Mensaje 41
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Lectura bíblica: Mr. 13:1-37
En este mensaje quiero añadir algo respecto al capítulo trece, uno de los capítulos más difíciles de entender. Para muchos lectores del Nuevo Testamento, Marcos 13 es simplemente una profecía. Pero en realidad, no sólo constituye una profecía, sino que también contiene lo que el Señor Jesús dijo a Sus seguidores para prepararlos. Dos indicios de esto son la palabra “templo” del versículo 1 y la expresión “dolores de parto” del versículo 8.
En el capítulo once el Señor Jesús purificó el templo (Mr. 11:15-17), lo cual en efecto era una condenación del mismo. Luego, se enfrentó a los líderes del judaísmo, quienes tenían un especial interés por el templo. Los discípulos oyeron todo lo que el Señor dijo a aquellos líderes. Después de resolver lo relacionado con el templo y con los líderes judíos, el Señor salió del templo. Marcos 13:1 dice: “Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de Sus discípulos: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!” Esto es una clara indicación de que los discípulos del Señor aún seguían ocupados con el concepto tradicional del templo, el cual era una señal, un símbolo de la religión judía. El hecho de que los discípulos seguían apreciando el templo significaba que aún estaban completamente ocupados con su vieja religión.
Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, la intención de Dios en Su economía era cambiar la dispensación al hacer que Cristo reemplazara lo viejo. Dios deseaba que Cristo reemplazara las cosas de la dispensación anterior. A esto nos referimos cuando decimos que Cristo, quien es tanto Dios como hombre, es el reemplazo universal. La primera vez que Cristo se reveló como reemplazo universal fue en el monte de la transfiguración. El Señor llevó a tres de Sus discípulos a la cima de este monte a fin de mostrarles que Dios en Su economía deseaba que Cristo lo reemplazara todo. No debía haber lugar para Moisés ni para Elías, ni tampoco para el hombre natural. Todo y todos tienen que ser reemplazados por Cristo, una persona que lo abarca todo.
Cuando el Señor Jesús purificó el templo, se preparaba para reemplazar consigo mismo todo lo viejo. El cancelaba, anulaba, los componentes de la vieja dispensación a fin de preparar el camino para que Sus discípulos lo tomaran como su reemplazo. Los preparaba para introducirlos en Su muerte y Su resurrección a fin de convertirse en el reemplazo de ellos, un reemplazo que lo es todo.
Tomar a Cristo como nuestro reemplazo por medio de Su muerte y Su resurrección equivale a salir de la vieja creación y entrar en la nueva. La economía de Dios consiste en primero producir la vieja creación, y luego, a partir de ésta, producir la nueva.
La nueva creación se compone principalmente del nuevo hombre. Para producir el nuevo hombre a partir de la vieja creación se requiere un proceso, un nacimiento. La expresión “dolores de parto” en 13:8 se refiere al sufrimiento relacionado con el nacimiento del nuevo hombre.
El período que transcurre entre la resurrección de Cristo, Su ascensión y Su regreso tiene como fin dar a luz al nuevo hombre, y creemos que estamos llegando al fin de dicho período. Al mirar hacia atrás a más de diecinueve siglos de historia, a partir de la ascensión del Señor, es fácil darse cuenta de que a través de los siglos muchos han experimentado los dolores de parto que dan a luz al nuevo hombre. Entre ellos están incluidos los judíos, los gentiles y todas las culturas y civilizaciones del mundo. Aun las guerras que han ocurrido forman parte de los dolores de parto, los cuales tienen un solo fin: dar a luz al nuevo hombre.
La actual situación mundial con sus dolores de parto tiene como fin dar a luz al nuevo hombre. Por esta razón me mantengo al tanto de ella.
¿Sabe usted qué ha estado ocurriendo durante los pasados mil novecientos años? Los siglos, a partir del primero y continuando hasta el vigésimo, han sido testigos del nacimiento del nuevo hombre por medio de la predicación del evangelio y del sufrimiento a causa de la persecución.
Debemos entender por qué el nuevo hombre se da a luz mediante la predicación del evangelio que se lleva a cabo en medio de la persecución. Desde la caída del hombre, la vieja creación ha estado bajo la mano usurpadora de Satanás, el enemigo de Dios. Dios obra ahora para producir un nuevo hombre a partir de Su primera creación. El enemigo, sin embargo, no está dispuesto a permitirlo, e instiga todas las cosas y los asuntos para que se opongan a la economía de Dios a fin de impedir que nazca el nuevo hombre. Este es el por qué de las persecuciones. Esta persecución ha ocurrido desde el día en que Pedro se puso de pie para predicar el evangelio en el día de Pentecostés. Primero, la persecución vino de parte de los judíos con su religión, y luego, de parte de los gentiles, incluyendo a los gobernadores romanos con su política. La persecución en contra de los que predican el evangelio no ha cesado a lo largo de todos los siglos.
