Mensaje 17
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Lectura bíblica: Mr. 4:35-41; 5:1-43
Con este mensaje empezaremos a examinar otra larga sección del Evangelio de Marcos, una sección que trata de las actividades que el Salvador-Esclavo realizó en Su servicio evangélico (4:35—10:52). En este mensaje estudiaremos el pasaje que abarca 4:35—5:43, donde se narran los siguientes eventos: se calma al viento y al mar (Mr. 4:35-41), se echa fuera una legión de demonios (Mr. 5:1-20) se sana a la mujer que tenía flujo de sangre y se resucita a una niña (Mr. 5:21-43).
El capítulo cuatro de Marcos es maravilloso, pues tiene que ver con la semilla, el gene, del reino y su pleno desarrollo. Al final de este capítulo encontramos el relato de una tormenta que sucedió en el mar. Tal vez le sorprenda esto y se pregunte cómo encaja esta última parte en 4:1-34, donde se narran tres parábolas acerca del reino.
En primer lugar, Marcos 4 habla del reino de Dios. Inmediatamente después del relato del reino, nos presenta uno de una rebelión. En 4:37 dice que se levantó una gran tempestad de viento, y que las olas irrumpían en la barca. Este cuadro describe una rebelión, lo cual muestra que al final de este capítulo, que trata del reino de Dios, la rebelión aún sigue presente.
El tema del capítulo cuatro no se puede resumir con una sola palabra. Este capítulo habla primero del reino y luego de la rebelión que es subyugada. Desde la perspectiva divina, el reino es el desarrollo de Dios como semilla de vida, pero con relación al enemigo de Dios, el reino es la subyugación de la rebelión.
Inmediatamente después que el Salvador-Esclavo hablara claramente sobre el reino de Dios, dijo a Sus discípulos: “Pasemos al otro lado. Y dejando a la multitud, lo llevaron con ellos en la barca, tal como estaba; y había otras barcas con El” (vs. 35-36). En aquel momento, el rebelde, Satanás, usando a sus ángeles que estaban en el aire y sus demonios que estaban en el agua, incitó una rebelión, debido a lo cual “se levantó entonces una gran tempestad de viento, y las olas irrumpían en la barca, de tal manera que la barca ya se estaba llenando” (v. 37). Esta tormenta dificultó el paso de la barca que llevaba al Señor y a Sus discípulos al otro lado.
El versículo 38 dice: “Y El estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” Mientras los discípulos se veían amenazados por la tormenta, el Salvador-Esclavo estaba dormido, descansando en la barca, la cual estaba siendo agitada por la tempestad. Esto indica que El estaba por encima de la tempestad amenazadora y que nada le perturbaba. En tanto que el Señor estuviera con los discípulos en la barca, ellos, por fe en El (v. 40), debían de haber participado de Su reposo y disfrutado de Su paz.
El Señor se encontraba reposando en paz, pero los discípulos estaban atemorizados, por lo cual despertaron al Salvador-Esclavo y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”
El versículo 39 dice: “Y habiéndose despertado, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Calla! ¡Enmudece! Y cesó el viento, y sobrevino gran calma”. Mientras los discípulos seguían al Salvador-Esclavo, El, por ser un hombre con autoridad divina, ejerció control sobre la tormenta que los amenazaba.
¿Por qué reprendió el Señor al viento y le habló al mar? Uno no reprende algo que no tiene vida, sino lo que tiene personalidad. El Salvador-Esclavo reprendió los vientos porque en ellos estaban los ángeles satánicos caídos (Ef. 6:12), y ordenó al mar que se calmara porque en él se hallaban los demonios (Mt. 8:32). Los ángeles caídos y los demonios se pusieron de acuerdo para impedir que el Salvador-Esclavo pasara al otro lado del mar porque sabían que allí echaría fuera demonios (5:1-20).
El Señor reprendió al viento y ordenó al mar que enmudeciera porque los ángeles rebeldes y los demonios se encontraban detrás de ellos. El Señor sabía que los ángeles y los demonios instigaban aquella tempestad con el fin de impedirle que pasara al otro lado del mar y echara fuera la legión de demonios. De cualquier modo, el Señor expulsó aquellos demonios, y trajo con ello el reino de Dios.
