Mensaje 10
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Lectura bíblica: Mr. 2:23-28; 3:1-6
En este mensaje seguiremos estudiando las diversas maneras en que el Salvador-Esclavo llevó a cabo Su servicio evangélico. Según Mr. 2:23-28, El se preocupó por el hambre de Sus seguidores y no por las normas de la religión. Además, en Mr. 3:1-6 se ocupó de aliviar al que sufría y no de los ritos de la religión.
Marcos 2:23 dice: “Aconteció que El pasaba por los sembrados en sábado, y Sus discípulos comenzaron a abrirse paso, arrancando espigas”. Creo que el Señor Jesús intencionadamente condujo a Sus seguidores por los sembrados en sábado. Obviamente sabía que aquel día era sábado, y en principio, no debió haber decidido pasar por el campo de grano en el sábado, pues con ello quebraba la ordenanza de guardar el sábado. No obstante, El era el Pastor, y como tal condujo a Sus seguidores, Sus ovejas, a los sembrados, los cuales llegaron a ser sus pastos. El versículo 23 dice que “Sus discípulos comenzaron a abrirse paso, arrancando espigas”. Ellos comieron de las espigas frescas y por medio de comer de tal manera fueron saciados.
En el versículo 24 “los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?” El sábado fue instituido para que los judíos recordaran a Dios el Creador (Gn. 2:2), observaran la señal del pacto que había hecho con ellos (Ez. 20:12) e hicieran memoria de la redención que efectuó por ellos (Dt. 5:15). Por lo tanto, profanar el sábado era una infracción grave a los ojos de los fariseos religiosos. Para ellos no era ni lícito ni bíblico que los discípulos del Señor arrancaran espigas en sábado. Como veremos, los fariseos carecían del debido conocimiento de las Escrituras. Según su escaso conocimiento, ponían más énfasis en observar el rito del sábado que en satisfacer el hambre de la gente. ¡Qué necedad es observar un rito vano!
En Marcos 2:25-26 vemos cómo el Señor respondió a los fariseos: “¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, en tiempos de Abiatar, sumo sacerdote, y comió los panes de la presencia, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y dio también a los que con él estaban?”. Los fariseos dijeron que no era lícito que los discípulos del Señor arrancaran espigas en los sembrados y las comieran, y los condenaron por obrar en contra de las Escrituras. Pero el Señor les preguntó: “¿No habéis leído...?”. Con esto les hizo notar otro aspecto de la verdad en las Escrituras que los justificaban a El y a Sus discípulos. De esta manera condenó a los fariseos por carecer del conocimiento adecuado de las Escrituras.
La respuesta del Señor expresada en estos versículos indica que la manera en que El estudiaba la Biblia debe de haber sido excelente. El parecía decirles a los fariseos: “Acaso nunca han leído lo que hizo David? Ustedes, siendo religiosos que respetan la Biblia al máximo, ¿no han leído cómo David entró a la casa de Dios, comió el pan de la presencia y lo dio a los que estaban con él? ¿No saben que fue David el que condujo a sus seguidores a hacer esto? ¿Se atreverían a decir que él los llevó a hacer algo indebido?”. ¡Cuán excelente es la manera en que el Señor estudiaba la Biblia! Todos debemos aprender de El.
A los ojos de los judíos, el Señor era indocto, así que se maravillaron y dijeron de El: “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?” (Jn. 7:15). Aquella persona, que al parecer era indocta en las Escrituras, puso a prueba a los escribas, los antiguos eruditos de la Biblia, en cuanto al conocimiento que tenían de éstas. Aunque eran considerados eruditos de la Biblia, sólo conocían las Escrituras de manera superficial y doctrinal, es decir, según la letra. Al preguntarles si nunca habían leído lo que hizo David cuando él y los que estaban con él se vieron necesitados y con hambre, el Señor puso de manifiesto el conocimiento insuficiente que tenían de las Escrituras.
Lo que el Señor les dijo a los fariseos tiene una implicación sabia y rica. Sus palabras implican que El es el verdadero David. En los tiempos antiguos, David y sus seguidores, al ser rechazados, entraron en la casa de Dios y comieron el pan de la presencia, aparentemente quebrantando con ello la ley levítica. El verdadero David y Sus seguidores también fueron rechazados, y arrancaron espigas y las comieron, lo cual también parecía una acción en contra de la ordenanza de guardar el sábado. Así como David y sus seguidores no fueron inculpados, Cristo y Sus discípulos no debían ser censurados.
