Mensaje 64
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Lectura bíblica: Lv. 25:8-13, 23-24, 28, 39-41
En 4:14-30 vemos que el Salvador-Hombre comenzó Su ministerio proclamando el jubileo de la gracia. En el día de sábado, estando en la sinagoga en Nazaret, leyó el libro de Isaías y proclamó el año agradable del Señor (4:16-21). Dicho año es la era neotestamentaria de la gracia, tipificada por el año del jubileo (Lv. 25:8-17), el año quincuagésimo en el cual se liberó a todos los esclavos y se restituyó la herencia a todo hombre. En este mensaje y en el siguiente, estudiaremos más a fondo el jubileo y lo definiremos.
La palabra hebrea yobel pasó al español como “jubileo”. Esta palabra hebrea denota el toque de un cuerno, específicamente el de una trompeta de plata. Por tanto, la palabra llegó a representar el instrumento mismo y la fiesta que introduce. Al respecto, Levítico 25:9 dice: “Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra”.
Ya vimos que la palabra yobel se refiere específicamente al toque de una trompeta de plata. En tipología la plata representa la redención. Por consiguiente, el toque de una trompeta de plata da a entender la proclamación de la redención. La palabra hebrea yobel, que pasó al español como “jubileo”, se refiere al toque de un cuerno, al instrumento mismo, y finalmente, a la fiesta que se introduce cuando se toca una trompeta de plata.
La idea básica en cuanto al jubileo consiste en que proclamaba la obra redentora de Dios. La trompeta de plata proclamaba la redención al ser tocada. Dicha proclamación se basaba en la redención y al mismo tiempo la anunciaba.
Declarar y proclamar la obra redentora de Dios no era proclamar ningún mandamiento o requisito, sino la libertad, la liberación. Levítico 25:10 dice: “Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia”. En este versículo vemos que la proclamación de la liberación, de la libertad, estaba ligada a las personas y a sus posesiones. Con respecto a todo ser humano, es menester tomar en cuenta la persona misma así como sus bienes. Por lo tanto, la liberación que el jubileo proclamó afectaba a los israelitas y sus bienes.
Por miles de años los que han estudiado política saben que si alguien quiere gobernar a otros, lo primero que debe hacer es encargarse de proveerles alimentos. En otras palabras, un gobernante debe saber cómo administrar eficazmente la economía. Si el pueblo carece de sustentos, se sublevará contra sus gobernantes.
Un aspecto crucial ligado a la elección de cualquier presidente de los Estados Unidos es si el candidato puede o no proveer trabajos y asegurar el bienestar económico del país. Un buen presidente debe tener la competencia de satisfacer esta necesidad. Por ejemplo, Roosevelt llegó a ser presidente durante la Gran Depresión. Debido a que mejoró la situación económica del país, es considerado por muchos como un buen presidente. Algunos afirman que Roosevelt no sólo se destacó en los asuntos políticos sino también en mejorar el nivel de vida de los ciudadanos estadounidenses.
Lo que estamos recalcando es que cualquier político o estadista que quiera tener éxito, debe buscar la manera de mejorar el bienestar económico de la gente. Cuanto más éxito tenga, más tiempo permanecerá en su cargo. Los líderes políticos más respetados son los que logran mejorar el nivel de vida del pueblo.
Debido a las necesidades básicas del hombre, especialmente la de obtener sustentos, se han desarrollado ciertos “ismos”, como por ejemplo: el comunismo, el capitalismo y el socialismo. Según el comunismo, los recursos económicos deben ser comunales, la tierra no debe pertenecer a los terratenientes ni las riquezas a los capitalistas. El comunismo enseña que las riquezas deben ser distribuidas equitativamente. En algunos países, se cobran impuestos para redistribuir las riquezas. En dichos países un individuo puede ganar mucho dinero, pero la mayor parte debe darse al gobierno en forma de impuestos. El socialismo también gira en torno a solventar las necesidades básicas del hombre. Los estadistas y los filósofos han hecho todo lo posible por buscar la manera de proveer alimento a todos. Sin embargo, entre más “ismos” que han inventado, más ha sufrido la gente.
Cómo sustentar a la gente es la idea principal del jubileo presentado en Levítico 25. En otras palabras, el deleite del hombre es el tema básico. El hombre se deleita principalmente con la buena comida. Una persona que tiene el estómago vacío no apreciará el dinero ni tampoco los bienes materiales, ya que preferiría llenar su estómago. Supongamos que un hombre rico, dueño de un automóvil de lujo, tiene hambre. ¿Piensa usted que disfrutará de su automóvil? Claro que no, pues estaría encantado de cambiar su automóvil por alimentos. En términos humanos, el jubileo se preocupa por alimentarnos, por llenar nuestro estómago.
