Mensaje 29
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Lectura bíblica: Mr. 9:38-50
En este mensaje añadiremos algo sobre Marcos 9:38-50. Como ya dijimos, en este pasaje del Evangelio de Marcos se narra lo que el Señor enseñó en cuanto a ser tolerantes por el bien de la unidad.
En 8:27—9:13 se muestra una visión del Cristo que lo reemplaza todo por medio de Su muerte y Su resurrección. En el capítulo nueve, el Señor enseña a los discípulos que deben ser anulados y no ser nada. Pero en Mr. 9:33-37 ellos disputan entre sí sobre quién era mayor. El Señor intentaba ayudarles a que comprendieran que no debían de ser nada, pero ellos contendían entre sí en su esfuerzo por ser alguien, por ser el mayor. Así que, en 9:33-37 el Señor enseño en cuanto a la humildad.
En 9:38 Juan dijo al Señor Jesús: “Maestro, vimos a uno que en Tu nombre echaba fuera demonios, y se lo prohibimos, porque no nos seguía”. El resto de este capítulo narra la enseñanza del Señor en cuanto a ser tolerantes por el bien de la unidad, la cual expuso en respuesta a lo que Juan profirió en este versículo.
Debemos darnos cuenta que prohibirle algo a los demás, como lo hizo Juan en el versículo 38, indica que nos creemos superiores a ellos. Además, cuando actuamos así, los hacemos tropezar, y nosotros mismos tropezamos. El maligno puede hacer que los miembros de nuestro cuerpo —la mano, el pie o el ojo— expresen su lujuria y nos hagan tropezar. Debemos tener mucho cuidado en cuanto a esto.
No debemos pensar que somos superiores a otros. Al contrario, debemos darnos cuenta de que no somos nada ni nadie. Esta convicción nos llevará a orar, y esto indicará que comprendemos que no somos nada ni podemos hacer nada. Necesitamos que alguien más, el propio Cristo, nos reemplace.
Si no nos creemos superiores a los demás, no haremos tropezar a nadie. Pero si pensamos que somos superiores a ellos, les causaremos tropiezo, y daremos lugar al enemigo para que use la concupiscencia que hay en nuestros miembros y nos haga tropezar a nosotros.
La lujuria está presente en los miembros de nuestro cuerpo, especialmente en nuestros ojos. Si hacemos tropezar a otros al creernos superiores a ellos, eso puede indicar que tenemos un ojo perverso, y el enemigo podrá utilizar la concupiscencia de nuestros miembros para hacernos tropezar.
Todos necesitamos tomar la cruz y aplicar su obra aniquiladora a nuestra situación. Si lo hacemos, no nos creeremos superiores a otros. Al contrario, comprenderemos que no somos nada y como resultado, el enemigo no podrá venir y utilizar los miembros de nuestro cuerpo para hacernos tropezar.
Si no tomamos la cruz ni la aplicamos a nosotros mismos, no solamente haremos tropezar a los demás, sino que seremos nuestro propio tropiezo. La concupiscencia que hay en nuestras manos, nuestros pies y nuestros ojos nos harán tropezar. Si éste es el caso, cuando venga la edad del reino será necesario que seamos salados, ya que todavía estaremos llenos de “microbios”.
Cuando hablo de ser salados me refiero a ser purificados con fuego. Acerca de esto, el Señor dijo: “Todos serán salados con fuego” (v. 49). Este versículo habla de la sal de fuego, o sea que el fuego es la sal. En la edad venidera, algunos serán puestos en el fuego para ser salados, lo cual los purificará. En cierto sentido, esta purificación es una disciplina, un castigo. Por otro lado, el ser salados hace que los creyentes sean preservados. Así que, ser salados no es solamente un castigo, sino que también guarda al purificado de perecer, de perderse eternamente.
Como dijimos, este es el fuego que refina (Mal. 3:2), y como lo indica 1 Corintios 3:13 y 15, purificará en la edad del reino a aquellos creyentes que hayan cometido pecados en la edad actual y que no se hayan arrepentido. Esta purificación será un castigo dispensacional. No obstante, incluso en esta edad, Dios purifica a los creyentes por medio del fuego de las pruebas (1 P. 1:7; 4:12, 17). El castigo que Dios ejercerá por medio del fuego en la dispensación venidera, la edad del reino, seguirá el mismo principio que la disciplina que inflige mediante los sufrimientos como por fuego en esta edad.
