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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 6

LA PREPARACION DEL SALVADOR-HOMBRE SE LLEVA A CABO EN SU HUMANIDAD Y CON SU DIVINIDAD

(4)

  Lectura bíblica: Lc. 2:1-52

  En este mensaje consideraremos el nacimiento y la juventud del Salvador-Hombre. Se describe Su nacimiento en 2:1-20, y Su juventud en 2:21-52.

SU NACIMIENTO

En el reinado de César Augusto

  Lucas 2:1-3 dice: “Aconteció en aquellos días, que salió un decreto de parte de César Augusto, para que se hiciera un censo de toda la tierra habitada. Este primer censo se hizo cuando Cirenio gobernaba Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad”. César Augusto, el segundo de los Césares, era el sucesor de Julio César. El Señor Jesús nació durante el reinado de César Augusto.

  El decreto procedió de César Augusto para que toda la tierra habitada fuera empadronada. Esto provino de la soberanía de Dios, como se menciona en Proverbios 21:1. Por este censo María y José fueron llevados de Nazaret a Belén, para que el Salvador naciese allí en cumplimiento de la profecía con respecto al lugar de Su nacimiento (Mi. 5:2, Jn. 7:41-42).

En Belén

  Lucas 2:4-6 dice: “José subió también desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María, la mujer desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento”. La casa y familia de David era la casa y familia real que había de heredar el trono de él (3:23-31; 1:32; véase Mt. 1:6-16). Fuera del decreto de César Augusto, quizás no hubiera sido posible que José y María fueran de Nazaret a Belén. Este viaje fue necesario para que Cristo naciera en Belén a fin de cumplirse la profecía que se halla en el Antiguo Testamento.

Acostado en un pesebre

  El versículo 7 dice: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”. La vida del Salvador-Hombre empezó con un pesebre, en la más baja condición. Este comienzo se debe al hecho de que los seres humanos caídos estaban completamente ocupados por sus propias actividades. Podemos decir que el pesebre es un símbolo de la vida humana del Salvador.

  Lucas presenta al Salvador-Hombre. Después de la narración de Su concepción, Lucas en este capítulo nos da una excelente reseña con relación a ciertos aspectos de la vida humana del Salvador-Hombre. Lucas describe Su nacimiento humano genuino según la ley conforme a la cual Dios creó al hombre, a fin de poder ser el Salvador-Hombre para salvar al hombre. Nos da un relato de que fue circuncidado físicamente según lo ordenado por Dios (2:21-24), para ser descendiente legítimo de Abraham (Gn. 17:9-14), Aquel en quien pudiese realizarse la promesa de Dios a Abraham para todas las naciones (Gá. 3:14) —“serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:3)— que era el evangelio predicado a éste (Gá. 3:8). En este capítulo vemos que el Salvador-Hombre creció como un ser humano conforme a la ley de la vida humana (v. 40), para así poder ser un hombre perfecto que expresara a Dios para el cumplimiento del plan redentor de Dios. Por último, Lucas relata la juventud adecuada del Señor, la juventud del que creció en cuanto a Su interés en Dios en relación con Su deidad como Hijo del Padre (vs. 40-52), para así poder tener la plena medida de la sabiduría, la estatura y el favor para con Dios y para con los hombres.

  El relato en este capítulo relacionado con el nacimiento y la juventud del Salvador es completamente diferente del de Mateo 2. Lo que Mateo relata de aquello que ocurrió en el nacimiento del Salvador y durante Su juventud, constituye una evidencia notable del reinado legítimo de Cristo. El relato de Lucas acerca del mismo nacimiento y de la misma juventud es de otra índole; son eventos que demuestran claramente la humanidad genuina de Jesús. Los dos relatos abarcan solamente dos de los diferentes aspectos de la maravillosa condición del Salvador. El relato de Mateo testifica que Cristo es el Rey cabal profetizado en las Escrituras; el relato de Lucas referente a la juventud de Jesús comprueba que El es un hombre cabal. Estos dos son completamente diferentes.