Hay dos cosas que han estado ocurriendo continuamente durante los pasados mil novecientos años: la predicación del evangelio y la persecución. El Señor nunca ha permitido que éstas cesen. Siglo tras siglo, los que son fieles al Señor han predicado el evangelio a cualquier costo, aun al riesgo de sus propias vidas. Al mismo tiempo, Satanás, al haber usurpado la vieja creación, incluyendo el viejo hombre y su sociedad y cultura, ha instigado mucha persecución.
¿Cuál será el resultado de la oposición que Satanás instiga en contra de la economía de Dios? El resultado será que ni Satanás ni el mundo obtendrá nada. Finalmente, todo redundará en el nacimiento del nuevo hombre.
Cuando haya pasado el largo proceso del nacimiento del nuevo hombre, el Señor Jesús regresará para recibirlo por medio del arrebatamiento. Esto significa que cuando El vuelva, ocurrirá un arrebatamiento que será el punto culminante del nacimiento del nuevo hombre. Si vemos esto y leemos el capítulo trece de Marcos una vez más, recibiremos nueva luz de la Palabra. En este capítulo, el Señor llevaba a Sus fieles seguidores a entender la economía de Dios de esta manera.
El punto central de la economía de Dios es producir el nuevo hombre por medio de la muerte y la resurrección de Cristo. La muerte de Cristo puso fin a la vieja creación, y Su resurrección hizo germinar la nueva. Así que, ser introducidos en la muerte y la resurrección de Cristo es ser puestos en la esfera donde se pone fin a la vieja creación y se hace germinar la nueva. En esta germinación disfrutamos el reemplazo completo y universal, a saber, la persona viviente, maravillosa y admirable de Cristo, el Dios-hombre.
Cuando disfrutemos a Cristo como reemplazo universal, El llegará a ser el todo para nosotros, ya que lo reemplazará todo consigo mismo. Por esta razón, Pablo dice que en el nuevo hombre “no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos” (Col. 3:10-11). En el nuevo hombre no hay diferencias de razas. En el nuevo hombre no hay cultura ni rango social. En lugar de esto, Cristo, el reemplazo universal, lo es todo y está en todos.
Cristo reemplazará la vieja creación, y El mismo será la nueva creación en su totalidad. ¿Cómo se puede dar esto? La única manera es experimentando Su muerte y Su resurrección. Así que, es preciso que seamos llevados a Su muerte y Su resurrección. En Su resurrección le disfrutamos como el Espíritu que todo lo incluye, el Espíritu procesado, vivificante que mora en nosotros. Esta Persona, quien es el reemplazo universal, posee tanto divinidad como humanidad. Esta maravillosa persona es el Espíritu compuesto que ha de ser nuestro disfrute para que Dios obtenga el nuevo hombre que le exprese.
Espero que todos seamos alumbrados y recibamos la visión relacionada con las palabras “dolores de parto” que se hayan en 13:8. Estos dolores de parto son necesarios para que se produzca el nacimiento del nuevo hombre. Este nacimiento ocurre por medio de la predicación del evangelio, y dicha predicación siempre va acompañada de la persecución.
Dondequiera que vayamos a predicar el evangelio, debemos estar preparados para sufrir persecución. Si usted predica el evangelio y enseña la verdad, pero nunca pasa por ningún sufrimiento sino que siempre es acogido calurosamente, debe preguntarse si su actividad verdaderamente proviene del Señor. Si su predicación y su enseñanza son verdaderamente de El, usted encarará persecución. Esto se debe a que el nacimiento del nuevo hombre siempre va acompañado de dolores de parto. Este nacimiento con sus dolores se sigue llevando a cabo hasta el día de hoy.
