Mensaje 9
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Lectura bíblica: Mr. 2:18-28; 3:1-6
El Evangelio de Marcos no presenta doctrinas sino una biografía; es por eso que se escribió según los hechos históricos. Por tanto, fue escrito en orden cronológico, o sea que narra los hechos en el orden en que acontecieron.
Ya vimos que los cinco casos narrados en 2:1—3:6 forman un grupo. Estos casos son: perdonar los pecados del enfermo (Mr. 2:1-12), cenar con los pecadores (Mr. 2:13-17), hacer que Sus seguidores se alegren y no ayunen (Mr. 2:18-22), preocuparse por el hambre de Sus seguidores y no por las normas de la religión (Mr. 2:23-28) y ocuparse de aliviar al que sufre y no de los ritos de la religión (Mr. 3:1-6). Cada uno de estos casos se puede resumir con una palabra. La palabra que resume el primer caso es: perdón. El caso mencionado en Mr. 2:1-12 nos presenta el perdón de pecados realizado por el Hijo del Hombre, quien es el Dios que perdona que se ha encarnado tomando la forma de un Esclavo. En 2:5 el Señor Jesús le dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Al oír esto los escribas, cavilaron en sus corazones, diciendo: “¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados, sino uno solo, Dios?” (v. 7). En seguida, el Señor añadió: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa!” (vs. 10-11). El Hijo del Hombre, aunque se encontraba en el porte de esclavo, tenía potestad para perdonar pecados, lo cual mostraba contundentemente que el Dios perdonador estaba presente en la forma de este hombre, quien era un esclavo. Así que, el primero de los cinco casos tiene que ver con el perdón.
La palabra que describe el segundo caso es: disfrute. En este caso, narrado en 2:13-17, el Salvador-Esclavo, como médico, cena con los pecadores. Por tanto, en él se halla el disfrute que resulta de cenar con el Salvador. Los que cenaron con El, disfrutaron de la bondad del Salvador-Esclavo, quien es la corporificación de Dios. En efecto, disfrutaron al propio Dios. Por esta razón, la palabra disfrute resume este caso.
Podemos emplear una palabra muy sencilla para describir el tercer caso: gozo. Así que, en los tres primeros casos experimentamos el perdón, el disfrute y el gozo.
Según 2:18-22, se necesitan ciertos factores básicos para estar gozosos. El primer factor es el Novio: “Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los compañeros del novio ayunar mientras está con ellos el novio? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar” (v. 19). El novio es la persona más agradable. Así que, en el capítulo dos de Marcos, el factor básico de nuestro gozo es tener al Salvador como Novio.
Dos factores adicionales del gozo que experimentamos son el paño (v. 21) y el vino nuevo (v. 22). El paño sirve para hacer un vestido que nos cubra y nos embellezca. El paño no abatanado es un paño no tratado ni procesado, y sirve para hacer un vestido nuevo. Este vestido nuevo, el cual realmente representa a Cristo mismo, nos cubre y nos embellece. El vino nuevo nos satisface y nos entusiasma. Por fuera, tenemos el paño no abatanado; por dentro, el vino nuevo. Además, estamos con el Novio. Por tanto, tenemos estos factores básicos para estar gozosos.
Ningún filósofo pudo haber expresado lo que el Señor Jesús dijo en 2:18-22. En Su sabiduría, el Señor emplea cosas ordinarias como el paño y el vino para mostrar asuntos maravillosos. Nos habla del novio, del paño no abatanado y del vino nuevo para mostrarnos cómo estar gozosos. El motivo de nuestro gozo es que estamos con el Novio, poseemos un nuevo vestido que nos embellece y tenemos el vino nuevo que nos llena, nos satisface, y hace que estemos eufóricos de gozo. Así que, en el tercer caso experimentamos el gozo.
El cuarto caso, contenido en 2:23-28, consiste en que el Señor se preocupa por el hambre de Sus seguidores y no por las normas de la religión. Marcos 2:23-24 dice: “Aconteció que El pasaba por los sembrados en sábado, y Sus discípulos comenzaron a abrirse paso, arrancando espigas. Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?” El Salvador-Esclavo se preocupó por el hambre de Sus seguidores y no por las normas de la religión. Como seguidores de El, nosotros no pasamos hambre. Más bien, estamos satisfechos, y por ende, testificamos: “No nos interesa guardar las normas de la religión y seguir hambrientos. Las normas siempre nos dejan con hambre. Nosotros seguimos al Salvador-Esclavo, y El ha saciado nuestra hambre. Cada día de la semana, incluyendo el sábado, nos alimenta. Ahora estamos satisfechos. No nos preocupa si las personas nos condenan según sus normas religiosas. Quizás a ellos les interesen dichas normas, pero lo que nos interesa a nosotros es ser saciados en el Señor”. Por tanto, este caso se puede resumir con la palabra: satisfacción.
