Mensaje 40
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Lectura bíblica: Lc. 18:1-8
Lo que se relata en el Evangelio de Lucas es bastante amplio. Después de hablar en el capítulo diecisiete del reino de Dios entre otros temas, abarca en el capítulo dieciocho: la oración persistente (vs. 1-8), entrar en el reino de Dios (vs. 9-30), humillarnos (vs. 9.14), ser como niños (vs. 15-17); y renunciar a todo y seguir al Salvador-Hombre (vs. 18-30), revela por tercera vez Su muerte y Su resurrección (vs. 31-34), y sana a un ciego cerca de Jericó (vs. 35-43). Estudiaremos lo que el Señor enseña en cuanto a la oración persistente.
Mientras el Salvador iba de Galilea a Jerusalén, les enseñaba a Sus seguidores a conocer la economía de Dios en cuanto al jubileo. El jubileo es, en realidad, Cristo como la corporificación de Dios a quien podemos disfrutar. Tales palabras no se hallan en el Evangelio de Lucas. Sin embargo, la idea subyacente sí está presente: el jubileo que es el reino de Dios, es Cristo como corporificación de Dios a quien podemos disfrutar.
Por causa del jubileo, fue necesario que Cristo muriera para llevar a cabo una redención completa y entrar en resurrección. Cristo, por medio de la redención que lo abarca todo, satisfizo lo que se exigía de nosotros para que fuéramos liberados de toda esclavitud. Ahora podemos ser liberados de la esclavitud del pecado, de Satanás, el mundo, el yo y la vieja creación. Era necesario que Cristo muriera para liberarnos de esta esclavitud, y que resucitara para llevarnos a disfrutar la heredad divina, la cual es el Dios Triuno procesado que llega a ser el Espíritu todo-inclusivo a quien disfrutamos.
Este entendimiento del pensamiento subyacente con respecto al jubileo mencionado en el Evangelio de Lucas no concuerda con la mentalidad natural, pues corresponde a la revelación dada en el Nuevo Testamento, especialmente en Hechos, las epístolas y Apocalipsis. En otras palabras, los libros del Nuevo Testamento, desde Hechos hasta Apocalipsis son la explicación, la definición y el desarrollo de la visión presentada en Lucas en cuanto a la muerte de Cristo, la cual lleva a cabo la plena redención, a fin de librarnos de todas las cosas negativas, y en cuanto a Su resurrección, la cual nos conduce a disfrutar al Dios Triuno, quien habiendo sido procesado, es el Espíritu todo-inclusivo a quien disfrutamos. Esto es el jubileo.
Mientras el Señor iba a Jerusalén con Sus discípulos, éstos no tenían ni la menor idea de lo que estaba sucediendo ni de lo que el Salvador-Hombre les enseñaba. Cuando leemos el relato de ese viaje, vemos muchos ejemplos, en los cuales hay un sinnúmero de aspectos enigmáticos.
Dijimos que en el capítulo dieciséis el Señor les cuenta a los discípulos la parábola del mayordomo injusto. En 18:1-8 les cuenta la parábola de un juez injusto. El mayordomo injusto del capítulo diecisiete nos representa a nosotros como mayordomos del Señor. Veremos que el juez injusto del capítulo dieciocho se refiere al Dios justo. El Señor usa dos parábolas, una nos representa a nosotros, y la otra, a Dios.
El mayordomo injusto nos representa a nosotros los que servimos al Señor, y el juez injusto representa a Dios, quien nos hace justicia. Ya abarcamos por lo menos hasta cierto grado, la parábola del mayordomo injusto. En este mensaje abarcaremos el problema presentado por el juez injusto, el cual representa al Dios justo.
Lucas 18:1-3 dice: “También les dijo Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. También había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario”. La viuda mencionada en el versículo 3 representa a los creyentes. En cierto sentido, los que creen en Cristo en esta era son una viuda, porque Cristo el Esposo de ellos (2 Co. 11:2) está ausente.
En el versículo 3 la viuda pidió al juez que le hiciera justicia de su adversario. La expresión traducida hazme justicia también puede traducirse véngame.