Al leer el capítulo trece del Evangelio de Marcos, no debemos distraernos del punto principal. Lo crucial ahí es que el Señor decía a Sus fieles seguidores que toda la situación mundial tenía como fin producir al nuevo hombre. Este se puede producir sólo mediante la muerte de Cristo, la cual lo incluye todo, y Su maravillosa resurrección. Esta es la razón por lo cual necesitamos ser traídos a Su muerte y resurrección
Si estudia el relato de lo que predicó Pedro en el día de Pentecostés, se dará cuenta que él hizo hincapié en la muerte y la resurrección del Señor Jesús. Le dijo a la gente que al que ellos habían despreciado y crucificado, Dios había honrado levantándole de entre los muertos. Ellos le crucificaron, pero Dios le resucitó. Los seguidores del Señor fueron Sus testigos, y dieron testimonio específicamente de Su muerte y Su resurrección.
Ya vimos que la muerte de Cristo eliminó la vieja creación, y que Su resurrección germinó la nueva. En la nueva creación disfrutamos a Cristo, una persona que lo incluye todo, como nuestro reemplazo universal provisto por Dios. Cristo no sólo es nuestro Salvador, también es nuestra vida y el todo para nosotros. No sólo esto, El es el todo en la economía de Dios, la cual consiste en producir un nuevo hombre, del cual Cristo es su contenido único. En el nuevo hombre, Cristo está en todos los miembros, es todos los miembros y lo es todo. Todos necesitamos recibir esta maravillosa visión.
Con respecto a la visión de la economía de Dios, lo crucial que debemos entender es que necesitamos entrar en la muerte y la resurrección de Cristo a fin de disfrutarle plenamente como el reemplazo universal. Hoy Cristo, nuestro reemplazo, es el Espíritu vivificante. Nuestra intención no es discutir doctrinalmente en cuanto a la Trinidad o al Espíritu. Nuestra meta es ayudar a los creyentes a darse cuenta que necesitamos entrar en la muerte de Cristo para estar en Su resurrección. Luego, una vez que estemos en Su resurrección, participaremos de El y le disfrutaremos como el Espíritu vivificante, el cual nos reemplazará. Este Espíritu ahora mora en nuestro espíritu, y de hecho, hemos llegado a ser un solo espíritu con El (1 Co. 6:17). El Espíritu, al vivir nosotros en El y aun vivirle a El, hará que la muerte de Cristo, Su resurrección y Su ascensión sean nuestra experiencia.
La situación mundial en su totalidad tiene como fin completar la formación de Israel y el nacimiento del nuevo hombre. Ya que tenemos un panorama claro de esto, podemos comprender algo que los estadistas y políticos no entienden. Ellos no se dan cuenta que el propósito de la situación mundial es que se vuelva a formar Israel y que nazca el nuevo hombre. Damos gracias al Señor que conocemos el objetivo por el cual ocurren las cosas en el mundo. Le agradecemos por concedernos una clara visión de la situación mundial.
No sólo sabemos la posición que tiene el mundo con relación a la economía de Dios, sino también el papel que jugamos nosotros como creyentes. Estamos en la muerte y la resurrección de Cristo, y le disfrutamos a El como nuestro reemplazo que todo lo incluye. Esto quiere decir que estamos en Cristo.
Muchos hablan de estar en Cristo sin tener una plena comprensión de lo que esto significa. Estar en Cristo es disfrutarlo plenamente como el reemplazo total y universal por medio de Su muerte todo-inclusiva y de Su maravillosa resurrección.
El Evangelio de Marcos nos ayuda a ver que Cristo nos reemplaza por medio de Su muerte y Su resurrección. Los creyentes neotestamentarios no entraron en la muerte y la resurrección de Cristo de manera externa ni objetiva. En este evangelio vemos que los primeros discípulos, nuestros representantes, siguieron al Señor desde el principio. Con el tiempo, ellos, y nosotros también, pasamos por el proceso que concluyó con la muerte de Cristo y Su resurrección.
Si tenemos la visión respecto a la muerte de Cristo, una muerte todo-inclusiva, comprenderemos que cuando El fue crucificado, nosotros fuimos crucificados con El y en El. De igual manera, cuando El resucitó, nosotros resucitamos en El. Además, también ascendimos con El. Así que, ahora podemos declarar: “¡Aleluya, que en la resurrección y la ascensión de Cristo le disfruto como mi reemplazo!”
Cristo como nuestro reemplazo es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu. Al vivir por el Espíritu, éste llegará a ser en nosotros la realidad del propio Cristo, Su muerte, Su resurrección y Su ascensión, como nuestro disfrute pleno y total. Así se da a luz al nuevo hombre. Que todos recibamos la visión de que el nuevo hombre se produce al ser partícipes nosotros del propio Cristo, así como de Su muerte, Su resurrección y Su ascensión.