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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 72

LA RESURRECCION DEL SALVADOR-HOMBRE

(3)

  Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; Jn. 14:16-20; 12:24b; 1 P. 1:3; Ef. 1:20-23

  En los dos mensajes anteriores abarcamos el aspecto objetivo de la resurrección del Salvador-Hombre. En este mensaje entramos en el aspecto subjetivo de Su resurrección.

EL SALVADOR-HOMBRE SE TRANSFIGURA EN ESPIRITU VIVIFICANTE PARA ENTRAR EN SUS CREYENTES

  El primer punto relacionado con el aspecto subjetivo de la resurrección del Salvador-Hombre consiste en que se transfiguró en Espíritu vivificante para entrar en Sus creyentes (1 Co. 15:45; Jn. 14:16-20). La resurrección de Cristo, o sea, Su transfiguración, es un asunto difícil de explicar, ya que incluye a la Trinidad Divina.

La enseñanza errónea en cuanto al Dios Triuno

  Dios es triuno. La enseñanza tradicional en cuanto a la Trinidad ha dado la impresión de que el Padre, el Hijo y el Espíritu —los tres de la Deidad divina— están separados. Según este entendimiento, cuando el Hijo vino a la tierra, el Padre se quedó en el trono que está en los cielos. Sin embargo, del Evangelio de Juan sabemos que cuando el Hijo estaba a punto de morir, dijo a Sus discípulos que El rogaría al Padre que envíase el Espíritu, quien vino en el día de Pentecostés. No obstante, algunos piensan que cuando el Espíritu vino en ese día, el Hijo se quedó con el Padre en el trono. Por lo tanto, según esta enseñanza muy superficial e incorrecta, cuando el Hijo vino como hombre, dejó al Padre en el trono, vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, murió, resucitó y ascendió a los cielos. Después de esto, el Padre envió al Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y cuando el Espíritu vino, dejó al Padre y al Hijo en los cielos. Esta clase de enseñanza da una idea incorrecta acerca del Dios Triuno.

El Hijo viene con el Padre

  El Nuevo Testamento revela que el Hijo vino con el Padre. Al respecto, Juan 8:29 dice: “Porque el que me envió, conmigo está; El no me ha dejado solo”. Cuando el Hijo estaba en la tierra, no estaba solo, ya que el Padre siempre estaba con El: “Mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Jn. 16:32). Incluso el Señor dijo a Sus discípulos que El estaba en el Padre, y el Padre estaba en El: “Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí” (Jn. 14:11a). El hecho de que el Hijo está en el Padre y el Padre en el Hijo muestra que éste es un asunto de coinherencia, y esta palabra la necesitamos para expresar la verdad profunda en cuanto al Dios Triuno revelada en las Escrituras.

  Dado que el Hijo vino con el Padre, y el Padre estaba en el Hijo, es incorrecto decir que cuando el Hijo vino a la tierra dejó al Padre en el trono que está en los cielos. De hecho, es una herejía enseñar que el Hijo vino sin el Padre. En el Evangelio de Juan vemos que el Hijo fue enviado “de” y “con” el Padre, o sea, no sólo vino del Padre sino también con El. En Juan 6:46 el Señor Jesús dijo: “No que alguno haya visto al Padre, sino Aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre”. La preposición griega traducida de en este versículo es pará, y significa “al lado de”, dando el sentido de “de” y “con”. El Señor Jesús no sólo viene de el Padre, sino que también está con el Padre. Vemos el mismo pensamiento en Juan 7:29; 16:27 y 17:8. Puesto que el Hijo fue enviado del Padre y con El, el Padre vino cuando el Hijo vino. Además, cuando el Hijo estaba en la tierra, el Padre no sólo estaba con El, sino también en El, al igual que el Hijo también estaba en el Padre.

El Hijo y el Espíritu

  Además, el Espíritu Santo participó en la concepción del Señor Jesús. Por lo tanto, el nacimiento del Cristo provino directamente del Espíritu Santo, ya que Su madre, María, estaba “encinta por obra del Espíritu Santo”, porque lo engendrado en ella era del Espíritu Santo (Mt. 1:18, 20). Luego, cuando el Salvador-Hombre salió a ejercer Su ministerio, a los treinta años de edad, el Espíritu descendió sobre El (Lc. 3:22). El Señor, en Su ministerio, predicó el evangelio por medio del Espíritu. En Lucas 4:18 se dice que El leyó el libro de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres...” La predicación del Hijo era la obra del Espíritu. El Hijo no hizo nada por Sí mismo. Incluso El echó fuera demonios por el Espíritu de Dios (Mt. 12:28).

No son separados, sino coinherentes

  Si conjugamos todos estos versículos en cuanto al Hijo, al Padre y al Espíritu, vemos que cuando Jesucristo estaba en la tierra, El era el Dios Triuno. No sólo el Hijo estaba allí, sino también el Padre y el Espíritu. Por consiguiente, El es la corporificación de la Deidad (Col. 2:9). Así que, debemos abandonar la idea de que el Hijo vino a la tierra solo, dejando al Padre y al Espíritu en los cielos. Lo que enseñamos en cuanto al Padre, al Hijo y al Espíritu se basa en la palabra pura de la Biblia y ésta es irrefutable.

  En Juan 14:8 Felipe, quien nos representa, dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta”. El Señor, sorprendido por tal petición, dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras” (vs. 9-10). Aquí es posible que el Señor dijera: “¿Por qué me pides que te muestre al Padre? ¿No sabes que cuando me ves, ves al Padre? Ves al Padre cuando me ves a Mí porque estoy en El y El está en Mí. ¿Piensas que el Padre y Yo estamos separados, o que el Padre está lejos de Mí? Esto es un concepto erróneo. Puesto que estoy en El, y El está en Mí, dondequiera que Yo esté, ahí también estará el Padre”.

  Lo que el Señor respondió hizo callar a Felipe y le dio la oportunidad de decir algo más. En Juan 14:16-17 El añadió: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. Cuando el Señor dijo esto, El estaba con los discípulos, pero aún no estaba en ellos. Parecía decirles: “Ahora estoy entre vosotros y con vosotros. Pero el Dios Triuno desea entrar en vosotros. No es suficiente que Yo esté con vosotros, sino que necesito estar en vosotros”. Por lo tanto, dijo que rogaría al Padre que les dieran otro Consolador, el Espíritu de realidad, quien estaría en ellos.

  Al llegar a este punto algunos tal vez digan: “¿No nos has dicho que el Hijo está en el Padre, y el Padre está en el Hijo, y que no se les pueden separar? Pero en Juan 14:16 el Hijo rogó al Padre que les diera otro Consolador. ¿No es esto un indicio de que el Hijo y el Padre están separados?” Ciertamente no, esto no indica que el Hijo y el Padre están separados. Ya hemos visto que el Señor mismo dijo que El está en el Padre, y que el Padre está en El. Este es un asunto de coinherencia. Por lo tanto, lo que vemos cuando el Hijo ruega al Padre, no es separación sino coinherencia.

Otro Consolador, el Espíritu de realidad

  Es significativo que en Juan 14:16 el Señor habla de otro Consolador. La palabra otro indica que el Señor, quien habla, es un Consolador. Si El no lo fuera, entonces no habría dicho que rogaría al Padre que enviase “otro” Consolador. Si leemos cuidadosamente los versículos del 16 al 20, veremos que el segundo Consolador es en realidad el primer Consolador como Espíritu. En el versículo 17 el Señor dice que el Espíritu de realidad estará en los discípulos. Pero luego, en el versículo 18 El añade: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. “El” [el sujeto de permanece], quien es el Espíritu de realidad mencionado en el versículo 17, llega a ser el “Yo” [el sujeto de dejaré], quien es el Señor mismo en el versículo 18. Esto indica que, después de la resurrección, el Señor se hizo el Espíritu de realidad, lo cual confirma 1 Corintios 15:45. Además, el Señor mencionó al otro Consolador en el versículo 16 y luego, en el versículo 20 dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Aquí el Señor revela una vez más que El mismo como Espíritu, estará en los discípulos.

  Si nosotros hubiéramos estado presente cuando el Señor dijo esto, quizás habríamos discutido con El y le habríamos dicho: “Señor, no entendemos lo que estás diciendo. Acabas de decir que rogarás al Padre que envíe otro Consolador, el Espíritu de realidad, quien estará en nosotros. ¿Por qué dices ahora que Tú estarás en nosotros?” Si algunos de los que estuvieron presentes hubieran intentado discutir con El de esta forma, es posible que le hubiera dicho: “Debéis entender que el Consolador a quien Yo llamé el otro Consolador en realidad soy Yo mismo en la resurrección. Os he dicho que Yo estoy en el Padre y El está en Mí. Lo mismo sucede conmigo y el Espíritu. El Espíritu está en Mí, y Yo estoy en el Espíritu. Cuando vengo, el Padre viene, y cuando el Espíritu viene, Yo vengo”.

El Dios que es tres-uno

  El Padre, el Hijo y el Espíritu son un solo Dios, o sea, el Dios Triuno. La palabra triuno significa tres-uno. Por consiguiente, El es el Dios que es tres-uno. Porque El es triuno, el que es tres-uno, no debemos pensar que el Padre, el Hijo y el Espíritu son separables. Debemos recordar siempre que los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son uno solo. No obstante, aunque Ellos son uno solo, también son tres al mismo tiempo.

La máxima consumación del Dios Triuno

  En la resurrección de Cristo, el Espíritu vino como la máxima consumación del Dios Triuno. Cuando el Hijo se encarnó, El vino con el Padre y por el Espíritu. Después de encarnarse, el Hijo tomó un paso adicional al pasar por la muerte y al entrar en la resurrección. Este proceso lo llamamos la transfiguración del Salvador-Hombre. Al pasar por dicho proceso, el Hijo que en la encarnación vino con el Padre y por medio del Espíritu, se hizo el Espíritu, quien es la máxima consumación del Dios Triuno. No debemos pensar que el Espíritu vino solo, dejando al Hijo y al Padre en el trono que está en los cielos. Con certeza no fue así, cuando el Espíritu vino, lo hizo como la consumación del Dios Triuno, lo cual quiere decir que cuando vino, el Hijo y el Padre también vinieron con El. Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— vinieron juntos como el Espíritu.

Los elementos que se introdujeron en el Espíritu vivificante mediante la transfiguración del Salvador-Hombre

  Además, cuando Dios vino por medio de la encarnación, se le agregó algo: el elemento humano. Antes de la encarnación, el Hijo de Dios sólo era divino, o sea, no poseía la naturaleza humana. Pero cuando se encarnó, se le agregó el elemento humano. De esta manera llegó a ser el Dios-hombre, una persona que es tanto divino como humano.

  Este Dios-hombre llevó la vida humana en la tierra por treinta y tres años y medio. Luego, fue a la cruz y llevó a cabo una muerte todo-inclusiva. Vimos que el Salvador-Hombre murió con un estatus séptuplo. Su muerte era la muerte del Cordero de Dios, de la serpiente, de un grano de trigo, del postrer Adán, del Primogénito de toda creación, de un hombre en semejanza de carne de pecado y el Pacificador. Debido a los siete aspectos que caracterizaban al Señor en Su muerte, ésta era una muerte todo-inclusiva.

  Después de que el Dios-hombre pasó por Su muerte todo-inclusiva, El entró en la resurrección. Su resurrección resultó en su transfiguración: se transfiguró en Espíritu vivificante para entrar en Sus creyentes. Esta transfiguración incluye varios elementos —la humanidad, la vida humana y la muerte todo-inclusiva de Cristo— los cuales fueron introducidos en el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, que se hizo la máxima consumación del Dios Triuno. Asimismo se le añadió a Dios el elemento humano en la encarnación, la resurrección del Salvador-Hombre introdujo el mismo elemento en el Espíritu vivificante.

  Algunos tal vez argumenten diciendo que a Dios no se le debe agregar nada. Pero yo les pido que miren lo que el Nuevo Testamento describe. Cuando Dios se hizo hombre, ¿no se le agregó la humanidad? La encarnación era un proceso en el cual Dios fue introducido en la humanidad y está le fue agregada. De igual manera, la resurrección, la transfiguración del Salvador-Hombre, era también un proceso en el cual se introdujo en el Espíritu vivificante, quien es la consumación máxima del Dios Triuno, los elementos de la humanidad, la vida humana, y la muerte todo-inclusiva del Dios-hombre junto con Sus siete estatus.

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