Aunque Dios no es como los políticos mundanos y tampoco ha enseñado al hombre ningún “ismo”, podemos decir que El es un “gran estadista”. En calidad de estadista divino, Dios estableció el jubileo.
Dios ordenó que la buena tierra de Canaán fuera dada a Su pueblo. La tierra fue asignada a los doce tribus de Israel, y gradualmente, cada familia recibió una porción de la tierra como su posesión. La función principal de la tierra era proveerles sustentos y no vivienda ni alojamiento.
Ser saciado es más esencial que tener alojamiento. Uno puede vivir en el desierto por mucho tiempo sin casa; pero no podría vivir sin alimentos. Por eso, la buena tierra fue dada al pueblo de Dios para sustentarles. Esta es la razón por la cual la Biblia llama esta tierra “una tierra que fluye leche y miel”.
A la buena tierra no se le llamó la tierra de oro. ¿De qué sirve tener una tierra que produce oro pero no alimentos? Dios creó la tierra para que el hombre tuviera sustentos y no oro. La tierra sirve para alimentar.
La leche y la miel indican que la buena tierra es rica en sustentos. Algunos países quizás tengan trigo y maíz, pero carecen de leche y miel. Pero de la buena tierra fluye leche y miel. Tanto la leche como la miel son producidos por la mezcla de la vida vegetal y la vida animal. Dicha mezcla representa las riquezas de la tierra.
Debido a que Dios introdujo a Su pueblo en la buena tierra y les asignó una porción a cada familia, las familias eran ricas en tierra. Pero supongamos que los miembros de una familia en particular se empobrecieron por no haber laborado la tierra. Poco a poco tuvieron que vender la tierra hasta que se vendió toda la parcela. De esta manera perdieron su porción de la buena tierra.
Cuando se vendía la tierra a otro país y no era Israel, se vendió a perpetuidad. Pero Dios no permitió que la tierra de Israel fuese vendida como propiedad permanente. Cuando mucho, podía venderse sólo por un período de cincuenta años. Levítico 25:23 y 24 dicen: “La tierra no se venderá como propiedad permanente, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros son para conmigo. Por tanto, en toda la tierra de vuestra posesión otorgaréis redención por la tierra”. Aquí vemos que la tierra no era vendida como propiedad permanente y que la que había sido vendida podía ser redimida. La persona que compraba la tierra no tenía el derecho de quedarse con ella indefinidamente. Después de cincuenta años a más tardar, la tierra podía ser redimida.
En Levítico 25 no se nos dice que se devolvió la tierra al dueño original, sino que el dueño volvía a ella. Al respecto, el versículo 28 dice: “Y al jubileo saldrá, y él volverá a su posesión”. En realidad, uno no vendía su tierra, sino que se vendía a sí mismo. Al final, no se devolvía la tierra al que la vendió, sino que éste volvía a ella, o sea, a su posesión.
Después de que los hijos de Israel recibieron sus porciones de la tierra, algunos se empobrecieron y vendieron su parcela, y otros se convirtieron en terratenientes. ¿Se necesitaba algún tipo de “ismo” para que la tierra fuera redistribuida? Ciertamente que no. Dios dispuso que en el año quincuagésimo, o sea, el año del jubileo, los que perdieron la posesión de la tierra podían volver a ella. Esto significa que en el año cincuenta toda familia podía llegar a ser rica otra vez. Aquí vemos que el principio según el cual se debía repartir la tierra entre el pueblo, ya estaba escrito en la Biblia desde hace treinta y cinco siglos. Lo que encontramos en Levítico 25 es mucho mejor que las teorías presentadas por los estadistas, los políticos y los filósofos.
Hemos visto que los asuntos más importantes con respecto a todo ser humano son la persona misma y sus bienes. En Levítico 25 vemos que era posible que un israelita venda su posesión y así perder su porción de la tierra. Ahora necesitamos ver que algunos empobrecieron tanto que incluso se vendieron a sí mismos: “Y cuando tu hermano empobreciere, estando contigo, y se vendiere a ti, no le harás servir como esclavo. Como criado, como extranjero estará contigo; hasta el año del jubileo te servirá. Entonces saldrá libre de tu casa; él y sus hijos consigo, y volverá a su familia, y a la posesión de sus padres se restituirá” (vs. 39-41). Estos versículos indican que en el año del jubileo, el que se había vendido a sí mismo para servir a otro sería liberado. Por lo tanto, en el año quincuagésimo no había nadie que carecía de tierra y no había nadie que se hallaba en la esclavitud. Toda persona obtenía su libertad y su posesión. Esto significa que tanto la tierra como los que se habían vendido a sí mismos eran liberadas. Proclamar el jubileo consistía en liberar las posesiones de las personas y a éstas mismas. Esto es el jubileo.
