Mensaje 28
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Lectura bíblica: Mr. 9:38-50
En este mensaje estudiaremos Marcos 9:38-50.
En el mensaje anterior dijimos que en el versículo 38 Juan expresó al Señor las siguientes palabras: “Maestro, vimos a uno que en Tu nombre echaba fuera demonios, y se lo prohibimos, porque no nos seguía”. Esta fue una acción impetuosa por parte de Juan, el hijo del trueno, y era contraria a la virtud del Salvador-Esclavo, a quien acompañaba, lo cual se comprueba por lo que dijo el Señor en el versículo 39: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga obra poderosa en Mi nombre, que pueda luego hablar mal de Mí.” Estas palabras expresan la tolerancia del Salvador-Esclavo para con los creyentes que eran diferentes de aquéllos que le rodeaban.
Los versículos 40-50 contienen asuntos un tanto difíciles de entender. En el versículo 40 el Señor Jesús dice: “Porque el que no está contra nosotros, por nosotros está”. Por muchos años me inquietaba este versículo y me era difícil entenderlo, pues pensaba que contradecía lo que dijo el Señor en Mateo 12:30, aunque por supuesto no es así. Los dos versículos procedieron de la boca del Salvador-Esclavo y pueden considerarse como máximas. La máxima que se expresa en Marcos habla de conformarse exteriormente a una práctica y tiene que ver con personas que no se oponen al Señor (Mr. 9:39), mientras que la de Mateo habla de estar unidos interiormente en el mismo propósito y tiene que ver con las personas que sí se oponen a El (Mt. 12:24). Para guardar la unidad interior, debemos practicar lo que dice Mateo, y con respecto a la afinidad exterior, debemos hacer lo que dice Marcos, a saber, tolerar a los creyentes que no son como nosotros.
En 9:41 el Señor añade: “Porque cualquiera que os dé a beber un vaso de agua por causa de Mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que de ninguna manera perderá su recompensa”. En el versículo 38 vemos que Juan tomó la postura de uno que corrige a otros. Pero las palabras sabias que el Salvador-Esclavo profirió en el versículo 40 produjeron un cambio en él y en los otros discípulos, convirtiéndolos en personas dispuestas a recibir ayuda de los demás. Esto implica que todos —sean los discípulos u otros creyentes— estaban bajo el cuidado del Señor, pues todos le pertenecen a El. Lo que ellos hicieran por otros creyentes o lo que éstos hicieran por ellos, si lo realizaban en el nombre del Señor, todo sería recompensado por El; hasta el acto de ofrecer un vaso de agua.
En el versículo 41 el Señor se refiere a una persona que da a beber un vaso de agua a un discípulo en el nombre del Señor y por ser éste de Cristo, lo cual indica que el Salvador-Esclavo reconoció que la persona a la que Juan le prohibió echar fuera demonios era un creyente verdadero que le pertenecía a El. Esto debe haberle enseñado una lección a Juan.
En 9:41 el Señor dice que la persona que da a beber un vaso de agua a un discípulo, “de ninguna manera perderá su recompensa”. Esta recompensa será dada en la era del reino (Lc. 14:14), y es algo adicional a la salvación eterna. La salvación eterna se obtiene por fe, y no tiene nada que ver con nuestras obras (Ef. 2:8-9), mientras que el galardón es dado por lo que hacemos después de ser salvos (1 Co. 3:8, 14). Aunque seamos salvos, es posible que no recibamos un galardón y que suframos pérdida, por carecer de obras que el Señor apruebe (1 Co. 3:15). Cuando regrese el Señor, nos recompensará según nuestras obras (Mt. 16:27; Ap. 22:12; 1 Co. 4:5). Esto se decidirá en el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10) y lo disfrutaremos en el reino venidero (Mt. 25:21, 23).
