Mensaje 31
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Lectura bíblica: Mr. 10:1-31
En este mensaje seguiremos examinando 10:1-31. Esta porción del Evangelio de Marcos contiene cuatro asuntos: el Señor viene a Judea (Mr. 10:1), enseña en contra del divorcio (Mr. 10:2-12), bendice a los niños (Mr. 10:13-16) y enseña en cuanto a los ricos y el reino de Dios (Mr. 10:17-31). En el mensaje anterior dijimos que hay tres factores que pueden impedir que entremos en el reino de Dios: el matrimonio, la vejez y las riquezas. Vimos que si permitimos que Cristo nos reemplace, seguramente sabremos conducirnos con relación a dichos factores. Examinemos ahora con más detalle lo que dijo el Señor en 10:2-31 respecto al matrimonio, la vejez y las riquezas.
Cuando Dios creó al hombre, no creó a todas las personas que necesitaba para cumplir Su propósito al mismo tiempo. Si ese hubiese sido Su deseo, ciertamente habría podido hacerlo; habría creado billones de personas a la vez. Pero Dios optó por hacerlo de la siguiente manera: creó una pareja y le mandó que se multiplicase y llenase la tierra. Según lo que Dios dispuso, la propagación del linaje humano se lleva a cabo por medio del matrimonio, al cual sólo la creación misma supera en importancia.
Nunca debemos menospreciar el matrimonio. Hebreos 13:4 dice: “Honroso sea entre todos el matrimonio”. El matrimonio es santo, y debemos honrarlo.
Dios creó el linaje humano y designó que éste se propagara por medio del matrimonio.
Debemos comprender que el matrimonio es honorable y santo, pues fue designado para la propagación del linaje humano a fin de que éste cumpliera el propósito de Dios. Si el hombre no hubiera sido creado, y el linaje humano no se propaga (por medio del matrimonio) no se podría cumplir el propósito de Dios. Si tenemos esta perspectiva del matrimonio, nos será honroso; comprenderemos que el matrimonio tiene como fin propagar el linaje humano para que se cumpla el propósito eterno de Dios.
Debemos ser sinceros, fieles y puros en nuestra vida conyugal, de lo contrario ofenderemos a Dios seriamente. Según la Biblia, Dios condena la fornicación y el adulterio. Hebreos 13:4b dice: “Porque a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. Aparte de la idolatría, los pecados que más ofenden a Dios son la fornicación y el adulterio. Así que, es necesario que tengamos una actitud apropiada delante de Dios en cuanto al matrimonio. Debemos ver que la fornicación y el adulterio dañan la debida propagación del linaje humano. Por esta razón, Dios no permite el divorcio.
Puesto que el matrimonio es un asunto tan delicado, advierto a los jóvenes que no inicien una relación matrimonial a la ligera. Jóvenes, antes de casarse, necesitan orar mucho y pensarlo bien. No sólo vean el matrimonio con su propia perspectiva; deben verlo especialmente según la perspectiva de Dios. No se casen apresuradamente, porque una vez que lo hacen, ya no tienen ninguna alternativa. El divorcio ofende tremendamente a Dios.
Ya que procuramos entrar en el reino de Dios, debemos tomar, de manera especial, una postura firme en cuanto al matrimonio. Comprendamos que una vez que nos casamos, ya no hay divorcio.
Toda persona casada debe “cerrar sus ojos” con respecto a las debilidades de su cónyuge. No intente encontrarle fallas a su pareja. Todo lo que tenga que saber acerca de ella sépalo antes de comprometerse. Una vez que se comprometa, y en especial después de casarse, debe cerrar sus ojos y estar ciego a los defectos de su cónyuge. De lo contrario, no tendrá una vida conyugal apropiada.
Según 10:2, los fariseos preguntaron al Señor Jesús “si era lícito a un hombre repudiar a su mujer”. Cuando El les preguntó en cuanto a lo que Moisés les había mandado al respecto, dijeron: “Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla” (v. 4). Este mandamiento no formaba parte de la ley básica, sino que fue añadido. No fue dado por Moisés conforme a lo que Dios dispuso desde el principio, sino como algo temporal, debido a la dureza del corazón del hombre.
En 10:5-8 el Señor añade: “Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; pero desde el principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que ya no son dos, sino una sola carne”. En este pasaje, el Señor no sólo reconoce que Dios creó al hombre, sino que también confirma lo que Dios dispuso respecto al matrimonio, es decir, que un hombre y una mujer se deben unir y llegar a ser una sola carne, y que no deben permitir que el hombre los separe. El mandamiento que Moisés dio sobre el divorcio era una desviación de lo que Dios había establecido originalmente. Pero Cristo nos restaura a lo que era en el principio.
En 10:9 el Señor dice: “Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre”. El divorcio no solamente es contrario a la ley de Dios, sino que contradice al propio Dios. Lo que Dios unió, no lo debe separar el hombre.
