Mensaje 42
(9)
Lectura bíblica: Mr. 14:1-11
En 13:1—14:42 el Señor Jesús prepara a los discípulos para Su muerte. En Mr. 13:1-37 lo hace hablándoles de lo que ha de venir, mientras que en Mr. 14:1-11, disfrutando el amor de ellos, al mismo tiempo que Sus opositores conspiran para matarle y uno de Sus discípulos trama cómo traicionarle. En Mr. 14:12-26 los prepara al instituir Su cena para que ellos lo recuerden. Por último, lleva a cabo la preparación advirtiéndoles que tropezarían y mandándoles que velasen y orasen (14:27-42). En este mensaje vamos a examinar la preparación que llevó a cabo en Mr. 14:1-11.
En 14:1-11 se combinan tres asuntos: los opositores conspiran para matar al Salvador-Esclavo, el Señor disfruta del amor de Sus seguidores y Judas trama traicionarle. Mientras “buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle con engaño y matarle” (v. 1), los seguidores del Señor le mostraban el amor que sentían por El. Al mismo tiempo, Judas Iscariote, “uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo” (v. 10).
Marcos 14:1 habla de que “faltaban dos días para la Pascua y para la fiesta de los panes sin levadura”. Aunque los principales sacerdotes y los escribas querían matar al Señor Jesús, dijeron: “No en la fiesta, no sea que haya alboroto del pueblo” (v. 2). Finalmente, bajo la soberanía de Dios, mataron al Señor Jesús durante la fiesta (Mt. 27:15) para que se cumpliera la tipología.
La Pascua tipificaba a Cristo (1 Co. 5:7). Cristo fue hecho el Cordero de Dios para que Dios pasara de nosotros, los pecadores, como lo tipifica la Pascua en Exodo 12. Para cumplir la tipología, Cristo como Cordero pascual tuvo que ser inmolado el día de la Pascua.
Según la tipología, el Cordero pascual debía ser examinado durante los cuatro días que precedían a la Pascua. Antes de Su crucifixión, Cristo fue a Jerusalén por última vez, seis días antes de la Pascua (Jn. 12:1), y fue examinado por los líderes judíos. Al no encontrársele ninguna mancha, quedó demostrado que El era perfecto y apto para ser el Cordero pascual por nosotros.
Marcos 14:3 dice que Cristo estaba en Betania “en casa de Simón el leproso”. Si no era en Cristo, era imposible que alguien encontrara a Dios. Cristo había abandonado el templo, lo había condenado a destrucción. No obstante, éste seguía ocupando el concepto religioso de los discípulos. Según su manera de pensar, Dios estaba en el templo, pues éste era Su casa. Dudo que los discípulos comprendieran que Dios había abandonado aquella casa cuando el Señor Jesús salió del templo en el capítulo trece. Puesto que Cristo Jesús es Dios, cuando El salió del templo que había sido condenado y lo abandonó, Dios lo abandonó también. Al subir al monte de los Olivos con algunos de Sus discípulos, les profetizó que el templo que ellos admiraban sería destruido. Además, aquel templo sería reemplazado por el propio Cristo.
En el capítulo catorce vemos que después de abandonar el templo, el Señor vino a Betania, a casa de un leproso que había sido limpiado. Un leproso representa a un pecador. Simón el leproso debe haber sido sanado por el Señor, y en agradecimiento y por amor preparó una fiesta en su casa para el Señor y Sus discípulos con el fin de disfrutar Su presencia. Un pecador salvo siempre haría esto.
Hoy la casa de Dios se encuentra con los leprosos que han sido limpiados. Como creyentes de Cristo y representados por Simón, todos somos leprosos que han sido limpiados.
Simón amaba al Señor Jesús y le preparó un banquete: “Estando El en Betania, en casa de Simón el leproso, y reclinado a la mesa, vino una mujer con un frasco de alabastro de ungüento de nardo puro de mucho precio; y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de El” (v. 3). Esta mujer amaba verdaderamente al Señor. La casa de Dios, la iglesia, se compone de los que le aman, de leprosos que han sido limpiados y que ungen al Señor.
La casa de Simón en Betania constituye una miniatura de la vida de iglesia. Según esta miniatura, la vida de iglesia está compuesta de leprosos que fueron limpiados y que aman al Señor Jesús. Los que le aman, como Simón y la mujer que lo ungió, lo toman como su reemplazo total. En sus corazones no hay lugar para el templo. Tales personas no se dejan distraer ni aun por la necesidad de los pobres (v. 5).
