Mensaje 77
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Lectura bíblica: He. 2:9; 12:2; Hch. 2:36.
En el mensaje anterior vimos que cuando el Salvador-Hombre ascendió fue investido de Su cargo celestial, habiendo pasado por la creación, la encarnación, la vida humana, la crucifixión y la resurrección. El recibió Su investidura en calidad de Dios y de hombre, de Creador y de una criatura, de Redentor, de Salvador y del Espíritu vivificante para ejecutar la administración de Dios y llevar a cabo Su economía neotestamentaria. Al estudiar el aspecto objetivo de la ascensión de Cristo, vimos que cuando ascendió fue coronado de gloria y de honra (He. 2:9), fue entronizado para ejecutar la administración de Dios (He. 12:2), y fue hecho el Señor que ha de poseer todo y el Cristo que ha de llevar a cabo la comisión de Dios (Hch. 2:36).
Al oír algunos acerca del aspecto objetivo de la ascensión de Cristo, tal vez digan: “Ciertamente, cuando el Salvador-Hombre ascendió se le confirió Su cargo celestial. Esto es maravilloso, pero me parece algo demasiado elevado y muy alejado de mí; ¿qué tiene esto que ver conmigo?” Al responder a tal pregunta tenemos que entender que el Cristo que está en resurrección, o sea, el Cristo pneumático, vive en nosotros. Según Juan 20:22, Cristo, en Su resurrección, volvió a los discípulos para infundirse en ellos, mientras que conforme a Marcos 16, Lucas 24 y Hechos 1, el Señor ascendió a los cielos para realizar algo más. Si Su relación con nosotros terminase al infundirse en nosotros, le sería difícil obrar y llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios. Después de infundirse en los discípulos, fue necesario que se le invistiera de Su cargo celestial.
Podemos usar como ejemplo la elección y la investidura del presidente de los Estados Unidos. El presidente no comienza a desempeñar su cargo de presidente inmediatamente después de haber sido elegido; el tiene que esperar hasta el día de toma de posesión, el día en que se le inviste de su cargo. Entonces podrá comenzar a llevar a cabo su administración como presidente. De la misma manera, después de que el Salvador-Hombre resucitó, todavía necesitaba ser investido de Su cargo celestial en Su ascensión. Después de que el Señor se infundió en los discípulos, estos estuvieron tranquilos por cincuenta días. Pero después de que el Señor ascendió a los cielos y fue investido de Su cargo, muchos eventos empezaron a ocurrir, comenzando en el día de Pentecostés.
Tenemos que conocer el significado de la ascensión del Salvador-Hombre, pues además de resucitar, también ascendió. Hoy el Cristo que vive en nosotros y obra por medio de nosotros, no sólo está en resurrección, sino también en ascensión. En resurrección El está lleno de vida y poder, pero aún necesita la autoridad en ascensión. Después de Su ascensión, el Señor no sólo tiene vida y poder en resurrección, sino también autoridad en ascensión.
Sin una investidura apropiada, un oficial de gobierno no tiene autoridad, pues ésta se le otorga a uno con la investidura. Una vez que alguien haya sido investido de un cargo, él tiene la autoridad del mismo. Nosotros los creyentes debemos ver que Aquel que vive en nosotros no sólo tiene vida y poder en resurrección, sino también la autoridad en ascensión. El propio Cristo que está en resurrección y en ascensión vive y mora en nosotros. El vive en nosotros como vida y mora en nosotros como autoridad. Por lo tanto, ahora somos uno con este Cristo en Su resurrección así como en Su ascensión. Como resultado, tenemos vida y poder en resurrección, y también autoridad en ascensión.
Es posible que no apreciemos mucho lo revelado en las Escrituras en cuanto a la resurrección y la ascensión del Salvador-Hombre. Recientemente, cuando estaba en la presencia del Señor, me di cuenta de que todos necesitamos la misericordia del Señor. Es posible que nunca hemos visto las profundidades de las verdades reveladas en la Biblia, y que la leemos de una manera muy superficial. No nos sumergimos en ella para ver lo que hay en las profundidades. Por ejemplo, apreciamos lo que el Señor dice en Mateo 11:28: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Cuando leemos este versículo, es probable que digamos: “Gracias Señor, yo laboro y estoy cargado. Señor vengo a Ti pidiendo que me des descanso”. Incluso podemos entender de una manera superficial el versículo en Juan 3:16, donde el Señor dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. Al leerlo, es posible que sólo nos fijamos en el hecho de que Dios ama al mundo y no estudiemos lo que significa creer. Es posible que no examinemos qué es la vida eterna, o qué es lo que significa tenerla. Tal vez no sepamos que, en realidad, la vida eterna es el Dios Triuno. Por lo tanto, tener vida eterna equivale a disfrutar al Dios Triuno así como participar de El y experimentarlo. No obstante, es posible que entendamos muy poco esta verdad.
Leer la Biblia de una manera superficial se puede comparar con patinar sobre el hielo que cubre un lago profundo: el patinador no rompe el hielo para ver lo que hay debajo de la superficie. Cuando leemos la Biblia, es posible que “patinemos” sobre el “hielo”, o sea, sobre la superficie; de la Palabra. No quebramos la superficie; no nos sumergimos en las profundidades para ver lo que se revela allí.
Debido a que muchos creyentes leen la Biblia superficialmente, muy pocos tienen un buen entendimiento de la resurrección, de la ascensión y del descenso del Espíritu. Por lo tanto, sentimos que todos debemos ver que el Cristo que vive y obra en nosotros es Aquel que está en resurrección con vida y poder y también en ascensión con autoridad. Aquel que resucitó y ascendió vive, obra y actúa en nosotros.
Nos debe impresionar el hecho de que la relación que el Señor tiene con nosotros no termina en Su resurrección, sino que sigue adelante a Su ascensión. Muchas cosas ocurrieron como resultado de Su ascensión. Dijimos que El, quien es Dios, el hombre, el Creador, una criatura, el Redentor, el Salvador y el Espíritu vivificante, fue coronado y entronizado. El fue investido de Su cargo celestial para administrar el universo y ejecutar la economía neotestamentaria de Dios. Esta administración y ejecución no sólo se llevan a cabo con vida y poder, sino también con autoridad. El está ahora en nosotros tanto en Su resurrección como en Su ascensión. Todos debemos conocerle de esta manera.
Si poseemos este entendimiento del Salvador-Hombre cuando tenemos contacto con El, nuestro contacto con El será diferente. Nuestro entendimiento afecta mucho el contacto que tenemos con El. La manera en que nos relacionamos con la gente puede servirnos de ejemplo. Si usted no conoce la condición y las competencias de un individuo, esto afectará la manera en que usted se relaciona con él. Por ejemplo, si usted no sabe que cierto hombre es el director de un colegio, y piensa que es el portero, sin duda, esto afectará la manera en que se relaciona con él. Pero si usted sabe que él es el director, la manera en que se relaciona con él será diferente. Conocer la condición, las competencias, la posición y el cargo de la gente siempre afecta cómo nos relacionamos con otros. De la misma manera, si conocemos la posición y el cargo del Salvador-Hombre, esto afectará la manera en que tenemos contacto con El.
Hoy muchos creyentes oran al Señor y tienen contacto con El de manera inadecuada. No aprecian mucho Su rango, Su posición ni Sus competencias. Saben muy poco del proceso del cual El pasó para ser investido de Su cargo celestial.
Antes de que el Salvador-Hombre fuese investido de Su cargo celestial en Su ascensión, El pasó por el proceso de la creación, la encarnación, la vida humana, la crucifixión y la resurrección. La creación llegó a existir por medio de El. Al respecto, Juan 1:3 dice: “Todas las cosas por medio de El llegaron a existir, y sin El nada de cuanto existe ha llegado a la existencia”. Además, Colosenses 1:16 dice: “Porque en El fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean señoríos, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de El y para El”. Cristo también pasó por la encarnación: El como Verbo, el cual es Dios, se hizo carne (Jn. 1:1, 14). Mediante la encarnación, El introdujo al Dios Creador en Su criatura, o sea, en la humanidad. El llevó una vida humana en la tierra por treinta y tres años y medio, y nosotros tenemos que conocerle con respecto a esta vida. Finalmente, El fue a la cruz donde entró en la muerte y luego recorrió la región de la muerte. Seguido a esto, en Su resurrección, El venció la muerte y la anuló (2 Ti. 1:10). Puesto que la muerte no pudo retenerle (Hch. 2:24), El salió de ella y entró en resurrección. Después de Su maravillosa resurrección y en ella El ascendió al lugar más elevado del universo, a los cielos.
El Salvador-Hombre, en Su ascensión, fue coronado de gloria y de honra. También fue entronizado para ser el Administrador del universo. Además, en Su ascensión fue hecho el Señor que ha de poseer todo y el Cristo que lleva a cabo el plan eterno de Dios de propagarse en la tierra y así producir un Cuerpo que le corresponda y le exprese. Ahora cuando tenemos contacto con El, debemos hacerlo conforme a quien El es, o sea, tenemos que conocer Su rango, Su posición y Su cargo.
Damos gracias al Señor que ya no estamos “patinando” en la superficie de la Palabra. En Su misericordia El quebrantó el “hielo” y abrió las profundidades de las Escrituras para demostrarnos todos estos tesoros.
Recientemente, oí que algunos cristianos expresaron su aprecio por la manera en que exponemos la Biblia. Pero a algunos de ellos no les gusta que usemos expresiones nuevas, las cuales generalmente no se usan en la enseñanza de las verdades de la Biblia. Admito que en los pasados treinta años hemos introducido bastantes palabras y expresiones nuevas con el fin de trasmitir las verdades escondidas profundamente en la Palabra de Dios. Sin embargo, no hemos inventado ninguna enseñanza; al contrario, simplemente hemos descubierto lo que la Biblia revela. No podemos mejorar las verdades divinas y no debemos intentar cambiarlas. Pero, por la gracia del Señor, podemos mejorar o acomodar los descubrimientos de las verdades profundas trasmitidas en la Palabra santa y debemos hacerlo.
Las verdades que descubrimos en la Palabra frecuentemente necesitan nuevos términos para describirlas, lo cual es algo muy común, ya que ésta es la situación de la cultura del hombre. Para definir nuevos descubrimientos, siempre se necesitan términos y expresiones nuevos. Por ejemplo, ¿hace unos siglos teníamos palabras como ¿“computadoras”, “vitaminas” y “rayos X”? Claro que no teníamos estos términos porque tales cosas no había sido descubiertas aún. Pero tan pronto que haya un descubrimiento, se necesita una expresión o un término para designarlo. El mismo principio aplica al uso de los términos y las expresiones nuevos cuando intentamos trasmitir las verdades que hay en la Biblia. El “Dios Triuno” y la “Trinidad” eran expresiones nuevas que los primeros maestros de las verdades bíblicas utilizaron para definir la Deidad triuna. Así que, algunos aspectos profundos de la verdad en cuanto a la economía neotestamentaria de Dios, la cual el Señor nos ha demostrado en los años recientes, requieren nuevas expresiones.
Usemos, por ejemplo, la palabra “economía”. Es improbable que esta palabra haya sido usado con frecuencia en los escritos cristianos en los últimos veinte o veinticinco años. En vez de usar la palabra “economía”, muchos maestros usaron la palabra “dispensación”, la cual ha causado mucha confusión. ¿Qué es la dispensación? Algunos piensan que se refiere a un período de tiempo. En realidad, según la Biblia, el significado verdadero, genuino y básico de la palabra “dispensación” es “economía”, a saber: la administración doméstica de Dios, la cual consiste en que El se forje en Sus hijos. La economía de Dios consiste en que el Dios Triuno se imparta a Sí mismo en el hombre tripartito. El hecho de que usemos la expresión “la economía de Dios” indica que el recobro del Señor avanza. En el avance del recobro del Señor, necesitamos usar ciertos términos y expresiones para trasmitir la verdad.
Alabamos al Señor por lo que El nos ha mostrado en la Palabra en cuanto a la ascensión del Salvador-Hombre. Cuanto más estudiemos Su ascensión, más estaremos en los cielos, ya que estamos en Su ascensión. Hoy, nuestro Cristo no sólo es el medio por el cual todas las cosas fueron creadas, Aquel que se encarnó, que vivió en la tierra, que murió en la cruz por nuestros pecados y que resucitó de entre los muertos, sino que hoy nuestro Cristo es Aquel que, después de pasar por un extenso proceso de la creación, la encarnación, la vida humana, la crucifixión y la resurrección, ascendió a lo alto y está en los cielos. En Su ascensión, El fue coronado y entronizado, fue hecho el Señor que ha de poseer todo y el Cristo que lleva a cabo la comisión de Dios a fin de que Su economía, Su plan eterno, se cumpla en la tierra entre nosotros y por medio de nosotros en esta era. ¡Qué maravillo que tengamos a tal Cristo en ascensión!