Anunciado a los pastores por un ángel

  El nacimiento del Salvador-Hombre fue anunciado a los pastores por un ángel como las buenas nuevas de gran gozo para todo el pueblo (2:8-10). El versículo 8 dice: “Había pastores en la misma región, que vivían en los campos y cuidaban sus rebaños durante la noche”. Sus esfuerzos al pastorear el rebaño (que proveía no sólo alimento para el hombre, sino también ofrendas para Dios), y su diligencia en guardar las vigilias de la noche, los hacían aptos para ser los primeros en recibir las buenas nuevas del maravilloso nacimiento del Salvador, anunciado por el ángel. Cuando el ángel del Señor se les presentó y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, tuvieron gran temor (2:9). Literalmente las palabras griegas traducidas tuvieron gran temor significan temer un gran temor.

  En los versículos 10 y 11 el ángel dijo a los pastores: “No temáis; porque he aquí os anuncio buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. Estas buenas nuevas de gran gozo fueron anunciadas a toda la gente. Esto significa que estas nuevas eran anunciadas no solamente a los judíos sino también a todos los seres humanos.

  En el versículo 12 el ángel añade: “Esto os servirá de señal: Hallaréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Un niño en un pesebre, lo cual representa pequeñez y humildad, fue una señal de la vida del Salvador-Hombre. Este pequeño niño es llamado el Dios fuerte en la profecía respecto del Salvador-Hombre (Is. 9:6).

Una multitud del ejército celestial se une al ángel y alaba a Dios

  Lucas 2:13 y 14 dicen: “Y repentinamente apareció con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, y decía: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de Su complacencia!” La exultación de los ángeles, quienes estaban emocionados por el nacimiento del Salvador para traer salvación al hombre (véase 15:7), dio por resultado que alabaran a Dios. Conforme al versículo 14, la venida del Salvador rindió gloria a Dios en los cielos y trajo paz a los hombres sobre la tierra. En el versículo 14, hombres de Su complacencia son hombres escogidos por Dios según Su beneplácito (Ef. 1:5).

  La alabanza del ejército celestial tiene dos aspectos: gloria a Dios en las alturas y paz entre los hombres en la tierra. La obra salvadora del Salvador-Hombre ha llevado a cabo estos dos asuntos. Ha traído gloria a Dios en las alturas y paz entre los hombres en la tierra. Cristo da gloria a Dios y trae paz al hombre.

Los pastores lo atestiguan y hablan de ello a los demás

  En 2:15-20 se nos dice que los pastores fueron a Belén y “hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre” (v. 16). Las buenas nuevas referentes al nacimiento del Salvador-Hombre fueron primero anunciadas por un ángel a los pastores. Podemos decir que el ángel les predicó el evangelio. Entonces los pastores, después de oír la predicación del ángel y de venir a ver al pequeño niño, comenzaron a predicarlo a otros. El versículo 18 dice: “Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían”. Después de ver al niño Jesús, “volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, tal como se les había dicho” (v. 20).

SU JUVENTUD

Fue circuncidado y recibió Su nombre

  Lucas 2:21 habla de circuncidar y dar un nombre al Señor Jesús: “Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, nombre que le había sido dado por el ángel antes que fuese concebido”. Según la ley, todo niño varón debía ser circuncidado en el octavo día y se le debe dar su nombre en el mismo día. El Señor Jesús fue circuncidado y recibió Su nombre en el octavo día.

Presentado y adorado

  En 2:22-39 tenemos un relato del Salvador-Hombre al ser presentado y adorado. Como un niño, por un lado, fue presentado y ofrecido a Dios; por otro lado, fue simultáneamente venerado, alabado y adorado por el hombre.

  Con relación a la presentación del Salvador-Hombre, 2:22-24 dice: “Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: “Todo varón que abra la matriz será llamado santo al Señor”), y para ofrecer en sacrificio conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos”. Todo lo que se requería en la ley fue totalmente cumplido en los versículos del 21 al 24 para que el Salvador-Hombre pudiese ser un verdadero israelita como hombre adecuado delante de Dios y de los hombres.

  El versículo 24 habla de un par de tórtolas o dos palominos. Esta clase de sacrificio indica la pobreza de los oferentes (Lv. 12:8), la cual era otra característica de la vida del Salvador-Hombre.

Adorado por Simeón

  En 2:25-35 el niño Jesús era adorado por Simeón. El versículo 25 dice: “Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él”. Simeón era justo principalmente para con los hombres y devoto para con Dios. Como tal persona, él buscaba la consolación de Israel. El Salvador-Hombre es la consolación del pueblo escogido de Dios.

  Simeón adoraba a Jesús en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo estaba sobre él (v. 25), se le había sido comunicado por el Espíritu Santo que él no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor (v. 26), y movido por el Espíritu, vino al templo (v. 27).

