Mensaje 69
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Lectura bíblica: Lv. 25:10-12, 19-22; Mt. 11:28; Fil. 4:6-7, 9; Lc. 15:23; 1 Co. 5:8; Ef. 3:8; Fil. 1:19; 2 Co. 12:9; 13:14.
Continuaremos estudiando el vivir del jubileo, que es, la clase de vida que se lleva en el jubileo. Hemos indicado en el mensaje anterior que este es una vida de reposo en la buena tierra y de disfrute de las riquezas de la misma. Nuestra vida cristiana debe ser una vida llena de libertad y liberación, una vida llena de reposo, satisfacción y disfrute.
Lucas 15:23 indica que la vida cristiana debe ser una vida de disfrute: “Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos”. El regreso del hijo pródigo a la casa de su padre dio por resultado que él y todos los que estaban en la casa pudieron comer, beber y regocijar. Esto indica que debemos comer a Cristo, quien es el becerro gordo, beber el Espíritu vivificante y regocijarnos disfrutando al Dios Triuno y las riquezas de la casa de Dios.
Cuando leamos 1 Corintios 5:8 veremos que la vida cristiana es una fiesta: “Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. Aquí la fiesta se refiere a la fiesta de los panes sin levadura como continuación de la Pascua (Ex. 12:15-20). Esta fiesta duraba siete días, un período completo, el cual representa toda nuestra vida cristiana, desde el día de nuestra conversión hasta el día del arrebatamiento. Esta es una fiesta larga que debemos celebrar con panes sin levadura, que son el Cristo como nuestro alimento y disfrute. Sólo El es el suministro vivo de sinceridad y verdad, absolutamente puro, sin mezcla, y lleno de realidad. Tal fiesta es un tiempo para disfrutar. Toda la vida cristiana debe ser tal fiesta, un gran disfrute de Cristo como nuestro banquete, el rico suministro de vida. Por lo tanto, en 1 Co. 5:8 Pablo nos exhorta a que celebremos la fiesta con Cristo, quien es el pan sin levadura.
En una fiesta no se trabaja, más bien se come, se disfruta, se está satisfecho y se reposa. En la vida cristiana Cristo debe ser nuestra comida, disfrute, satisfacción y reposo.
En Efesios 3:8 Pablo dice: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. Pablo no predicó doctrinas sino las riquezas de Cristo. Las riquezas de Cristo son lo que Cristo es para nosotros, como por ejemplo luz, vida, justicia y santidad, para nuestra experiencia y disfrute. Estas riquezas son inescrutables e insondables. La vida cristiana es una vida en la cual se disfruta las inescrutables riquezas de Cristo.
En Filipenses 1:19 Pablo habla de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. La vida cristiana es una vida en la cual se disfruta esta abundante suministración.
En 2 Corintios 12:9 vemos que Pablo experimentó y disfrutó la gracia de Cristo: “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Luego en 2 Corintios 13:14 Pablo añade: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Sin duda, la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo son para que lo disfrutemos. La gracia del Señor es el Señor mismo como vida para nosotros, para que lo disfrutemos; el amor de Dios es Dios mismo como la fuente de la gracia del Señor; y la comunión del Espíritu es el Espíritu mismo como la transmisión de la gracia del Señor con el amor de Dios para que participemos en ellos. El resultado de disfrutar la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo es satisfacción, y el fruto de este disfrute y satisfacción es reposo. Todos los cristianos deben tener este disfrute, satisfacción y reposo.
Sin embargo, sólo una minoría de cristianos disfrutan diariamente la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu. ¿Cuánto hemos experimentado de este disfrute? Muchos de nosotros laboramos y estamos llenos de ansiedad y preocupación. Además, tenemos muchas ilusiones y sueños. Con el tiempo, nos desanimamos y sufrimos porque estos sueños no se han realizado. Muchos de nosotros diariamente laboramos, nos preocupamos, soñamos y sufrimos. Tal vez alguien sueña con ser rico, pero este sueño le conduce a la decepción y al sufrimiento. La vida humana es una vida de labor, preocupaciones, sueños y sufrimientos.