Ahora vemos que en el capítulo cuatro el Señor habló del reino, y que en el cinco, lo efectuó echando fuera demonios. Entre lo que dijo acerca del reino y el cumplimiento del mismo, está el incidente del mar tempestuoso. Después que el Señor reprendió al viento y le habló al mar, cesó el viento y sobrevino una gran calma, ya que había subyugado la rebelión de los ángeles malignos que estaban en el aire y de los demonios que estaban en el agua. Por consiguiente, en 4:35-41 vemos el reino como poder que subyuga la rebelión.
La secuencia de este capítulo es significativa. Inmediatamente después de revelarse lo relativo al reino, se ve el sometimiento de la rebelión, lo cual manifiesta el reino de Dios.
Marcos 4:41 dice que los discípulos “temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: Pues ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” El hecho de que el Señor reprendiera al viento y al mar no sólo exhibió la autoridad divina del Salvador-Esclavo, sino que también dio testimonio de que El era el Creador del universo (Gn. 1:9; Job 38:8-11).
El Salvador-Esclavo y Sus discípulos, después de imponerse a la rebelión, “vinieron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos” (5:1). El relato de lo que acontece en 5:1-20 también se halla en Mateo 8:28-34, pero en Marcos es mucho más detallado, lo cual muestra claramente que este evangelio, como biografía del Esclavo de Dios, pone más énfasis en Su obra que en Sus palabras.
Marcos 5:2 dice: “Y cuando salió El de la barca, en seguida vino a Su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo”. El versículo 7, refiriéndose a este hombre, dice: “Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios, no me atormentes”. El hombre poseído había sido usurpado por el espíritu inmundo a tal grado, que actuaba como si fuera el espíritu mismo.
Tan pronto como entró el Señor Jesús a la región de los gerasenos, quedó manifestado a El y Sus discípulos, lo que allí se vivía: un hombre había sido poseído por una legión de demonios, y la gente de aquella región se dedicaba a criar cerdos para subsistir (vs. 11-14). ¡Qué modo tan vil de ganarse la vida!
El Salvador-Esclavo resolvió sabiamente dos problemas al mismo tiempo: echó fuera los demonios que habían atormentado a aquel hombre y puso fin al negocio de criar cerdos como medio de subsistencia. Antes de que el Señor fuera a la región de los gerasenos, aquel lugar estaba lleno de demonios y cerdos. ¿Le gustaría vivir con su familia en un lugar así? Ciertamente ninguna persona normal querría establecerse en una región como esa. No obstante, el Señor Jesús fue allí con el propósito de echar fuera los demonios y acabar con aquel negocio inmundo. Los discípulos no sabían por qué el Señor les había dicho que pasaran al otro lado (4:35), pero el Señor sí lo sabía.
Los gerasenos se dedicaban a la crianza de cerdos como medio de subsistencia, pero el pueblo de Dios no debe hacer tal cosa, sino que debe dedicarse a la cría de ovejas, pues de este modo tendrá los sacrificios que se pueden ofrecer a Dios.
El mismo principio que prevalecía entre los incrédulos que vivían en la tierra de los gerasenos aplica hoy. Siempre que los seres humanos sean poseídos por demonios, se dedicarán a alguna forma de negocio inmundo, y será necesario que el Señor Jesús venga a ellos, eche fuera los demonios y acabe con todas sus actividades inmundas.
Marcos 5:13 dice: “Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y la piara se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron”. Sin duda, debe haber habido una gran cantidad de demonios para hacer que se precipitaran en el mar tantos cerdos. Si hubiera habido sólo veinte demonios, cada uno habría tenido que hacer que cien cerdos se precipitaran en el mar por el despeñadero. Esto muestra la relación entre los demonios y el negocio inmundo. La razón por la que los creyentes de hoy se dedican a actividades inmundas y entretenimientos pecaminosos se debe a que ellos son influenciados por demonios.
