Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 66

EL JUBILEO

(3)

  Lectura bíblica: Lv. 25:9-13, 39-41, 54; Sal. 16:5; 90:1; Ef. 2:12; Hch. 26:18; Ef. 1:14; Col. 1:12; Lc. 15:12-23; Ro. 7:14b; Jn. 8:34, 36; Ro. 6:6-7; 8:2; Gá. 5:1

  En este mensaje pasaremos de la definición del jubileo tratada en los dos mensajes anteriores a las bendiciones del jubileo. La definición del jubileo nos ayuda a entenderlo, pero las bendiciones del jubileo no se dan para nuestro entendimiento sino para nuestro disfrute. Además de entender el jubileo, debemos disfrutarlo. Ciertamente necesitamos las bendiciones del jubileo.

  En realidad, predicar el evangelio es anunciar, declarar, el jubileo. En la predicación del evangelio, proclamamos noticias de gozo, las buenas nuevas, de que podemos regresar a nuestra posesión, la cual se perdió, y de que podemos ser liberados de la esclavitud, del cautiverio. Cuando predicamos el evangelio, debemos proclamar el jubileo, es decir, necesitamos proclamar que volvimos a la posesión perdida y que hemos sido librados del cautiverio.

  Conforme al tipo presentado en Levítico 25, el jubileo tiene dos bendiciones principales, las cuales son, a saber: hemos regresado a la posesión perdida y hemos sido librados de la esclavitud.

EL JUBILEO, SEGUN SE MUESTRA EN LA PARABOLA DEL HIJO PRODIGO

  En los mensajes anteriores indicamos que aunque somos hombre creados por Dios, perdimos a Dios como nuestra verdadera posesión. Para ser más exactos, en realidad no perdimos nuestra posesión, sino que la dejamos. La parábola del hijo pródigo muestra este hecho. Cuando el hijo pródigo dejó la casa de su padre, también dejó su herencia. De la misma manera, cuando dejamos a Dios, abandonamos nuestra verdadera posesión. Por lo tanto, en el jubileo no se nos devuelve nuestra posesión, más bien, nosotros volvemos a la posesión que dejamos. Volver a nuestra posesión es la primera bendición del jubileo.

  Además de perder nuestra posesión, también nos perdimos a nosotros mismos al vendernos a la esclavitud. Por consiguiente, necesitamos ser librados. Esta es la segunda bendición del jubileo. Si usted lee cuidadosamente Levítico 25, verá que por un lado, uno vuelve a su posesión, y por otro, uno vuelve a su familia.

  Todos nosotros éramos una vez pródigos que nos alejamos del Padre y de Su casa. Como tales, dejamos nuestra herencia. Por lo tanto, fue necesario que volviéramos a Dios y a Su casa. Esto es el jubileo, según se muestra en la parábola del hijo pródigo en Lucas 15.

  El jubileo neotestamentario fue proclamado por el Señor Jesús en Lucas 4:18 y 19. El tocó la trompeta del jubileo neotestamentario cuando declaró: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres; me ha enviado a proclamar a los cautivos libertad, y a los ciegos recobro de la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año agradable del Señor”. Después de que se proclamó el jubileo, muchos lo experimentaron, y sus historias se narran en el Evangelio de Lucas. Así que todos estos casos muestran el jubileo neotestamentario.

  Entre los numerosos ejemplos del jubileo mencionados en el Evangelio de Lucas, el caso del hijo pródigo que vuelve a su padre, a la casa de éste y a su herencia es el mejor. Después de que el pródigo se gastó todo, vino una gran hambre, y el hijo pródigo comenzó a padecer necesidad (Lc. 15:14). Entonces “fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a sus campos para que apacentase cerdos. Y ansiaba llenarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba” (vs. 15-16). Volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (vs. 17-19). Aquí vemos que el pródigo, por su propio esfuerzo, quería ser como los que sembraban, segaban y vendimiaban (las cosas que estaban prohibidas en el año del jubileo). Tenía la intención de decir a su padre que puesto que ya no era digno de ser hijo, le gustaría trabajar como uno de los jornaleros. Sin embargo, conforme al tipo presentado en Levítico 25, no se sembraba, ni se segaba ni se vendimiaba en el año del jubileo. Durante ese año no se debía laborar la tierra. Por lo tanto, el hijo pródigo no debía volver al padre para ser un jornalero, sino para disfrutar de su posesión.

  Cuando el hijo pródigo volvió, comenzó a decir: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (v. 21). El padre, no teniendo oídos para escuchar una conversación tan absurda, le interrumpió y dijo a sus esclavos: “Sacad pronto el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y sandalias en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos” (vs. 22-23). ¿Sabe usted lo que representa el becerro gordo? El becerro gordo representa al rico Cristo, quien es nuestra herencia. Tal como se dice en Colosenses 1:12, éste es Cristo como la porción de los santos. Después de que el hijo pródigo regresó, él, su padre y los que estaban en la casa empezaron a disfrutar de la herencia. En el caso del hijo pródigo vemos claramente representado el jubileo neotestamentario. Una conversión genuina debe ser como la del hijo pródigo mostrado en esta parábola.