La palabra que mejor resume el quinto caso, en el cual el Salvador-Esclavo se interesa más en aliviar al que sufre que en los ritos de la religión (3:1-6), es: libertad. En este caso vemos cómo el Salvador-Esclavo restauró en sábado la mano seca de un hombre, lo cual muestra que no se ocupó de los ritos de la religión, sino de aliviar al que sufría. El Señor deseaba hacer libre a esa persona; deseaba liberarla. Por tanto, en este caso se ve lo tocante a la libertad.
Repasemos las cinco palabras empleadas para describir los cinco casos: perdón, disfrute, gozo, satisfacción y libertad. ¡Qué secuencia tan maravillosa! Piense por un momento cuánta diferencia haría si el perdón figurara al último y no al principio. Según el orden cronológico presentado en Marcos, primero recibimos el perdón, y luego el disfrute, el gozo, la satisfacción y la libertad. El Señor perdona nuestros pecados, y esto siempre resulta en disfrute, gozo, satisfacción y libertad. Nuestra experiencia da testimonio de esto.
Marcos no dispuso los casos como lo hizo con el fin de exponer una doctrina, sino que ese fue el orden de los acontecimientos. En otras palabras, los hechos ocurrieron en la secuencia en que Marcos los presentó. Bajo la soberanía del Señor, los cincos eventos sucedieron conforme al orden en que disfrutamos la salvación. Según dicho orden, el perdón de pecados figura en primer lugar. En nuestra experiencia de la salvación que nos da el Señor, podemos testificar que cuando recibimos el perdón de nuestros pecados también recibimos el disfrute y el gozo. Este gozo es seguido por la satisfacción y la libertad. ¡Cuán maravilloso es esto!
Al estudiar la secuencia de los cinco eventos contenidos en el Evangelio de Marcos, nos damos cuenta una vez más que la Biblia verdaderamente es la Palabra de Dios. Sin recibir la inspiración del Espíritu Santo, ningún ser humano pudo haber compuesto un escrito como el que tenemos en este evangelio. No creo que Marcos haya recibido una educación superior ni que haya tenido un conocimiento cabal del griego. De hecho, el griego empleado en su evangelio no es tan elevado como el que se usa en el evangelio de Lucas y en las epístolas de Pablo. No obstante, aunque el lenguaje del Evangelio de Marcos tal vez no esté muy refinado, los cinco casos de esta sección fueron dispuestos en una secuencia admirable, una secuencia que corresponde por completo con nuestra experiencia de la obra salvadora del Señor. Según dicha secuencia, recibimos el perdón, el disfrute, el gozo, la satisfacción y la libertad.
Al examinar el Evangelio de Marcos, debemos adorar al Señor porque es parte de la Palabra santa. No se trata simplemente de una narración de una persona iletrada, sino del aliento del Dios soberano. Toda la Escritura, incluyendo el evangelio de Marcos, es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16). Quiere decir que lo narrado en Marcos 2:1—3:6 fue dado por el aliento de Dios. Les recomiendo que escriban en la margen de su Biblia las palabras perdón, disfrute, gozo, satisfacción y libertad al lado de cada sección como recordatorio.
Examinemos 2:18-22 más detalladamente. Después de que el Señor le dijo a los escribas que había venido como Médico para ocuparse de los enfermos, dos grupos de discípulos —los discípulos de Juan y los de los fariseos— vinieron a El: “Y los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y Tus discípulos no ayunan?” (2:18). Ambos grupos ayunaban, lo cual indica que si estamos en la religión, necesitamos ayunar. En la religión, las personas están vacías y hambrientas; no tienen nada que las satisfaga. Ser un discípulo de una religión, cualquiera que ésta sea, equivale a tener problemas, hambre, sed, cansancio y ansiedad. Al decir esto no estoy haciendo ninguna crítica; sencillamente digo la verdad. Los que están en la religión ciertamente tienen razón de ayunar. La religión tiene sus requisitos y exigencias; nos dice que no hagamos esto ni aquello. Sin embargo, la religión no nos capacita para cumplir con tales requisitos. Puesto que los que están en la religión no pueden cumplir los requisitos de ésta, ellos necesitan ayunar. Por eso los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban.
En contraste con los discípulos de Juan y los fariseos, los cuales ayunaban, los discípulos del Señor estaban llenos de gozo. ¿Cómo podían ayunar, cuando el Novio, el factor más importante de su gozo, estaba con ellos? En 2:19 el Señor dijo a los discípulos de Juan y a los fariseos: “¿Acaso pueden los compañeros del novio ayunar mientras está con ellos el novio? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar”. El Señor se refiere a Sus discípulos como compañeros del novio. Si ellos hubieran ayunado mientras el Novio estaba con ellos, esto lo habría puesto en vergüenza.
