Mensaje 21
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Lectura bíblica: Mr. 7:1-23
En el mensaje anterior hicimos notar que en el capítulo siete, la oposición de los fariseos y los escribas dio al Señor una excelente oportunidad de poner de manifiesto la condición interior del hombre, la condición de su corazón.
En Mr. 7:15 el Señor dijo a la multitud: “Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él es lo que contamina al hombre”. Cuando el Señor entró en una casa, Sus discípulos le preguntaron acerca de lo dicho. Entonces El les dijo: “¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Al decir esto, hacía limpios todos los alimentos” (vs. 18-19). En el versículo 19 el Señor se refiere al corazón, y en el 20 añade: “Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre”. Luego enumera algunas de las cosas malignas que proceden del corazón del hombre (vs. 21-22).
En 7:21-22 el Señor dice: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la blasfemia, la soberbia, la insensatez”. El Señor denomina corazón a esa parte del hombre de donde proceden las maldades. El corazón del hombre caído está podrido, es corrupto y es incurable (Jer. 17:9, heb.). Así que, no debemos pensar que nuestro corazón es bueno. Quizás usted sea bueno exteriormente, pero no hay nada bueno en su corazón. Por esta razón, Pablo reconocía que el bien no moraba en él (Ro. 7:18).
En este capitulo el Salvador-Esclavo deja en evidencia lo más recóndito del hombre. Cuando predicamos el evangelio, nosotros también debemos tocar el corazón del hombre. Desafortunadamente, gran parte de la predicación actual del evangelio no hace esto.
Debemos ver, en lo dicho por el Señor en el capítulo siete de Marcos, cuál es nuestra verdadera condición interior. En realidad, nuestro corazón es un órgano lleno de maldades. Debido a que está corrompido, jamás debemos pensar que nuestro corazón es bueno. Pensar así es engañarnos y creer la mentira. Cualquiera que piense que tiene un corazón bueno se engaña a sí mismo. Nuestro corazón es corrupto y no debemos tener ninguna confianza en él.
En el versículo 21 el Señor Jesús emplea la palabra proceden. Según este versículo, los malos pensamientos, las fornicaciones, los hurtos y los homicidios proceden del corazón del hombre. La palabra proceden implica continuidad. Las maldades no sólo proceden del corazón del hombre, sino que continuamente salen de él.
Lo primero que enumeró el Salvador-Esclavo entre lo que procede del corazón del hombre es los malos pensamientos. Los pensamientos, por supuesto, vienen de la mente. El Nuevo Testamento dice que la mente del hombre caído es reprobada (Ro. 1:28), por lo cual, nada que salga de ella puede ser aceptado ni justificado por Dios. El rechaza y condena los pensamientos de la mente caída del hombre. Debido a que nuestra mente caída es una mente reprobada, nuestros pensamientos son malos, no importa cuán buenos parezcan.
Después de hablar de los malos pensamientos, el Señor menciona las fornicaciones. Debe impresionarnos el hecho de que El no hablara de estos asuntos descuidadamente. Consciente de la condición interior del hombre, habla de lo que procede del corazón de éste de una manera muy cuidadosa. Primero se dan los malos pensamientos y luego las fornicaciones. Esto indica que hay una relación entre ellos.
Lo tercero que se menciona en el versículo 21 es “los hurtos”. Tal vez algunos afirmen que nunca han hurtado. De hecho, todos hemos hurtado de un modo o de otro. En realidad, la fornicación misma es una especie de hurto, pues consiste en obtener algo ilícitamente. Hurtar es tomar algo por medios ilícitos. En principio, la fornicación figura en esta categoría y consiste en seguir un camino ilícito, un camino que Dios no estableció. Obtener algo de manera ilícita no sólo constituye un hurto, sino que también está en el principio de la fornicación.
Aunque somos salvos, hijos de Dios, nuestra naturaleza caída, incluyendo nuestro corazón, todavía está presente. Específicamente, estas dos cosas malignas, la fornicación y el hurto, siempre nos acosan, esperando una oportunidad para arruinarnos. A lo largo de los siglos, numerosos cristianos, incluyendo pastores y ministros, han caído en la trampa de la fornicación. Muchos creyentes a pesar de amar mucho al Señor Jesús han sido atrapados en esto. Se han olvidado de que su corazón es maligno, y como resultado, no guardan la distancia apropiada frente al sexo opuesto y han caído en fornicación.
Hablando prácticamente, la vida de iglesia es una vida social, y es inevitable que los creyentes de ambos sexos a menudo se relacionen entre sí. Por causa del peligro de la fornicación, debemos conservar la debida distancia frente al sexo opuesto.
Deseo hacer hincapié en el hecho de que aunque fuimos regenerados, nuestra vieja naturaleza, según lo enseña el Nuevo Testamento, todavía permanece con nosotros. Nunca debemos olvidar esto. Nuestra naturaleza caída estará con nosotros hasta que nuestro cuerpo haya sido redimido y transfigurado. No importa cuán santo pueda ser uno, necesita comprender que todavía tiene la naturaleza caída. Por esta razón aconsejo a los santos que nunca estén solos con una persona del sexo opuesto.