  Hemos indicado que la primera bendición del jubileo consisten en que volvemos a nuestra posesión perdida. En el jubileo, aquellos que pierden su herencia vuelven a su posesión. Esto está tipificado en Levítico 25:9-13.

  La primera y principal bendición del jubileo neotestamentario es volver a la posesión que habíamos dejado. Esta posesión no era algo material, sino una persona: Dios mismo.

DIOS QUIERE SER LA POSESION DEL HOMBRE

  Dios es la verdadera posesión del hombre, y éste fue creado como vaso para contener a Dios. Génesis 1:26 dice que el hombre fue hecho a la imagen de Dios, y Romanos 9 revela que el hombre fue creado como un vaso. El hombre fue creado como un vaso para contener a Dios, de manera que El llenase al hombre y se expresase a través de él.

  Considere una botella, la cual es un vaso. En sí mismo tal vaso está vacío. ¿Qué posesión tiene una botella? La posesión de una botella es su contenido. Este es el mismo principio que se aplica a todo tipo de vaso: la posesión de un vaso es su contenido. Si un vaso no tiene su contenido, carece de su posesión. Que un vaso esté sin contenido, sin posesión, equivale a estar vacío, y estar vacío es ser pobre.

  El hombre fue creado como vaso para contener a Dios. Si el hombre no contiene a Dios, esto quiere decir que aquel hombre carece de su posesión. Sin tener a Dios como su contenido, el hombre permanece un vaso pobre y vacío. Dios desea ser el contenido del hombre y su posesión.

  En la esfera de los bienes materiales, si tenemos las posesiones necesarias, tendremos tierras que producirán alimentos y una casa donde habitar. Todos los días necesitamos alimentos y una casa donde morar. En breve, necesitamos la tierra y una casa. Estas son las necesidades básicas para el sustento del hombre.

  El Nuevo Testamento indica que Dios es nuestra verdadera tierra. Dios dio a Su pueblo escogido, a los hijos de Israel, la buena tierra, una tierra que fluye leche y miel. ¿Con qué propósito les dio la tierra? Dios dio la tierra a Su pueblo para que tuvieran alimentos. Esta buena tierra tipifica a Dios en Cristo como nuestra provisión de la cual podemos comer. Comer es una necesidad espiritual, y Cristo es el suministro que satisface esta necesidad.

  En Salmos 90:1 vemos que Dios es también nuestra morada: “Señor, Tú nos has sido morada de generación en generación”. ¿Se ha dado usted cuenta de que Dios es su morada? Incluso se nos dice en el Antiguo Testamento que Dios era la morada de Su pueblo escogido. Por lo tanto, Dios es nuestra tierra y también nuestra casa, nuestra morada.

  Salmos 16:5 dice: “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa”. Aquí vemos que el Señor es nuestra porción y como tal es nuestra herencia y nuestra copa. El es nuestra porción en dos aspectos: el alimento que comemos y la casa en la cual moramos. Según Salmos 90:1 y Salmos 16:5, Dios quiere ser la posesión, la tierra y la morada del hombre.

  Nuestras necesidades diarias en la vida cotidiana incluyen cuatro cosas principales: la ropa, la comida, la vivienda y el transporte. De estas cuatro cosas, la comida y la vivienda son las más importantes. Es posible vivir si carecemos de ropa o de transporte adecuados, pero no podemos vivir si carecemos de comida o vivienda. Incluso un pájaro necesita comida y nido. La Biblia revela que Cristo es nuestra verdadera ropa; El es la justicia que nos cubre. Además, podemos decir que Cristo es nuestro verdadero transporte. Hemos indicado en otros lugares que Cristo es nuestro verdadero “avión” que nos lleva a Dios el Padre. Cristo es nuestra ropa, comida, vivienda y transporte.

  En el año del jubileo lo crucial no era la ropa ni el transporte, sino la comida y la vivienda. Así que, al hombre se le permitía regresar a su provisión, es decir, a su tierra donde se produciría su alimento, y también a su familia, es decir, a su casa. En el sentido espiritual, nuestra tierra es Dios mismo, y Dios también es nuestra casa. Dios tiene la intención de ser nuestra posesión para ser nuestra comida y nuestra morada.

