Mensaje 27
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Lectura bíblica: Mr. 9:14-50
En el mensaje anterior vimos que en 8:27—9:13 se da una revelación de Cristo, que incluye Su muerte y Su resurrección, como el reemplazo universal de todo lo que no es Dios. En este mensaje examinaremos 9:14-50.
No es fácil entender lo que revela este pasaje. ¿Cuál es el tema principal de esta porción del Evangelio de Marcos? Si dividimos esta sección en varias partes, tal vez entendamos algunos puntos específicos. Pero ¿qué se ve en estos versículos en conjunto?
Estos treinta y siete versículos comienzan con la expulsión de un espíritu mudo del hijo de un hombre (9:14-29). Esto ocurrió inmediatamente después de que el Señor y los tres discípulos descendieron del monte de la transfiguración. “Cuando llegaron a donde estaban los discípulos, vieron una gran multitud alrededor de ellos y a unos escribas disputando con ellos. Y en seguida toda la multitud, viéndole, se asombró, y corriendo a El, le saludaron” (vs. 14-15). Cuando el Señor Jesús les preguntó por qué disputaban, “uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a Ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo; y dondequiera que se apodera de él, le tira al suelo; y echa espumarajos, y cruje los dientes; y se está consumiendo; y dije a Tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron” (vs. 17-18).
En este pasaje vemos el caso de alguien que tenía un espíritu mudo, no de una persona que necesitara ser sanada. En el versículo 25 vemos que el espíritu que se expulsó del niño era un espíritu sordomudo. Así que, una vez más se ve la necesidad de resolver de manera específica el problema relacionado con los órganos del habla y del oído.
El padre de aquel muchacho había pedido a los discípulos del Señor que echaran fuera al demonio, pero ellos no pudieron. Ellos eran aprendices y debieron haberlo expulsado. Pero debido a que fracasaron, se produjo una disputa severa. Cuando el Señor descendió del monte de la transfiguración, se enteró de la situación y procedió a echar fuera al espíritu sordomudo.
Marcos 9:28 dice: “Cuando Jesús entró en casa, Sus discípulos le preguntaron en privado: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?” Los discípulos parecían decir al Señor: “Te hemos seguido ya por mucho tiempo y hemos aprendiendo de Ti. Para Ti fue muy fácil expulsar al demonio. Pero ¿por qué nosotros no pudimos hacerlo?”
En el versículo 29 el Señor respondió a los discípulos: “Este género por ningún medio puede salir, sino por la oración”. Esta respuesta indica que ellos no oraron, y que a eso se debía que no pudieran expulsar al demonio.
¿Sabe usted qué significa orar? Orar significa reconocer que no somos nada y que no podemos hacer nada. Esto implica que la oración equivale a verdaderamente negar nuestro yo. Por lo tanto, orar es negarnos a nosotros mismos, sabiendo que no somos nada y que no podemos hacer nada. Además, en la práctica, orar equivale a declarar: “Ya no vivo yo, sino Cristo”.
Los discípulos, en lugar de orar primero, trataron de echar fuera al demonio. Quizás dijeron para sí: “Ya hemos visto cómo el Señor echa fuera demonios por más de dos años y hemos aprendido de El. No tendremos ningún problema para echar fuera al demonio de este niño”. Pero aunque intentaron hacerlo, no tuvieron éxito. Podemos decir que ellos trataron de echar fuera al demonio sin el poder, la energía, la electricidad divina.
Quisiera realzar el hecho de que lo que realmente indica la palabra oración en 9:29 es: “Ya no vivo yo, sino Cristo”. Respecto a esto, debemos entender por qué este caso sigue inmediatamente después de que se da la revelación de Cristo como nuestro reemplazo y de lo que dijo el Señor en cuanto a negarnos a nosotros mismos. Debemos negarnos a nosotros mismos para que Cristo nos reemplace y llegue a ser el todo para nosotros. Aunque los discípulos tuvieron esta revelación, no la llevaron a la práctica, no vivieron conforme a ella. Recibir la revelación es una cosa, pero vivirla es algo muy diferente.