En esta parábola el Señor indica que los creyentes tienen un opositor, que es Satanás, el diablo, de quien Dios debe vengarnos. Debemos orar con persistencia por esta venganza (véase. Ap. 6:9-10), y no desanimarnos.
Según el versículo 4, el juez no quería por algún tiempo hacerle justicia a la viuda de su adversario. Luego, dijo dentro de sí: “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote” (vs. 4-5). El Señor añadió: “Oíd lo que dice el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a Sus escogidos, que claman a El día y noche aunque los haga esperar? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (vs. 6-8). Lo que el Señor dijo en el versículo 8 indica que Dios nos vengará de nuestro enemigo cuando el Salvador venga.
La fe que se menciona aquí denota la fe persistente necesaria para nuestra oración persistente, como la fe de la viuda. Por lo tanto, es la fe subjetiva, y no la fe objetiva.
Examinemos la parábola mencionada en 18:1-8 en el contexto del relato referente al viaje que el Señor hizo de Galilea a Jerusalén (9:51—19:27). En lo que el Señor enseña en este viaje, abarca muchos aspectos relacionados con el jubileo, el reino de Dios, y El mismo como nuestro disfrute. Habla de Su muerte, Su resurrección, la salvación, la recompensa venidera, la era del reino, la generación maligna y la condición de los fariseos. Todos estos asuntos se relacionan directa o indirectamente con el reino de Dios y con el disfrute de Cristo.
La generación maligna de hoy, nos puede distraer y apartarnos del disfrute de Cristo. Esta generación busca cómo aturdirnos y embotarnos a fin de que perdamos el sentido de lo que está sucediendo. El mundo entero está bajo este efecto estupefaciente pues está embotado, las personas mundanas han perdido el sentido de que se alejaron del disfrute del Dios Triuno.
El el hombre debía disfrutar al Dios Triuno. Pero no tiene ni idea de esto, pues en la caída perdió completamente el sentido de esto. La gente del mundo está ocupada en casarse, darse en casamiento, comprar y vender, plantar y edificar (17:27-28). Ellos no tienen idea de que Dios está disponible para que le disfruten, ya que todos fueron aturdidos y adormecidos. Por lo tanto, el Señor, en Su largo viaje de Galilea a Jerusalén, tocó este asunto varias veces. Por ejemplo, en el capítulo catorce El dijo a Sus discípulos que deben repudiar las cosas de esta generación; deben aborrecer la vida de su alma, porque deben aborrecer todo lo que les distraiga del disfrute de Cristo. En el capítulo diecisiete el Señor menciona otra vez este punto cuando habla de la generación que está embotada, lo cual impide que el pueblo de Dios disfrute de la heredad divina. Antes de que mencionar otra vez este asunto en el capítulo dieciocho, nos revela la persecución que proviene de nuestro adversario, lo cual tiene que ver con disfrutar el jubileo.
Tenemos que entender que nosotros, el pueblo de Dios, quienes vivimos en esta generación embotada, somos como una viuda. En cierto sentido, nuestro Esposo, el Señor, está ausente. Además, tenemos un adversario que nos persigue constantemente.
Antes de que el Señor Jesús fuera a la cruz para llevar a cabo la redención que lo abarca todo, abrió el velo desde varias direcciones a fin de enseñar a Sus seguidores las cosas que se relacionan directa o indirectamente con disfrutarlo a El como su jubileo. Necesitaban entender que la generación presente y las cosas que la componen son lo que más distrae. La gente mundana está bajo el efecto estupefaciente de las cosas que componen esta generación maligna.
El Señor también revela a Sus discípulos que si le buscamos, tenemos que aborrecer todo lo que nos impida disfrutarle a El. Además, si le disfrutamos, sufriremos persecución. Esta persecución proviene de nuestro adversario, el enemigo de Dios que se convirtió en nuestro enemigo porque estamos del lado de Dios.
La parábola narrada en 18:1-8 habla del sufrimiento que nos inflige nuestro adversario durante la aparente ausencia del Señor. En realidad, el Señor no está ausente. Sin embargo, durante Su aparente ausencia, somos una viuda a quien su adversario molesta todo el tiempo.