Además, lo dicho por el Señor implica el cambio dispensacional del sacerdocio al reinado. En los tiempos antiguos, la venida de David cambió la dispensación, de la era de los sacerdotes a la era de los reyes, en la cual los reyes tenían una posición más alta que los sacerdotes. En la era de los sacerdotes, el líder del pueblo tenía que escuchar al sacerdote (Nm. 27:21-22), mientras que en la era de los reyes, el sacerdote debía someterse al rey (1 S. 2:35-36). Por tanto, lo que hicieron el rey David y sus seguidores no fue ilegal. Al venir Cristo, también ocurrió un cambio de dispensación, en este caso, de la era de la ley a la era de la gracia, en la cual Cristo está por encima de la ley. Todo lo que El hace es correcto.
Hemos visto que lo dicho por el Señor a los fariseos implica que El es el verdadero David. Mateo, el recaudador de impuestos, era uno de los seguidores de David, el que junto con Sus seguidores pelea por el reino de Dios. Cuando David condujo su grupo a la casa de Dios, se encontraba peleando por el reino. De la misma manera, Cristo, el verdadero David y Sus seguidores también peleaban por la venida del reino. Además, cuando el Señor vino, también se produjo un cambio de dispensación.
En 2:27 el Señor dijo a los fariseos: “El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado”. El hombre no fue creado para el sábado; más bien, el sábado fue establecido para el hombre a fin de que éste lo disfrutara con Dios (Gn. 2:2-3).
En el versículo 28 se ve claramente quién es el Señor: “Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado”. Esto muestra la deidad del Salvador-Esclavo en Su humanidad. Como Hijo del Hombre, El era el propio Dios que estableció el sábado y tenía derecho de cambiar lo que había establecido. Por ser el Señor del sábado, El tenía el derecho de cambiar las normas referentes al sábado.
El Señor Jesús mostró a los fariseos que le condenaban que El era el verdadero David, el Rey del reino venidero de Dios, y el Señor del sábado. Por tanto, podía hacer en el sábado lo que quisiera y todo lo que hacía era justificado por lo que El era. El estaba por encima de todo rito y norma, y puesto que estaba presente, no era necesario que nadie prestara atención a los ritos ni a las normas.
Me gustaría atraer su atención a la palabra aun que se encuentra en 2:28. El Señor dice que el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado. El uso de la palabra aun indica que El no sólo es el Señor de una cosa, sino de todo, incluyendo el sábado.
Lo dicho por el Señor implica e indica que El es el Dios todopoderoso, el mismo que estableció el sábado en Génesis 2. El tuvo potestad para establecerlo y también tiene derecho a cambiarlo. Por lo tanto, el Señor pudo haber dicho a los fariseos: “¿Por qué me molestan? Yo soy el Señor que estableció el sábado, y tengo la posición y el derecho a cambiarlo. Sea que lo establezca o que lo cambie, lo hago por el bien del hombre. El sábado fue hecho para el hombre; no el hombre para el sábado. Ustedes fariseos, por su forma de guardar el sábado, son capaces de dejar que la gente se muera. Pero lo que a Mí me interesa es alimentar a Mis seguidores. En Génesis 2 establecí el sábado porque quería que el hombre descansara. Así que, el sábado existe por el bien del hombre. Pero ahora que estoy aquí, quiero invalidarlo con el fin de alimentar a Mis seguidores. Como Señor del sábado, ciertamente tengo derecho de hacerlo”.
¡Cuán maravillosa fue la manera en que el Señor manejó la situación en 2:23-28! Ciertamente El es el mejor abogado, el abogado celestial. Todo lo que El dice está bien. Al discutir con El, los fariseos tenían el caso perdido, pues El es el Señor todopoderoso.
En 3:1-6 vemos que el Señor llevó a cabo Su servicio evangélico al ocuparse de aliviar al que sufría y no de los ritos de la religión. Este es el último caso de los cinco que se relatan en 2:1—3:6: el caso de la sanidad del hombre que tenía seca una mano. Esto también aconteció en sábado (3:2).
Marcos 2:23—3:6 relata el mover que el Señor realizó en dos días sabáticos (Lc. 6:1, 6). Lo que hizo el primer sábado indica que El obraba como Cabeza del Cuerpo. Como tal, El es el verdadero David y el Señor del sábado. Lo que realizó el segundo sábado muestra que se preocupaba por Sus miembros. En esta ocasión, el Señor sanó a un hombre que tenía seca una mano, la cual es miembro del cuerpo. El Señor haría cualquier cosa para sanar a Sus miembros. Sea sábado o no, lo que a El le interesa es sanar a los miembros de Su Cuerpo que se encuentran necesitados, inclusive a los que están muertos. Las normas no le importan. Sanar a los miembros de Su Cuerpo lo es todo para El.