Supongamos que usted es el compañero del novio en una boda y durante la celebración de ésta usted ayuna. Eso sería un insulto para el novio. A ningún novio le gustaría ver que su compañero ayune durante su boda. Al contrario, le gustaría verlo gozoso, vestido con ropa adecuada y disfrutando de la comida provista. Esto muestra lo dicho por el Señor en 2:19. El Señor parecía decir a los discípulos de Juan y a los fariseos: “¿Por qué quieren saber la razón por la cual Mis discípulos no ayunan? Yo soy el Novio, y ellos son Mis compañeros, un compañero corporativo. Mateo, el recaudador de impuestos, es uno de los compañeros del novio. Ellos no pueden ayunar mientras estoy con ellos”.
¿Es usted un discípulo de Juan o de los fariseos, o es uno de los compañeros del novio, parte del compañero corporativo del Señor Jesús? Todos debemos testificar con toda confianza que somos parte del compañero corporativo. Todos los que han sido perdonados de sus pecados por el Señor Jesús han llegado a ser compañeros del novio. En el segundo capítulo del Evangelio de Marcos vemos que incluso los que habían sido recaudadores de impuestos y pecadores llegaron a ser compañeros del novio.
En 2:1-12 vemos al Dios perdonador como un hombre auténtico en forma de esclavo. La deidad estaba en la humanidad, y la humanidad contenía la deidad. Esta persona, el Dios perdonador como un hombre auténtico, es maravillosa. En El vemos la belleza de la virtud humana y la gloria de los atributos divinos; pues en El se ve tanto lo humano como lo divino en una persona completa. El caso narrado en 2:1-12 presenta a esta persona, a Aquel que es el Dios verdadero y un hombre auténtico. ¡Qué cuadro tan hermoso del Señor en Sus virtudes humanas y con Sus atributos divinos!
En el segundo caso (2:13-17) se ve a esta misma persona como médico que se ocupa de los enfermos. Además, vemos que Sus pacientes cenan con El. El versículo 15 dice: “Aconteció que estando Jesús reclinado a la mesa en casa de él, muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban también reclinados a la mesa con Jesús y Sus discípulos; porque había muchos que le seguían”. Los que estaban reclinados a la mesa con el Señor, tuvieron un maravilloso disfrute con El. Al ver los escribas de los fariseos que el Señor comía con los pecadores y los recaudadores de impuestos, dijeron a Sus discípulos: “¿Cómo es que El come con los recaudadores de impuestos y los pecadores?” (v. 16). Al oír esto el Señor, dijo a los escribas: “Los que están fuertes no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (v. 17). El Señor parecía decir a los escribas: “Yo soy el gran Médico que cuido a Mis pacientes. Ellos han sido sanados, y ahora están alegres y disfrutan de una cena conmigo”.
Ya dijimos que después del caso en el que el Señor cenó con los recaudadores de impuestos y con los pecadores, los discípulos de Juan, miembros de la nueva religión, y los discípulos de los fariseos, miembros de la vieja religión, preguntaron al Señor por qué Sus discípulos no ayunaban. Da la impresión de que querían que los discípulos del Señor se unieran a ellos en el ayuno. A los discípulos de Juan y a los de los fariseos les era necesario ayunar porque, según ellos, el Mesías y el reino no habían venido todavía. Y puesto que estaban en espera, ayunaban.
El Señor no les respondió a los discípulos de Juan y a los fariseos de manera directa, sino usando ciertas figuras retóricas. En Su respuesta se refirió a Sí mismo como el Novio, y también habló del paño no abatanado y del vino nuevo. El Señor parecía decir: “¿Por qué han de ayunar Mis discípulos cuando tienen todo lo necesario para estar gozosos? Ellos me tienen a Mí, el Novio, y me tienen como su justicia, su paño no abatanado y también como su vida, su vino nuevo. Yo soy todo lo que ellos necesitan. Yo soy Dios y hombre; soy el Médico y el Novio, soy la persona más agradable. Es ridículo que Mis discípulos ayunen cuando me tienen a Mí. Yo soy el vestido que los cubre y que los embellece, y Mi vida es el verdadero vino que les sacia, les motiva y les satisface. En vez de ayunar, ellos deben estar llenos de gozo. Ustedes les piden que ayunen, pero Yo les digo a ustedes que es imposible que ellos ayunen, porque el Novio está aquí con ellos, el paño no abatanado está sobre ellos y el vino nuevo esta en ellos”. ¡Cuán sabia y maravillosa fue la respuesta del Señor con respecto al Novio, al paño y al vino!
Debemos celebrar una reunión evangélica en la cual le decimos a la gente que Jesucristo es el Novio, que El como nuestra justicia es el paño que cubre nuestra desnudez y nos embellece, y que Su vida divina es el vino que bebemos para ser saciados. Este es el verdadero evangelio: una persona viviente que nos trae justicia y vida. ¡Aleluya porque tenemos al Novio, y porque le tenemos como justicia por fuera y como nuestra vida por dentro!
