Mensaje 18
(2)
Lectura bíblica: Mr. 6:1-44
En este mensaje llegamos a 6:1-44, donde se presentan cuatro eventos: el Salvador-Esclavo es despreciado por los nazarenos (Mr. 6:1-6), envía a los doce discípulos a predicar (Mr. 6:7-13), el precursor del evangelio es inmolado (Mr. 6:14-29) y cinco mil personas son alimentadas (Mr. 6:30-44).
Tal vez nos parezca que esta sección no habla de la vida, y que los cuatro eventos que relata son simplemente historias. No obstante, este relato forma parte de las santas Escrituras, y por ende, fue dado por el aliento de Dios. Aunque Marcos escribió este capítulo, no deja de ser parte de la Palabra de Dios. Así que, necesitamos acudir al Señor para que nos ayude a profundizar en él.
Primero, en 6:1-6 los nazarenos menosprecian y rechazan al Señor. Este rechazo ni lo perturbó ni lo desanimó. Aunque tuvo que salir de Nazaret a causa de él, esto no significa que estuviera molesto ni que abandonaba a los nazarenos. El Salvador-Esclavo quería hacer algo en beneficio de ellos, pero no estaban dispuestos a recibirlo. Marcos 6:5 dice: “Y no pudo hacer allí ninguna obra poderosa, salvo que sanó a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos”. La incredulidad de los nazarenos impidió que el Señor hiciera obras poderosas entre ellos.
El Señor, en lugar de desanimarse o molestarse por el rechazo de los nazarenos, fue alentado. Esto se comprueba en6:7-13, donde envía a los doce a que hicieran lo mismo que El. Específicamente, “les dio autoridad sobre los espíritus inmundos” (v. 7). El Señor designó a los doce para que llevaran a cabo la misma obra que El.
En Mr. 6:14-29 se narra el martirio de Juan el Bautista, el precursor del evangelio. Desde el punto de vista humano, esto debió haber sido muy desalentador para el Señor; sin embargo, ni siquiera la muerte de Juan el Bautista lo desanimó. Después del martirio de Juan, el Señor alimentó y satisfizo a los cinco mil. El rechazo de los judíos en Su propia tierra no lo desanimó; más bien, lo alentó a enviar a Sus discípulos. Asimismo, el martirio de Su precursor, en lugar de desalentarlo, lo animó a alimentar a más personas.
En 4:35—5:43 vimos cómo el reino de Dios satisface las necesidades del hombre. Hicimos notar que esa sección presenta un cuadro de la sociedad, la cual, al igual que todos los seres humanos en general, está llena de rebelión, de demonios, del modo inmundo de ganarse la vida (la crianza de cerdos), de enfermedades mortales y de muerte. Esta es la verdadera condición del hombre. Pero el Salvador-Esclavo nos trajo el reino, el cual da solución a la condición del hombre caído. El reino subyuga la rebelión, echa fuera los demonios, acaba con el modo inmundo de subsistir, sana a los enfermos y levanta a los muertos. En 4:35—5:43 se demuestra cómo el reino de Dios satisface las necesidades de la sociedad. ¡Cuán maravilloso es este cuadro!
En 6:1-44 Marcos presenta un cuadro diferente, en el cual vemos rechazo, odio y martirio. Esto indica que no importa cuánta bendición traigan el reino y la predicación del evangelio, el mundo sigue odiando y rechazando al Salvador-Esclavo y a aquellos que laboran junto con El. En 6:1-44 se ve la actitud de la gente del mundo hacia el evangelio. ¿Qué debemos hacer ante tal actitud, cuando somos despreciados, rechazados y odiados, y cuando algunos somos inmolados? ¿Debemos acaso desanimarnos, dejar de predicar las buenas nuevas y detener la obra que realizamos a favor del reino? ¡Por supuesto que no! En lugar de que la actitud negativa del mundo para con el evangelio nos desaliente, debe animarnos.