En Marcos 9:42 el Señor añade: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en Mí, mejor le fuera que se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar”. El Salvador-Esclavo cambió de tema; dejó de referirse a Juan y a los otros discípulos directamente, y comenzó a dirigirse a Sus creyentes en general, a los cuales consideraba pequeñitos (esto no tiene nada que ver con los niños a los que se alude en el v. 37), y entre los cuales figuraban Juan, los otros discípulos y la persona a quien estos le prohibieron echar fuera demonios. Debemos considerar esto como una advertencia que el Señor dio a Juan y a los otros discípulos en cuanto a hacer tropezar a alguno de los creyentes que le siguieran en forma diferente a la de ellos.
El versículo 43 dice: “Si tu mano te es causa de tropiezo, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir a la Gehena, al fuego inextinguible”. En este pasaje lo que causa el tropiezo ya no es una persona, sino un miembro del cuerpo físico del creyente. Los creyentes no deben ser tropiezo los unos a los otros, ni tampoco deben permitir que los miembros de su cuerpo les hagan tropezar. Esto muestra lo precioso que son los creyentes a los ojos del Salvador-Esclavo. Todos ellos deben ser preservados completamente para El, y por ende, se debe tratar con seriedad todo lo que los haga tropezar.
En el versículo 43, la palabra vida se refiere a la vida eterna, la cual los creyentes que venzan disfrutarán en el reino venidero. Heredar la vida eterna (Mt. 19:29) equivale a ser recompensado en la era venidera (Lc. 18:29-30), disfrutar la vida eterna en la manifestación del reino.
La palabra Gehena significa el valle de Hena y es el equivalente de la palabra hebrea Gehinnom, que quiere decir valle de Hinom. Este valle era profundo y estaba ubicado cerca de Jerusalén. Era usado como basurero de la ciudad, en el cual se arrojaba e incineraba toda clase de inmundicias así como también los cuerpos de los criminales. Otro nombre que se le daba era Tofet (2 R. 23:10; Is. 30:33; Jer. 19:13). Debido a su fuego continuo, vino a ser el símbolo del lugar donde se inflige el castigo eterno, el lago de fuego (Ap. 20:15).
En Marcos 9:43 la expresión fuego inextinguible está en aposición con Gehena, y denota, según el contexto, un castigo dispensacional que sufren los creyentes derrotados (como por ejemplo ser dañado por la segunda muerte según se menciona en Apocalipsis 2:11); y no se refiere a la perdición eterna.
En 9:45 el Señor dice: “Y si tu pie te es causa de tropiezo, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en la Gehena”. Esto es semejante a lo que se dice en el versículo 43. (Algunos manuscritos insertan los versículos 44 y 46, que dicen: “Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga).
En el versículo 47 el Señor dice: “Y si tu ojo te es causa de tropiezo, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar en el reino de Dios con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado en la Gehena”. Entrar en el reino de Dios es disfrutar de la vida eterna en la edad venidera.
El versículo 48 dice lo siguiente en cuanto a la Gehena: “Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga”. Este versículo es una cita de Isaías 66:24.
El versículo 49 dice: “Porque todos serán salados con fuego”. Esto se hace con el fin de eliminar los microbios de corrupción que entraron por medio del pecado y así preservar a los creyentes que pecan (véase Lv. 2:13; Ez. 43:24).
El fuego que se menciona en Marcos 9:49 es un fuego que refina (Mal. 3:2), que purifica, como en 1 Corintios. 3:13 y 15 (cfr. Is. 33:14). Durante la dispensación del reino, purificará a los creyentes que hayan cometido pecados en la edad actual y que no se hayan arrepentido. Incluso en esta edad, Dios purifica a los creyentes por medio de pruebas (1 P. 1:7; 4:12, 17). El castigo que se infligirá con fuego en la dispensación venidera, la edad del reino, se basará en el mismo principio que el que se inflige en esta era mediante el fuego de los sufrimientos.
En el versículo 50 el Señor concluye, diciendo: “Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y tened paz los unos con los otros”. La sal es un elemento que por naturaleza mata y elimina los microbios de corrupción. Los creyentes de Cristo que se vuelven insípidos pierden la capacidad de salar. Cuando esto ocurre, quedan en la misma condición que las personas del mundo; no se distinguen de los incrédulos.