En 5:21-43 se narra la sanidad de una mujer que tenía un flujo de sangre, y la resurrección de una niña. Al describir estos hechos milagrosos realizados por el Esclavo de Dios en Su servicio evangélico, otra vez Marcos da más detalles que Mateo, y nos brinda una presentación vívida que describe específicamente los sufrimientos de los enfermos y la ternura y bondad del Salvador-Esclavo para con ellos. También menciona que Pedro estuvo presente en esa ocasión.
Marcos 5:22-23 dice: “Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cayó a Sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi niña está a punto de morir; ven y pon las manos sobre ella para que sane y viva”. El principal de la sinagoga no tenía mucha fe, por lo cual rogó al Señor Jesús que viniera a su casa, el cual consintió y fue con él.
Según el versículo 24, al Señor “le seguía una gran multitud, y le apretaban”. En los versículos 25-34 vemos que una mujer, que desde hacía doce años tenía un flujo de sangre, vino con la multitud por detrás del Señor, tocó Su manto y quedó sana. Puesto que este caso se combina con el de la hija del principal de la sinagoga, los doce años que llevaba enferma la mujer concuerdan con la edad de la muchacha y ambas eran mujeres, una mayor y la otra menor, se puede decir que estos casos describen la experiencia de una persona. Según esta perspectiva, la muchacha nació, por así decirlo, con la enfermedad mortal de la mujer y murió de ella. Cuando el Salvador sanó la enfermedad mortal de la mujer, la joven muerta resucitó. Esto significa que el hombre caído nace con la enfermedad mortal del pecado y está muerto en él (Ef. 2:1). Cuando su enfermedad mortal, causada por el pecado, es eliminada por la muerte redentora del Salvador (1 P. 2:24), el hombre resucita y pasa de muerte a vida (Jn. 5:24-25).
En Marcos 5:28-29 dice: “Porque decía: Si toco siquiera Su manto, seré sana. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquella dolencia”. La palabra griega que se traduce sana en el versículo 28 también se puede traducir restaurada. Literalmente, la palabra significa salva. La enfermedad es una opresión que el diablo impone sobre las personas. Así que, la sanidad que realizó el Salvador-Esclavo fue un servicio concedido a la víctima doliente para que ésta disfrutara alivio y liberación de la opresión del maligno (Hch. 10:38).
La multitud se agolpaba sobre el Salvador-Esclavo, lo cual impedía que lo tocaran los que lo buscaban genuinamente. No obstante, esta mujer pudo tocarlo y cuando lo hizo, quedó sana. “Al instante Jesús, conociendo en Sí mismo que de El había salido poder, volviéndose entre la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado Mis vestidos” (v. 30). El Señor percibió en Sí mismo que de El había salido virtud, o poder, y que había sido infundida en alguien. Por eso preguntó quién había tocado Sus vestidos. Conforme al hombre natural, los discípulos, al ver que la multitud se agolpaba sobre El, le dijeron: “Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?” (v. 31). La muchedumbre que lo apretaba no recibió nada de parte del Salvador-Esclavo, pero la mujer que lo tocó, fue sana.
Los vestidos del Salvador-Esclavo, el Dios encarnado (Jn. 1:1, 14), representan Su conducta perfecta en Su humanidad, es decir, la perfección de Sus virtudes humanas. Tocar Sus vestidos equivalía a tocar Su humanidad, en la cual Dios se había corporificado (Col. 2:9). Cuando la mujer lo tocó, el poder divino del Señor, mediante Su humanidad perfecta, fue infundido en ella y la sanó. Dios, quien habita en luz inaccesible, se hizo accesible en El mediante Su humanidad para que esta mujer fuese salva y le disfrutara. Este fue el servicio que el Salvador-Esclavo, como Esclavo de Dios, brindó a la pecadora enferma.
En el versículo 34 el Señor dijo a la mujer: “Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz, y queda sana de tu dolencia”. El poder sanador del Salvador-Esclavo expresó Su deidad (v. 30), mientras que Su palabra dada con amor, bondad y compasión, manifestó Su humanidad. En este caso vemos otra vez la deidad unida con la humanidad para expresar al Señor.