Algunos cristianos que están todavía laborando, preocupados, soñando y sufriendo quizás digan: “Después de que me hice cristiano pensé que la vida sería mejor, pero es casi lo mismo. Entonces, ¿cuál es el propósito de ser un cristiano?” Debido a preguntas como éstas, la enseñanza de la prosperidad, una enseñanza que declara que los cristianos pueden llegar a ser ricos y prósperos, atrae a muchos cristianos. Sin embargo, es un hecho que la mayoría de los cristianos laboran, se preocupan, sueñan y sufren. Además, la mayoría de ellos, no importa si tienen éxito o si fracasan, van en ruta descendente.
Si leemos la Biblia cuidadosamente, veremos que existen tres clases de labor en la vida humana, sin que se incluya el trabajo que se hace para ganarse la vida. La primera clase de labor se trata de ser una persona buena, o sea, tener buen comportamiento y mejorar su propio carácter. En esta labor las personas se esfuerzan por ser humildes, pacientes y amorosas. En la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, obrar significa hacer estas cosas. Pero nadie puede ser salvo por medio de éstas (Ef. 2:8-9). Esto quiere decir que nadie puede ser salvo por medios de obras, las cuales consisten en mejorar el comportamiento y el carácter de uno mismo, guardar la ley, ser bueno, paciente, bondadoso y honesto. Esta clase de esfuerzo es verdaderamente una labor, y a ésta, en el Nuevo Testamento, se le llama obra.
Conforme a la Biblia, la segunda clase de labor consiste en luchar con afán, estar ansiosos. ¡Qué duro es el tener que laborar estando ansiosos! Si usted puede hacer su trabajo día tras día sin tener ansiedad alguna, usted será una persona sana. Sin embargo, diariamente tal vez usted se pasa más horas preocupado que trabajando. ¿Puede usted decir que hoy hasta el momento no ha estado ansioso ni preocupado? Día tras día, todo el mundo está ansioso. Tal vez usted esté ansioso con respecto a su salud, su trabajo u otras muchas cosas. Yo, por supuesto, no soy una excepción. He aprendido por experiencia que la única manera de escapar de la ansiedad es disfrutar al Señor. Cuando no estoy disfrutando a Cristo, estoy ansioso. Cristo es contrario a la ansiedad. En el Estudio-vida de Filipenses dimos varios mensajes titulados “Una vida de comprensión y sin afanes”.
La tercera clase de labor revelada en la Biblia tiene que ver con el sufrimiento. Sufrir es una labor muy dura. Cuando disfrutamos a Dios en el jubileo, no debe haber ningún sufrimiento. Pablo, por ejemplo, tenía un “aguijón en la carne” (2 Co. 12:7). Con respecto a este aguijón, rogó tres veces al Señor que se le quitara (v. 8). Sin embargo, en vez de quitarle el aguijón, el Señor le dijo: “Bástate Mi gracia”. El Señor parecía decirle: “No, no te quitaré el aguijón, porque Mi gracia te basta. Si Me disfrutas, no tendrás ningún sufrimiento”.
Al decir que no tendremos ningún sufrimiento cuando disfrutamos al Señor no quiere decir que nuestras circunstancias mejorarán. Al contrario, en muchos casos las circunstancias empeoran. Considere la situación de Pablo y Silas en Hechos 16. Pablo y Silas fueron echados en la cárcel estando en Filipos. Esperaríamos que sufrirían mucho al estar encarcelados. Sin embargo, Pablo y Silas no sufrieron allí en la cárcel, sino que estaban disfrutando del jubileo. Cantaban y alababan al Señor. Aunque estaban en la cárcel, estaban disfrutando, satisfechos y reposando.
Nosotros, los creyentes, no debemos tener el concepto de que, porque somos salvos, amamos al Señor, le damos todo, y queremos hacer todo por El, nuestras circunstancias serán favorables. Ningún cristiano debe tener tal idea. Si esta es nuestra filosofía en cuanto a la vida cristiana, tenemos que abandonarla. Tal perspectiva es totalmente incorrecta.
Muchos de los que sirvieron al Señor fueron martirizados. Por ejemplo, Juan el Bautista, el precursor del Nuevo Testamento, fue decapitado. Cuando Juan envió a dos de sus discípulos para que pidieran al Señor que hiciera algo por él, El indicó que no haría nada (Mt. 11:2-5). El Señor añadió: “Bienaventurado es el que no tropieza a causa de Mí” (Mt. 11:6). Aquí el Señor le decía a Juan que El no haría nada para salvarle del martirio; más bien, le dejaría en la cárcel para que le dieran muerte. De la misma manera, Pedro y Pablo fueron martirizados.
