Mensaje 58
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Lectura bíblica: Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20; Lc. 1:31; Mt. 5:20; Fil. 3:9
Dijimos en los dos mensajes anteriores que el Salvador-Hombre se encarnó para cumplir el propósito que Dios tenía al crear al hombre. En este mensaje estudiaremos el supremo nivel moral del Salvador-Hombre, lo cual le hace apto para salvarnos de manera dinámica y es el factor básico de la salvación. En otras palabras, Su moral le hace apto para salvarnos y es el factor básico de esta salvación. Estos temas son muy difíciles de explicar, y acudimos al Señor para que nos ilumine mediante Su Espíritu revelador.
El Salvador-Hombre fue concebido con la esencia divina, que es Dios mismo con Sus atributos divinos. En otras palabras, la esencia divina es Dios mismo y todo lo que El es. Según la Biblia, todo lo que Dios es se manifiesta principalmente en cuatro aspectos: el amor, la luz, la justicia y la santidad. Dios es amor (1 Jn. 4:8), lo cual es Su naturaleza intrínseca, y también es luz (1 Jn. 1:5), la cual es Su resplandor, Su expresión. El primero se refiere a lo que Dios es intrínsecamente, y la segunda, a Su expresión. La santidad se refiere a Su naturaleza, y la justicia, a Su manera de obrar. Según la revelación completa de las Escrituras, Dios es amor y luz, santo y justo. Estos son los atributos divinos con los cuales el Salvador-Hombre fue concebido por Dios.
Los atributos divinos tienen como objetivo llenar las virtudes humanas. El Salvador-Hombre fue concebido por Dios con los atributos divinos, a fin de que éstos fueran el contenido y la realidad de Sus virtudes humanas.
Para entender esto podemos usar el ejemplo de un guante. Un guante sin una mano está vacío y no es más que un objeto inerte. Puesto que está diseñado para contener la mano, cuando la mano entra en él, ella constituye su contenido y su realidad. A pesar de que el guante esté diseñado conforme a la forma de la mano, el guante en sí carece de vida. Pero cuando la mano en el guante se mueve, el guante también se moverá y expresará la mano.
Podemos decir que somos el “guante” diseñado para contener a Dios, quien es nuestro contenido y realidad. Cristo fue concebido por Dios con Sus atributos, a fin de que éstos fueran el contenido y la realidad de Sus virtudes humanas.
Cristo, quien fue concebido con la esencia divina y sus atributos, a fin de que éstos fuesen el contenido y la realidad de Sus virtudes humanas, llenan las virtudes humanas. Por ejemplo, el amor humano no es más que una cáscara que debe contener el amor divino, ya que sin éste, es solamente una cáscara vacía. El Salvador-Hombre fue concebido por Dios con sus atributos divinos, a fin de que éstos llenasen Sus virtudes humanas. Así que, Sus virtudes humanas no están vacías, pero las nuestras sí. Por lo tanto, las virtudes humanas de Jesucristo, el Salvador-Hombre, no están vacías porque están llenas de los atributos divinos.
En la era de la inocencia, antes de que el pecado hubiera entrado, Adán era una persona limpia e inocente. Sin embargo, sus virtudes no estaban fortalecidas ni enriquecidas. Pero en el Señor Jesús, el segundo hombre, Sus virtudes sí las estaban. Por ejemplo, en el amor humano de Cristo hay fortaleza. Porque Su amor humano es un amor fortalecido y enriquecido, es a la vez inquebrantable e invencible. El amor del Señor está enriquecido porque está lleno del amor divino, como atributo. Por lo tanto, Su amor es un amor mezclado, o sea, es un amor compuesto de lo humano y lo divino.
Quizás no pensemos que Cristo se encarnó con la finalidad de llenar, fortalecer y enriquecer las virtudes humanas. Antes yo no veía esto, pero este estudio-vida ha dejado una impresión profunda en mí el hecho de que el Salvador-Hombre se encarnó con el objetivo de que las virtudes humanas fueran llenas, fortalecidas y enriquecidas con los atributos divinos.
Los atributos divinos también santifican las virtudes humanas. Al decir que Cristo se encarnó significa que El se hizo carne, y al respecto, Juan 1:1 y 14 afirman que el Verbo, que es Dios, se hizo carne. En la época en que el Señor se encarnó, la palabra carne tenía un significado negativo. En cuanto a la encarnación de Cristo, la Biblia dice que El vino en “semejanza” de carne de pecado (Ro. 8:3), lo cual significa que cuando se hizo carne, El vino en semejanza de carne de pecado, pero no tenía su naturaleza. Esto es tipificado por la serpiente de bronce mencionada en Números 21, la cual tenía la forma de una serpiente, pero carecía de su naturaleza. De igual manera, cuando Cristo se hizo carne, sólo tenía la apariencia de carne de pecado pero no tenía la naturaleza de la carne pecaminosa. Después de que Cristo se hizo carne, fue necesario restaurar esta carne.