La sal de la que habla el Señor en el versículo 50 tiene una diferente aplicación que en Mateo 5:13 y Lucas 14:34. En Mateo y Lucas, la sal, que representa la influencia que los creyentes tienen sobre el mundo, es útil para salar el mundo corrupto, mientras que la sal que se menciona en Marcos, la cual está en aposición con el fuego purificador, sirve para purificar a los creyentes que pecan, tal como los castigos que Dios inflige sobre los creyentes en la edad actual. Por lo tanto, los creyentes deben tener sal en sí mismos para poder ser purificados no sólo de los pecados, sino también de cualquier elemento faccioso (como el que se vio en el acto impetuoso de Juan, cuando le prohibió actuar a un hermano que no era como él y cuando discutió con los demás acerca de quién era mayor) y así estar en paz unos con otros. Esta sal es la gracia que purifica las palabras de los creyentes (Ef. 4:29) para que mantengan la paz unos con otros (Col. 4:6). Hablar con palabras que dan gracia es muy distinto a lo que Juan dijo al hermano que era diferente de él. En conclusión, la sección que se halla al final del capítulo nueve (vs. 38-50) presenta lo que enseñó el Salvador-Esclavo en cuanto a la tolerancia que los creyentes deben ejercer por el bien de guardar la unidad.
Es necesario que entendamos 9:38-50 a la luz de la visión presentada en 8:27—9:13 acerca de Cristo, Su muerte y Su resurrección. Sin tener esta visión, no podremos entender esta sección del Evangelio de Marcos. Recibir la visión acerca de Cristo, Su muerte y Su resurrección es la clave para entender estos versículos.
Ya dijimos que en 9:38 Juan dijo al Señor Jesús que habían visto a uno que en Su nombre echaba fuera demonios, y que se lo habían prohibido porque no los seguía. Da la impresión de que Juan decía: “Señor, este hombre echaba fuera demonios en Tu nombre. Pero no quería seguirnos. Es faccioso y sectario. Y puesto que causa problemas, le prohibimos que expulsara demonios en Tu nombre. Yo le dije que, o se venía con nosotros o que dejara de echar fuera demonios en Tu nombre”.
¿Cree usted que Juan, mientras estaba en esta situación, podía decir que vivía a Cristo, que ahora ya no vivía él, sino Cristo? Ciertamente no. ¿Había permitido él que la muerte de Cristo le diera fin y que la resurrección se forjara en él? ¡Rotundamente no! En 9:38 Juan aún era un hombre natural, un hijo del trueno. Todavía permanecía en su yo, el cual se había engrandecido. Mientras el Señor hablaba con los discípulos en cuanto a la humildad, él tuvo el atrevimiento de cambiar el tema en el versículo 38.
La respuesta del Señor en el versículo 39 debe haber sorprendido a Juan: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga obra poderosa en Mi nombre, que pueda luego hablar mal de Mí”. El Señor parecía decirle: “No debes prohibírselo. El no está contra Mí; al contrario, está a favor Mío. Todos los creyentes Me pertenecen”.
En el versículo 41 el Señor añade: “Porque cualquiera que os dé a beber un vaso de agua por causa de Mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que de ninguna manera perderá su recompensa”. El Señor parecía decir lo siguiente: “En lugar de prohibir a esta persona que eche fuera demonios en Mi nombre, debes darle a beber un vaso de agua. Si él ofreciere a uno de ustedes un vaso de agua, Yo lo tomaré en cuenta. Cualquiera que les ofrezca un vaso de agua en Mi nombre recibirá una recompensa en la era venidera”.
En el versículo 42 el Señor profiere una advertencia en cuanto a hacer tropezar a los que creen en El: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en Mí, mejor la fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar”. ¡Cuán serio es hacer tropezar a los que creen en el Señor! Es muy posible que las palabras del Señor hayan causado una gran impresión en Juan. Quizás dijo para sí: “Si hago tropezar a un creyente, mi futuro puede ser peor que el de aquel a quien se le ata una piedra de molino al cuello y se le arroja en el mar”.
