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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 5

LA PREPARACION DEL SALVADOR-HOMBRE SE LLEVA A CABO EN SU HUMANIDAD Y CON SU DIVINIDAD

(3)

  Lectura bíblica: Lc. 1:57-80

  Lucas 1:5—4:13 es una sección relacionada con la preparación del Salvador-Hombre que se lleva a cabo en Su humanidad y con Su divinidad. En esta sección ya abarcamos la concepción de Juan el Bautista, el precursor del Señor (1:5-25), y la concepción del Salvador-Hombre (1:26-56). Ahora consideraremos el nacimiento y la juventud del precursor del Salvador-Hombre (1:57-80).

  Hemos comenzado a ver que la preparación del Salvador-Hombre se efectuó en Su humanidad con Su divinidad. En principio, Su preparación equivale a Su concepción, ya que tanto en Su concepción como en Su preparación tenemos la esencia divina y la humana. El Salvador-Hombre fue concebido por el Espíritu Santo con la esencia divina, estando en el vientre de una virgen humana con la esencia humana. En otras palabras, el Señor fue concebido por la esencia divina en la esencia humana. Del mismo modo, Su preparación se efectuó en Su humanidad con Su divinidad. ¡Qué excelente, maravillosa y extraordinaria preparación es ésta!

  En 1:5—2:52 tenemos la concepción, el nacimiento y la juventud de Juan el Bautista y del Salvador-Hombre. Hemos mencionado que la concepción de Juan el Bautista y la de Jesús el Salvador son, en cuanto a esencia, diferentes. La concepción de Juan fue un milagro que Dios realizó con la esencia humana envejecida, simplemente por el poder divino, sin la participación de la esencia divina. Por lo tanto, el resultado de esta concepción era simplemente un hombre, alguien que estaba lleno del Espíritu de Dios (1:15) pero quien carecía de la naturaleza de Dios. La concepción del Salvador-Hombre era la encarnación de Dios, constituida no solamente del poder divino, sino también de la esencia divina agregada a la esencia humana. Por consiguiente, esta concepción produjo el Dios-hombre, el que tiene dos naturalezas, a saber, la divinidad y la humanidad.

EL NACIMIENTO DE SU PRECURSOR

Nació de su madre milagrosamente

  Juan el Bautista nació de su madre milagrosamente. Con relación a este nacimiento milagroso, 1:57 y 58 dicen: “A Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes que el Señor había engrandecido para con ella Su misericordia y se regocijaron con ella”.

Fue circuncidado en el octavo día

  El precursor del Salvador-Hombre fue circunciso en el octavo día. “Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño” (v. 59). Esto concordaba con el requisito de Levítico 12:3.

Fue nombrado Juan milagrosamente

  Cuando algunos estaban a punto de llamar al precursor del Salvador-Hombre “con el nombre de su padre, Zacarías”, su madre respondió y dijo: “No, sino que se llamará Juan” (1:59-60). Después algunos dijeron: “No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre” (v. 61). Cuando preguntaron por señas a Zacarías, cómo quería que se llamase, escribió en una tablilla: “Juan es su nombre” (v. 63).

  En 1:13 el ángel dijo a Zacarías que Elisabet tendría un hijo y que él llamaría su nombre Juan. La palabra traducida Juan es Ioannes, que significa Jehová muestra favor, Jehová muestra gracia, o Jehová da con gracia.

  La gente estaba en lo cierto al decir que ninguno en la parentela de Elisabet se llamaba Juan. El precursor del Salvador-Hombre fue dado este nombre porque él iba a ser uno que no guardaría la tradición. Por esta razón, no se le dio un nombre tradicional, sino se le dio un nombre nuevo.

La profecía de su padre

Lleno del Espíritu

  Después de que Zacarías escribió el nombre de Juan en la tablilla, “al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y comenzó a hablar bendiciendo a Dios” (v. 64). En 1:67-79 tenemos un relato de la profecía de Zacarías. De acuerdo con el versículo 67, cuando Zacarías profetizó, él estaba lleno del Espíritu Santo.