Inmediatamente después de que el Señor presentó tan maravillosamente las bienaventuranzas del reino, fue a Su tierra. Marcos 6:1 dice: “Salió Jesús de allí y vino a Su tierra, y le seguían Sus discípulos”. Los versículos 2-3 indican que el Señor fue despreciado y rechazado por los nazarenos: “Y cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada? ¡Qué obras tan poderosas se realizan por Sus manos! ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿Y no están aquí con nosotros Sus hermanas? Y tropezaban a causa de El”. Los nazarenos conocían al Salvador-Esclavo según la carne, y no según el Espíritu (2 Co. 5:16). Fueron cegados por su conocimiento natural.
El Señor Jesús entonces les dijo: “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa” (v. 4). Esto indica que probablemente algunos de los propios parientes del Señor se unieron a los que lo menospreciaban y rechazaban.
Las palabras de los que ciegamente menospreciaban al Señor pueden considerarse el cumplimiento de lo que se profetizó en Isaías 53:2-3 respecto al Salvador-Esclavo: “...Como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres”. Esto era conocerlo en Su humanidad según la carne, no en Su deidad según el Espíritu (Ro. 1:4). En Su humanidad, El era como raíz de tierra seca, un renuevo del tronco de Isaí y un Vástago de sus raíces (Is. 11:1), un Renuevo para David (Jer. 23:5; 33:15), el Renuevo que era un hombre y el Siervo de Jehová (Zac. 3:8; 6:12), aquel que procedía del linaje de David según la carne (Ro. 1:3). En Su deidad, era el Renuevo de Jehová para hermosura y gloria (Is. 4:2), el Hijo de Dios, designado en poder según el Espíritu (Ro. 1:4).
Sólo en el Evangelio de Marcos se le llama al Señor, carpintero. Los que lo rechazaron preguntaban: “¿No es éste el carpintero?” Ellos emplearon esta palabra de manera despectiva. Se maravillaban de Sus enseñanzas, Su sabiduría y Sus obras poderosas, pero lo tenían como una persona de rango inferior. En términos modernos, se preguntaban qué cualidades y títulos tenía.
La palabra tropezaban en 6:3 indica que los nazarenos rechazaron al Salvador-Esclavo. ¿Por qué tropezaron? Porque por una parte oían las palabras excelentes que salían de Su boca y veían algunas de Sus maravillosas obras, y por otra, les preocupaba que no tuviera un rango o título superior. Lo veían como un simple carpintero. Por tanto, tropezaban a causa de El y lo despreciaban.
El principio es el mismo hoy. A muchos cristianos les interesan los rangos y los títulos, y cuando platican con otros creyentes están ansiosos por indagar al respecto. Hace algunos años conversé con un predicador que se recomendaba a sí mismo. Me preguntó que cuántas personas entre nosotros tenían títulos, y con mi silencio le di a entender que no nos interesaban los títulos de los miembros de nuestra iglesia. El, entonces, empezó a jactarse del número de miembros de su grupo que tenían doctorados. Esto muestra cuánto valoran los cristianos de hoy los rangos y los títulos académicos.
Muchos de los que tienen doctorados en teología no experimentan al Cristo vivo, y carecen de Sus riquezas y del conocimiento de las profundidades de la Palabra de Dios. El entendimiento que tienen de la Biblia es muy superficial.
En el capítulo seis del Evangelio de Marcos vemos al Señor Jesús como un carpintero. Aunque no poseía ningún título académico ni ningún rango elevado, tenía las riquezas del Dios Triuno y conocía las profundidades de la verdad contenida en la Palabra. Sus oyentes se sorprendían grandemente del conocimiento que tenía de las Escrituras.
El capítulo seis debe hacer que nos preguntemos qué queremos y qué valoramos. ¿Deseamos acaso un título académico o un rango social? En el recobro del Señor queremos a Jesús, queremos las riquezas de Cristo. En lugar de doctrinas superficiales en la Biblia, queremos las profundidades de las verdades divinas contenidas en la Palabra de Dios. Al igual que el Señor Jesús, deseamos ministrar a las personas las riquezas del Dios Triuno y presentarles las profundidades de las verdades divinas en las Santas Escrituras. Esto es lo que queremos y esto es lo que deseamos hacer.