En estas dos porciones encontramos dos casos en los que se quebranta la ordenanza del sábado. El primero ocurrió en los sembrados; el segundo, en una sinagoga (3:1). El primer caso estaba relacionado con la satisfacción, mientras que el segundo, con la liberación. Es posible que estemos satisfechos, pero que todavía no seamos liberados, es decir, que no seamos libres. No sólo necesitamos satisfacción sino también liberación. ¿Ha sido usted liberado? ¿Ha sido emancipado? ¿Está completamente libre? Quizás se sienta muy satisfecho por haber aprendido a alimentarse del Señor Jesús. No obstante, es posible que no pueda decir con certeza que ha sido liberado. De hecho, necesitamos la liberación más que la satisfacción.
Según la secuencia del Evangelio de Marcos, después de la satisfacción sigue la liberación. Si no hemos sido saciados, no estaremos conscientes de que necesitamos ser liberados. Nuestra necesidad inmediata es que nuestra hambre sea saciada. Esto es lo primero que el Señor hace. Luego, como Cirujano divino, El nos opera. Una vez que estamos satisfechos, nos lleva a la “sala de operaciones” donde nos sana y somos liberados. En 3:1-6 la sala de operaciones fue una sinagoga. Fue allí donde el hombre que tenía seca la mano experimentó la restauración de la misma (v. 5).
En el versículo 4 el Señor dijo a los que estaban en la sinagoga: “¿Es lícito en sábado hacer bien, o hacer mal; salvar una vida, o matar?” Esto implica que el Salvador-Esclavo era el Emancipador, quien libró de la esclavitud de los ritos religiosos al que sufría.
En 2:1-12 vemos el caso de un paralítico, alguien que estaba completamente paralizado, mientras que en 3:1-6, el de alguien que tenía seca una mano, una persona parcialmente liberada, pero no completamente libre. ¿Está usted completamente libre? Quizás se le haga difícil contestar y diga: “Por un lado, no puedo decir que estoy completamente libre. Por el otro, no sería verdad si dijera que no estoy libre en absoluto. Tengo que decir que estoy parcialmente libre”. Nosotros, al igual que el hombre que tenía seca la mano, necesitamos ser completamente liberados. El no estaba moribundo; podía moverse y usar una mano, pero la otra estaba seca, lo cual indica que necesitaba ser liberado.
Es muy significativo que el caso del hombre con la mano seca, sea el último de los cinco que se mencionan en 2:1—3:6. En el primer caso (2:1-12) tenemos el perdón de pecados; en el segundo (2:13-17), la entrada al disfrute que viene de Dios; en el tercero (2:18-22), el gozo que produce el Cristo vivo como Novio, quien tiene el vestido que nos cubre y nos embellece y la vida divina con la cual nos llena; y en el cuarto (2:23-28), la satisfacción que recibimos cuando el Señor nos alimenta. Ahora, en el quinto caso tenemos la libertad completa. En él vemos a una persona completamente libre.
Si unimos los cinco casos veremos un cuadro completo de alguien que ha experimentado la salvación en su totalidad, uno que la disfruta cabalmente. Según dicho cuadro, la obra salvadora del Señor incluye el perdón, el disfrute, el gozo, la satisfacción y la libertad. Quiera el Señor que todos experimentemos los cinco aspectos de la salvación.
Marcos 3:5 dice: “Entonces, mirándolos alrededor con enojo, profundamente contristado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana”. Frente a los opositores, el Salvador ejerció Su ira, y la dureza del corazón de ellos le contristó mucho; pero frente al enfermo, mostró compasión y restauró el miembro seco. Su enojo y Su tristeza pueden considerarse expresiones de la autenticidad de Su humanidad, mientras que Su compasión y Su poder sanador eran una combinación de Su virtud humana y Su poder divino. De esta manera, volvió a expresarse Su deidad en Su humanidad. La restauración de la mano seca demostró el poder de la deidad del Salvador-Esclavo.
El Señor dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Las palabras del Señor contenían la vida vivificante. Al extender su mano, el hombre recibió la palabra vivificante del Señor, y la vida contenida en ella le sanó su mano seca.
En 3:6 se halla la conclusión de este caso: “Y salidos los fariseos, en seguida tomaron consejo con los herodianos contra El para ver cómo matarlo”. A los ojos de los fariseos religiosos, que el Señor quebrantara el sábado significaba que ponía fin al pacto que Dios había hecho con la nación de Israel, la relación que había entre Dios e Israel. Por lo tanto, tomaron consejo con los herodianos contra El para matarle. El quebrantamiento del sábado hizo que los judíos fanáticos rechazaran al Salvador-Esclavo. Los fariseos, los fanáticos de la religión vieja y muerta, fueron motivados y usados por Satanás para oponerse, resistir y estorbar el servicio evangélico del Salvador-Esclavo durante todo Su ministerio. Cegados por su religión tradicional e incapaces de ver al Salvador-Esclavo en la economía de Dios, conspiraron para matarle.