  Cuando José y María “trajeron al niño Jesús para hacer por El conforme a la costumbre prescrita en la ley” (v. 27), Simeón le tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo: “Ahora, Soberano Señor, despides a Tu esclavo en paz, conforme a Tu palabra; porque han visto mis ojos Tu salvación, la cual has preparado ante la faz de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de Tu pueblo Israel” (vs. 28-32). En los versículos 30 y 32 Simeón habla de la salvación y la luz. El Salvador-Hombre es la obra salvadora de Dios para con Su pueblo y también una luz para los gentiles y la gloria de Israel.

  En 2:34 y 35 Simeón dice a María: “He aquí, éste está puesto para la caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”. Aquí vemos que el Salvador-Hombre fue designado por Dios para ser una prueba para los hijos de Israel, a fin de que muchos de ellos tropezaran en El y muchos fuesen levantados por El (Ro. 9:33).

  El Salvador-Hombre también es una señal, en contra de la cual hablan y se oponen los que toman partido con Su enemigo, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

  En las palabras de Simeón, el Salvador-Hombre es revelado como la consolación de Israel, la obra salvadora de Dios, la luz para los gentiles, la gloria de Israel, una prueba para Israel y una señal que será contradicha.

  En el versículo 35 Simeón dijo a María que una espada traspasará su misma alma. Esto indica que mientras el Salvador-Hombre como señal es contradicho, el sufrimiento también traspasa el interior de quien le da a luz. Esto es llevar los sufrimientos de El al experimentarle.

  En el versículo 35 Simeón también habla de la revelación de los pensamientos de muchos corazones. Lo que hay en el corazón del hombre es revelado fácilmente por su actitud hacia Cristo.

Adorado por Ana

  En 2:36-39 tenemos la adoración de Ana al niño Jesús. El versículo 36 dice: “Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad”. Ana era una viuda “hasta los ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo a Dios de noche y de día con ayunos y súplicas” (v. 37). El versículo 38 dice: “Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”. Aquí la palabra redención indica que el Salvador-Hombre es la redención del pueblo de Dios. Ana daba gracias a Dios por el Salvador-Hombre y hablaba acerca de El como la redención del pueblo de Dios.

  En 2:21-38 vemos que el Salvador-Hombre, a fin de ser un israelita cabal según la ley, fue circuncidado, nombrado y ofrecido a Dios. Lucas 2:39 dice: “Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret”. El Salvador-Hombre nació en Belén, la ciudad de David, y permaneció allí brevemente. El fue criado en Nazaret, una ciudad menospreciada en Galilea, una región menospreciada. El ser menospreciado era también una característica de la vida humana del Salvador.

Crece en estatura física, se fortalece en el espíritu al ser lleno de sabiduría, y está sobre El la gracia de Dios

  Lucas 2:40 dice: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre El”. El crecía en estatura (v. 52) y se fortalecía en espíritu (véase 1:80).

  El versículo 40 dice que al crecer el Salvador-Hombre, se llenaba de sabiduría. Esta sabiduría, la cual provino de la deidad del Salvador (Col. 2:2-3), se revelaba en proporción a la medida de Su crecimiento físico.

  El versículo 40 también nos dice que la gracia de Dios estaba sobre El. Como hombre, Jesús necesitaba la gracia de Dios para Su vida humana. El estaba lleno de la sabiduría de Su deidad y necesitaba la gracia de Dios en Su humanidad.

  Como Dios, el Salvador-Hombre no necesitaba la gracia. Sin embargo, como hombre El necesitaba la gracia de Dios. Por lo tanto, el versículo 40 nos dice que la gracia de Dios estaba sobre El.

  Como seres humanos, todos nosotros necesitamos la sabiduría y la gracia de Dios. La sabiduría se relaciona con la manera en que obramos, y la gracia se relaciona con el poder, la capacidad de llevar a cabo estas cosas. En nuestro vivir, primero necesitamos saber la manera en que se hace una cosa en particular, después necesitamos el poder para efectuarlo. La sabiduría es la manera, y la gracia es el poder. Necesitamos la sabiduría a fin de tener la manera apropiada. Sin embargo, la sabiduría en sí no es suficiente. Necesitamos también la gracia. Si no tenemos la gracia, no tendremos el poder, la fuerza ni la energía para llevar a cabo cierta tarea de una manera apropiada. Si tenemos la sabiduría sin la gracia, nos decepcionaremos porque no podremos cumplir no podremos cumplir con nuestra responsabilidad. No obstante, podemos tener la sabiduría de Dios como nuestra manera y la gracia de Dios como nuestro poder, fuerza y energía. El hombre Jesús vivía en la sabiduría y en la gracia de Dios.