Valoro y respeto mucho este país, pero me molesta el que los hombres y las mujeres sean tan irrestrictos en su trato unos con otros. Muchas mujeres no están conscientes del peligro de ser contaminadas. Si lo estuvieran, guardarían una distancia apropiada frente al sexo opuesto.
Como ya lo indicamos, debemos tocar el corazón del hombre cuando predicamos el evangelio. En particular, debemos sacar a luz el hecho de que en principio todas las personas caídas son fornicarias y ladronas. Cuando predicaba el evangelio en la China, a menudo solía decir: “Damas y caballeros, ustedes se ven muy bien. Pero supongamos que les tomara una radiografía de lo que son por dentro. Si hiciera esto, no se atreverían a permanecer aquí; se darían cuenta de que por dentro son malignos e inmundos. Quizás aun mientras escuchan este mensaje estén pensando cosas malas. Tienen la apariencia de damas y caballeros, pero en su condición interior están sucios”. Los malos pensamientos proceden del corazón del hombre y se relacionan con la fornicación y el hurto.
Es muy significativo que en el capítulo siete de Marcos, el Salvador-Esclavo, al llevar a cabo Su servicio evangélico, hable de la condición interior del hombre. Debemos recordar que lo dicho por el Señor en 7:21-23 no iba dirigido a la multitud, sino a Sus fieles seguidores. Pareciera que el Señor decía: “Pedro, Juan, Jacobo, debéis comprender que los malos pensamientos, las fornicaciones y los hurtos proceden de vuestro corazón”.
Lo siguiente que mencionó el Señor en la lista de las cosas que proceden del corazón del hombre es los homicidios. Muchos homicidios se cometen a causa de la fornicación y del hurto. Por lo general, la fornicación y el hurto conducen a la persona a cometer homicidios.
Después de esto, el Señor habló de los adulterios. Existe una diferencia entre el adulterio y la fornicación. Si las personas que caen en pecado son casadas, se comete adulterio. Pero si el pecado ocurre entre dos personas solteras, se comete fornicación. El Señor habla de ambos pecados.
Lo siguiente que se menciona es las avaricias. Pablo dice que él pudo vencer otras cosas, pero no la avaricia; pudo guardar los Diez Mandamientos, menos el de no codiciar: “Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: ‘No codiciarás,’ ” (Ro. 7:7-8). Pablo no pudo cumplir el mandamiento de no codiciar debido a que éste está relacionado con la condición interior del hombre; los demás tienen que ver con la conducta exterior. La avaricia, así como los demás males que el Señor menciona, proceden de la corrupción que hay en el corazón del hombre.
En 7:22 el Señor menciona las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez.
La fornicación, el adulterio y la lascivia forman una categoría. Ya hablamos de la diferencia entre el adulterio y la fornicación. Los que se entregan a la fornicación o al adulterio están llenos de lascivia. El Señor ciertamente conoce la condición del hombre y por eso es tan específico.
Es posible que nos preguntemos qué tiene que ver la envidia con nuestro corazón. Tal vez nos parezca que no tienen ninguna relación. Pero si examinamos este asunto veremos que es posible tener envidia en nuestro corazón, pues según lo dicho por el Señor, ésta procede de él.
En el versículo 22, la envidia se menciona junto con la blasfemia. La envidia está relacionada con las personas, mientras que la blasfemia se comete principalmente contra Dios.
Los últimos dos males que menciona el Señor son la soberbia y la insensatez. La soberbia es más fuerte que el orgullo, y la insensatez indica necedad. Mucho de lo que emana de nuestro corazón es insensatez.
En 7:21-22 el Señor enumera trece cosas para describir al hombre caído, mientras que en Romanos 1 Pablo da una lista aun más extensa. Pero los trece males enumerados por el Señor en Marcos 7 son suficientes para describir la condición del corazón del hombre caído. Debemos comprender que todos estos males todavía están presentes en nuestro corazón viejo y corrupto.
Cuando yo era joven, me gustaba el Evangelio de Juan por ser un libro que habla de la vida. Según 10:10, el Señor Jesús vino para que tuviéramos vida y para que la tuviéramos en abundancia. En el Evangelio de Marcos tal vez no encontremos la palabra vida, pero sí encontramos la vida en la práctica. Por ejemplo, la semilla que se menciona en Marcos 4 alude a la vida. El Señor vino para sembrar la semilla del reino, lo cual significa que El imparte la vida. Sembrar la semilla equivale a impartir la vida. Así que, Marcos habla de la vida en el aspecto práctico.
En el capítulo siete, Marcos no dice explícitamente que el corazón del hombre es malo; si hablase de esa manera presentaría una doctrina. El narra lo que el Señor Jesús dijo acerca de lo que procede del corazón, lo cual es hablar de éste de manera práctica. Con esto vemos que Marcos no presenta doctrinas, sino la realidad práctica.
En el capítulo siete de este evangelio, el Señor enumera las maldades que proceden de nuestro corazón. Ninguno de nosotros está exento. Lo sobresaliente de dicho capítulo es que describe la condición interior del hombre.
