Mensaje 44
(11)
Lectura bíblica: Mr. 14:1-26
En este mensaje quiero añadir algo sobre Marcos 14:1-26, específicamente respecto al hecho de que el Señor instituyera Su cena como parte de la preparación de Sus discípulos para que entraran en Su muerte y Su resurrección.
Marcos Mr. 14:1-42 habla de que el Señor preparó a los discípulos para Su muerte. En esta sección del Evangelio de Marcos se mencionan dos fiestas, además de la fiesta de la Pascua. La primera fue la que le prepararon al Señor los que lo amaban, y la segunda, la cena que el propio Señor instituyó después de celebrar la fiesta de la Pascua. Esta cena la dispuso el propio Señor para Sus discípulos.
A lo largo de los siglos se ha dicho mucho acerca de la fiesta que dispuso Simón para mostrar su amor por el Señor Jesús. Durante la fiesta, una mujer ungió al Señor como muestra del amor que le tenía. Esto consta en Marcos 14, y también sobre ello se han dado muchos mensajes. Pero penetrar en las profundidades de lo que significa la mesa del Señor es mucho más difícil. Este asunto es muy profundo y va más allá de lo que la mente humana puede entender.
El significado de la fiesta que algunos de los discípulos le dispusieron al Señor es superficial en comparación con lo que significa la mesa del Señor. En la fiesta que se le preparó al Señor, se le reconoce por Su preciosidad, Su valor, Su belleza. Simón, el leproso, a quien el Señor había limpiado, preparó esta fiesta para expresar cuánto valoraba la misericordia, la gracia y la preciosidad del Señor. Al Señor también se le ungió, lo cual fue otra muestra del aprecio que le tenían por Su belleza y valor. Sin embargo, ninguna de estas acciones tiene un significado profundo. Pareciere que nada de lo que iniciamos nosotros tiene profundidad.
La cena que instituyó el Señor Jesús, por el contrario, tiene un significado sumamente profundo. Esta fiesta es una señal, un símbolo, de toda la economía neotestamentaria de Dios. En la era del Nuevo Testamento, la economía de Dios y la mesa del Señor están relacionadas.
No creo que los discípulos entendieron el significado de la mesa del Señor cuando ésta se instituyó. Pedro, por ejemplo, participó de la mesa, pero definitivamente no comprendió su significado.
Cuando el Señor Jesús instituyó Su cena, “tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, y dijo: Tomad, esto es Mi cuerpo” (14:22). Luego tomó la copa, les dio y dijo: “Esto es Mi sangre del pacto, que por muchos es derramada” (v. 24). Por tanto, la mesa del Señor incluye un pan y una copa.
En el uso bíblico, el pan representa la vida. El Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (Jn. 6:35). Esto muestra que en la Biblia, el pan alude a la vida.
Además, según el uso bíblico, una copa representa una bendición que se da por porción. Por eso, a la copa se le llama la copa de bendición. El pan es de vida, y la copa es de bendición.
No hay duda que esta vida es la vida divina, y la bendición es la bendición divina. En realidad, tanto la vida como la bendición son el Dios Triuno, el propio Dios en Cristo por medio del Espíritu. ¿Sabe usted qué es la vida eterna? La vida eterna es el Dios Triuno. ¿Sabe usted qué es la bendición divina? La bendición divina también es el Dios Triuno. Así que, la vida divina y la bendición divina son en efecto el propio Dios Triuno.
¿Cómo llega el Dios Triuno a ser nuestra vida y bendición? No es cosa sencilla el que algo llegue a ser nuestra vida. Por ejemplo, el alimento que ingerimos y digerimos llega a ser nuestro suministro de vida. A fin de que cualquier cosa sea nuestra vida o suministro de vida, eso debe ser orgánico. Si uno traga una piedra, ésta no puede llegar a ser nuestro suministro de vida, pues no tiene vida, no es orgánica. Solamente algo orgánico puede ser digerido y asimilado por nosotros a fin de que llegue a ser nuestro suministro de vida. De igual manera, para que el Dios Triuno sea nuestro suministro y nuestra propia vida, El tiene que entrar en nosotros y ser digerido y asimilado por nosotros. El Dios Triuno es viviente y orgánico.