Cuida de los intereses de Dios a los doce años y está sujeto a Sus padres

  En 2:41-51 vemos que el Señor Jesús a los doce años cuidaba de los intereses de Dios y también estaba sujeto a Sus padres. El versículo 42 dice: “Y cuando tuvo doce años subieron conforme a la costumbre de la fiesta”. A los doce años, un niño era llamado por los judíos “hijo de la ley”, y asumía por primera vez obligación legal (Alford). El número doce también representa la perfección eterna en la administración de Dios. Por eso, doce años indica que lo que el Señor hizo aquí estaba perfectamente relacionado con la administración de Dios.

  Este versículo dice que subieron “conforme a la costumbre de la fiesta”. Esta costumbre fue ordenada por Dios para que uno sea varón legítimo en Israel (Dt. 16:16).

  De acuerdo con los versículos del 43 al 48, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran Sus padres. Cuando se dieron cuenta de que El no estaba con ellos en la caravana, volvieron a Jerusalén para buscarle. Cuando le encontraron, Su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, Tu padre y yo te hemos buscado con angustia” (v. 48). El Señor respondió: “¿Por qué Me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de Mi Padre me es necesario estar?” (v. 49). Esto indica que el niño Jesús en Su juventud cuidaba de los intereses de Dios. La expresión Mi Padre del versículo 49 indica la deidad del niño Jesús (Jn. 5:18). En Su humanidad El era hijo de Sus padres; en Su deidad era el Hijo de Dios el Padre.

  El versículo 51 dice que el Señor Jesús “descendió con ellos, y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos”. Aquí vemos que en Su humanidad El estaba sujeto a Sus padres humanos.

  En 2:41-51 vemos otra vez la doble condición del Señor, Su condición como Hijo de Dios y como Hijo del Hombre. Como Hijo de Dios, El cuidaba de los intereses de Dios. Como Hijo del Hombre, en Su humanidad era obediente a Sus padres humanos.

Progresa en sabiduría y en estatura, y en favor para con Dios y los hombres

  En 2:52 tenemos la conclusión de la sección referente a la juventud del Salvador-Hombre: “Y Jesús progresaba en sabiduría y en estatura, y en favor para con Dios y para con los hombres”. Tal como en el versículo 40, la sabiduría de la deidad del Salvador se revela en proporción a la medida de Su crecimiento. La palabra griega traducida estatura denota no solamente estatura como en 19:3, sino también edad.

  Se nos dice en el versículo 52 que el Salvador-Hombre progresaba en favor para con Dios y para con los hombres. El progresaba en favor para con Dios porque El crecía en la expresión de Dios según el deseo de Dios; progresaba en favor para con los hombres porque crecía en las virtudes humanas, que son gratas a los hombres. Por lo tanto, El estaba creciendo como Dios-hombre delante de Dios y de los hombres. Tanto Dios como los hombres estaban satisfechos y contentos con Jesús.

  Como hemos demostrado, todos los incidentes narrados por Lucas en el capítulo dos de este evangelio son evidencias indiscutibles de que el Señor Jesús era un hombre real, genuino, cabal y perfecto. Sin embargo, en el capítulo dos del Evangelio de Mateo tenemos otra categoría de eventos, y aquellos eventos comprueban que el Señor Jesús era un Rey, un verdadero descendiente de David que heredaría el trono y el reino. Por consiguiente, tanto Mateo 2 como Lucas 2 hablan de la juventud de Cristo. Pero revelan diferentes aspectos de Su condición: Su condición como Rey y Su condición como un Hombre real. Para que El fuera el Rey, había la necesidad de ciertos eventos para probar que El era el heredero genuino y el sucesor del trono de David. Para que El fuera revelado como un Hombre real, había la necesidad de las evidencias que comprueben que Su humanidad es genuina. Por lo tanto, en el capítulo dos de Lucas tenemos una clara e indiscutible prueba de que el Señor Jesús era un Hombre cabal y genuino.

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