En 9:50 el Señor concluye esta sección. Este versículo dice: “Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y tened paz los unos con los otros”. Estas palabras muestran que el significado principal de este pasaje es que debemos tener paz los unos con los otros.
Hemos destacado que 9:38-40 comienza con lo dicho por Juan cuando éste le prohibió a alguien que echara fuera demonios en el nombre del Señor debido a que no seguía a los discípulos. El Señor, en respuesta a lo que dijo Juan, parecía decir en estos versículos: “Esa persona que echaba fuera demonios, aunque no quiso seguirlos, sigue siendo uno de Mis creyentes, y ustedes deben estar en paz con él. El que ustedes no hayan guardado la paz con él se debe a que se consideran superiores. Creen estar más cerca de Mí que él. Piensan que son mejores que él y esto lo hace tropezar a él y da lugar al enemigo para que los haga tropezar a ustedes, al aprovecharse de las tendencias que hay en sus miembros”.
Esta porción del Evangelio de Marcos es realmente profunda. En ella vemos el verdadero motivo por el cual se dividen los cristianos hoy: definitivamente no están en paz los unos con los otros. En 9:50 el Señor Jesús dice: “Tened sal en vosotros mismos, y tened paz los unos con los otros”. Sin embargo, la condición que prevalece entre los creyentes hoy es todo lo contrario. No podemos decir que están en paz los unos con los otros.
La falta de paz entre los creyentes se debe a que muchos de ellos creen ser alguien y se consideran mayores que los demás. Esta actitud hace tropezar a los creyentes, y al mismo tiempo da lugar para que el enemigo utilice los miembros carnales de su cuerpo y los haga tropezar a ellos. Al paso del tiempo se ha hecho tropezar a la mayoría de los cristianos.
¿Dónde están los cristianos que no hayan tropezado ni por culpa de otros ni por su propio obrar? La realidad del caso es que unos creyentes hacen tropezar a otros, y luego Satanás viene y utiliza las manos, los pies y los ojos de los que provocan el tropiezo y los hace tropezar a ellos también. Así que, los creyentes se hacen tropezar los unos a los otros y cada uno se convierte en su propio tropiezo.
Por causa de la situación que existe entre los creyentes, una situación llena de tropiezos, necesitamos urgentemente recibir la visión de Cristo que tuvieron los discípulos en el monte de la transfiguración. Marcos 9:7 dice: “Entonces apareció una nube que los cubrió, y vino de la nube una voz: Este es Mi Hijo, el Amado; a El oíd”. Además, necesitamos oír a Cristo, el Amado de Dios. No debemos oírnos a nosotros mismos ni a nadie más.
Necesitamos una visión que incluya no sólo a Cristo, sino también Su muerte, la cual le pone fin a todo, y Su resurrección. Necesitamos que Cristo nos reemplace por medio de Su muerte y Su resurrección, lo cual quiere decir que precisamos experimentar Su muerte y recibir el rico suministro en Su maravillosa resurrección. Si permitimos que Cristo nos reemplace de esta manera, seremos liberados de los “microbios” que hay en nosotros. Seremos salados incluso en esta edad, y no será necesario que lo seamos en la edad venidera.
En esta edad, somos salados por la gracia a través de la muerte y la resurrección de Cristo. Pero si esperamos la edad venidera para experimentar esto, seremos salados con fuego. Si nos salamos nosotros mismos hoy a través de la muerte y la resurrección de Cristo, obtendremos la gracia.
En Colosenses 4:6 Pablo une la gracia y la sal: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. En Efesios 4:29 dice que hay palabras que dan gracia a los oyentes: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación según la necesidad, a fin de dar gracia a los oyentes”. La gracia es Cristo como nuestro disfrute y suministro, y nuestras palabras deben trasmitir esta gracia a los demás. Lo característico de las palabras que edifican a otros es que siempre ministran la gracia a los oyentes. Hablar con gracia equivale a expresar a Cristo por medio de nuestras palabras, o sea, que nuestras palabras deben expresar y transmitir a Cristo. Cada palabra debe expresar a Cristo como gracia.