Marcos 9:14-50 contiene la manera de aplicar la revelación de que Cristo es nuestro reemplazo. A los discípulos les había sido revelado que Cristo nos reemplaza totalmente por medio de Su muerte y Su resurrección. La muerte nos pone fin, y la resurrección introduce a Cristo en nosotros. El resultado de esto es: “Ya no vivo yo, sino Cristo”. Pero ¿cómo se le da aplicación a esta revelación? Como se ve en el caso de la expulsión del demonio mudo, esta visión se aplica por medio de la oración.
Como seres humanos, todos tenemos problemas con el mal genio. Así que, podemos usarlo como ejemplo de que hay ciertos “demonios” que salen únicamente por medio de la oración. En la vida matrimonial es muy fácil que los cónyuges experimenten el problema del mal genio. Sin duda todo esposo se enfrenta a este problema y toda esposa es mortificada por él. El mal genio es un problema serio en la vida conyugal y es causa de separaciones y hasta divorcios. Si los cónyuges nunca intercambian palabras ni son perturbados por el mal genio, la mayoría de los problemas que experimentan en la vida conyugal será eliminada. No obstante, el mal genio es un problema. Así que, necesitamos a Cristo en nuestra vida conyugal. Yo diría que en ninguna otra área lo necesitamos tanto como en ésta.
¿Sabe usted cómo llevar la mejor vida conyugal? Experimentando las palabras: “Ya no vivo yo, sino Cristo”. Pero ¿cómo practicarlo? Orando. Por ejemplo, usted no debe tratar de suprimir su mal genio. Si trata de hacerlo con sus propias fuerzas, con el tiempo éste se convertirá en un problema peor. Cuanto más se esfuerce por suprimir su mal genio, más “depósitos” hará en el “banco del mal genio”, y tarde o temprano perderá la paciencia de manera más seria. Esto es lo que significa tratar de echar fuera el “demonio” del mal genio usando el esfuerzo propio en lugar de depender de la oración.
En lugar de tratar de suprimir su ira, debe orar. Si le pregunta al Señor por qué usted no puede echar fuera el demonio de su mal genio, quizás le dirá: “Este género por ningún medio sale, sino por la oración. Necesitas orar”.
En realidad no necesitamos hacer largas oraciones. Es suficiente invocar: “¡Oh Señor Jesús!” Aun esta corta oración puede manifestar la experiencia de: “ya no vivo yo, sino Cristo”. Al orar manifestamos que no ejercemos nuestro propio esfuerzo para resolver la situación, sino que aplicamos a Cristo. Esto es poner en práctica la visión de que Cristo es nuestro reemplazo, así como la visión acerca de Su muerte y Su resurrección.
Uno no debe tratar de expulsar demonios por su propio esfuerzo; debemos orar primero. Como hicimos notar, orar equivale a: “Ya no vivo yo, sino Cristo”. Así que, el caso narrado en 9:14-29 muestra que si queremos ser reemplazados por Cristo, debemos orar, y no tratar de echar fuera demonios por nuestros medios.
En 9:30-32 el Señor Jesús revela Su muerte y Su resurrección por segunda vez. El versículo 31 dice: “Porque enseñaba a Sus discípulos. Y les decía: El Hijo del Hombre es entregado en manos de hombres, y le matarán; y después de muerto, resucitará al tercer día”. Pero los discípulos, como dice el versículo 32, “no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle”. La frase esta palabra en el griego literalmente es la palabra (rhema).
Es posible que los discípulos, después de fracasar en su intento por echar fuera el demonio, hayan entendido un poco que al orar uno experimenta las palabras: “Ya no vivo yo, sino Cristo”, y que orar implica negarnos a nosotros mismos y comprender que no somos nada, que no podemos hacer nada y que necesitamos que Cristo nos reemplace. Este reemplazo requiere que oremos para que el Señor intervenga y lo sea todo para nosotros. Sin embargo, un sólo acontecimiento no es suficiente para adiestrarnos en esta experiencia. Así que, en 9:33-37 se presenta otro caso, el de la enseñanza en cuanto a la humildad, en el cual se recalca el mismo punto.