¿Piensa usted que ser un mártir es un asunto de sufrimiento? En realidad, toda persona que sufre descalifica para ser un mártir. El martirio es una experiencia del jubileo. Un mártir, un misionero inglés a quien se le dio muerte en 1930 en la China, dijo cuando estaban a punto de morir: “El rostro de todo mártir es como el rostro de un ángel, y el corazón de todo mártir es como el corazón de un león”. Sin duda, Esteban no estaba sufriendo cuando fue martirizado. Cuando estaba a punto de ser apedreado, su rostro era como el de un ángel (Hch. 6:15). En vez de sufrir, Esteban disfrutaba al Señor.
Si sentimos que en una situación particular estamos sufriendo, esto indica que aún amamos ciertas cosas que no son Dios. Si amamos a Dios única y completamente, no estaremos turbados por ninguna clase de situación. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús dijo que debemos amarle más que a nuestros padres, hermanos, hermanas, esposa o hijos (Mt. 10:37; Lc. 14:26). Si pensamos que perder a nuestros padres, hijos, esposa o marido será un sufrimiento, esto quiere decir que no amamos solamente a Dios. Esto quiere decir que amamos algo o a alguien que no es Dios. Si amamos únicamente a Dios, dándole todo nuestro amor, sin que nada divida nuestro amor, no estaremos turbados pase lo que pase.
Suponga que usted pierde su casa. ¿Lo tomaría como un sufrimiento? ¿Podría usted aún alabar al Señor, incluso alabarle por la pérdida de su casa? Si el haber perdido su casa es un sufrimiento, y si usted no alabara al Señor por ello, esto indica que usted ama a su casa mucho, aún más que a Dios. Si usted no ama su casa, no sufriría como resultado de haberla perdido. Más bien, habría dicho: “¡Aleluya, perdí mi casa, pero no he perdido a Dios. Para mí El es más precioso ahora que antes. Cuando tenía una buena casa, Dios no me era tan precioso. Pero ahora que he perdido mi casa, Dios me es mucho más precioso”.
Yo que soy padre de muchos hijos y abuelo de muchos nietos, sé que todos los padres quieren que sus hijos tengan éxitos. Quizás a usted le gustaría que sus hijos llegaran a ser apóstoles, ancianos, diáconos o diaconisas, o tal vez querrá que lleguen a ser doctores, abogados o expertos en ordenadores. Sin embargo, ¿cómo se sentiría si ninguno de sus hijos llegaran a ser un apóstol, un anciano, un diácono ni una diaconisa, o que ninguno de ellos estuvieran en una profesión bien respetada? ¿Estaría usted feliz o desanimado? Recientemente he oído a alguien alabar al Señor porque su hijo se hizo médico. Pero nunca he oído a un padre alabar al Señor porque su hijo recibió una mala nota.
El propósito de estos ejemplos es que incluso los cristianos que buscan al Señor tal vez no lleven una vida en el jubileo. Al contrario, porque aman lo que no es Dios, en vez de estar disfrutando, satisfechos y reposando, están sufriendo.
Todos nosotros tenemos que hacer nuestro trabajo, sin embargo, no debemos laborar por ser buenos, laborar estando preocupados, sufriendo, o soñando. Debemos ser capaces de decir: “Yo amo sólo a mi Señor. El es mi porción. Nada y nadie aparte de El es mi porción. Un coche nuevo, una casa bonita, una buena promoción, el mejor sueldo, todas estas cosas no son mi verdadera porción”.
Si vivimos en el jubileo, no estaremos ansiosos. Referente a la ansiedad, la inquietud, el Señor Jesús dijo: “No os inquietéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de poner...¿Y quién de vosotros podrá, con preocuparse, añadir un codo a su estatura?...Así que, no os inquietéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia inquietud. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:25, 27, 34). No hay necesidad de que nosotros pidamos prestada la inquietud de mañana para cargarla hoy. Cada día tiene su propio mal. Sin embargo, algunos santos, tanto los jóvenes como los de edad avanzada, no sólo piden prestada la inquietud de mañana sino también la de los años venideros. Esto quiere decir que algunos no sólo se inquietan por el día de mañana, sino también por lo que ocurrirá en los años venideros. Algunos abuelos quizás se inquieten por su tercera generación. En realidad, piden prestada la inquietud de la futura generación y laboran en ella en el presente.