Algunos de los que estaban presentes “comentaban entre sí, indignados: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de ungüento? Porque este ungüento podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y se enfurecieron contra ella” (vs. 4-5). Los que se indignaron consideraban que la ofrenda de amor que la mujer hizo al Señor era un desperdicio. Durante los veinte siglos pasados, miles de vidas preciosas, tesoros del corazón, puestos altos y futuros brillantes han sido “desperdiciados” en el Señor Jesús. Aquellos que lo aman así, lo encuentran digno de ser amado de esta manera y digno de su ofrenda. Lo que han derramado sobre El no es un desperdicio, sino un testimonio fragante de Su dulzura.
Según los versículos 6-7, el Señor Jesús dijo a los que se enfurecieron contra la mujer: “Dejadla; ¿por qué la molestáis? Ha hecho en Mí una buena obra. Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, y cuando queráis les podéis hacer bien; pero a Mí no siempre me tendréis”. Lo dicho por el Señor, “a Mí no siempre me tendréis”, indica que debemos amar al Señor y aprovechar cada oportunidad para amarlo.
Muchos cristianos se preocupan más por las obras de caridad que por Cristo. La preocupación caritativa por los pobres muchas veces reemplaza a Cristo. Pero en Marcos 14 el Señor Jesús no permitió que la preocupación caritativa por los pobres lo reemplazara. En el versículo 7 El no parece tener ningún interés por los pobres; sólo se interesa por Sí mismo. Parecía decir: “No molesten a esta persona que me ama. Ella ha hecho en Mí una buena obra. Si quieren ocuparse de los pobres, esperen otra ocasión y vayan a otro lugar. Los pobres siempre están con ustedes. Pero este momento es único para que me tomen como su reemplazo y lo derramen todo sobre Mí”.
En el versículo 8 el Señor añade: “Esta ha hecho lo que ha podido; se ha anticipado a ungir Mi cuerpo para la sepultura”. Ella se anticipó a la necesidad, tomó la ocasión para ungir el cuerpo del Señor para la sepultura. Esto indica que recibió la revelación de la muerte del Señor por medio de lo que El dijo, y aprovechó la oportunidad para derramar sobre El lo mejor que tenía. Amar al Señor con lo mejor de nosotros requiere que tengamos una revelación de Su persona.
En el versículo 9 el Señor dice: “De cierto os digo: Dondequiera que se proclame el evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”. En el versículo anterior, el Señor habla de Su sepultura, dando a entender que iba a morir y resucitar con el fin de efectuar nuestra redención. Por tanto, el evangelio del versículo 9 debe referirse a Su muerte, Su sepultura y Su resurrección (1 Co. 15:1-4).
La historia del evangelio es que el Señor nos amó, y la historia de María es que ella amó al Señor. Debemos predicar estas dos cosas: que el Señor nos ama y que nosotros amamos al Señor. La primera tiene como fin nuestra salvación; la segunda, nuestra consagración.
En mensajes anteriores vimos que cuando el Señor Jesús estaba en el monte de los Olivos con cuatro de Sus discípulos, les habló en cuanto a los dolores de parto (13:8). Estos dolores tienen como fin producir el alumbramiento del nuevo hombre, un alumbramiento que incluye un largo proceso. ¿Cómo se puede dar a luz a este nuevo hombre, cómo puede nacer? Hemos visto que únicamente por medio de la muerte y la resurrección de Cristo, mediante las cuales El llega a ser todo en el nuevo hombre.
Después de que el Señor habló a Sus discípulos de lo que había de venir, en especial, de los dolores de parto, entró en Betania en casa de Simón el leproso, donde le había sido preparado un banquete. Mientras estaba reclinado a la mesa, una mujer que lo amaba derramó sobre El lo mejor que tenía, indicando que El lo era todo para ella. El Señor dijo que esta mujer había hecho lo que había podido, anticipándose así a ungir Su cuerpo para la sepultura.
Lo que el Señor dice en el versículo 8 es crucial, pues indica que esta mujer con toda seguridad había entendido lo dicho por el Señor en cuanto a Su muerte y Su resurrección. Yo no creo que Pedro recibió esta palabra, pero ella sí. Ella sabía que a la persona a quien amaba se le daría muerte muy pronto y que no tendría otra oportunidad de ungirle. Así que ella, mientras el Señor todavía estaba presente, aprovechó la ocasión para derramarle su ungüento. Al hacer esto, le ungió para la sepultura.