En los versículos 43-48 el Señor comienza a hablar, no en cuanto a hacer tropezar a otros, sino del peligro de ser nuestro propio tropiezo. El dice que nuestra mano, nuestro pie o nuestro ojo puede hacernos tropezar. Hacer que un creyente tropiece es algo serio, y lo es también el que un miembro de nuestro cuerpo físico nos haga tropezar. Lo serio de esto se muestra en el hecho de que si un miembro de nuestro cuerpo nos hace tropezar, podemos ser arrojados en la Gehena, en el fuego inextinguible.
Es posible que algunos cristianos se sorprendan sobremanera al oír que un creyente puede ser arrojado al fuego inextinguible. Quizás se pregunten cómo puede ser posible que una persona salva sea castigada con fuego. En cuanto a esto, debemos examinar las palabras del Señor Jesús. El dijo que si uno de los miembros de nuestro cuerpo nos hace tropezar, podíamos ser arrojados al fuego inextinguible.
En 9:41 el Señor habla de recibir una recompensa, mientras que en 9:42-48, de recibir un castigo, los cuales se darán en la era venidera, la era del reino. En dicha era se recompensará a aquel que dé a beber un vaso de agua a un discípulo en el nombre del Señor y por ser de Cristo, y asimismo se infligirá el castigo del que se habla en estos versículos.
En 9:43 el Señor habla de entrar en la vida. Un aspecto del castigo que se dará en la era venidera consiste en perder el disfrute que tenemos de la vida eterna. Como vimos, en este contexto no se trata de recibir la vida eterna, sino de entrar en ella. Nosotros recibimos la vida eterna al ser regenerados. Pero entrar en ella es algo que sucede en la edad venidera, cuando se manifestará el reino de Dios. Todavía está pendiente si participaremos o no de la vida eterna en la edad venidera. Quizás la concupiscencia de nuestra mano, de nuestro pie o de nuestro ojo nos impedirá entrar. La concupiscencia que se halla en nuestros miembros puede llevarnos a perder el disfrute de la vida eterna en la edad del reino. En lugar de entrar en ese disfrute, puede ser que seamos castigados con fuego.
Cuando algunos oyen que es posible que los creyentes sufran en la edad venidera, puede que digan: “¡Esto es algo serio! ¿Cómo puede ser que personas redimidas sufran algún castigo? ¿Acaso no es completa y suficiente la redención que Cristo efectuó?” Sí, la redención ciertamente es completa y suficiente. Pero también es un hecho que muy a menudo las personas redimidas reciben algún castigo de parte de Dios aun en esta edad. Según 1 Pedro 1:7; 4:12 y 17, existe la posibilidad de que los creyentes sean purificados con el fuego de las tribulaciones. Por ejemplo, 1 Pedro 4:12 dice: “Amados, no os extrañéis por el fuego de tribulación en medio de vosotros que os ha venido para poneros a prueba, como si alguna cosa extraña os aconteciese”. La palabra griega traducida fuego de tribulación significa incendio, y denota el fuego de un horno de fundición donde se purifican el oro y la plata (Pr. 27:21; Sal. 66:10); esto es similar a la metáfora que se usa en 1:7. Pedro consideró que la persecución sufrida por los creyentes era semejante a un horno ardiente que Dios usa para purificar la vida de ellos. Así castiga Dios a los creyentes en el juicio de Su administración gubernamental, el cual comienza por Su propia casa (1 P. 4:17-19).
Muchos maestros de la Biblia reconocen la posibilidad de que los redimidos sufran el castigo de Dios en esta edad. Siendo éste el caso, ¿cómo podemos pensar que no es posible que ellos sean castigados también en la edad venidera? ¿Quién tiene base para decir lo contrario? La Biblia no nos dice tal cosa. Ella revela que Dios sabe cómo ejecutar Su juicio tanto en esta edad como en la venidera. Por ejemplo, un padre se pregunta cuál es la mejor manera de disciplinar a su hijo. Puede ejercer dicha disciplina inmediatamente, o puede decidir esperar un tiempo. El juzgará cuál es el mejor tiempo para administrarle la disciplina a su hijo. De igual manera, Dios sabe cuál es el mejor tiempo para disciplinar a Sus hijos, y cuál es la mejor manera.
