Mensaje 37
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Lectura bíblica: Mr. 12:18-44
El Salvador-Esclavo fue puesto a prueba y examinado (11:27—12:44) días antes de la fiesta de la Pascua. Judíos de diferentes lugares habían venido a Jerusalén para la fiesta. Lo que hizo el Señor al purificar el templo había llamado la atención del pueblo. En primer lugar, los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos vinieron al Señor Jesús para hacerle una pregunta en cuanto a Su autoridad (Mr. 11:27-33). Después de que el Señor los derrotó, vinieron a El los fariseos y los herodianos con la intención de sorprenderle en alguna palabra (Mr. 12:13-17). Pero también a ellos subyugó el Salvador-Esclavo.
En Marcos 12:18-27, los saduceos, otra secta del judaísmo (Hch. 5:17), vinieron al Señor Jesús. Ellos no creían en la resurrección, ni en los ángeles, ni en los espíritus (Hch. 23:8). Tanto Juan el Bautista como el Señor Jesús condenaron a los fariseos y a los saduceos, calificándolos de cría de víboras (Mt. 3:7; 12:34; 23:33). El Señor Jesús advirtió a Sus discípulos acerca de las doctrinas de ellos (Mt. 16:6, 12). Los fariseos eran considerados ortodoxos, mientras que los saduceos eran los modernistas antiguos.
Los saduceos pensaron que podían derrotar al Señor Jesús en cuanto al tema de la resurrección (12:18-27). Ellos le examinaron diciéndole: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de alguno muere y deja esposa, pero no deja hijos, que su hermano tome a la mujer, y levante descendencia a su hermano. Hubo siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. Y el segundo la tomó, y murió, y tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera. Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer” (vs. 19-23). Los saduceos se creyeron muy astutos al hacer esta pregunta al Señor.
El Señor Jesús les dijo: “¿No es por esto que erráis, por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios?” (v. 24). Una cosa es conocer las Escrituras, y otra, conocer el poder de Dios. Necesitamos conocer ambos. En este pasaje “las Escrituras” se refieren a los versículos del Antiguo Testamento relacionados con la resurrección, mientras que “el poder de Dios”, al poder de la resurrección.
El Señor añadió que en la resurrección no habrá casamientos: “Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en los cielos” (v. 25).
El Señor Jesús no se detuvo ahí, y añadió: “Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo le habló Dios, diciendo: ‘Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Erráis en gran manera” (vs. 26-27). Puesto que Dios es Dios de vivos y es llamado “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”, Abraham, Isaac y Jacob resucitarán. De este modo el Señor Jesús explicó las Escrituras, no sólo conforme a la letra sino también conforme a la vida y el poder implícitos en ellas.
El Señor Jesús, con las palabras que dirigió a los saduceos, realmente se refería a Sí mismo, porque El, como Angel de Jehová, fue quien habló con Moisés en Exodo 3. El Señor parecía decirles: “Yo fui el que habló con Moisés. Yo, el Dios de ustedes, era el Angel que habló con él desde la zarza. Además, Jehová es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Si ellos no resucitan, ¿cómo puede Dios llamarse Dios de ellos? El nunca se daría a conocer como el Dios de los muertos; El es el Dios de vivos. Por consiguiente, este título alude a la resurrección”.
No debemos pensar que para entender la Biblia basta conocer los idiomas originales en que se escribió, es decir, el hebreo y el griego. Los escribas de antaño conocían el Antiguo Testamento en hebreo. Pero aunque conocían el idioma, no tenían luz en absoluto. El Señor Jesús, por el contrario, tenía la luz divina, y por eso pudo mostrar que la resurrección estaba implícita en el título divino: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Sin la luz divina, nadie podría ver que este título se refiere a la resurrección.
Animo a los santos a aprender hebreo y griego. No obstante, es posible tener un doctorado en estos idiomas y todavía seguir ciego. Usted necesita recibir luz de parte de Dios, y para ello, no debe confiar en su conocimiento de los idiomas bíblicos ni en las exposiciones de los maestros prominentes; antes bien, debe doblar sus rodillas delante del Señor y abrir su ser a El. Quizás deba decirle: “Señor Jesús, aunque sé hebreo y griego, sin Ti no puedo ver la luz. Señor, necesito que me ilumines. La luz no proviene de mi estudio ni análisis. La luz viene por Tu misericordia. Oh Señor, cuánto necesito recibir luz de parte tuya”.
Sin recibir luz de parte del Señor, podremos leer el Evangelio de Marcos muchas veces pero no veremos nada. Es necesario que las visiones contenidas en este evangelio sean trasmitidas a nuestro ser. Por la misericordia del Señor, puedo testificar que ya las he recibido. En ocasiones recibo luz mientras hablo. Por ejemplo, fue en el curso de uno de los mensajes que vi la comparación entre los seis días que se tomó para producir la primera creación y los seis días de preparación para la nueva creación. Esta luz no se recibe como resultado de conocer los idiomas bíblicos ni las exposiciones teológicas. Viene de parte del Señor por Su misericordia al abrir nuestro ser a El.
En 12:28-34 el Salvador-Esclavo fue examinado por un escriba. En Mateo 22:35 a éste se le llama intérprete de la ley. Escriba es un término más amplio que incluye a los intérpretes de la ley, quienes eran juristas mosaicos. Ellos eran personas versadas en la ley de Moisés; eran intérpretes profesionales de la ley del Antiguo Testamento.
Uno de los escribas, que conocía la ley en su totalidad, vino osadamente al Señor Jesús. El escriba, sabiendo que el Señor había respondido bien a los que disputaban con El, le preguntó: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” (v. 28). El Señor le respondió: “El primero es: ‘Oye, Israel; el Señor, nuestro Dios, es un solo Señor. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas’ ” (vs. 29-30). Amar al Señor de esta manera es amarle con todas las partes de nuestro ser, es decir, nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo.
