Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 44

EL SALVADOR-HOMBRE SE ENTREGA A LA MUERTE PARA EFECTUAR LA REDENCION

(1)

  Lectura bíblica: Lc. 19:28-48

  En los mensajes anteriores abarcamos las primeras tres secciones del Evangelio de Lucas: la introducción (1:1-4); el Salvador-Hombre se prepara en Su humanidad y con Su divinidad (1:5—4:13); el Salvador-Hombre lleva a cabo Su ministerio en Sus virtudes humanas junto con Sus atributos divinos (4:14—19:27) estando en Galilea (4:14—9:50) y en camino de Galilea a Jerusalén (9:51—19:27). Llegamos a la cuarta sección de este evangelio: el Salvador-Hombre se entrega a la muerte para efectuar la redención (19:28—22:46). Después de que el Señor finalizó Su ministerio en 19:27, le llegó el momento de ir a Jerusalén a fin de entregarse a la muerte que Dios ordenó para cumplir la redención eterna.

  La transfiguración del Señor en la cima del monte tuvo lugar al final de Su ministerio, en Galilea, y según se narra en el Evangelio de Lucas se transfiguró a fin de demostrarles a los discípulos que para disfrutar del jubileo se necesita la transformación, la cual es representada por la transfiguración. El Salvador-Hombre, después de completar Su ministerio en Galilea, emprendió un largo viaje de Galilea a Jerusalén.

LA SALVACION, EL SERVICIO Y EL DISFRUTE DEL JUBILEO

  Mientras el Salvador-Hombre viajaba de Galilea a Jerusalén, habló varias veces con Sus discípulos. En aquellas conversaciones se abarcaron varios asuntos primordiales. Primero, el Señor les enseñó a los discípulos cómo se recibe la salvación. Luego, les reveló cómo hay que servir a Dios. Recibir la salvación consiste en disfrutar el jubileo hoy, en la era de gracia. Servir a Dios nos hace aptos para entrar en el reino venidero a fin de disfrutar el jubileo en la era venidera. En el Evangelio de Lucas el Señor habla por lo menos cinco veces en cuanto a seguirle y servirle a fin de ser aptos para entrar en el reino venidero y disfrutar del jubileo en la era venidera. El habla de esto en los capítulos catorce, dieciséis, diecisiete, dieciocho y diecinueve, donde cuenta la parábola de los siervos que recibieron dones (19:11-27). Nosotros como siervos que hemos recibido dones del Señor, tenemos que obtener ganancias para El a fin de heredar la tierra y gobernar sobre ésta como reyes. Por tanto, participar del jubileo venidero en el milenio, será una recompensa para los santos que hayan vencido.

  El ministerio del Salvador-Hombre se llevó a cabo primero en Galilea y comenzó cuando El proclamó el jubileo de gracia, y prosiguió hasta que se transfiguró. La transfiguración del Señor indica que todos Sus seguidores necesitan ser transformados para participar en el disfrute del jubileo. El Señor, después de completar Su ministerio en Galilea, se dirigió a Jerusalén. En el camino, enseñó reiteradamente a Sus discípulos y seguidores cómo obtener la salvación, es decir, cómo recibir el reino de Dios, que es en realidad el Salvador-Hombre mismo, para entrar en el disfrute del jubileo actual. También les enseñó que para seguirle y servirle, debemos renunciar los bienes materiales. Tenemos que vencer toda distracción y todo estorbo para poder amarle a lo máximo y servirle fielmente. Entonces podremos entrar en el reino en la era venidera y participar sin reservas del jubileo en el milenio.

  Debemos ver que disfrutar a Cristo como reino de Dios en esta era nos hace aptos para que le disfrutemos como jubileo en la era venidera. En otras palabras, disfrutar a Cristo hoy nos faculta para que le disfrutemos más a fondo en la era venidera. Sin embargo, millares e incluso millones de los que creen en el Señor y recibieron Su salvación no le disfrutan. Si no disfrutan a Cristo hoy, no se les permitirá disfrutarle como jubileo en la era venidera. Nos debe impresionar el hecho de que disfrutar a Cristo hoy nos da el derecho de disfrutar el jubileo en la era venidera y nos introduce en dicho disfrute. Por lo tanto, debemos aprender a disfrutar a Cristo en la vida de iglesia a fin de que podamos disfrutarle en la era del reino.

  El jubileo proclamado por el Señor Jesús en el capítulo cuatro de Lucas consta de tres etapas: primero, la gracia en esta era; segundo, el reino en la era venidera; y tercero, la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad. Estas son las etapas del disfrute del jubileo. El jubileo de esta era es un anticipo. El jubileo de la era venidera será más completo que el de hoy. Finalmente, en la Nueva Jerusalén disfrutaremos del jubileo plenamente por la eternidad. Allí, todos los creyentes disfrutarán a Cristo como jubileo. Por la eternidad habrá un testimonio de que el Señor Jesús es nuestro jubileo, que El nos liberó de la esclavitud y nos introdujo en el pleno disfrute del Dios Triuno procesado.