El Nuevo Testamento nos muestra que es posible que creyentes auténticos, que fueron redimidos por Cristo, sufran la disciplina de Dios, el castigo de Dios. El hecho de que Dios discipline a los creyentes no significa que la redención efectuada por Cristo no sea completa o suficiente. Pese a que la redención es completa y suficiente, todavía debemos tomar a Cristo y permitir que nos reemplace. Aún es necesario orar para poder decir de manera práctica: “Ya no vivo yo, sino Cristo”. Sin tomar a Cristo de esta manera, corremos el riesgo de que la concupiscencia que está en nuestra mano, nuestro pie o nuestro ojo nos haga tropezar. Entonces, en lugar de disfrutar la vida eterna en la edad venidera, sufriremos el castigo de parte de Dios.
Si hemos de disfrutar la vida eterna o sufrir castigo en la edad venidera depende de cómo vivimos hoy. Necesitamos llevar una vida de oración y continuamente invocar el nombre del Señor, diciéndole: “Señor, ya no vivo yo, sino Tú. Señor, Tú eres mi reemplazo. Reemplázame por medio de Tu muerte y Tu resurrección. Señor, reconozco que en la cruz se me dio fin, y también que en Tu resurrección Tú vives en mí. Ahora puedo decir en mi experiencia que ya no vivo yo, mas Tú vives en mí”.
Si ésta es su experiencia, entonces vencerá la concupiscencia que está en su mano, en su pie y en su ojo. Usted será una persona que permite que Cristo la reemplace, que disfruta a Cristo como el todo en su vida diaria y que lo vive de manera práctica. Como resultado, nada podrá hacerle tropezar, ni usted hará tropezar a nadie. Estará lleno de Cristo y ninguna parte de su ser podrá hacerle tropezar. En lugar de ser tropezado, usted podrá alabar al Señor, diciendo: “¡Aleluya, ya no vivo yo, sino Cristo! ¡Aleluya por Cristo! ¡Aleluya por Su muerte y Su resurrección”. Este disfrute hoy le llevará a disfrutar de la vida eterna en la edad del reino. Esto es lo que significa entrar en el reino de Dios y no ser afectado por el castigo dispensacional que Dios inflige en la edad del reino, un castigo de duración temporal.
En 9:49 el Señor dice: “Porque todos serán salados con fuego”. Esto indica que el fuego funcionará como sal, y que seremos salados con fuego. Esta sal mata los microbios, la concupiscencia que hay dentro de nosotros. Aunque hemos sido salvos y somos hijos de Dios, todavía tenemos muchos “microbios”. Así que, necesitamos la “sal de fuego”, un “fuego de sal” que mate los microbios y nos purifique. Esto no es meramente un castigo; también es una preservación. Esta sal de fuego nos preservará de ser corruptos eternamente.
Si vemos lo que revelan estos versículos, oraremos: Señor Jesús, que en mi vida diaria ya no viva yo, sino Tú. Necesito ser una persona que ora y que vence la concupiscencia que hay en mí. Señor, fui crucificado contigo, y ahora Tú vives en mí”.
Cristo nos puso fin por medio de la cruz, y en resurrección se forjó en nosotros. Ahora debemos disfrutarlo y vivirlo. Día tras día debemos vivir en Su muerte y en Su resurrección. Entonces experimentaremos las palabras: “Ya no vivo yo, sino Cristo”. Si vivimos así, no haremos tropezar a los demás, ni tampoco nos hará tropezar ninguna concupiscencia que pueda haber en nosotros. Entonces disfrutaremos a Cristo en esta edad, y en la próxima tendremos un disfrute más completo de la vida eterna, el disfrute que se nos brinda en el reino venidero.