¿Qué representa la enfermedad de esta mujer? Representa la decadencia de la vida. El flujo de sangre significa que la esencia de la vida se escapa. Desde que el hombre cayó, todos los descendientes de Adán han padecido de esta dolencia. Como pecadores caídos, la esencia de nuestra vida se nos escapa paulatinamente, por lo cual, todo descendiente de Adán va muriendo día tras día. Tan pronto nace un ser humano, comienza a morir. ¿Qué significa morir? Morir es experimentar la fuga de la esencia vital. Si observa la sociedad actual notará que toda persona pecaminosa tiene esta enfermedad.
En 4:35—5:43 vemos tres eventos: se subyuga la rebelión, se expulsa a los demonios poniéndosele fin así a la subsistencia basada en la inmundicia, a saber, la crianza de cerdos, y se sana a una mujer que tenía un flujo de sangre. Estos tres acontecimientos reflejan la condición actual de la sociedad. Primero, entre los seres humanos hay una corriente de rebeldía. En lugar de que haya paz, ocurren conflictos constantemente. Además, en la sociedad actual se da la posesión de demonios y la “crianza de cerdos”. En todos los países hay personas que se ganan la vida dedicándose a alguna forma de negocio inmundo. El mundo entero está entregado a criar cerdos y está bajo el control de legiones de demonios. Además, todas las personas caídas están moribundas; la esencia de la vida se les escapa irremediablemente. La rebelión, la posesión de demonios junto con la crianza de cerdos, y el escape de la vida caracterizan la sociedad humana actual. Por esto sentimos el deseo de salir a predicar el evangelio. Se necesita que el Señor venga y subyugue la rebelión, eche fuera los demonios, acabe con la crianza de cerdos, y sane la dolencia del escape de la vida.
Ya vimos que en 5:21-43 se combina el caso de la mujer que tenía el flujo de sangre y el de la hija del principal de la sinagoga, lo cual indica que estos dos casos presentan la condición de una persona. Podemos decir que la niña nació con la enfermedad mortal de la mujer. Esta también es la condición de todo ser humano. Todos nacimos con una enfermedad mortal; nacimos para morir. Según lo que se relata en este pasaje, cuando esta enfermedad llega a su fin, morimos, tal como murió la niña. La niña nació con la enfermedad de la mujer y murió de ella. Pero el Salvador-Esclavo la sanó de esa enfermedad mortal. Cuando la enfermedad fue eliminada, la niña revivió. Esto muestra que la sanidad de la mujer equivalía a la resurrección de la niña.
La sanidad de la mujer y la resurrección de la niña muestran un cuadro de lo que experimentamos cuando aceptamos el evangelio. Cuando oímos el evangelio y lo recibimos, fuimos sanados de la enfermedad del escape de la esencia de nuestra vida, y como resultado, fuimos vivificados. Nacimos con una enfermedad mortal, pero al recibir el evangelio fuimos sanados y vivificados.
En 4:35—5:43 se aprecia una demostración del reino, en la cual se subyuga la rebelión, se echa fuera una legión de demonios, se acaba con el modo inmundo de ganarse la vida, se sana de la enfermedad de muerte y se vivifica a una persona. Esto es el reino de Dios. Donde está el reino, no existe la rebelión, los demonios, la crianza de cerdos ni la enfermedad. Además, tanto los mayores como los jóvenes son sanados y vivificados. Este es el reino, éste es el evangelio, y esto es también lo que experimentamos en la vida de iglesia.
Todo ser humano se enfrenta a los problemas de la rebelión, los demonios, la crianza de cerdos como modo de ganarse la vida, la enfermedad y la muerte. Este es el caso de la sociedad en su totalidad y de cada individuo. Pero cuando el Señor Jesús viene como semilla del reino, todos estos problemas quedan resueltos, se hace presente el reino de Dios.
Nos complace testificar que el Señor Jesús eliminó la rebelión junto con las tempestades que hay en nuestras circunstancias. Ahora podemos seguirle libremente. Además, una vez estuvimos poseídos de demonios y nos ganábamos la vida por medios inmundos, pero los demonios fueron expulsados y a la crianza de cerdos se le puso fin. También podemos testificar que fuimos sanados y vivificados, y que ahora estamos en la vida de iglesia, en el reino. ¡Cuánto disfrutamos el servicio evangélico que nos brinda el Salvador-Esclavo!