Marcos 9:33-34 dice: “Y llegaron a Capernaum; y estando en la casa, les preguntó: ¿Qué discutíais en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién era mayor”. Ninguno de los discípulos se atrevió a decir algo. Pero el Señor sabía que ellos habían estado disputando, y les enseñó en cuanto a la humildad. “El se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (v. 35). Luego tomó a un niño y lo puso en medio de ellos, y tomándole en Sus brazos, les dijo: “Cualquiera que reciba a un niño como éste a causa de Mi nombre, me recibe a Mí; y el que a Mí me recibe, no me recibe a Mí sino al que me envió” (vs. 36-37). Al tomar al niño en Sus brazos, el Salvador-Esclavo expresó Su humanidad en Su amor tierno para con los pequeños.
¿Sabe usted qué es la humildad? Al igual que la oración, la humildad quiere decir que no somos nada. La humildad equivale a: “Ya no vivo yo, sino Cristo”.
El Señor enseña a los discípulos la misma lección que les había enseñado en el caso de la expulsión del demonio mudo. Los discípulos habían recibido la visión acerca de la persona de Cristo, Su muerte que les pone fin y Su resurrección que introduce en ellos a Cristo como su reemplazo. Pero aunque les había sido revelada esta visión, ellos necesitaban vivirla. Con relación a la expulsión de demonios, necesitaban poner en práctica la visión por medio de la oración. Orar es testificar: “Ya no vivo yo, sino Cristo”. Con respecto a quién es mayor, los discípulos debían practicar la visión al aprender la lección de la humildad. Al debatir en cuanto a quién era mayor, pasaron por alto la visión del Cristo que los reemplaza; la visión de Su muerte, la cual los anula; y la visión de Su resurrección, la cual los abastece. Por consiguiente, era necesario que el Señor los adiestrara a poner en práctica la visión, que consistía en que El es el reemplazo de ellos.
En 9:38, Juan, uno de los hijos del trueno, dijo al Señor: “Maestro, vimos a uno que en Tu nombre echaba fuera demonios, y se lo prohibimos, porque no nos seguía”. Este fue un acto impetuoso de parte de Juan, hijo del trueno, y era contrario a la virtud del Salvador-Esclavo, a quien acompañaba. La actitud de Juan se parece a la que expresó Josué en Números 11:28.
Es muy posible que los dos hijos del trueno, Jacobo y Juan, hayan iniciado el debate en cuanto a quién era mayor, y que Juan haya intentado cambiar el tema. Yo creo que ellos jugaron el papel principal en esta disputa.
El Señor Jesús, en lugar de reprender a Juan, le respondió de manera muy sabia. El resto de los versículos de este capítulo (vs. 39-50) tratan de lo que el Señor respondió a lo que Juan dijo en el versículo 38.
En el versículo 39 el Señor Jesús dijo: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga obra poderosa en Mi nombre, que pueda luego hablar mal de Mí”. Esto manifiesta la tolerancia que el Salvador-Esclavo, al llevar a cabo Su servicio evangélico, mostraba para con los creyentes que eran diferentes de los que le rodeaban. El apóstol Pablo tomó esta misma actitud en Filipenses 1:16-18, y Moisés en Números 11:26-29, mas no el impetuoso Juan.
Es muy significativo que esta sección, contenida en los versículos 38-50, siga el mismo tema de la sección anterior (vs. 33-37), en la cual el Salvador-Esclavo enseñó a Sus seguidores acerca de la humildad, después de que estos habían discutido entre sí quién era el mayor. Es muy probable que los dos hijos del trueno, Jacobo y Juan, hayan sido los protagonistas de dicha disputa (véase 10:35-45). En ese pasaje se ve que el propio Juan no estaba dispuesto a tolerar a un creyente que era diferente de él. Su acción impetuosa tal vez se debía a que él ambicionaba ser grande, y esta ambición probablemente provocó su intolerancia para con otros creyentes que tenían diferentes prácticas. Esta actitud facciosa predomina entre los cristianos hoy. El Salvador-Esclavo, por supuesto, no aprobó la conducta de Juan en este asunto.