Por un lado, el matrimonio es una necesidad; por el otro, es difícil llevar la vida conyugal. No obstante, tenemos que aprender a apreciar esta dificultad y hasta ocuparnos de ella con afecto. En otras palabras debemos valorar nuestro matrimonio y cuidarlo muy bien. De otro modo, nos impedirá la entrada al reino de Dios.
Nosotros creemos que Dios es verás, y que también lo es Su Palabra, la Biblia. Así que, tenemos que honrar lo que Dios dice en Su Palabra en cuanto al matrimonio. Es muy serio no tratar debidamente nuestra vida conyugal. Si no nos ocupamos de ella según lo que Dios estableció, nos será impedida la entrada al reino de Dios. Sí, sabemos que vamos en camino al reino, pero que entremos en él en la edad venidera todavía está pendiente. Según el capítulo diez de Marcos, nuestra entrada al reino de Dios depende en primer lugar de cómo nos conducimos en nuestra vida conyugal.
He empleado mucho tiempo estudiando por qué se inserta en el capitulo diez el relato de la bendición de los niños por parte del Señor (vs. 13-16). Como resultado de mi estudio, el Señor me iluminó y vi que esto indica que los que están en camino al reino de Dios no deben envejecer, sino permanecer jóvenes, aun como niños.
Entre los factores que impiden que el creyente entre en el reino de Dios, es posible que el más difícil de vencer sea la vejez. Actualmente casi toda la enseñanza, la doctrina y la teología que se predica entre los cristianos está anticuada. Si queremos entrar en el reino de Dios, es preciso que permanezcamos jóvenes y frescos.
Me preocupa mucho cuando veo que los santos del recobro del Señor se envejecen en su vida espiritual. Hace treinta años, tal vez usted estaba joven y fresco, pero ahora se ha envejecido. Hoy dos factores que detienen el progreso espiritual de los cristianos en su experiencia con el Señor son la vejez y las viejas enseñanzas. Estas enseñanzas quizás sean ortodoxas, bíblicas, correctas, pero están viejas.
En 10:14-15 dice: “Mas Jesús, al verlo, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a Mí; y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ningún modo entrará en él”. Habiendo dicho esto, el Señor tomó a los niños en los brazos y los bendijo (v. 16). Con esto vemos que el Señor Jesús valoraba mucho a los niños y los abrasaba. Al tomarlos en Sus brazos y bendecirlos, les mostraba a Sus discípulos que no debían envejecer, que todos debían permanecer como niños a fin de entrar en el reino.
En 9:38, Juan, uno de los hijos del trueno, dijo al Señor: “Maestro, vimos a uno que en Tu nombre echaba fuera demonios, y se lo prohibimos, porque no nos seguía”. El hecho de que Juan prohibiera a alguien que echara fuera demonios en el nombre del Señor indicaba que se había envejecido espiritualmente.
Los discípulos de Juan el Bautista también se envejecieron. Ellos siguieron a Juan por aproximadamente tres años, y aun en tan corto período se envejecieron y finalmente formaron una religión. En principio, esto mismo nos puede pasar a nosotros hoy. Me preocupa que la vejez se introduzca solapadamente en el recobro del Señor. Una vez que se introduce, se pierde la frescura día tras día.
Podemos emplear la manera en que se recogía el maná en el Antiguo Testamento como ejemplo de lo necesario que es permanecer nuevos y frescos cada día. El principio sobre el cual se recogía el maná era que debía hacerse diariamente. A excepción del sábado, el maná que se dejaba para otro día criaba gusanos y hedía. Esto muestra la necesidad que tenemos de permanecer frescos y renovados diariamente. Día tras día debemos ser más nuevos y más frescos.
Creo que la verdad contenida en el Evangelio de Marcos puede presentarse en una manera aun más fresca de como se expone en estos mensajes. Nosotros, por supuesto, no podemos cambiar la verdad. Pero sí podemos encontrar una manera más fresca de presentarla. Por ejemplo, aunque la tierra permanece igual, los medios de transporte han mejorado. De igual manera, la verdad de Dios no cambia, pero la manera de exponerla debe ser más nueva y más fresca cada vez.
El reino de Dios vino en una manera nueva, y era necesario que los fariseos y los escribas volvieran a nacer a fin de entrar en él. ¿Qué significa nacer de nuevo? Nacer de nuevo es ser renovado. Puesto que la vejez no tiene nada que ver con el reino de Dios, si queremos entrar en él tenemos que renacer, tenemos que ser renovados.
La vejez constituye un problema grande entre los cristianos hoy. Muchos acuden a las anticuadas exposiciones de la Biblia y se apegan a las viejas enseñanzas de su denominación. Los luteranos, por ejemplo, lo verifican todo con lo que dijo Lutero. Sin duda, la justificación por fe es un punto básico de la verdad. Sin embargo, aun respecto a esta verdad necesitamos ser renovados y refrescados.