Según el capítulo seis del Evangelio de Juan, Cristo es el pan de vida para que lo comamos. El Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre” (v. 51). Luego añadió: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57). Cualquier creyente que come al Señor Jesús como pan de vida, vivirá por causa de El. Cuando comemos este pan de vida, El entra en nosotros para que lo digiramos y asimilemos orgánicamente. Solamente así el Dios Triuno llega a ser nuestra vida. El Dios Triuno llega a ser nuestro suministro de vida y nuestra vida al entrar en nosotros orgánicamente a fin de ser asimilado en las fibras de nuestro ser espiritual.
En la mesa del Señor comemos el pan, lo cual tipifica la acción de ingerir al Señor, digerirlo y asimilarlo a fin de que sea nuestra vida. Cada vez que venimos a la mesa del Señor, vemos un pan, el objetivo del cual no es simplemente anunciar algo, sino que lo comamos. Al instituir Su cena, el Señor Jesús “tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, y dijo: Tomad, esto es Mi cuerpo” (Mr. 14:22).
Según Lucas 22:19, el Señor Jesús dijo: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es Mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí”. Este versículo habla de hacer memoria del Señor. Por años hice memoria de El en Su mesa concentrándome en Su encarnación, Su vida de sufrimientos, Su muerte y Su resurrección. Nunca se me dijo que la manera adecuada de recordar al Señor Jesús era comerle, que hacer memoria de El de manera auténtica era comer el pan y beber la copa (1 Co. 11:24, 26), es decir, participar y disfrutar del Señor, quien se nos dio mediante Su muerte redentora. Comer el pan y beber la copa significa recibir al Señor nuestro redentor como porción, como vida y como bendición. Esto es hacer memoria de El de manera genuina.
Un día, hace más de treinta años, intentaba dar una definición de lo que significa la mesa del Señor. Mientras consideraba en el pan y leía los versículos que hablan de él en el Nuevo Testamento, recibí luz respecto a lo que significa recordar al Señor en Su mesa. Vi que hacer memoria de El no es simplemente pensar en El o recordar lo que El experimentó. Hacer memoria del Señor es comerle. El Señor dijo claramente: “Esto es Mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí”. Esto muestra que recordar al Señor debidamente es comerle, tomarle como nuestro suministro de vida.
El pan que se pone sobre la mesa no está allí para que lo analicemos ni para que pensemos acerca de él, sino para que lo tomemos, lo ingiramos como nuestra provisión de vida. Debemos digerirlo y asimilarlo para que se convierta en nuestro propio ser. Esto tiene un significado muy profundo.
Comer el pan de la mesa del Señor indica que El entra en nosotros como nuestro suministro de vida y llega a ser nosotros mismos. Si analizamos qué pasa cuando ingerimos alimentos nos daremos cuenta de que con el tiempo el alimento que comemos llega a ser nosotros mismos. Y no sólo esto, sino que también nosotros llegamos a ser el alimento mismo. No sólo se produce una unión orgánica entre nosotros y el alimento que comemos, digerimos y asimilamos, sino que también nos mezclamos con el alimento que hemos asimilado.
Decir que la mezcla no es algo bíblico constituye un grave error. ¿Cómo puede una persona cuerda negar el hecho de que nos mezclamos con el alimento que comemos, digerimos y asimilamos? De hecho, la asimilación de alimentos en nuestro ser va más allá de la mezcla. No tenemos las palabras para describirlo; pero sí sabemos que nos mezclamos profundamente con el alimento que comemos. De igual manera, cuando recibimos al Dios Triuno como alimento, verdaderamente nos mezclamos con El. Para que el alimento que ingerimos llegue a ser nuestra vida, tiene que mezclarse con nosotros. El principio es el mismo en cuanto a tomar al Dios Triuno como nuestro alimento.