¿Saben por qué nos inquietamos por hoy y mañana? Nos inquietamos porque Dios no tiene el acceso completo en nosotros. Aún tenemos un “rincón” en nuestro ser dedicado a otras cosas y dicho rincón nos da problemas. Sin embargo, si damos todos los cuartos de nuestro corazón a Dios, no nos inquietaremos ni estaremos confusos pase lo que pase. Si en nuestro corazón no damos ningún lugar a cosa o persona que no sea Dios, El siempre será nuestro disfrute, satisfacción y reposo. Las circunstancias pueden cambiar, pero El permanece igual.
Nos es muy difícil dar a Dios todo nuestro ser porque somos seres caídos y poseemos la naturaleza caída. Las mismísimas células y fibras de nuestro cuerpo físico, incluyendo nuestra mente, voluntad y parte emotiva, cayeron y se apartaron de Dios del disfrute y reposo en Dios. Hemos caído en muchas cosas que no son Dios. Todas las cosas, sean buenas o malas, que no sean Dios mismo pueden ser una fuente de inquietud. El disfrute, la satisfacción y el reposo sólo se encuentran en Dios. No importa cuán buena pueda ser una cosa, no puede ser nuestro disfrute, satisfacción y reposo.
La vida de jubileo, que es, la vida que se lleva en el jubileo, es una vida en que se vive a Dios. Cuando algunos oigan esto, tal vez digan: “¿No es ésta una vida victoriosa? ¿No es ésta una vida santa, una vida en el Espíritu?” Ciertamente la vida de jubileo es una vida victoriosa y santa, y también una que se lleva en el Espíritu. Pero aunque hemos escuchado muchos mensajes en cuanto al hecho de llevar una vida en el Espíritu, todavía no vivimos mucho en el jubileo. En cambio, laboramos, nos esforzamos por mejorarnos, laboramos estando inquietos, soñando y sufriendo. ¡Qué trabajo más duro es el de esforzarse por ser bueno! Es incluso más trabajoso el laborar estando preocupados e inquietos. También es una labor el estar soñando, tener ilusiones. Toda clase de ilusión es un sueño. Por último, se labora estando en sufrimiento. Cuando sufrimos, no podemos tener disfrute, satisfacción y reposo.
¿Cómo podemos ser liberados de toda esta labor? La única manera de ser liberados es tomar al Dios Triuno como nuestra porción. Si invocamos el nombre del Señor Jesús, el Espíritu todo-inclusivo nos proporcionará Su abundante suministro. Entonces disfrutaremos a Dios en Cristo como la buena tierra que fluye leche y miel, y tendremos disfrute, satisfacción y reposo. Todos nosotros necesitamos este jubileo.
El Evangelio de Lucas nos conduce y nos introduce en la vida de jubileo. El Salvador-Hombre nos salva del cautiverio y nos introduce en el jubileo. Nos salva y nos introduce en la libertad, el disfrute, la satisfacción y el reposo del jubileo de Dios.
Toda la enseñanza neotestamentaria en cuanto a la vida cristiana tiene que ver con el jubileo. Cuando venga el reino, todos disfrutaremos de un jubileo mayor que el que disfrutamos hoy. Entonces, en la eternidad, en la Nueva Jerusalén junto con el cielo nuevo y la tierra nueva, tendremos el mayor disfrute del jubileo. Disfrutaremos a Dios plenamente como nuestra satisfacción y reposo. Hoy en día tenemos un anticipo de este jubileo.
A lo largo del día debemos disfrutar a Dios como nuestro disfrute, satisfacción y reposo. No debemos luchar con afán, ni estar preocupados, ni soñar ni sufrir. Incluso en las situaciones más difíciles podemos todavía disfrutar de Cristo. Si damos a Dios acceso total a nuestro ser y le disfrutamos, ni siquiera consideraríamos el martirio como sufrimiento. En vez de estar en una situación donde luchamos con afán, nos inquietamos, soñamos o sufrimos, tendremos al Dios Triuno todo-inclusivo y procesado como nuestro disfrute, satisfacción y reposo. La gracia de Cristo, al amor de Dios y la comunión del Espíritu serán nuestros. Este es el disfrute del jubileo.