Mensaje 8
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Lectura bíblica: Lc. 3:21-22
En este mensaje seguimos con el tema de la investidura del Salvador-Hombre (3:1-22). El Salvador-Hombre, en Su investidura para Su ministerio, fue presentado por Juan el Bautista (3:1-20). Luego fue bautizado (v. 21) y ungido (v. 22). Necesitamos prestar atención especial al significado del bautismo y del ungimiento del Salvador-Hombre.
El hecho de que Juan el Bautista bautizara al Salvador-Hombre con agua indica que era incluso necesario que El fuera bautizado. El hecho de que el Señor Jesús fuera bautizado significa que se renunciaba a Sí mismo. Se dejó llevar a la muerte con el fin de poder ministrar, no según lo natural, sino según la resurrección. Por lo tanto, fue necesario que como hombre, el Señor Jesús renunciara a Sí mismo a fin de poder vivir a Dios.
Si queremos entender adecuadamente el significado del bautismo del Salvador-Hombre, tenemos que examinar más detenidamente qué es el más alto nivel de moralidad. En realidad, el más alto nivel de moralidad resulta de la unión del hombre, quien Dios creó (Gn. 1), que tiene las virtudes humanas creadas por El, y el árbol de la vida (Gn. 2), el cual representa a Dios como nuestra vida con todos Sus atributos divinos. ¿Qué es el más alto nivel de moralidad? El más alto nivel de moralidad resulta de la unión del hombre creado por Dios y el árbol de la vida.
En el hombre creado por Dios existían las virtudes humanas. Estas virtudes fueron creadas a la imagen de Dios y conforme a Su semejanza. En particular, estas virtudes concuerdan con el amor, la luz, la santidad y la justicia de Dios. Según el capítulo dos de Génesis, el hombre creado por Dios con las virtudes humanas fue puesto delante del árbol de la vida. El árbol de la vida representa a Dios como vida con Sus atributos divinos. Cuando el árbol de la vida es añadido al hombre que Dios creó, se produce cierto vivir que concuerda con el más alto nivel de moralidad.
El Señor Jesús se bautizó con el fin de poder llevar una vida humana que expresara los atributos de Dios. Si vemos esto, nos daremos cuenta de que no sólo el hombre caído debe renunciarse a sí mismo, sino que incluso el hombre creado por Dios a Su imagen debe hacerlo, a fin de poder llevar una vida que exprese a Dios. Por consiguiente, no importa qué clase de personas seamos, si queremos llevar una vida que exprese a Dios, necesitamos renunciarnos a nosotros mismos.
A pesar de que el Señor Jesús era un hombre cabal y perfecto, necesitaba renunciarse a Sí mismo para poder llevar una vida que expresara a Dios. Ser bautizados simplemente quiere decir renunciarnos a nosotros mismos, ser terminados y sepultados con el fin de vivir no por nosotros mismos sino por Dios. Si nos renunciamos a nosotros de esta manera, podemos llevar una vida humana con los atributos divinos expresados en las virtudes humanas.
El Señor Jesús era un hombre perfecto, un hombre con todas las virtudes humanas, sin embargo, todavía tenía la semejanza de carne de pecado. Por supuesto, el Señor Jesús no tenía la naturaleza del hombre caído, pero sí tenía la semejanza, o sea, la forma o apariencia del hombre caído. En Romanos 8:3 Pablo dice que Cristo vino en semejanza de carne de pecado. El no tenía la naturaleza del pecado, pero tenía la semejanza, la apariencia, la forma, de carne de pecado. Era necesario que la semejanza de carne de pecado fuera juzgada, terminada y sepultada. Esto fue el otro motivo del bautismo del Salvador-Hombre.
Cuando el Señor Jesús empezó a ejercer Su ministerio a los treinta años de edad, El era el representante de los seres humanos en dos aspectos. Por un lado, representaba al hombre creado por Dios; por otro lado, en apariencia representaba a los hombres caídos. ¿Se ha dado usted cuenta de que cuando el Señor Jesús vino a ser bautizado por Juan, representaba al hombre creado por Dios y, en apariencia externa, al hombre caído? Queremos poner énfasis en el hecho de que el Señor Jesús no tenía la verdadera naturaleza del hombre caído, pero sí tenía la apariencia de él. Por lo tanto, en la verdadera naturaleza, El representaba al hombre creado por Dios y, en apariencia, en semejanza, pero no en naturaleza, representaba también al hombre caído. En Su verdadera naturaleza humana representaba al hombre creado por Dios; en apariencia representaba al hombre que había caído.
Hemos visto que sin duda alguna, era necesario que se juzgue, se dé fin y se sepulte al hombre caído. Hemos visto también que incluso el hombre creado por Dios necesitaba renunciarse a sí mismo, a fin de llevar una vida en la cual las virtudes humanas expresaran los atributos divinos. Para esto, incluso el hombre creado por Dios, por muy bueno, completo y perfecto que sea, debe renunciarse a sí mismo. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús, como Dios-hombre, dijo en el Evangelio de Juan que no hizo nada por Sí mismo. En Juan 5:19 El dijo: “No puede el Hijo hacer nada por Sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre”. En Juan 5:30 dijo otra vez: “No puedo Yo hacer nada por Mí mismo”. En Juan 8:28 el Señor declaró: “Nada hago por Mí mismo”.
El Señor al comienzo de Su ministerio se renunció a Sí mismo mediante el bautismo para poder expresar a Dios en Su vivir humano. El era un hombre perfecto y completo, pero que no vivía por Sí mismo. Al contrario, vivía por Dios el Padre que estaba en El. Este asunto es crucial, y todos necesitamos verlo.
El primer aspecto de la investidura del Señor fue que se renunció a Sí mismo. Este principio aplica a todos nosotros en cuanto a nuestro servicio a Dios. Si queremos rendir cierto servicio determinado a Dios, necesitamos renunciarnos a nosotros mismos; es decir, necesitamos que se nos dé fin y que se nos sepulte. Nosotros como hombres creados por Dios y como hombres caídos, necesitamos que se nos dé fin. El primer aspecto de la investidura del Salvador-Hombre en Su ministerio para Dios consistió en que se renunció a Sí mismo. También necesitamos que se nos dé fin y que se nos sepulte en las aguas de la muerte.
Inmediatamente después de que el Señor Jesús fue bautizado, fue ungido por Dios: “Y descendió el Espíritu Santo sobre El en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres Mi Hijo, el Amado; en Ti me he complacido” (v. 22). Después de que Juan el Bautista hubo bautizado al Señor Jesús, Dios el Padre envió Su Espíritu Santo sobre este hombre bautizado. Por lo tanto, el Espíritu de Dios descendió sobre un hombre a quien se le dio fin y se le sepultó con el fin de investirle del ministerio viviente para Dios.
La concepción de Jesús por el Espíritu Santo en 1:35, es el aspecto esencial y se relaciona con el ser divino, la persona divina, de Jesús. La esencia del elemento divino del Espíritu Santo en la concepción de Jesús es inmutable e inamovible. Sin embargo, aquí el descenso del Espíritu Santo sobre Jesús es el aspecto económico y se relaciona con el ministerio, la obra de Jesús. El poder del Espíritu Santo para el ministerio de Jesús le puede ser quitado (4:1, 14, 18; Mt. 12:28) según la naturaleza de la necesidad. Fue en esta forma económica que Dios desamparó a Jesús y lo dejó cuando El llevaba el pecado de los pecadores, al morir por ellos en la cruz (Mt. 27:46). Antes de que el Espíritu Santo con poder descendió sobre Jesús, éste ya tenía el Espíritu Santo con esencia desde Su nacimiento. Además, mientras el Espíritu Santo con poder descendía sobre Jesús, El existía junto con el Espíritu Santo en esencia.
Al llegar a este punto, me gustaría añadir unas palabras más en cuanto a la persona y la obra del Señor Jesús. La persona del Señor es Su ser, o sea, Su existencia, y Su obra es Su ministerio, Su cargo. Por consiguiente, con el Señor Jesús existe la cuestión de Su persona y la cuestión de Su ministerio. El tenía para Su persona, el Espíritu Santo como Su esencia intrínseca desde el momento de Su concepción. Este es el Espíritu para Su ser, para Su existencia. El fue constituido del Espíritu Santo como la esencia intrínseca de Su ser cuando fue concebido en el vientre de la virgen María. Por lo tanto, El nació con el Espíritu Santo como Su esencia. En otras palabras, nació con el Espíritu esencial para Su persona, Su ser y Su existencia.
Por treinta años el Señor Jesús vivió en la tierra por medio del Espíritu Santo como la esencia intrínseca de Su persona. Después, a los treinta años de edad, apareció para obrar, para ministrar, para llevar a cabo Su cargo. El Señor Jesús necesitaba el Espíritu Santo de una manera más extensa para Su ministerio, no en el aspecto esencial sino en el aspecto económico. Después de que se bautizó, el Espíritu Santo descendió sobre El, en forma corporal, como paloma. Así el Espíritu Santo descendió económicamente sobre el Señor para que se llevara a cabo la economía de Dios mediante el ministerio del Señor.
Es muy importante que veamos estos dos aspectos del Espíritu Santo: el aspecto esencial y el aspecto económico. El aspecto esencial del Espíritu Santo se relaciona con la persona, el ser, la existencia, del Señor Jesús. El aspecto económico del Espíritu se relaciona con la obra del Señor, Su ministerio y Su cargo.
Puedo testificar que por más de cincuenta años he estado estudiando la Biblia con el propósito de comprender estos aspectos del Espíritu Santo. En 1934 me dieron la responsabilidad de redactar el boletín titulado El cristiano. Para ese boletín escribí algunos artículos sobre los dos aspectos del Espíritu Santo: el aspecto interno, que está relacionado con la vida, y el aspecto externo, que está relacionado con la obra. Sin embargo, no fue sino hasta los años recientes que vi claramente que el aspecto interno del Espíritu Santo, según el cual el Espíritu mora en uno, es un asunto del Espíritu esencial, el cual se relaciona con la esencia, es decir, la existencia, y que el aspecto externo del Espíritu Santo, el Espíritu que desciende sobre nosotros, es el Espíritu económico, el cual se relaciona con la obra, el servicio. El aspecto externo no es una cuestión de esencia para la existencia; es una cuestión de economía, relacionada con la obra y el ministerio que rendimos a Dios y con el cargo que cumplimos.
En principio, ambos aspectos del Espíritu Santo se relacionan con nosotros del mismo modo que lo hicieron con el Señor Jesús. Para El, existía el aspecto esencial para Su persona, y el aspecto económico para Su ministerio. Para nosotros, el aspecto esencial del Espíritu está relacionado con nuestra existencia como creyentes regenerados, y el aspecto externo del Espíritu está relacionado con nuestra obra cristiana.
Por muchos años no pude comprender ni explicar adecuadamente por qué el Señor Jesús, que fue concebido por el Espíritu Santo y que vivió por el Espíritu Santo treinta años, aún necesitaba que el Espíritu descendiera sobre El en el momento de Su bautismo. Cuando se bautizó, ¿no tenía ya el Espíritu en El? Ciertamente ya tenía el Espíritu internamente. Entonces ¿por qué el Espíritu descendió sobre El? Esto no indica en absoluto que existen dos Espíritus, uno que moraba en el Señor Jesús y otro que descendió sobre El. Puesto que existe un solo Espíritu (Ef. 4:4), ¿cómo pudo este Espíritu morar en el Señor Jesús y al mismo tiempo descender sobre El? La respuesta a esta pregunta se sabe al entender uno que el Espíritu tiene dos aspectos, el aspecto esencial y el aspecto económico.
Por muchos años de estudios no solamente de la Biblia, sino también de otras escrituras, hemos sido iluminados para que veamos el aspecto esencial y el aspecto económico del Espíritu Santo. Por lo tanto, podemos decir con confianza que el Espíritu que mora en uno es esencial; es una cuestión de esencia para la existencia de uno. El aspecto externo del Espíritu es económico; tiene como fin desempeñar un cargo y llevar a cabo el ministerio que efectúa la economía de Dios. El aspecto económico no tiene como que uno exista, sino que uno obre, que uno ministre. ¡Alabado sea el Señor por estos dos aspectos del Espíritu Santo!
En Lucas 3:21 y 22 vemos que el Señor Jesús como Salvador-Hombre fue investido del cargo y del ministerio en dos etapas. Estas dos etapas son el bautismo en agua y el ungimiento del Espíritu Santo. Después de que el Señor Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, Dios el Padre envió al Espíritu Santo sobre El económicamente para Su ministerio. De esta manera el Salvador-Hombre fue investido.