No debemos pensar que si tenemos las riquezas de Cristo y las profundidades de la verdad, seremos acogidos. No, ésta no es la era en la que se acoge la verdad del Señor, sino en la que El y Sus discípulos son despreciados y rechazados.
Nadie puede compararse con el Señor Jesús, pues El tenía las riquezas del Dios Triuno y las profundidades de la verdad. No obstante, a pesar de Sus abundantes riquezas y Su profundo conocimiento de las verdades bíblicas, en lugar de que se le acogiera, se le menospreció y se le rechazó.
Aunque el Señor nos ha mostrado algo de las profundidades de la verdad divina, los que estamos en el recobro del Señor no somos acogidos. A menudo, los que sólo tienen un conocimiento superficial de la verdad bíblica son los primeros en rechazarnos y oponerse a lo que presentamos. Algunos nos han acusado falsamente diciendo que somos panteístas, que creemos que todas las cosas del universo son Dios. Otros nos acusan de ser una secta herética. Pero aunque nos acusan, nos desprecian y nos rechazan, no me desanimo. Más bien, me siento alentado. El Señor Jesús, después de ser rechazado, envió a los doce. Asimismo, creemos que cuanto más seamos rechazados, más saldrán los santos del recobro del Señor a predicar el evangelio, presentar la verdad y suministrar vida.
En 6:7-13 el Señor envía a los doce a predicar. Según el versículo 7, el Señor llamó a los doce y los envió de dos en dos. Los versículos 12-13 dicen: “Y saliendo, proclamaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban”. Los doce fueron enviados a realizar tres cosas: predicar, echar fuera demonios y sanar a los enfermos ungiéndolos.
Al examinar las tres cosas que realizaron los enviados, nos damos cuenta de que éstas corresponden con lo siguiente: predicar el evangelio, presentar la verdad y suministrar vida. Lo primero, predicar el evangelio, se entiende claramente y no necesita ningún comentario. Pero necesitamos ver la conexión entre echar fuera demonios y presentar la verdad.
Si le dice a una persona: “Usted está poseída de demonios, y he venido a echarlos fuera”, no lo escuchará. En principio, la mejor manera de expulsar demonios es presentar la verdad contenida en la Palabra de Dios. Al platicar con un incrédulo, puede presentarle la verdad acerca de la persona y la obra de Cristo. Al hablar con un creyente, puede exponerle una verdad específica acerca de la vida cristiana, como por ejemplo, la transformación. Puede decirle: “Leamos juntos 2 Corintios 3:18”. Y lo leen: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Después de leer el versículo, puede compartirle algo breve acerca de la transformación. Un cristiano auténtico que busca más del Señor será atraído por la presentación de esta verdad.
Presentar la verdad equivale a echar fuera demonios, de los cuales está llena la sociedad actual. Podemos comparar los demonios con los microbios. Uno debe presentar la verdad como el remedio que detiene la propagación de los “microbios”, o sea, los demonios. No sólo debemos presentar la verdad acerca del crecimiento en vida y la transformación que ésta produce, sino que también debemos exponer la verdad en cuanto a la salvación inicial.
Reconozco que ciertos libros cristianos contienen algunas riquezas divinas. Pero estas riquezas en su mayoría han sido sepultadas u ocultas y los creyentes nunca las han oído. Por consiguiente, entre ellos predomina la pobreza espiritual. Por ejemplo, muchos cristianos no saben qué significa ser transformado. Nunca han oído nada acerca de la transformación. Asimismo, muchos no conocen el verdadero significado de la santificación. No han oído que la santificación auténtica tiene dos aspectos: el aspecto de nuestra posición y el de nuestra manera de ser. Es posible que estos creyentes sólo tengan un entendimiento general de ella y que en realidad no sepan qué es ser santificado.
Un ejemplo de la pobreza que existe respecto a la verdad divina es la afirmación hecha por un teólogo de que Cristo no está en los creyentes, sino que es representado en ellos por el Espíritu Santo. Según este concepto, el Espíritu Santo representa a Cristo en los creyentes. Esta enseñanza está lejos de la verdad contenida en las Escrituras, y constituye un ejemplo de cómo los “demonios” actuales prevalecen al poseer las mentes de las personas y velar su entendimiento.