Según Colosenses 4:6, nuestras palabras deben ser sazonadas con sal. La sal hace que el alimento sea agradable y placentero al gusto. Las palabras sazonadas con sal nos guardan en paz unos con otros. Por esta razón, el Señor dice en Marcos 9:50 que tengamos sal en nosotros mismos y que tengamos paz los unos con los otros. Si nuestras palabras transmiten gracia y son sazonadas con sal, harán que todo sea agradable.
Si nos salamos a nosotros mismos con la muerte y la resurrección de Cristo, obtenemos gracia; de lo contrario, perdemos la oportunidad de recibirla y consecuentemente, seremos salados con fuego; se nos castigara en la edad venidera.
Animo a los santos a que oren-lean 9:38-50. Si lo hacen serán iluminados y se darán cuenta de que nunca deben ser facciosos, ni prohibir nada a los demás ni hacer que otros los sigan.
En este mensaje también quiero que noten dos máximas expresadas por el Señor Jesús en Mateo: la primera está en 12:30 y la segunda en 9:40. En 9:40 el Señor dice: “Porque el que no está contra nosotros, por nosotros está”. Esta máxima habla de una conformación exterior en la práctica y tiene que ver con personas que no se oponen al Señor (v. 39). Según el versículo 38, alguien echaba fuera demonios en el nombre del Señor Jesús, pero no seguía a los discípulos que estaban cerca de El. Este es un asunto relacionado con la conformación exterior. Tanto aquella persona como los discípulos del Señor echaban fuera demonios. Pero aquella persona no seguía al Señor de la misma manera que los discípulos, lo cual manifiesta una diferencia en cuanto a formalidad. La formalidad de los discípulos consistía en seguir al Señor Jesús, pero la otra persona no seguía al Señor ni a los discípulos. Los discípulos echaban fuera demonios basándose en que seguían al Señor; la otra persona no tenía esta base, sino que expulsaba demonios en el nombre del Señor. Lo que se aprecia en estos dos casos es una diferencia en la práctica formal, una diferencia en la formalidad exterior.
Con relación a la formalidad exterior, debemos ser muy abiertos. La persona de la que habla el versículo 38 echaba fuera demonios en el nombre del Señor Jesús. Esto era correcto, pues hacía lo mismo que los discípulos. De la misma manera, puede ser que hoy algunos creyentes prediquen el evangelio diferente a nosotros, pero tanto ellos como nosotros predicamos el evangelio. Este es un caso que toca la formalidad en la practica exterior, y debemos mantener una actitud general al respecto.
La segunda máxima está en Mateo 12:30: “El que no está conmigo, está contra Mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”. Estas palabras tienen que ver con la unidad interior de propósito y aplica a personas que se oponen al Señor. Específicamente, esto se dijo en cuanto a los fariseos, quienes dijeron: “Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios” (Mt. 12:24). Los fariseos no eran uno con el Señor Jesús; al contrario, se oponían a El. En lugar de recoger con El, desparramaban. Así que, ellos se separaron absolutamente del Señor y se unieron a Su enemigo, Satanás.
Debemos ver que la máxima de Mateo 12:30 se relaciona con la unidad interior de propósito. Esta seguramente aplica a nosotros los que estamos en el recobro del Señor. Debido a que estamos dedicados al recobro, tenemos que ser uno los unos con los otros. No debe existir la posibilidad de que alguno dijera: “No somos uno con ustedes, pero de todos modos estamos en pro del recobro”. Creemos que no es posible estar a favor del recobro del Señor y no ser uno con los que están en el recobro. Tiene que haber una unidad interior de propósito.
Con respecto a las dos máximas, debemos ver la diferencia que existe entre la práctica y el propósito. En cuanto a la práctica, debemos tener una actitud general. Pero en cuanto al propósito, debemos ser específicos. Respecto a la práctica exterior, el Señor dice: “El que no está contra nosotros, por nosotros está”. Pero en cuanto a la unidad interior de propósito, dice: “El que no está conmigo, está contra Mí”.