El Salvador-Esclavo, al efectuar Su servicio evangélico, aprovechó lo que le dijeron los opositores para sacar a luz, analizar y diagnosticar la condición interior del hombre, y en 7:21-22 se halla el diagnóstico que hizo. El corazón constituye un problema para todo ser humano, y el diagnóstico que el Señor hizo de su condición se aplica a todos nosotros.
El Señor concluye el diagnóstico diciendo en 7:23: “Todas estas maldades de dentro proceden, y contaminan al hombre”. Las maldades que proceden de dentro son los frutos malignos de la naturaleza caída y pecaminosa del hombre (Ro. 7:18). No se quedan en nuestro corazón, sino que salen de allí. Esto significa que hay una procesión de maldades que emana del corazón del hombre, una procesión que contamina.
Cuando las personas del mundo regresan a trabajar después del fin de semana, a menudo hablan de las maldades a las que se entregaron. Sus conversaciones son una procesión de las maldades que hay en el interior de sus corazones. Es posible que sean personas cultas y que tengan buenos modales, pero de sus corazones y de sus bocas sale una procesión de maldades que corrompen.
El evangelio del Señor puede resolver la condición del corazón del hombre. Sin embargo, en el capítulo siete, sólo se da el diagnóstico; allí todavía no se halla la manera de resolver el problema del corazón. En este capítulo el Señor abre nuestro corazón, saca a luz su condición y luego parece dejarnos allí sobre “el quirófano”. Pero este evangelio no termina en el capítulo siete, y en los capítulos siguientes vemos que el Señor es el “cardiólogo experto”, quien conoce el corazón del hombre y sabe cómo sanarlo.
El cuadro que se presenta en el capítulo siete, donde se describe la condición interior de nuestro corazón, es muy diferente al que se presenta en los capítulos anteriores, donde vemos lo que es la sociedad y el mundo.
Si estudiamos 7:1-23 detenidamente, veremos que lo que el Señor dijo ahí abarca cada uno de los Diez Mandamientos. El incluso emplea la palabra mandamiento en el versículo 8: “Dejando el mandamiento de Dios os aferráis a la tradición de los hombres”. Luego en el versículo 9 añade: “Qué bien dejáis a un lado el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición”. En el versículo 13 el Señor habla de la palabra de Dios, y recalca que los religiosos la invalidaban con sus tradiciones. En esta porción de Marcos los mandamientos se refieren a la palabra de Dios.
Al estudiar dicha porción, vemos que la palabra del Señor hace referencia a la adoración que se le rinde a Dios. De los Diez Mandamientos, los primeros cuatro giran en torno a dicha adoración, mientras que el quinto habla de honrar a nuestros padres. En el versículo 10 el Señor específicamente se refiere a este mandamiento. El resto de lo que el Señor expresa alude a los últimos cinco mandamientos, los mandamientos acerca de la fornicación, el hurto, el homicidio, el falso testimonio y la codicia.
Si examinamos estos asuntos en conjunto, veremos que la conversación que el Señor sostuvo con los fariseos y los escribas, con la multitud y con los discípulos se basaba en los Diez Mandamientos. Los fariseos y los escribas al invalidar los mandamientos, invalidaban la palabra de Dios. Es importante comprender que en esta sección del Evangelio de Marcos, el Señor abarca los Diez Mandamientos.
Marcos 7:1-23 abarca tres asuntos cruciales: el mandamiento del Señor, es decir, la palabra de Dios; la tradición del hombre; y la condición de su corazón. La palabra de Dios, Sus mandamientos, siempre sacan a relucir la condición del corazón del hombre. Pero la tradición del hombre siempre la oculta. Es por eso que dondequiera que se guarda la tradición, hay hipocresía. La tradición oculta la condición del hombre. El Señor dice a los fariseos y a los escribas: “Qué bien dejáis a un lado el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (v. 9).
Las tradiciones aparentemente son buenas, pero en realidad son engañosas, y los que las guardan son hipócritas. En la religión hay mucha hipocresía debido a que hay demasiada tradición que oculta la verdadera condición del hombre. Pero la palabra de Dios siempre la pone de manifiesto.
En esta breve porción del Evangelio de Marcos se le da aplicación a los Diez Mandamientos. El Señor Jesús los repite y los emplea para poner de manifiesto la condición interior del hombre. Los fariseos y los escribas se preocupaban de que las personas se lavaran las manos, pero este lavamiento ni siquiera se menciona en los Diez Mandamientos. Al aplicar los Diez Mandamientos, lo que importa no es que nos lavemos las manos, sino que adoremos a Dios con un corazón sincero y que honremos a nuestros padres cumpliendo fielmente nuestras responsabilidades. El objetivo de los mandamientos de Dios no es sacar a luz la suciedad que hay en nuestras manos, sino revelar la corrupción que hay en el corazón del hombre. Este es el propósito por el cual el Señor repite los Diez Mandamientos. Les animo a estudiar esta porción a la luz de esta perspectiva.