En el versículo 31, el Señor continua Su respuesta: “Y el segundo es éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento mayor que éstos”.
Los dos mandamientos que mencionó el Señor tienen que ver con el amor; el uno habla de amar a Dios y el otro, de amar al hombre. El amor es el espíritu de los mandamientos de Dios. Así que, los principales mandamientos están relacionados absolutamente con el amor, el amor para con Dios y para con el hombre.
El versículo 34 concluye así: “Y ya nadie se atrevió a preguntarle más”. El Señor Jesús contestó todas las preguntas y obtuvo la victoria completa. Sin duda, Pedro, Juan, Jacobo y los otros fieles seguidores del Señor Jesús vieron estas confrontaciones y les impresionó la manera en que el Señor las resolvió. ¿No cree usted que les impresionó profundamente cómo el Señor contestó las preguntas que le hicieron los opositores, cómo se condujo al pasar por la prueba y el examen insidiosos de ellos? Seguramente los seguidores del Señor tienen que haber recibido una profunda impresión de El.
Según la tipología, el cordero pascual era examinado por cuatro días antes de ser inmolado (Ex. 12:3-6). El Salvador-Esclavo, el verdadero Cordero pascual (1 Co. 5:7), también fue examinado durante cuatro días antes de ser muerto. El llegó a Betania seis días antes de la Pascua (Jn. 12:1; Mr. 11:1). Al día siguiente entró en Jerusalén y regresó a Betania (Jn. 12:12; Mr. 11:11). Al tercer día fue otra vez a Jerusalén (11:12-15) y comenzó a ser examinado por los líderes de los judíos, conforme a la ley judía (11:27—12:37; 14:53-65; Jn. 18:13, 19-24) y por Pilato, el gobernador romano, según la ley romana (Jn. 18:28—19:6). Fue examinado hasta el día de la Pascua, día en que fue crucificado (Mr. 14:12; Jn. 18:28). Este insidioso y capcioso examen, que provino de muchas direcciones, duró exactamente cuatro días, y el Señor Jesús pasó cada prueba, lo cual comprobó que llenaba todos los requisitos para ser el Cordero que Dios requería para que efectuara la redención, y sobre esta base pasar de largo y no dar muerte a los pecadores; ni a los judíos ni a los gentiles.
Como veremos más adelante, por la providencia de Dios el Salvador-Esclavo no sólo fue juzgado por los líderes judíos, como oveja delante de sus trasquiladores (Is. 53:7; Mr. 14:53-65), sino también por el gobernador romano, como criminal delante de sus acusadores (14:64; 15:1-15). Fue juzgado para morir por los pecadores, al dar Su vida en rescate (10:45) no sólo por los judíos, representados por sus líderes, sino también por los gentiles, representados por el gobernador romano.
Marcos 12:35 dice: “Mientras Jesús enseñaba en el templo, respondió y dijo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?” El Señor había sido examinado en torno a varios asuntos, pero ahora El hacía una pregunta a los que le habían puesto a prueba y examinado, les pregunta acerca del Cristo.
Durante los últimos días que el Salvador-Esclavo estuvo en Jerusalén, el centro del judaísmo, fue rodeado por los principales sacerdotes, los ancianos, los fariseos, los herodianos y los saduceos, los cuales intentaron enredarlo con enigmas y preguntas capciosas. En primer lugar, los principales sacerdotes, representantes de la autoridad de la religión judía, y los ancianos, que representaban la autoridad del pueblo judío, le preguntaron acerca de la autoridad que El ejercía (11:27-33). Ellos formularon su pregunta conforme a su concepto religioso. En segundo lugar, los fariseos, que eran los conservadores, y los herodianos, que eran celosos políticos, le hicieron una pregunta relacionada con la política. En tercer lugar, los saduceos, que eran los modernistas, le preguntaron respecto a las creencias fundamentales, específicamente, en cuanto a la creencia en la resurrección. En cuarto lugar, un escriba, intérprete de la ley, le hizo una pregunta acerca de la interpretación de la Biblia.
Después de contestar sabiamente todas las preguntas, el Señor les hizo una pregunta acerca del Cristo. Esta es la pregunta de preguntas. Los interrogantes que ellos le presentaron giraban en torno a la religión, la política, las creencias y la interpretación de la Biblia, pero la pregunta que El les hizo tenía que ver con el Cristo, el centro de todas las cosas espirituales y divinas. Ellos conocían la religión, la política, las creencias y la letra de las Escrituras, pero no prestaban atención a Cristo.
El Señor, después de preguntar por qué los escribas decían que Cristo es hijo de David, añadió: “David mismo dijo en el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a Mi diestra, hasta que ponga a Tus enemigos bajo Tus pies’. David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es hijo suyo?” (12:36-37). La respuesta a la pregunta del Señor es la siguiente: Cristo es Dios, y en Su divinidad El es el Señor de David. El también es un hombre, y en Su humanidad El es el Hijo de David. Con respecto a la persona de Cristo, los fariseos sólo tenían un conocimiento parcial de las Escrituras; sólo sabían que El era el Hijo de David en cuanto a Su humanidad. No tenían un conocimiento completo. No sabían que en cuanto a Su divinidad, El era el Hijo de Dios.
Después de responder a los cuatro tipos de preguntas hechas por los que le ponían a prueba y le examinaban, y después de que El mismo hizo la pregunta de preguntas —la pregunta acerca del Cristo— el Señor dio una advertencia en cuanto a los escribas y alabó a una viuda pobre. Vamos a examinar estos asuntos en el siguiente mensaje.