EL SACERDOTE Y LAS OFRENDAS

  El Evangelio de Lucas puede dividirse en siete secciones: la introducción (1:1-4); el Salvador-Hombre se prepara en Su humanidad y Su divinidad (1:5—4:13); el Salvador-Hombre lleva a cabo Su ministerio en Sus virtudes humanas junto con Sus atributos divinos (4:14—19:27); el Salvador-Hombre se entrega a la muerte para efectuar la redención (19:28—22:46); la muerte del Salvador-Hombre (22:47—23:56); la resurrección del Salvador-Hombre (24:1-49); y la ascensión del Salvador-Hombre (24:50-53). En este mensaje comenzaremos a estudiar la cuarta sección de este libro: el Salvador-Hombre se entrega a la muerte para efectuar la redención.

  El Señor Jesús hizo un largo viaje desde Galilea hasta Jerusalén con el propósito de entregarse a la muerte. El sabía que en Jerusalén se entregaría a Dios en el altar. En el libro de Levítico las ofrendas que se hallan en el altar tipifican a Cristo, y el altar, en el cumplimiento del Nuevo Testamento, es la cruz.

  La Biblia revela que Cristo no sólo es las ofrendas, sino también el sacerdote que ofrece el sacrificio a Dios. Esto quiere decir que El es tanto el sacerdote como las ofrendas. El, como Sacerdote que presenta la ofrenda, se ofreció a Sí mismo en el altar, o sea, en la cruz. La idea de que Cristo es tanto la ofrenda como el sacerdote se revela claramente en la Epístola a los Hebreos, donde vemos que Cristo es el Sumo Sacerdote que se ofreció a Sí mismo a Dios como sacrificio eterno (He. 9:11, 14). En el Evangelio de Lucas vemos que Cristo fue de Galilea, el lugar donde obraba, a Jerusalén, donde El se entregaría a la muerte. En Jerusalén El sería tanto la ofrenda como el sacerdote que presenta dicha ofrenda a Dios en la cruz.

ENTRA TRIUNFALMENTE EN JERUSALEN

  El Señor Jesús no fue arrestado por los fariseos en Galilea y luego llevado a Jerusalén para ser entregado a la muerte, sino que fue a Jerusalén por Su propia iniciativa. Además, no entró en Jerusalén a escondidas, sino públicamente. Cuando iba acercándose a Jerusalén, al entrar en la ciudad se preparó como Rey. Sin embargo, no entró en la ciudad como un rey en su esplendor sino como un rey humilde. En vez de montar un caballo, montó un pollino que había sido preparado providencialmente para El.

  La preparación de este asno para el uso del Señor es un misterio. El Señor simplemente dijo a dos de Sus discípulos: “Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo” (19:30). El Señor les dijo que si se les preguntaba por qué desataban el pollino, ellos deberían decir: “Porque el Señor lo necesita” (v. 31). Los discípulos fueron y encontraron el pollino tal como el Señor les había dicho. Cuando se les preguntó por qué estaban desatando el pollino, respondieron: “Porque el Señor lo necesita” (v. 34). Luego se lo llevaron al Señor, y “habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima” (v. 35).

  Parece ser que la preparación del pollino no es importante, pero en realidad, fue algo grandioso. Sólo el Creador del universo pudo haber hecho algo así. Sin duda, el Señor Jesús es el verdadero Rey. El habló brevemente con Sus discípulos en cuanto al pollino. Cuando creyeron Sus palabras e hicieron lo que se les dijo, todo sucedió exactamente como El lo había dicho.

  En Lucas 19:37 y 38 dice: “Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las obras poderosas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” Los discípulos que habían traído el pollino al Señor Jesús quizás fueron los primeros en animarse, porque creyeron que el propósito de entrar triunfalmente en la capital era tomar control del país.

  Según Juan 12, la resurrección de Lázaro fue un gran milagro que atrajo mucha gente al Señor. Aquel milagro se efectuó poco antes de la Pascua, que era el momento en que el Señor Jesús como Cordero de Dios iba a ser entregado a la muerte. Poco antes de ser inmolado, El resucitó a Lázaro, y ese milagro hizo que muchos le siguieran. Sin embargo, Lucas no relata ese milagro.

  Hubo una gran celebración mientras el Señor viajaba de Betania a Jerusalén. El templo de Jerusalén estaba edificado en el Monte de Moriah (luego llamado Sión), donde Abraham ofreció a Isaac, y Betania estaba situada al pie del monte de los Olivos. Entre estas montañas hay un valle. Yo creo que mientras el Señor pasaba por este valle, le seguía un gran desfile de celebración. Los que participaron en dicha celebración estaban animados e incluso fuera de sí. Los fariseos, quienes no pudieron hacer nada en esta situación, se sorprendieron y se decían el uno al otro: “Mirad, el mundo se va tras El” (Jn. 12:19).