Con relación al mover redentor de Dios por Su pueblo para la salvación de ellos

  En el versículo 68 tenemos el comienzo de la profecía de Zacarías: “Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha visitado a Su pueblo y ha efectuado su redención”. Aquí vemos que la profecía de Zacarías se refiere al mover redentor de Dios por Su pueblo para la salvación de ellos. Dios se mueve en Su redención para la salvación de Su pueblo al levantar a Cristo en Su humanidad como cuerno de salvación en la casa de David, y en Su deidad como el sol naciente desde lo alto, mediante la rica misericordia de Dios conforme a Su pacto santo (vs. 68-73, 76-79). Con respecto a la persona divino-humana del Salvador-Hombre y Su obra salvadora, la profecía de Zacarías da más luz que la bendición de Elisabet, pero todavía tiene un matiz del estilo y sabor del Antiguo Testamento, tal como la alabanza de María y la bendición de Elisabet.

  La profecía de Zacarías está relacionada con el mover de Dios. Esta es la obra redentora de Dios por Su pueblo, lo cual resulta en la salvación de ellos. Al levantar a Cristo como cuerno de salvación y como el sol naciente, el mover redentor de Dios resulta en la salvación de Su pueblo.

  En 1:69 Zacarías dice: “Y nos levantó un cuerno de salvación en la casa de David Su siervo”. Este cuerno de salvación es Jesús el Salvador, quien procedía de la casa de David (Jer. 23:5-6). Un cuerno representa el poder de batalla. Por lo tanto, el cuerno de salvación es el poder de batalla de la obra salvadora de Dios en la casa de David. La expresión la casa de David indica que esta salvación se halla en la humanidad del Salvador-Hombre.

  En el versículo 70 vemos que levantar el cuerno de salvación concordaba con lo que Dios dijo “por boca de Sus santos profetas desde antiguo”. Esto se refiere a la fidelidad de Dios al guardar Su palabra.

  Después de hablar de Cristo en Su humanidad, Zacarías habla de El en Su deidad: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, en virtud de la cual nos ha de visitar desde lo alto el sol naciente, para dar luz a los asentados en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz” (vs. 78-79). Jesús el Salvador es el sol naciente para la edad de tinieblas. Su venida puso fin a la noche del Antiguo Testamento y empezó el día del Nuevo Testamento. Como el fruto mencionado en la bendición de Elisabet (v. 42), El es vida para nosotros (Jn. 14:6); como el sol de la profecía de Zacarías, El es luz para nosotros (Jn. 9:5, Mt. 4:16). Como tal, El es el Realizador y el centro de la obra redentora de Dios para que Su pueblo obtenga salvación.

  En 1:78 Zacarías habla del Señor como el sol naciente desde lo alto. El cuerno de salvación viene de la casa de David, mientras que el sol naciente viene desde lo alto, es decir, de Dios. Esto significa que el Señor en Su deidad es el sol naciente desde lo alto.

  Cuando comparamos lo que Zacarías dice en el versículo 69 con lo del versículo 78, vemos que él habla acerca de la persona dual de Cristo; es decir, habla acerca de Su humanidad y Su deidad. Cristo, en Su humanidad, es el cuerno de salvación levantado por Dios en una casa humana, la casa de David. En Su deidad El es el sol naciente desde los cielos. Por consiguiente, el Señor es tanto hombre como Dios. Como hombre, El es el cuerno de salvación; como Dios, El es el sol naciente. La obra redentora de Dios, la cual tiene como fin salvar a Su pueblo, se lleva a cabo al levantar a Cristo en dos aspectos: el cuerno de salvación y el sol naciente.

  La obra redentora de Dios se lleva a cabo también mediante Su misericordia conforme a Su santo pacto. Con respecto a esto, Zacarías dice: “Para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de Su santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre” (vs. 72-73). Aquí Zacarías dice que Dios se acuerda de Su pacto. Esto se refiere a la fidelidad de Dios al guardar Su palabra, la cual fue hecha Su pacto por Su juramento.

  El pacto de Dios está establecido sobre Su promesa (He. 8:6). Una promesa es una palabra común y corriente, una palabra sin confirmación alguna. En el Antiguo Testamento, después de hacer una promesa, Dios la sellaba con un juramento. El juraba por Su deidad para confirmar Su promesa, así que por Su juramento la promesa se hace pacto.