Lucas 1:35 dice: “Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso también lo santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Debido a que María concibió por obra del Espíritu Santo, lo que nació de esta concepción era intrínsecamente santo. Pero “lo santo” nació en la carne, la cual no era santa. Sin embargo, aquello santo que nació en la carne santificaría y restauraría la carne. Cristo fue concebido con la esencia divina y los atributos divinos, a fin de que éstos santifiquen las virtudes humanas.
La encarnación es un misterio. Mediante la encarnación Dios fue engendrado como hombre para así producir un Dios-hombre. La concepción y el nacimiento del Señor no sólo eran un misterio, sino que también lo era Su vida humana por treinta y tres años y medio. Aquel que vivió en la casa de un carpintero, en Nazaret, no era simplemente un hombre, sino que también era Dios. Es decir, aunque era un hombre que trabajaba de carpintero en Nazaret, tenía a Dios en El. ¡Qué misterio!
Al igual que la vida terrenal del Salvador-Hombre era un misterio, la vida cristiana también lo es. Ciertamente la regeneración es un misterio, así como el hecho de que Cristo viva en nosotros. ¿Quién es capaz de explicar cabalmente este gran misterio? De vez en cuando pienso sobre el hecho de que Cristo vive en mí y me pregunto ¿cómo es posible que Cristo, la corporificación de Dios, viva en mí? Sin embargo, la Biblia revela que el Dios Triuno se encarnó, pasó por el vivir humano, la crucifixión y la resurrección, y ahora vive en nosotros, y es nuestra vida.
Después de estudiar minuciosamente las Escrituras, estoy convencido de que es un libro divino, y no hay escritos que se le pueda comparar. Aunque es un misterio que Cristo viva en nosotros, yo creo lo que la Biblia dice al respecto.
Ya dijimos que el Salvador-Hombre fue concebido con la esencia divina y los atributos del mismo, a fin de que éstos fueran el contenido y la realidad de Sus virtudes humanas, y las llenaran, fortalecieran, enriquecieran y santificaran. Ahora, tenemos que ver que el objetivo de estos atributos divinos es expresar a Dios en las virtudes humanas.
Los atributos divinos llenan, fortalecen, enriquecen y santifican las virtudes humanas con el propósito de que en ellas Dios se exprese. Según los cuatro Evangelios, todo lo que el Señor Jesús hizo en Su vida terrenal tenía como objetivo expresar en Sus virtudes humanas a Dios. Por tanto, en el Salvador-Hombre, los atributos divinos llenaron las virtudes humanas a fin de que Dios fuese expresado.
El Señor Jesús nació con la esencia humana y las virtudes humanas, las cuales Dios creó para el hombre (Lc. 1:31). Al decir que El nació con la esencia humana significa que nació del hombre, o sea, de la humanidad. Por tanto, Cristo nació del género humano y las virtudes humanas, las cuales Dios creó para el hombre.
Uno de los aspectos principales de la creación del hombre era las virtudes humanas. Si el hombre no tuviera estas virtudes, ¿qué diferencia habría entre él y los animales?
¿En qué se diferencia el hombre de los animales? Por supuesto, una diferencia notable consiste en que el hombre tiene un espíritu, y otra, que Dios le creó con las virtudes humanas. Los animales, al contrario, no poseen virtudes. Por ejemplo, un perro puede ser muy lindo, pero no tiene virtudes. Pero nosotros, los seres humanos, sí las tenemos. Así que, lo que distingue a estos dos no es solamente que el hombre tiene un espíritu, sino que también posee virtudes.
Cuando Cristo se encarnó, se puso las virtudes humanas. Nació del género humano con las virtudes humanas, las cuales Dios había creado. Según Génesis 1, Dios creó al hombre a Su imagen. La expresión a Su imagen alude a las virtudes humanas, las cuales son en realidad la imagen de Dios para Su expresión. Por consiguiente, Dios creó las virtudes humanas para que el hombre lo expresara.
El Salvador-Hombre en Su encarnación nació con las virtudes humanas. Puesto que El fue concebido por Dios, tenía atributos divinos, y por haber nacido como un ser humano, tenía virtudes humanas. Sus atributos divinos estaban llenos de las virtudes humanas, y Sus virtudes humanas contenían los atributos divinos. Los atributos divinos y las virtudes humanas del Salvador-Hombre son una sola entidad, o sea, están mezclados como una unidad. De esta manera, los atributos divinos del Salvador-Hombre se hallan en las virtudes humanas, y éstas contienen los atributos divinos.