CRISTO, NUESTRA COMIDA Y NUESTRA MORADA

  El Evangelio de Juan revela que el Señor Jesús es nuestra comida y nuestra morada. En Juan 6 vemos que El es el verdadero pan, el pan de vida, el pan viviente que descendió del cielo (vs. 32-33, 35, 48, 50-51). Así que El es nuestra comida celestial. El hecho de que el Señor Jesús también es nuestra morada está implícita en Su palabra: “Permaneced en Mí” (Jn. 15:4). Permanecer en el Señor quiere decir que le tomamos como nuestra morada. Conforme al Evangelio de Juan, debemos comer al Señor y también morar en El, porque El es nuestra comida y nuestra morada.

  La Biblia es coherente. Aunque la Biblia habla de muchas cosas, cuando profundizamos en la Palabra, vemos que en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, ambos revelan que el Dios Triuno es nuestra comida y nuestra morada. El es comestible y también es nuestra verdadera morada.

  Considere la situación de los sacerdotes del Antiguo Testamento. En cuanto al sacerdocio, había el tabernáculo en el cual morar y los sacrificios del cual comer. Los que servían a Dios como sacerdotes podían comer los sacrificios y morar en el tabernáculo. Tanto el tabernáculo como los sacrificios tipifican a Cristo. Nosotros los sacerdotes de hoy debemos comer a Cristo y morar en El.

  Los creyentes que no conocen bien las Escrituras tal vez se inquieten cuando oigan de comer a Cristo. Quizás digan: “¿Tiene usted la intención de comer a Cristo? ¡Esto es blasfemia! Cristo es nuestro Redentor, Salvador, Amo, Señor y Dios. ¿Cómo puede usted comerle?” Sin duda, el Señor Jesús es nuestro Dios, Señor, Amo, Salvador y Redentor. Sin embargo, El mismo nos dijo que El es nuestra comida. El es la comida que hemos de comer, y El también es la morada en la cual debemos morar.

  ¿Está usted en la verdadera experiencia del jubileo? ¿Sabe lo que realmente significa estar en el jubileo? Primero, estar en el jubileo es comer al Señor Jesús. Si no le come, no está en el jubileo. Nadie puede estar en el jubileo con el estómago vacío. Se puede proclamar algo del jubileo, pero si el estómago está vacío, no se muestra mucho interés en dicha proclamación.

  Puedo testificar que estoy verdaderamente en el jubileo porque todos los días como al Señor Jesús. Al ingerirle como mi alimento espiritual, disfruto del jubileo. Para mí, el jubileo es un banquete, es la hora de comer al Señor Jesús.

  Si usted quiere estar en el jubileo, tiene que comer al Señor, tiene que disfrutarle. Cuando lleguemos a Levítico 25 en los mensajes de Estudio-vida, veremos que comer es el asunto principal en experimentar el jubileo.

  Además, para estar en el jubileo, necesitamos tener a Cristo como nuestra vivienda, o sea, como nuestra morada. Cuando Cristo es nuestra casa, tenemos el verdadero reposo. Disfrutamos del verdadero sábado al morar en Cristo. ¡Aleluya, Cristo es nuestra comida y nuestra morada!

  Hemos indicado que Dios creó al hombre con la intención de que éste le tomase como su posesión. Después de crear al hombre, Dios le puso en el huerto delante del árbol de la vida. El huerto es un lugar en donde se mora, y el árbol de la vida es algo que se come. Aquí vemos que el hombre que Dios creó tiene dos necesidades importantes: necesitaba que Dios fuese su comida, y que Dios fuese su huerto, su morada. Quizás usted nunca ha oído que Dios debe ser su huerto. Pero ¿dónde vivía Adán? El no vivía en una casa o en una ciudad, sino en un huerto. Tanto el huerto como el árbol de la vida simbolizan a Dios, el cual es el disfrute del hombre.

DEBIDO A LA CAIDA DEL HOMBRE, ESTE PIERDE A DIOS

  Adán vivió por un tiempo en el huerto, pero no llegó a disfrutar del árbol de la vida, ya que en vez de comer de este árbol, Adán comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, y por eso cayó. En la caída Adán perdió a Dios. Es mejor decir que en la caída Adán dejó a Dios, pues en vez de tomar a Dios como su vida, Adán le dejó. Cuando dejó a Dios, dejó su posesión.

  Se nos dice claramente en el Nuevo Testamento que el hombre caído está sin Dios. Efesios 2:12, un versículo que describe la verdadera condición del linaje humano caído, dice que el hombre ahora está “sin Dios en el mundo”. Hoy todo el linaje humano caído está sin Dios porque el hombre ha dejado a Dios.

  Cuando Adán estaba en el huerto, podía declarar que tenía a Dios. Ciertamente tenía a Dios, pero no le tomó como su vida. Adán dejó a Dios y le perdió. Por lo tanto, todos sus descendientes moran en la tierra sin Dios. Sin duda, esta era nuestra situación antes de que fuéramos salvos; vivíamos en la tierra sin Dios porque le habíamos dejado.

