En las advertencias descritas en el capítulo doce hay un indicio de que habrá un jubileo mayor en la era venidera. Por lo tanto, no sólo habrá jubileo en la era de la gracia, sino también en el reino venidero. Parece ser que el Señor les advertía a los discípulos: “Vosotros me estáis siguiendo ahora y podréis participar del jubileo en esta era, pero perderéis el jubileo en la era venidera si no veláis y sois fieles mientras estoy ausente”.
En el capítulo once no se menciona nada del jubileo en la era venidera, pero en 12:35-48 el Señor hace referencia del jubileo en la era del reino venidero. Muchos creyentes perderán el jubileo en la era venidera. Podemos estar en el jubileo en esta era, pero si no somos fieles en cuanto al disfrute del mismo, perderemos el jubileo en la era venidera. Por esta razón, en los versículos del 35 al 38 tenemos una advertencia en cuanto a la pérdida del jubileo en la era venidera.
En el jubileo recobramos nuestra heredad, pero después de haber recuperado nuestra heredad, nuestro derecho de disfrutar al Dios Triuno, tenemos que velar y ser fieles. De lo contrario, podemos perder otra vez este derecho, no eternamente, sino sólo durante la dispensación del reino venidero. Esto quiere decir que en la era venidera, en vez de disfrutar nuestra primogenitura en el jubileo, sufriremos cierto castigo, como lo indica la palabra azotes en los versículos 47 y 48.
Relacionemos las tres advertencias del capítulo doce: la advertencia acerca de la hipocresía religiosa, en cuanto a la codicia y la preocupación por los bienes materiales, y en cuanto a velar y a ser fieles. Si no nos guardamos de la hipocresía que existe en la religión de hoy, y de la codicia y la inquietud de los bienes materiales, no disfrutaremos del jubileo en esta era. Además, necesitamos ver que podemos disfrutar el jubileo en esta era y perderlo en la era venidera si no velamos y somos fieles durante la ausencia del Señor.
Para participar del jubileo en esta era, debemos atender a la advertencia acerca de la hipocresía religiosa, de la codicia y la inquietud por los bienes materiales. Si prestamos atención a estas dos advertencias, disfrutaremos el jubileo en la era de la gracia. Pero mientras disfrutamos el jubileo en esta era, tenemos que velar y ser fieles durante la ausencia del Señor. Si el Señor regresa y no nos halla velando ni perseverando fielmente, perderemos el disfrute del jubileo venidero.
Guardémonos de la hipocresía religiosa y de la preocupación por nuestra vida, especialmente por el alimento y el vestido. Alejémonos de estas cosas para que podamos participar en el jubileo hoy. Luego, mientras disfrutamos del jubileo, velemos y seamos fieles en llevar a cabo la comisión del Señor. De lo contrario, cuando El regrese, no nos hallara velando ni fieles. Entonces perderemos el disfrute del jubileo en el reino venidero.