Sin duda, esta mujer había sido introducida en la muerte de Cristo. La sepultura, por supuesto, está entre la muerte y la resurrección. La mujer derramó lo mejor que tenía sobre el Señor, su reemplazo completo, y lo hizo para la sepultura de éste. Quiere decir que ella tomó la muerte del Señor para disfrutarle plenamente.
Si únicamente tuviéramos el Evangelio de Marcos, no tendríamos un entendimiento adecuado de lo que significa ser introducidos en la muerte y resurrección de Cristo. En Hechos y en las epístolas de Pablo vemos el desarrollo de esta experiencia. Cuando estamos en la muerte y la resurrección de Cristo, le disfrutamos al máximo. Podemos ser como la mujer de Marcos 14, quien entró en la muerte y la resurrección del Señor y así le disfrutó como su reemplazo total. En su interior no había lugar para nada ni nadie además del Señor; no había lugar para Moisés, Elías, el templo ni para ella misma. Ella había sido reemplazada por esta persona tan querida.
La mujer había sido preparada del todo para tomar al Señor como su reemplazo. Había pasado, junto con el Señor, por todo el proceso. Ella era esmerada y fina, mientras que Pedro, podemos decir, era algo tosco. Por esta razón, ella seguramente fue introducida en la muerte del Señor. Ella se dio cuenta de que al Señor se le daría muerte. Pero este concepto no halló cabida en Pedro. Debido a que ella comprendió lo que el Señor dijo en cuanto a Su muerte, aprovechó la oportunidad de ungirle para la sepultura. Por medio de esto, tomó la muerte del Señor y obraba para Su sepultura. Esta fue la buena obra que hizo en El. Luego, algunos días después, ella fue una de los que entraron en la resurrección del Señor, una precursora, una de las primeras en disfrutar al Cristo resucitado. Al ser preparada por el Señor, entró en Su muerte y Su resurrección.
Ya vimos que en el capítulo trece el Señor preparaba a Sus discípulos para Su muerte y continuó en el capítulo catorce. Esta preparación comenzó al revelarles cómo la economía de Dios produciría a un nuevo hombre, cómo el nacimiento de dicho hombre requiere que se sufran dolores de parto.
En Marcos 14 el Señor siguió preparando a los discípulos al disfrutar el amor que ellos le mostraron. Entrando en una casa compuesta de leprosos que habían sido limpiados, disfrutó de un banquete y también de la unción. En cuanto al banquete, obtuvo satisfacción interior; en cuanto a la unción, le fue derramado un ungüento aromático. Así que, en la casa de Simón en Betania, el Señor fue saciado y ungido. No fue ungido por Dios, sino por una persona que se encontraba entre los que lo amaban.
En la casa de Simón en Betania, el Señor lo reemplazó todo. Los que lo amaban no tenían nada ni a nadie en su interior ni a su alrededor además de El. Lo único que tenían era a esta persona maravillosa, quien lo era todo para ellos.
Hicimos notar que en 14:1-11 se presenta una miniatura de la vida de iglesia. Específicamente, esta miniatura muestra cómo tomar a Cristo como el reemplazo que todo lo incluye. Así que, en la vida de iglesia según esta miniatura, experimentamos a Cristo como tal reemplazo. Los que estamos en la vida de iglesia somos leprosos que fueron limpiados por el Señor, y en nuestros corazones sólo hay lugar para El. Dentro de nosotros, alrededor de nosotros y con nosotros no hay nada además de Cristo, y lo tomamos como el todo por medio de Su muerte y Su resurrección.
Al comienzo de este mensaje dijimos que en 14:1-11 se combinan tres asuntos: la conspiración de los opositores, el amor de los seguidores del Señor y el complot de Judas para traicionarle. Con respecto al complot de Judas, 14:10-11 dice: “Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba un momento oportuno para entregarle”. El dinero que se le prometió a Judas eran treinta piezas de plata (Mt. 26:15), el precio de un esclavo (Ex. 21:32). Mientras uno de los seguidores del Salvador-Esclavo expresaba con creces su amor por El, otro estaba a punto de traicionarlo. El uno lo estimaba como un tesoro, mientras que el otro lo traicionaba.