Mientras nuestro adversario nos persigue, parece ser que nuestro Dios no es justo, porque permite que Sus hijos sean perseguidos injustamente. Por ejemplo, Juan el Bautista fue decapitado; Pedro fue martirizado; Pablo fue encarcelado, y Juan fue exiliado. A través de los siglos, miles y miles de fieles seguidores del Salvador-Hombre sufrieron persecución injusta. Incluso hoy somos maltratados injustamente. Da la impresión de que nuestro Dios es injusto, ya que no interviene para juzgar ni para vindicarnos.
A menudo hemos orado para que Dios nos vindique. No obstante, muchos de nuestros colaboradores fieles son encarcelados e incluso entregados a la muerte. ¿Dónde está el Dios vivo y justo? ¿Por qué tolera esta situación? ¿Por qué no juzga a los que nos persiguen? Debido a esta situación, en 18:1-8 el Salvador-Hombre usa el juez injusto para representar a Dios, pues parece que El no hace nada por Su pueblo perseguido.
¿Qué haremos cuando somos perseguidos y al parecer nuestro Dios no está vivo ni presente ni es justo? En esta parábola aprendemos a ser una viuda molesta que ora a Dios persistentemente.
Muchas veces me he cansado de orar a Dios para que vindique Su recobro. Al parecer cuanto más oro al Señor para que nos vindique, menos vindicación hay. Aparentemente, el Señor no está presente ni le importa, parece que no es justo. No obstante, he aprendido que tenemos que molestar a Dios orando y que tenemos que orar persistentemente sin desanimarnos.
En Apocalipsis 6:9 y 10 vemos que esta clase de oración persistente se lleva a cabo por las almas de los mártires: “Vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” En figura, el altar esta situado en el atrio del tabernáculo y del templo, y representa la tierra. Por lo tanto, la expresión bajo el altar significa bajo la tierra, donde se hallan las almas de los mártires, situado en el Paraíso adonde el Señor Jesús fue después de Su muerte (23:43). Es la sección agradable del Hades (Hch. 2:27), donde está Abraham (16:22-26). Allí las almas de los mártires dan voces: “¿Hasta cuándo, Señor?” Parece que dijeran: “¿Señor, hasta cuándo estarás callado? ¿Hasta cuándo serás aparentemente injusto?” Tú eres el Dios justo. ¿Cómo puedes tolerar la persecución injusta que está aún llevándose a cabo en la tierra? ¿Hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo? Esta es la oración que proviene de la esfera invisible, la oración de los santos martirizados que están en el Paraíso.
En Lucas 18:1-8 vemos la oración que proviene de la esfera visible. Esta oración se relaciona con el disfrute del jubileo.
Frecuentemente los hijos de los seguidores fieles del Señor preguntan a sus padres por qué sufren persecución. Quizás pregunten: “Si amamos tanto al Señor Jesús, ¿por qué tenemos que sufrir?” Normalmente, los padres no saben qué responder. Tal vez a los hijos les parezca que el Señor, a quien sus padres siguen, no es justo. Quizás nosotros también nos preguntemos por qué sufrimos, si amamos tanto al Señor y le seguimos. La parábola relatada en 18:1-8 contesta nuestra pregunta.
Cuando nuestro Esposo está aparentemente ausente y se nos deja en la tierra como una viuda, temporalmente nuestro Dios parece ser un juez injusto. Aunque aparente ser injusto, aún tenemos que apelar a El, orar persistentemente y molestarle una y otra vez.
Tenemos que tener cuidado al entender tal parábola narrada en 18:1-8. No debemos tratar de entenderlo de una manera natural. Por un lado, esta parábola indica que el Juez es soberano. Esto quiere decir que Su juicio, depende exclusivamente de El. Por lo visto, quizás escuche a la viuda y quizás no la escuche. Esta parábola revela que El es soberano y que El juzga cuando quiere.
Por otro lado, esta parábola indica que necesitamos molestar al Señor orando persistentemente. Tenemos que decirle: “Señor, la oración depende de mí y no de Ti. Tú nunca me dijiste que no debo orar. Al contrario, me exhortaste a orar. Por lo tanto, Señor, oro para que Tú me vindiques”.
El significado de esta parábola es profundo, ya que necesitamos conocer a Dios como se revela aquí. También necesitamos ver que la oración que se menciona aquí nos ayuda a disfrutar del jubileo.