En uno de los mensajes anteriores dijimos que Cristo es nuestro reemplazo total y universal. Yo nunca había empleado una expresión así antes de dar ese mensaje. Esta expresión surgió mientras hablaba y no conozco ninguna otra que ayude a comunicar mejor la verdad sobre el hecho de que Cristo es nuestro reemplazo. Empleo este ejemplo para mostrar que no debemos permanecer en nuestro viejo conocimiento.
Todos debemos ser nuevos, y nuestra enseñanza también debe transmitirse conforme a nueva luz. En el capítulo siete vimos que el Señor Jesús es un cirujano que opera en nuestro corazón y pone de manifiesto su condición. ¿No es esto un entendimiento nuevo y fresco respecto a la manera en que el Señor se ocupa de nuestro corazón?
Yo no quiero estar viejo en ningún aspecto. Tampoco quiero ser limitado por la vieja manera de expresar la verdad contenida en la Palabra de Dios. Antes de 1949, nunca hablábamos de ser un espíritu con el Señor, ni empleamos la expresión, “Espíritu vivificante”. Además, nunca mencionábamos nada en cuanto al Espíritu intensificado siete veces. Todas estas expresiones son nuevas entre nosotros.
Inclusive la invocación del nombre del Señor es nueva, en lo que a nuestra práctica se refiere. Cuando estábamos en China no hicimos hincapié en invocar el nombre del Señor. Algunos afirman que yo inventé esto, pero en realidad no es así. Cuando mucho, lo descubrí en la Biblia. Los hombres comenzaron a invocar el nombre del Señor a partir de Génesis 4, y por la misericordia del Señor, El nos usó para descubrir este hecho, pero ciertamente no lo inventamos nosotros. Un gran número de santos han sido bendecidos al invocar el nombre del Señor. Pero aun nuestra invocación debe ser nueva y fresca.
En un mensaje anterior vimos que en realidad la oración es experimentar las palabras: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. ¿Había oído usted esto? Puedo testificar que este entendimiento en cuanto a la oración es nuevo para mí. Esto nos muestra una vez más que necesitamos ser renovados, rejuvenecidos y refrescados.
Tengan la seguridad de que en el futuro surgirán cosas nuevas y se emplearán más términos y expresiones enfáticos, a través de los cuales recibiremos más luz y más gracia. Así que, no debemos permanecer en nuestra vejez, sino renovarnos y refrescarnos diariamente.
Ya vimos que dos factores que pueden impedirnos entrar en el reino de Dios son el matrimonio y la vejez. En 10:17-31 se habla de algo más que puede presentar un obstáculo: las riquezas.
En el versículo 21 el Señor Jesús miró al hombre que le había preguntado qué debía de hacer para heredar la vida eterna, y le contesto: “Una cosa te falta; anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”. Cuando leí esta porción hace muchos años, me turbó. Me preocupaba no poder cumplir el mandato a venderlo todo del cual habla el Señor. Poco a poco, al estudiar el Nuevo Testamento, llegué a ver que Pablo no mandó a los corintios que vendieran todas sus posesiones y que las dieran a los pobres. Pablo no les dijo: “Corintios, si en verdad aman al Señor, tienen que vender todo lo que tengan y darlo a los pobres”. En ninguna parte de sus escritos se encuentran estas palabras. No obstante, Pablo sí recalca el hecho de que ninguno de los creyentes debe estar bajo la esclavitud de las riquezas. Las riquezas no deben atarnos de ninguna manera. Al contrario, la esclavitud relacionada con ellas debe ser anulada. Nosotros no existimos para las riquezas; las riquezas existen para nosotros. Debemos ser libres de nuestras posesiones materiales y usarlas para el cumplimiento del propósito de Dios.
Por supuesto, como seres humanos, necesitamos dinero para vivir. Pero nunca debemos permitir que nos esclavice. El dinero no debe ser nuestro amo; más bien, debe estar bajo nuestra administración y usarse para el propósito de Dios. De lo contrario nos esclavizará y no podremos entrar en el reino de Dios.
Si estamos llenos de Cristo nos conduciremos apropiadamente con relación al matrimonio, la vejez y las riquezas; permaneceremos en la vida conyugal, no nos envejeceremos y administraremos bien el dinero, siendo uno con Cristo. En otras palabras, Cristo nos reemplazará en lo referente al matrimonio, la vejez y el dinero, y entraremos en el reino de Dios.
La mejor manera de llevar la vida conyugal, conservarnos nuevos, frescos y jóvenes, y administrar bien nuestro dinero es tomar a Cristo como nuestro reemplazo y experimentar Su muerte y Su resurrección. Espero que esta verdad quede impresa en nuestro ser. Lo único que puede ayudarnos a llevar una vida apropiada con relación al matrimonio, la vejez y el dinero es que Cristo nos reemplace por medio de Su muerte que todo lo anula y Su maravillosa resurrección.