Si todos los israelitas hubieran laborado diligentemente la tierra, nadie habrían estado en la pobreza, ni tampoco habría sido necesario vender la tierra o venderse a sí mismo. Sin embargo, muchos perdieron la tierra y a sí mismos. No podían regresar a sus posesiones ni a sus familias. Pero cuando el año del jubileo vino, tanto la posesión como las personas eran liberadas. Los que habían perdido la tierra podían volver a ella, y los que se habían vendido a sí mismos podían regresar a sus familias.
Antes de que examinaremos más a fondo la definición del jubileo, me gustaría aplicar lo que ya hemos abarcado a la situación de hoy en día. Cuando el hombre fue creado, él recibió una posesión, la cual era en realidad Dios mismo. Dios creó al hombre con el fin de que éste fuera Su vaso y le expresara. Por eso, tenía la intención de darse a Sí mismo al hombre como la posesión de éste. Sin embargo, el hombre cayó, y en la caída perdió a Dios como su posesión.
Por medio de la caída el hombre también se vendió a sí mismo. En Romanos 7:14 Pablo dice: “Yo soy de carne; vendido al pecado”. Ser vendido de esta manera equivale a estar bajo la esclavitud. Cualquier persona que se venda a sí misma entra en una condición de esclavitud. Hoy todos los seres humanos se hallan en esclavitud, principalmente en la esclavitud del pecado. El hombre se ha vendido a la esclavitud del pecado, de Satanás y del mundo. Por lo tanto, el hombre caído perdió tanto a Dios como a sí mismo.
Antes de que fuéramos salvos, habíamos perdido a Dios, nuestra posesión, y también a nosotros mismos. Efesios 2:12 indica que el hombre caído estaba sin Dios. El hombre, en vez de tener a Dios como su posesión, tiene pecado y se ha vendido a la esclavitud del pecado.
Incluso los creyentes, si están separados de la gracia preservadora de Dios, pueden perder a Dios como su posesión de una manera práctica, y también venderse a la esclavitud del pecado. Algunos cristianos, en su vida cotidiana, tienen pecado en vez de tener a Dios. Ellos, al igual que los incrédulos, han perdido a Dios como su posesión y se han vendido al pecado, a los placeres y a las diversiones mundanas. Todos estos creyentes, así como los incrédulos, necesitan un jubileo.
Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, toda la raza humana había perdido a Dios como su posesión y se había vendido a la esclavitud del pecado. Este era el caso de tanto los judíos como los gentiles. El Señor Jesús no vivía en el mundo de los gentiles, sino en la tierra judía, entre los escogidos de Dios. Según los cuatro evangelios, ni siquiera los que moraban en la tierra judía, la llamada tierra santa, tenían a Dios como su posesión. ¿Quién, entre la gente que moraba en la tierra judía, tenía a Dios como su posesión? En el relato narrado en los evangelios vemos que incluso Israel había perdido a Dios. Además, todos los judíos, incluyendo a los fariseos y a los rabínicos, se habían vendido al pecado. Por esta razón el Señor Jesús reprendió enfáticamente a los fariseos en Mateo 23. Porque se hallaban en la esclavitud de pecado, el Señor exclamó “ay” sobre ellos. Parecía decirles: “Vosotros, los fariseos, los escribas, los ancianos y los sumos sacerdotes, os habéis vendido al pecado. Habéis perdido a Dios como vuestra posesión, y a vosotros mismos”.
En Lucas 4 el Señor Jesús leyó una porción de Isaías, la cual era una profecía del jubileo no en tipología, sino del verdadero jubileo: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres; me ha enviado a proclamar a los cautivos libertad, y a los ciegos recobro de la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año agradable del Señor” (vs. 18-19). Luego declaró: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos” (v. 21). El Señor tocó la trompeta al leer esa porción de las Escrituras, es decir, proclamó el jubileo.
¿Sabe usted lo que es predicar el evangelio? Predicar el evangelio es proclamar el jubileo, anunciar el jubileo con son de trompeta; es proclamar nuestra liberación. En realidad, esta liberación no consiste en devolvernos nuestra posesión, sino en liberarnos y devolvernos a nuestra posesión y a nuestra familia. Una vez estuvimos en una familia equivocada, o sea, en la familia de la esclavitud. La proclamación del jubileo nos dice que volvamos a nuestra propia familia, a la familia de Dios.
Ahora podemos entender lo que es el jubileo. El jubileo es la proclamación de una liberación maravillosa, ya que se nos libera nuestra posesión y nos libera a nosotros para que volvamos a Dios, a nuestra familia y a nuestra posesión.