Como ya dijimos, ingerir alimentos incluye algo más que una unión orgánica entre éstos y nosotros. En realidad, comer, digerir y asimilar alimentos involucra una mezcla intrínseca entre el alimento y nuestro ser. Lo que comemos realmente llega a ser parte de nosotros. Así que, no sólo se produce una mezcla, sino también llega a ser parte de nosotros. El alimento que digerimos y asimilamos llega a ser parte de nuestro ser. Es por esto que después de haber digerido y asimilado completamente el alimento, es imposible localizarlo, pues se ha hecho parte de nosotros. La asimilación de alimentos nos muestra el profundo significado que tiene comer el pan de la mesa del Señor.
Ya vimos que la copa de la mesa del Señor significa Su sangre. En el Antiguo Testamento había una prohibición en contra de beber sangre (Gn. 9:4; Lv. 17:10). En la economía de Dios sólo hay una sangre que se puede beber: la sangre del Señor Jesús. En principio, beber la sangre tiene el mismo significado que comer el pan: todo lo que bebemos nos satura y llega a ser nuestro ser.
El cuerpo del Señor Jesús es representado por la torta, el pan, mientras que Su sangre, por la copa y su contenido. En esto vemos un cuadro de la sangre del Señor separada de Su cuerpo. Esta separación significa muerte. Por esto, en 1 Corintios 11:26 Pablo dice: “Pues, todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que El venga”. La palabra griega traducida anunciáis significa proclamar, exhibir, la muerte del Señor. Tomar la cena del Señor no es recordar la muerte del Señor, sino anunciarla y exhibirla.
Para que el Señor Jesús llegara a ser nuestro alimento, es decir, entrara en nosotros como suministro de vida, fue necesario que pasara por la muerte. Si no hubiera sido crucificado, no habría podido ser nuestro alimento.
Casi todo el alimento que ingerimos día tras día tiene que morir primero. Por ejemplo, antes de que usted pueda comerse una gallina, ésta tiene que ser muerta. Para comérsela hay que matarla primero. De igual manera, para que pudiéramos comer al Señor Jesús, El tuvo que morir. Siempre que comemos el pan y bebemos la copa en la mesa del Señor, anunciamos Su muerte.
Ya vimos que la mesa del Señor representa al Señor mismo, Su muerte, Su resurrección y Su Cuerpo místico, Su aumento. ¿De qué manera se relaciona la mesa del Señor con Su resurrección? Podemos decir que cada vez que comemos al Señor y le digerimos y asimilamos como nuestro suministro de vida, experimentamos una resurrección interna. Podemos emplear la alimentación física como ejemplo. Por lo general, antes de la hora de la cena me siento cansado y débil. Pero después de comer un platillo nutritivo, soy avivado. Hasta diría que soy “resucitado”. El alimento que ingiero contiene un elemento vital que me aviva. De igual manera, cuando comemos al Señor Jesús, El llega a ser la vida de resurrección dentro de nosotros.
El pan de la mesa del Señor también representa al Cuerpo místico de Cristo, Su agrandamiento. Este agrandamiento produce el nuevo hombre. Además, también tiene que ver con el desarrollo de la simiente, el gene, del reino.
En Marcos 4 se halla la semilla del reino, pero un día tendremos el pleno desarrollo, la manifestación, del reino. El pleno desarrollo del reino será el pleno crecimiento del nuevo hombre, o sea que al final, el nuevo hombre será el reino de Dios.
Además, el reino de Dios definitivamente no es algo que se organiza. No, el reino en su totalidad es un organismo, el nuevo hombre, que se produce al reemplazarnos Cristo por medio de Su muerte y Su resurrección. ¡Qué maravilloso! Si vemos esto, comprenderemos que mientras el Señor instituía Su cena en Marcos 14, preparaba a los discípulos para que recibieran Su muerte y Su resurrección.