En 2:21 el Señor habla de un paño no abatanado. La palabra griega traducida no abatanado también quiere decir nuevo, tosco, no procesado. La palabra griega es ágnafos, formada de á, que significa no, y gnapto que significa cardar o peinar la lana. Así que, significa no cardado, no tratado al vapor ni lavado, burdo, no abatanado, no procesado. El paño no abatanado representa a Cristo, desde Su encarnación hasta Su crucifixión, como un remiendo de paño nuevo, no tratado, no acabado. El vestido nuevo en Lucas 5:36 representa a Cristo como manto nuevo después de que El fue “tratado” en Su crucifixión. En Marcos 2:21 aparece la palabra griega kainós, la cual a veces se traduce nuevo. Cristo fue primero el paño no abatanado que servía para hacer un vestido nuevo, y luego, por medio de Su muerte y resurrección, fue hecho un vestido nuevo que nos cubre como nuestra justicia delante de Dios a fin de que seamos justificados por Dios y aceptables a El (Lc. 15:22; Gá. 3:27; 1 Co. 1:30; Fil. 3:9).
El vestido viejo representa la buena conducta, las buenas acciones y las prácticas religiosas producidas por la vida natural del hombre, es decir, por la vida de la vieja creación. Un remiendo de paño no abatanado cosido en un vestido viejo, tira del vestido debido a que se encoge y hace peor la rotura. Coser un remiendo así en un vestido viejo significa imitar lo que hizo Cristo en Su vida humana en la tierra. Esto es lo que tratan de hacer algunos. Sólo imitan las acciones humanas de Jesús para mejorar su conducta; no creen que el Jesús crucificado sea su Redentor ni que el Cristo resucitado sea su justicia para ser justificados por Dios y aceptados delante de El. Nosotros debemos tomar al Cristo crucificado y resucitado como el vestido nuevo que nos cubre al ser nuestra justicia delante de Dios. No debemos tratar de mejorar nuestra conducta imitando las acciones humanas del Señor.
En 2:22 el Señor Jesús añade: “Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino rompe los odres, y el vino se pierde, así como también los odres; sino que el vino nuevo se echa en odres nuevos”. La palabra griega traducida nuevo es néos que significa nuevo con respecto al tiempo, reciente, recién adquirido. El vino nuevo representa a Cristo como la vida nueva llena de vigor y que entusiasma a la gente. El Salvador-Esclavo no sólo es el Novio que nos trae disfrute, sino también el vestido nuevo que nos equipa y capacita exteriormente para que asistamos a la boda. Además, El es la nueva vida que nos estimula interiormente para que le disfrutemos como nuestro Novio. Para disfrutarle como tal, primero le necesitamos como nuestro vestido nuevo por fuera y como nuestro vino nuevo por dentro.
Los odres viejos que se mencionan en 2:22 representan las prácticas religiosas, como por ejemplo, el ayuno que guardaban los fariseos, quienes pertenecían a la religión antigua, y los discípulos de Juan, pertenecientes a la religión nueva. Todas las religiones son odres viejos. El vino nuevo puesto en odres viejos revienta los odres con el poder de su fermentación. Echar vino nuevo en odres viejos es poner a Cristo, la vida estimulante, en la religión, cualquiera que ésta sea. En lugar de tratar de circunscribir a Cristo en las varias formas de rituales y formalidades, debemos echar el vino nuevo en odres nuevos.
La palabra griega traducida nuevos es kainós, y significa nuevo en cuanto a naturaleza, cualidad o forma; no estrenado, ni usado; por lo tanto, nuevo o fresco. Los odres nuevos representan la vida de iglesia en las iglesias locales como el recipiente del vino nuevo, el cual es Cristo mismo como la vida que alegra a la gente. Como creyentes de Cristo, somos personas regeneradas que constituyen el Cuerpo de Cristo y llegan a ser la iglesia (Ro. 12:5; Ef. 1:22-23). El Cuerpo de Cristo, como Su plenitud, también es llamado “el Cristo” (1 Co. 12:12), que se refiere al Cristo corporativo. El Cristo individual es el vino nuevo, la vida interior estimulante, y el Cristo corporativo es el odre nuevo, el recipiente exterior que contiene el vino nuevo. Hoy no tenemos ayunos ni ninguna otra práctica religiosa, sino la vida de iglesia con Cristo como contenido. Le poseemos a El, una persona viviente, como Médico, como Novio, como paño no abatanado y como el vino nuevo. El es el pleno disfrute para nosotros con el propósito de que seamos el odre nuevo, es decir, Su Cuerpo, la iglesia, que le contenga.