¿Qué debemos hacer ante esta situación? Necesitamos aplicar como un medicamento todas las verdades que el Señor nos ha mostrado en Su recobro y presentarlas como un “antídoto” contra los microbios demoníacos. Podemos testificar que cada verdad de la Palabra que el Señor nos ha revelado constituye un medicamento eficaz para matar esos microbios. Ahora debemos salir y presentar estas verdades bíblicas.
Debemos ser sabios al presentar lo que hemos visto. No debemos decir: “Usted tiene microbios, y nosotros tenemos el medicamento que los elimina”. Si habla de esta manera, sin duda estarán prevenidos en contra de usted.
No es sabio que un médico dé al paciente el diagnóstico completo. En lugar de decirle a alguien que tiene demonios, simplemente debemos presentarle el medicamento de la verdad en forma de alimento espiritual y nutritivo para que lo reciba y lo disfrute. Al ingerir este alimento saludable, la persona recibirá el medicamento que acabará con los microbios que tenga.
Tomemos la verdad de la santificación como ejemplo. Quizás usted puede decirle a otro cristiano: “¿Se había dado cuenta de que según el Nuevo Testamento la santificación tiene dos aspectos? La Biblia nos muestra que nosotros somos santificados en cuanto a nuestra posición y también en cuanto a nuestro carácter”. Si usted presenta debidamente esta verdad, los demás serán receptivos, y quizás dirán: “Sí, lo que usted me dice es verdad. Cuando creí en el Señor Jesús, fui santificado en cuanto a mi posición. Pero ahora veo que no he sido santificado lo suficiente en mi manera de ser, pues todavía no soy tan santo; antes bien, en muchos aspectos soy mundano”.
Aprendamos a ser buenos “meseros” que sirven el alimento nutritivo de la verdad a los demás. Seamos diestros al presentar las verdades bíblicas. En la actualidad, ésta es la manera de echar fuera demonios.
Ya vimos que quienes estamos en el recobro del Señor debemos salir a predicar el evangelio, presentar la verdad y suministrar vida. Y vimos que presentar la verdad equivale a echar fuera demonios. Ahora veremos que suministrar vida equivale a ungir a los enfermos con aceite a fin de sanarlos.
Muchos de nuestros hermanos están enfermos espiritualmente por falta de nutrición. ¿Cómo podemos nutrirlos? La mejor manera es darles un testimonio de cómo experimentamos a Cristo; esto será el mejor alimento.
Con el testimonio que demos a otros también los ungimos. La verdadera necesidad hoy no es imponer las manos literalmente, como lo practican muchos en el movimiento carismático y en el movimiento pentecostal. Lo que se necesita es que demos testimonio de la experiencia que tenemos de Cristo. Usted puede testificar cómo el Señor lo salvó, lo cautivó, lo satisface, y cómo usted lo experimenta y lo disfruta día tras día. Por medio de un testimonio así otros recibirán una rica unción por la cual serán nutridos y sanados espiritualmente. Así que, suministrar vida equivale a nutrir y ungir a los demás con nuestro testimonio.
Todos necesitamos disfrutar más al Señor, y luego dar testimonio de nuestro disfrute.
A muchos cristianos les parece extraña la idea de disfrutar al Señor. Muchos jamás han oído que se le puede disfrutar. Quizás digan: “¿Qué es eso de que ustedes disfrutan al Señor? Dios es grande y poderoso. ¿Cómo podemos atrevernos a decir que lo disfrutamos?” En lugar de discutir con ellos, simplemente cuénteles cómo el Dios Triuno ha llegado a ser su disfrute diario. Un testimonio así los ungirá, los nutrirá y los alimentará.
Todos debemos seguir el ejemplo del Señor y los doce, y salir a predicar, echar fuera demonios presentando la verdad, y sanar a los enfermos ungiéndoles con nuestro testimonio. Espero que todos llevemos a la práctica estas cosas. De esta manera, alimentaremos a otros, los ungiremos y les suministraremos vida.