SE LAMENTA SOBRE JERUSALEN

  Cuando el Señor estaba cerca de Jerusalén, no estaba lleno de gozo, sino que se lamentó sobre la ciudad. De toda aquella multitud, es posible que El haya sido el único que se lamentó. Todos los demás celebraban, se regocijaban y gritaban alabanzas a Dios. Tal vez los discípulos se dijeron el uno al otro: “¡Qué celebración es ésta! Nuestro rey pronto tomará la ciudad. Somos Sus seguidores y participaremos en Su reinado”. Quizás esto era lo que éstos pensaron. “Y cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella” (v. 41).

  En 19:42-44 tenemos lo que el Señor dijo cuando lloró sobre la ciudad: “¡Si aun tú misma supieras, en este día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”. La paz mencionada en el versículo 42 vendrá en la restauración de Israel (Hch. 1:6) después del regreso del Señor. La palabra griega traducida derribarán en el versículo 44 puede también traducirse echarán. Jerusalén fue derribada, echada al suelo, en el año 70 d. de C. a manos de Tito y su ejército. La palabra visitación en el versículo 44 se refiere a la primera venida del Salvador, cuando los visitó en la gracia, en el año agradable del Señor (2:10-14; 4:18-22).

  El Señor al lamentarse parecía decir: “¡Oh Jerusalén, pobre Jerusalén! Desearía que supieras tus días. Este es el día de tu visitación, pero no lo reconoces. No agradeces el hecho de que te visito. Necesitas darte cuenta de que poco después de que Yo muera, resucite y ascienda a los cielos, vendrá sobre ti un día diferente. En aquel día serás derribada al suelo”. Más tarde, el ejército romano destruyó la ciudad de Jerusalén. Josefo narra en detalle esa terrible destrucción.

  En la celebración, el Salvador-Hombre estaba triste. Estaba a punto de entrar en Jerusalén triunfalmente, pero fue movido a compasión por la ciudad.

PURIFICA EL TEMPLO Y ENSEÑA ALLI

  En Lucas 19:45 y 46 dice: “Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían, diciéndoles: Escrito está: ‘Mi casa será casa de oración’; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. El Señor entró en el templo con el propósito de purificarlo. ¿Sabe usted qué había en el templo? El templo estaba lleno de riquezas y bienes materiales; allí se compraba y se vendía. Esta es la razón por la cual el Señor purificó el templo.

  El Señor, en Su viaje de Galilea a Jerusalén, recalcó la necesidad de vencer las riquezas y los bienes materiales. Dijo incluso que para seguirle tenemos que renunciar a nuestros bienes y apartarnos del efecto estupefaciente de ellos. Ya que El requería que Sus discípulos renunciaran a lo que predominaba en el templo, El entró y lo purificó.

  El hecho de que el Señor purificara el templo indica que se entregó a Dios en la cruz con el fin de producir un templo purificado. Esto significa que Su muerte produce una iglesia purificada, o sea, un templo limpio. Decimos esto basándonos en la revelación presentada en el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento revela que el Señor Jesús murió con el fin de producir muchos granos que formarían un solo pan, el cual es Su Cuerpo (Jn. 12:24; 1 Co. 10:27). Este Cuerpo es la iglesia (Ef. 1:22-23), y la iglesia es el templo de Dios (Ef. 2:21; 1 Co. 3:16). El templo, en contraste con la cueva de ladrones, es una casa pura y limpia para ser la morada de Dios.

  El Salvador-Hombre no entró triunfalmente en Jerusalén para tomar el país, sino para entregarse a una muerte que lo abarca todo, la cual había sido ordenada por Dios. Esta muerte no sólo traería el jubileo, sino que también produciría una morada pura y limpia para Dios.

  Cuando yo era joven, sólo sabía que el Señor había entrado en Jerusalén y purificado el templo. No sabía lo que estas cosas significaban. Ahora puedo declarar firmemente que lo que realmente le interesaba al Señor era el templo. Cuando El tenía doce años, fue hallado en el templo (2:46), y cuando comenzó Su ministerio a los treinta años de edad, purificó el templo (Jn. 2:14-16). Puesto que se preocupaba por los intereses del Padre, dijo a Sus padres: “¿No sabíais que en los asuntos de Mi Padre me es necesario estar?” (2:49). Esto indica que le importaba el templo, o sea, la morada de Dios, la cual está compuesta de aquellos a quienes El escogió conforme a Su economía eterna. Por lo tanto, el templo es el punto crucial, el foco de la economía de Dios. El Señor se ocupó de esto cuando tenía doce años, cuando comenzó a ministrar a los treinta años de edad y también al final de Su ministerio terrenal. El Salvador-Hombre entró en Jerusalén para entregarse a Dios como una ofrenda que lo abarca todo. Pero antes de entregarse de esta manera, expresó una vez más Su preocupación por los intereses de Su Padre, o sea, por la morada del Padre.

  En contraste con los discípulos, el Señor no estaba interesado en obtener un reino para Sí. Sólo se interesaba en que el pueblo de Dios llegara a ser la morada de Dios. Según la revelación neotestamentaria completa, el Señor al entrar en Jerusalén, estaba interesado en producir un templo purificado en el cual Dios pudiese morar.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración