Mensaje 3
Lectura bíblica: Mal. 3:5-18; 4:1-6
En este mensaje consideraremos Malaquías 3:5—4:6.
Malaquías 3:5 y 6 nos habla de que Jehová se acerca a ellos para juicio. En nuestra experiencia, todas las veces que el Señor se aparece a nosotros, nos reprende. Su reprensión es Su juicio.
El versículo 5 nos dice que Jehová será testigo veloz contra los hechiceros, contra los adúlteros, contra los que juran falsamente, contra los que oprimen al jornalero, a la viuda y al huérfano, contra los que no admiten al extranjero y contra los que no temen a Jehová. La preocupación que aquí Jehová manifiesta por el extranjero indica que Jehová como Cristo es alguien muy humano y que Él no está contento cuando Su pueblo maltrata a un extranjero en lugar de ser hospitalario con él.
El versículo 6 dice que Jehová no cambia; por tanto, los hijos de Jacob no fueron consumidos.
En los versículos del 7 al 12 tenemos el consejo que Jehová les da a los hijos de Jacob.
“Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de Mis estatutos y no los habéis guardado. Volved a Mí, y Yo volveré a vosotros, dice Jehová de los ejércitos” (v. 7). Aquí Jehová instruyó a los hijos de Jacob volver a Él, de modo que Él vuelva a ellos a fin de que ellos puedan ser bendecidos por Él (vs. 10, 12). Ser bendecidos por Dios equivale a ser sanados (4:2), y ser sanados es ser hechos completos.
Mientras que Hageo aborda el tema de la pereza del pueblo de Dios al no trabajar para edificar la casa de Dios, Malaquías dice que el pueblo de Dios le roba a Él en el asunto de los diezmos y ofrendas. “¿Robará el hombre a Dios? Mas vosotros me habéis robado. Pero decís: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, pero vosotros, la nación toda, me estáis robando” (3:8-9). Aquí vemos que después de aconsejar a los hijos de Jacob que vuelvan a Él, Jehová les encargó que no robasen a Dios en los diezmos y ofrendas para que la maldición no viniese sobre ellos. Robarle a Dios es no darle lo que se le debe. Dios estableció el siguiente principio: de todo lo producido por la tierra, un décimo debía ser destinado para Él (Lv. 27:30). El décimo más excelente tiene que ser destinado para Él.
“Traed todo el diezmo al alfolí para que haya alimento en Mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición tal que no haya donde quepa” (Mal. 3:10). Aquí se nos dice que cuando el diezmo es traído al alfolí, Dios abre las ventanas de los cielos y derrama bendición tal que no haya donde quepa.
Este versículo habla del alimento en la casa de Dios. Este alimento no es para nosotros, sino para Dios. Dios tiene hambre y necesita alimento. ¿En qué consiste el alimento de Dios? El alimento de Dios, el alimento divino, son las ofrendas, especialmente el holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz. La ofrenda de paz que es disfrutada mutuamente por Dios y Su pueblo. Nosotros disfrutamos de esta ofrenda delante de Él y con Él.
En el versículo 11 Jehová procede a decir que, por causa de ellos, Él reprendería al devorador y no le permitiría destruir el fruto de la tierra, ni tampoco permitiría que la vid arroje sus frutos antes de tiempo en el campo.
Según el versículo 12, todas las naciones los llamarán bienaventurados, y ellos serán tierra de delicias.
En los versículos del 13 al 18 vemos que Jehová alienta a quienes le temen y le sirven.
Algunos de los hijos de Jacob dicen palabras duras contra Jehová (v. 13a).
Ellos dijeron: “Es vano servir a Dios”, y preguntaron: “¿Cuál ha sido el provecho de que hayamos cumplido lo que nos encargó y hayamos andado en luto delante de Jehová de los ejércitos?” (v. 14). Ellos adoraban a Dios y le servían, pero lo hacían lamentándose, en lugar de estar felices de que se les exigiera hacer estas cosas.
Los que hablaron palabras duras contra Jehová también dijeron: “Ahora llamamos bienaventurados a los arrogantes; los que obran perversamente no sólo han sido edificados, sino que también ponen a prueba a Dios y escapan” (v. 15). Esto indica que quienes se oponían a Dios parecían decir: “La manera de ser bendecidos no consiste en ser humildes, sino en ser arrogantes. Los que actúan perversamente no solamente son edificados, sino que también ponen a prueba a Dios, no le creen y no le dan el diezmo, y aun así escapan de toda clase de calamidad. En lugar de padecer sufrimiento, ellos escapan de la tribulación”.
Los versículos del 16 al 18 son las palabras de aliento dadas por Jehová.
Los que temían a Jehová hablaron uno a otro, cada uno a su prójimo, y Jehová prestó atención y escuchó (v. 16a).
El versículo 16b nos dice que un libro de memorias fue escrito ante Jehová de aquellos que temían a Jehová y respetaban Su nombre. Hoy en día, nosotros respetamos, amamos, estimamos, consideramos y santificamos el nombre de Dios, y Él mantiene un registro donde consta todo esto. Tal vez nosotros no recordemos nuestra comunión con respecto a Cristo y la iglesia, pero Dios mantiene constancia de esta comunión en Su libro de memorias.
Según el versículo 17, los hijos de Jacob serán de Jehová. Ellos serán Su tesoro personal en el día que Él prepara (el día de Su ira), y Él los perdonará como un hombre perdona al hijo que le sirve.
Finalmente, en Sus palabras de aliento a quienes le temen y le sirven, Jehová les dijo que ellos volverían y discernirían entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve (v. 18).
Malaquías 4:1-6 es la advertencia que Jehová hace mediante el día de Jehová.
Viene el día de Jehová, ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que obran perversamente serán rastrojo. Aquel día que vendrá los abrasará, de modo que no les dejará raíz ni rama (v. 1).
Para quienes temen el nombre de Jehová nacerá el Sol de justicia —el Cristo que sana— que en Sus alas traerá sanidad. Entonces ellos saldrán y saltarán como becerros bien alimentados. Ellos pisotearán a los malvados, porque los malvados serán ceniza bajo las plantas de sus pies en el día que Jehová prepara (vs. 2-3).
En el versículo 4 se les encarga a los hijos de Jacob recordar la ley de Moisés, esto es, los estatutos y los juicios. La ley es los Diez Mandamientos; los estatutos son los ítems detallados de la ley; y los juicios son las ordenanzas. Cuando a un estatuto se le añade un juicio, dicho estatuto se convierte en una ordenanza. Por ejemplo, el mandamiento de guardar el Sábado y no profanarlo, al carecer de toda mención de un juicio, es simplemente un estatuto. Pero cuando un juicio le es añadido, como podría ser la sentencia de morir apedreado, entonces el estatuto se convierte en una ordenanza.
Finalmente, en los versículos 5 y 6, Dios prometió enviarles al profeta Elías antes que venga el día de Jehová, grande y terrible (Mt. 17:10-11; Ap. 11:3-4). Elías hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que Jehová venga y hiera la tierra con maldición. Éstas son las palabras de conclusión de Malaquías y las últimas palabras del Antiguo Testamento.