  En los versículos 74 y 75 Zacarías añade: “Que nos había de conceder que, librados de la mano de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de El, todos nuestros días”. Literalmente, la palabra traducida serviríamos en el versículo 74 significa servir como sacerdotes. Este servicio se dará en santidad y justicia. La santidad tiene relación principalmente con Dios, y la justicia principalmente con los hombres. Este evangelio hace hincapié en la humanidad de Jesús. Por lo tanto, aquí resalta la santidad y la justicia como las características principales del comportamiento humano delante de Dios.

  En los versículos 76 y 77, Zacarías profetiza con relación a su propio hijo, el precursor del Salvador-Hombre: “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante del Señor, para preparar Sus caminos; para dar conocimiento de salvación a Su pueblo, por el perdón de sus pecados”. La palabra traducida Señor del versículo 76 es Jesús el Salvador (1:17; Mal. 3:1).

  Zacarías profetiza que el precursor iría delante del Señor para preparar Sus caminos. El ángel había dicho a Zacarías que su hijo haría que muchos de los hijos de Israel volvieran al Señor Dios de ellos, y prepararía “al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc. 1:16-17). El prepararía el camino del Señor cambiando la perspectiva de la gente, volviendo sus mentes hacia el Señor y haciendo que sus corazones sean rectos, causando así que cada parte de sus corazones sea enderezada por el Señor por medio del arrepentimiento, para que el Salvador-Hombre pueda entrar en ellos, a fin de ser su vida y poseerlos.

Introduce más luz acerca de la persona divino-humana y la obra salvadora del Salvador-Hombre

  La profecía de Zacarías introduce más luz acerca de la persona divino-humana y la obra salvadora del Salvador-Hombre que la bendición de Elisabet y la alabanza de María. Si comparamos la bendición de Elisabet, la alabanza de María y la profecía de Zacarías, veremos que esta última da más luz en cuanto al mover terrenal de Dios que lo que se ofrece en la bendición de Elisabet o en la alabanza de María. En esta profecía tenemos una revelación de Cristo en Su persona divino-humana y en Su obra salvadora.

LA JUVENTUD DEL PRECURSOR

  Con relación a la juventud del precursor del Salvador-Hombre, dice Lucas 1:80: “Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en el desierto hasta el día de su presentación a Israel”. Este versículo menciona dos hechos: que el precursor se fortalecía en espíritu y que estuvo en el desierto hasta el día en que se presentó a Israel.

  Tanto la madre como el padre del precursor estaban llenos del Espíritu Santo (vs. 41, 67). Por lo tanto, le fue fácil a su hijo crecer y fortalecerse en su espíritu, con el resultado de que vivía en el desierto. El hecho de que él creciera y se fortaleciera en el espíritu significa que estaba con Dios y entregado a Dios. El hecho de que viviera en el desierto significa que estaba fuera de la cultura y la religión del hombre, para que Dios tuviese una vía despejada para usarle como el precursor del Salvador.

  Como alguien que nació sacerdote, Juan, igual que Samuel, debió haber pasado mucho tiempo en el templo. Sin embargo, como un nazareo neotestamentario, Juan vivió en el desierto, y no en el templo. El desierto es un lugar sin cultura, tradición o religión. Al vivir en el desierto, Juan se desligó de todo lo relacionado con el fondo tradicional. El era judío, pero no vivía como judío. El era sacerdote, pero no vivía como sacerdote; al contrario, el precursor del Señor vivía como una persona inculta.

  Sabemos por Mateo 3:3 que el precursor del Salvador-Hombre comenzó su ministerio en el desierto. Esto implica que Dios tuvo la intención de que Su economía neotestamentaria comenzara de una manera absolutamente nueva. Por lo tanto, Juan el Bautista vino predicando en el desierto de Judea (Mt. 3:1).

  Como iniciación de la economía neotestamentaria de Dios, esta predicación no se efectuó en el templo santo, dentro de la ciudad santa, donde los religiosos y los cultos adoraban a Dios según sus ordenanzas bíblicas. Más bien comenzó en el desierto, de una manera rústica, sin guardar ningún precepto viejo. Esto indica que la vieja manera de adorar a Dios según el Antiguo Testamento fue repudiada, y que una nueva manera estaba a punto de ser introducida.

  La palabra desierto hallada en Lucas 1:80 y Mateo 3:1 y 3 indica que el nuevo camino de la economía neotestamentaria de Dios es contrario a la religión y a la cultura. También indica que nada viejo quedó y que algo nuevo iba a ser establecido.

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