EL JUBILEO DE DIOS TRAE AL HOMBRE DE NUEVO A DIOS, LA HERENCIA DEL HOMBRE

  El jubileo de Dios trae al hombre de nuevo a Dios, la herencia del hombre. En el jubileo neotestamentario todos volvimos a Dios, nuestra posesión.

  No es fácil explicar esta verdad bíblica con exactitud. En realidad, no es que nosotros volvimos a Dios; mejor dicho, Dios nos hizo volver a El mismo, como nuestra posesión. En tipología Levítico 25 muestra esto. El versículo 10 dice: “Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia”. Aquí vemos que no se le devolvió la posesión al hombre, sino que él volvió a ello. Lo mismo dice Levítico 25:13: “En ese año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión”. En la tipología del jubileo, todos aquellos que habían vendido su posesión volvieron a ella, así que en el jubileo neotestamentario nosotros no volvimos a Dios, al contrario, Dios nos hizo volver a nuestra posesión. Esto quiere decir que cuando fuimos salvos, Dios nos hizo volver a nuestra posesión.

  Consideremos otra vez el ejemplo del hijo pródigo. Aparentemente fue el hijo pródigo quien regresó al padre. En realidad, según Lucas 15 el Padre envió al Hijo como pastor para que le buscara. Además, fue el Padre quien envió al Espíritu para que le buscara también. Por lo tanto, el hijo pródigo no regresó al Padre por sí mismo. El Padre envió a Su Hijo y a Su Espíritu para que lo hicieran volver.

  ¿Piensa que por sí mismo usted volvió a Dios? Tal vez tenga este concepto, sin embargo, Dios lo hizo volver. Dios hizo que volviéramos a El, nuestra posesión. ¡Alabado sea El que nos hizo regresar!

  Colosenses 1:12 dice que el Padre nos hizo aptos para participar de la porción de los santos en la luz, y Efesios 1:14 habla de las arras de nuestra herencia. Ahora que hemos regresado a Dios, nuestra porción, tenemos a Dios en Cristo como nuestra herencia. En Hechos 26:18 Pablo habla de las personas caídas que fueron traídos de nuevo a Dios, como la herencia de ellas: “Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados por la fe que es en Mí”. Aquí la herencia divina es el propio Dios Triuno con todo lo que tiene, todo lo que ha hecho, y todo lo que hará por Su pueblo redimido. El Dios Triuno está corporificado en el Cristo todo-inclusivo (Col. 2:9), quien es la porción asignada como herencia a los santos (Col. 1:12). El Espíritu Santo, quien ha sido dado a los santos, es el anticipo, las arras y la garantía de esta herencia divina (Ro. 8:23; Ef. 1:14), de la cual ahora participamos y disfrutamos como anticipo en el jubileo neotestamentario de Dios, y la cual disfrutaremos en plenitud en la era venidera y por la eternidad. En el tipo del jubileo descrito en Levítico 25: 8-13, unas de las mayores bendiciones era el regreso de todo hombre a su propia herencia. En el cumplimiento del jubileo aquí en Hechos 26:18, recibir la herencia divina es también la bendición principal.

  Creer en el Señor Jesús equivale a volver a Dios como nuestra herencia. Cuando una persona se arrepiente delante de Dios, se le hace volver a Dios como su posesión. Para predicar el evangelio de esta manera necesitamos tener el disfrute apropiado del jubileo neotestamentario. Espero que todos nosotros disfrutemos del jubileo adecuadamente. Así cuando vayamos a predicar el evangelio, lo predicaremos como proclamamos el jubileo. Tenemos que decir a los demás que ellos dejaron a Dios como su posesión y que El quiere que ellos regresen. Podemos decir a una persona: “Dios es su verdadera posesión, pero usted lo dejó y lo perdió. Ahora, El quiere que usted vuelva a El. ¿Está usted dispuesto que El le lleve de regreso a Sí mismo? La manera en que Dios le trae de vuelta consiste en ponerle a usted en Cristo. Cristo es el “avión” que nos lleva a Dios, y ahora es la “hora de abordaje”. ¿Está dispuesto a subirse? ¿Está dispuesto a creer en Cristo de manera que El le lleve de nuevo a Dios? Podemos testificar que tan pronto como usted crea en el Señor Jesús y entre en El, será llevado de nuevo a Dios, como su posesión”.

  ¡Alabamos al Señor que volvimos a Dios, como nuestra posesión! También volvimos a nuestra familia. Todos nosotros somos como el hijo pródigo, quien regresó al padre y a su familia, y de esta manera pudo disfrutar su porción, su herencia. Ahora que hemos regresado a Dios le podemos disfrutar como nuestra posesión, como nuestra porción y herencia, y también podemos disfrutar la verdadera vida de familia en la casa de Dios.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración