Mensaje 74
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Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; Jn. 14:16-20; 12:24b; 1 P. 1:3; Ef. 1:20-23
En este mensaje examinaremos más el aspecto subjetivo de la resurrección del Salvador-Hombre. Vimos que cuando resucitó, se transfiguró en Espíritu vivificante para entrar en Sus creyentes (1 Co. 15:45; Jn. 14:16-20). Ahora veremos que Su resurrección también tiene que ver con la germinación y la propagación.
En Juan 12:24 el Señor Jesús dice que si un grano de trigo cae en la tierra y muere, lleva mucho fruto. Esto es germinar mediante la resurrección. Al respecto, Pedro dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia nos ha regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (1 P. 1:3). Cuando Cristo resucitó, nosotros Sus creyentes estábamos incluidos en El. Resucitamos con El (Ef. 2:6); por lo tanto, en Su resurrección, El nos impartió la vida divina y nos hizo igual a El en vida y en naturaleza.
En el mensaje anterior indicamos que todos los seres humanos caídos se están muriendo. Una persona comienza a morir desde el momento que nace. Aunque podemos decir que la gente va muriéndose, la Biblia revela que los pecadores están ya muertos. Efesios 2:1 y 5 dicen que nosotros los pecadores estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, en Colosenses 2:13 también dice que estábamos muertos en delitos. En estos versículos Dios parece decir: “Es posible que vosotros penséis que los seres humanos están vivos. Vosotros estáis equivocados, ya que los seres humanos caídos no están vivos, sino muertos”.
En Juan 5:25 vemos que cuando predicamos el evangelio, en realidad estamos predicando a los que están muertos espiritualmente: “De cierto, de cierto, os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán”. Aquí vemos un aspecto positivo, los que están muertos espiritualmente aún tienen oídos para oír la voz del Hijo de Dios. Esto significa que los muertos en espíritu aún pueden oír el evangelio. Por un lado, la Biblia nos dice que los seres humanos caídos están muertos; por otro, también nos dice que los que están muertos espiritualmente pueden oír el evangelio. El hecho de que los muertos tengan oídos para oír el evangelio es la misericordia y soberanía de Dios.
Cuando un individuo que está muerto espiritualmente oye el evangelio, es posible que diga: “Yo creo en Jesús, yo le amo”. Así cuando él invoca el nombre del Señor Jesús, se le imparte la vida divina, y se le hace germinar para ser una nueva creación.
Antes de que se nos hiciera germinar mediante la resurrección del Salvador-Hombre, éramos la vieja creación. Pero en el instante que se nos hizo germinar, comenzamos a ser la nueva creación. La vieja creación no tiene la vida y la naturaleza divinas, pero la nueva creación, compuesta por los creyentes que nacieron de Dios (Jn. 1:13; 3:15; 2 P. 1:4), sí las tiene. Por lo tanto, somos la nueva creación (2 Co. 5:17; Gá. 6:15), no según la vieja naturaleza de la carne, sino según la nueva naturaleza de la vida divina.
Cuando se hace germinar la vieja creación con la vida divina, la vieja llega a ser la nueva. Los creyentes de Cristo, a quienes se nos hizo germinar mediante Su resurrección, somos la nueva creación. La vieja creación carece de Dios, pero la nueva comienza al entrar Dios en nosotros por medio de la germinación. ¡Alabado sea el Señor que se nos hizo germinar! Dicha germinación es la impartición de vida divina en los creyentes. Fuimos regenerados cuando se nos impartió dicha vida. Por lo tanto, la germinación consiste en que se imparte la vida divina en los creyentes para regenerarlos. El segundo punto relacionado con el aspecto subjetivo de la resurrección del Salvador-Hombre consiste en que El hace germinar la nueva creación para impartir la vida divina en los creyentes para regenerarles.
Quizás no entendimos lo que nos sucedió cuando fuimos regenerados. Ahora vemos que cuando fuimos regenerados, se nos hizo germinar. Podemos decir que esta germinación equivale a una inyección divina. La vida divina fue “inyectada” en nosotros en el momento que creímos en Cristo y fuimos regenerados, y dicha inyección era nuestra germinación. ¡Aleluya que se nos ha inyectado, infundido en nuestro ser la vida divina! Con dicha infusión, nacimos de nuevo, o sea, fuimos regenerados.
Cuando el Salvador-Hombre resucitó también se propagó para producir la iglesia, la cual es Su reproducción. El Salvador-Hombre, mediante Su resurrección, pudo multiplicarse y así, propagarse.
Para ver cómo se propaga el Señor mediante la resurrección considere un grano de trigo que cae en la tierra y muere. Después de que el grano cae en la tierra y muere, crece y se convierte en muchos granos. Los muchos granos son la multiplicación de un grano, la cual equivale a la propagación del grano de trigo.
Conforme a Juan 12:24, el Señor Jesús es el grano de trigo que cayó en la tierra y murió para multiplicarse. Por medio de Su muerte y de Su resurrección, el Señor Jesús, sin duda se multiplicó y se propagó. La finalidad de esta propagación es para que El se reproduzca, y la reproducción de Cristo es la iglesia. Por lo tanto, cuando el Señor resucitó se propagó para producir la iglesia, la cual es Su reproducción.
Si estudiamos detenidamente Efesios 1:20-23, veremos que estos versículos revelan que Cristo al propagarse produce la iglesia, la cual es Su reproducción. Efesios 1:20 y 21 dicen: “Que hizo operar en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a Su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”. El pronombre relativo que al principio del versículo 20 se refiere a la “supereminente grandeza de Su poder” mencionado en el versículo 19. Primero, el gran poder que Dios hizo operar en Cristo le resucitó de entre los muertos. Este poder ha vencido la muerte, la tumba, y el Hades, donde están retenidos los muertos. Debido al poder de la resurrección de Dios, la muerte y el Hades no pudieron retener a Cristo (Hch. 2:24).
Segundo lugar, el poder que Dios hizo operar en Cristo sentó a Cristo a Su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo. La diestra de Dios, donde Cristo fue sentado por la supereminente grandeza del poder de Dios, es el lugar de más honra, el lugar de autoridad suprema. La palabra celestial mencionado en el versículo 20 no sólo se refiere al tercer cielo, la cumbre del universo, donde Dios mora, sino también al estado y atmósfera de los cielos, donde Cristo fue sentado por el poder de Dios.
Según el versículo 21, Cristo fue sentado por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre. La palabra principado se refiere al cargo más elevado, autoridad a toda clase de poder oficial (Mt. 8:9), poder a la fuerza de la autoridad y señorío a la preeminencia que el poder establece. El Cristo ascendido fue sentado por el gran poder de Dios, muy por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío del universo.
Además, Cristo está sentado sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. Aquí la expresión todo nombre no sólo se refiere a los títulos de honor, sino también a todo aquello que tiene nombre. Cristo fue sentado por encima de todas cosas, no sólo las cosas en este siglo, sino también en la era venidera.
Efesios 1:22 añade: “Y sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. En tercer lugar, el gran poder que Dios hizo operar en Cristo sometió todas las cosas bajo Sus pies. El hecho de que Cristo esté por encima de todo es diferente de que todas las cosas estén sometidas bajo Sus pies. Aquello es un asunto que tiene que ver con la transcendencia de Cristo; este tiene que ver con la sujeción de todas cosas a El.
En cuarto lugar, el poder que Dios hizo operar en Cristo dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. La posición que Cristo tiene como por Cabeza sobre todas las cosas es un don que Dios le dio. Fue por medio del supereminente poder de Dios que Cristo fue hecho Cabeza sobre todas las cosas del universo. Fue como hombre, en Su humanidad con Su divinidad, que Cristo fue resucitado de los muertos, fue sentado en los lugares celestiales, recibió todas las cosas sometidas bajo Sus pies, y fue dado por Cabeza sobre todas las cosas.
En el versículo 22 tenemos una frase significativa a la iglesia. Esta frase implica una especie de transmisión. Todo lo que Cristo, la Cabeza, ha logrado y obtenido es transmitido a la iglesia, Su Cuerpo. En esta transmisión, la iglesia participa de todos los logros de Cristo: Su resurrección de entre los muertos, el ser sentado en Su transcendencia, la sujeción de todas las cosas bajo Sus pies y el ser Cabeza sobre todas las cosas.
En Efesios 1:20-22 vemos cuatro asuntos relacionados con la producción de la iglesia: resucitar a Cristo de entre los muertos, sentarle en Su transcendencia, someter todas las cosas bajo Sus pies, y darle por Cabeza sobre todas las cosas. El resultado, el producto de estos cuatros asuntos es la iglesia, como lo indica la frase a la iglesia mencionada en el versículo 22.
Hoy los cristianos frecuentemente hablan de la iglesia de una manera muy elemental, incluso de una manera infantil. Muy pocos creyentes han visto que la iglesia surge de lo que el gran poder de Dios ha hecho en Cristo y con Cristo. El poder de Dios lo resucitó de entre los muertos. Luego, este gran poder lo sentó en Su transcendencia, al someter todas las cosas bajo Sus pies y darle por Cabeza sobre todas las cosas, lo cual resultó y produjo la iglesia. Esto quiere decir que la iglesia es el producto del proceso que envuelve el hecho de que se resucitó a Cristo, se le sentó, se sometió todas las cosas bajo Sus pies y se le dio por Cabeza sobre todas las cosas.
Algunos cristianos, con un conocimiento superficial en cuanto a la iglesia, hablan de ella como si fuera un edificio físico con un tejado empinado y una torre. Sin embargo, según el Nuevo Testamento, la iglesia que Dios reconoce es el producto de estos cuatro eventos relacionados con Cristo. Tal como hemos recalcado, estos cuatros eventos tiene que ver con el hecho de resucitar a Cristo, sentarle en Su transcendencia, someter todas las cosas bajo Sus pies y hacerle Cabeza sobre todas las cosas. La iglesia es el producto de estos cuatro eventos, lo cual comienza con la resurrección del Salvador-Hombre, ya que dicho proceso comienza con ésta, Su resurrección tiene como fin producir la iglesia, la cual es Su reproducción.
Los puntos que hemos abarcado en este mensaje tienen que ver con las verdades profundas de la Biblia. Espero que todos los santos, especialmente los jóvenes, no se queden en la superficialidad que es común entre los cristianos de hoy. Todos los santos necesitan entrar en las verdades profundas que hay en la Biblia.
Hoy el Salvador-Hombre, en Su resurrección, es el Espíritu vivificante que nos hace el pueblo escogido de Dios, Su reproducción. Esta reproducción es la iglesia, Su Cuerpo, para que lo exprese como Su plenitud. Esta es el producto final de la resurrección de Cristo. Efesios 1:22 y 23 hablan de “la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. El Cuerpo de Cristo no es una organización sino un organismo constituido de todos los creyentes regenerados, para la expresión y las actividades de la Cabeza. El Cuerpo de Cristo es Su plenitud, la cual resulta del disfrute de las riquezas de Cristo (Ef. 3:8). Por medio del disfrute de las riquezas de Cristo, llegamos a ser Su plenitud y lo expresamos. Cristo, quien es el Dios infinito que no tiene ninguna limitación, es tan grande que todo lo llena en todo. Un Cristo tan grandioso necesita la iglesia como Su plenitud para que lo exprese completamente.
Hemos examinado tres puntos relacionados con el aspecto subjetivo de la resurrección del Salvador-Hombre. Cuando El resucitó se transfiguró en Espíritu vivificante para entrar en Sus creyentes, haciendo germinar la nueva creación para impartir en ellos a vida divina con el fin de regenerarles, y se propagó para producir la iglesia, la cual es Su reproducción. El punto crucial aquí consiste en que Cristo se hizo el Espíritu vivificante en la resurrección. Sin embargo, algunos maestros de la Biblia se oponen a esta verdad, diciendo que el Espíritu vivificante mencionado en 1 Co. 15:45 no es el Espíritu Santo. Los que niegan que el Espíritu vivificante en dicho versículo es el Espíritu Santo, o sea, el Espíritu que da vida, distorsionan la Palabra de Dios. Pablo no dice simplemente el “postrer Adán fue hecho Espíritu”. Al contrario, dice: “el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante”. El Espíritu que da vida, la vida divina, debe ser el Espíritu de Dios. Respecto a esto, los que carecen de luz hasta critican lo que la Biblia enseña. ¡Qué condición más deplorable!
Debemos testificar que, conforme a las Escrituras, Cristo es el Espíritu vivificante en resurrección. El Señor nos exhortó y nos dio la responsabilidad de proclamar esto. Cuanto más otros se opongan a ello, más proclamaremos la verdad de que Cristo es el Espíritu vivificante. ¡Alabado sea el Señor por Su transfiguración, germinación y propagación para producir la iglesia, la cual es Su reproducción! Ahora El es el Espíritu vivificante y nosotros somos Su reproducción.