Mensaje 1
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La Biblia es el hablar de Dios y consta de dos secciones. En la primera sección, el Antiguo Testamento, Dios habló por los profetas, y en la segunda, el Nuevo Testamento, habló en el Hijo (en la Persona del Hijo, He. 1:1-2). Esta sección se compone de los cuatro Evangelios, el libro de los Hechos, las Epístolas y el libro de Apocalipsis. Lo que el Hijo habló mientras estuvo en la carne se halla en los cuatro Evangelios. Después de Su resurrección, siguió hablando como Espíritu por medio de los apóstoles (véase Jn. 16:12-14). Por tanto, el Nuevo Testamento es simplemente el Hijo que nos habla, o sea, es el Hijo impartido a nosotros como vida y como el todo para que seamos Su Cuerpo, Su expresión, la iglesia.
La Biblia es un libro de vida, y esta vida es la Persona viviente de Cristo. En el Antiguo Testamento Cristo es descrito como Aquel que había de venir. En el Nuevo Testamento llegó Aquel cuya venida se había predicho. Así que, el Nuevo Testamento es el cumplimiento del Antiguo. San Agustín dijo que el Nuevo Testamento está contenido en el Antiguo, y el Antiguo se expresa en el Nuevo. Estos dos testamentos son en realidad uno solo, el cual revela a la Persona quien es nuestra vida.
A casi todos los cristianos les molesta la primera página del Nuevo Testamento, pues tiene muchos nombres, que son difíciles de pronunciar. No obstante, ésta es la primera parte del Nuevo Testamento. En cualquier tipo de escritura, lo que se presenta en la introducción así como lo que se dice en la conclusión es importante. Cuando muchos cristianos abren el Nuevo Testamento, saltan la primera parte del capítulo uno de Mateo y comienzan su lectura en el versículo 18. En el Nuevo Testamento de sus Biblias, parece que no existe el párrafo que abarca los versículos del 1 al 17 de Mateo 1. ¡Pero gracias a Dios por esta rica porción de la Palabra! La genealogía de Cristo hallada aquí es un síntesis de todo el Antiguo Testamento y lo incluye todo, con excepción de los primeros diez capítulos y medio de Génesis. Si queremos conocer el significado de esta genealogía, debemos conocer todo el Antiguo Testamento.
En cuanto al Nuevo Testamento, nosotros tenemos que decir algo. El Nuevo Testamento es simplemente un cuadro vivo de una Persona, la cual es completamente maravillosa. El es Dios y también es hombre. El es la mezcla de Dios y el hombre, porque en El las naturalezas humana y divina se mezclan. El es el Rey, y es el esclavo también. ¡Qué maravilloso es El!
No existe ser humano que haya hablado alguna vez palabras tales como habló El, palabras profundas y al mismo tiempo sencillas. Por ejemplo, Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (Jn. 6:35) y “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8:12). Platón y Confucio eran filósofos grandes, y la gente estimaba mucho lo que decían, pero ni Platón ni Confucio podían decir: “Yo soy la luz del mundo”. No había nadie que pudiera decir: “Yo soy la vida” o: “Yo soy el camino”, o: “Yo soy la realidad” (Jn. 14:6). Estas son palabras sencillas y frases breves —“Yo soy”, “Yo soy el que soy”— pero a la vez son grandes y profundas. ¿Acaso alguno de nosotros puede declarar que él es la luz del mundo o que es la vida? Si lo dijera, sin lugar a dudas lo llevarían a un manicomio. Sin embargo, Jesús pudo decirlo. ¡Qué grande es El!
Jesús es todo-inclusivo. El tiene muchos aspectos. Nadie puede agotar las palabras para decir quién es El. Aparte de Jesús, ¿quién tiene cuatro biografías escritas de Su vida? Aunque el Nuevo Testamento es un libro breve, empieza con cuatro biografías de una sola Persona, cuatro libros que nos narran la vida de Cristo.
Cada uno de nosotros tiene cuatro lados: el frente y la espalda, el lado derecho y el lado izquierdo. Si usted me ve de frente, puede ver siete orificios en mi cara. Pero si le doy la espalda, todos estos orificios desaparecen. Por el lado derecho se puede ver un pequeño orificio, y por el lado izquierdo, otro. Si quiere usted una copia exacta de mi imagen, necesita tomar una fotografía de cada lado. Así es lo que se ha hecho en el Nuevo Testamento.
¿Por qué tenemos cuatro Evangelios? Porque Cristo tiene por lo menos cuatro aspectos principales. ¡Cristo es maravilloso! Debido a que El es todo-inclusivo e inescrutablemente rico, requiere varias biografías. Mateo, Marcos, Lucas y Juan presentan diferentes aspectos de Cristo, porque cada escritor era una persona distinta. Por ejemplo, Mateo era recaudador de impuestos. Entre el pueblo judío de los tiempos antiguos, el recaudador de impuestos era una persona muy despreciada. No obstante, Mateo escribió la primera biografía de Cristo. Marcos era un hombre común y corriente, y Lucas era un médico y un gentil. Al principio, Juan era un pescador, pero con el tiempo llegó a ser un apóstol de edad avanzada y con bastante experiencia. Cada uno escribió una biografía diferente acerca del mismo Cristo. Esta Persona viviente requiere muchas biografías.
El libro de los Hechos es la expansión de esta Persona maravillosa. Es la extensión del Cristo todo-inclusivo. Este Cristo se ha extendido; era una sola Persona y ahora es miles y miles de personas. Era el Cristo individual, pero en Hechos llegó a ser el Cristo corporativo. Después de Hechos, tenemos todas las Epístolas, las cuales nos dan una definición completa de este gran Hombre maravilloso y universal. Cristo es la Cabeza, y la iglesia es el Cuerpo; éste es el Hombre universal: Cristo y la iglesia. Finalmente, tenemos el libro de Apocalipsis como consumación del Nuevo Testamento. Este libro nos da un cuadro completo del Cuerpo de Cristo, el Cristo individual incorporado a todos Sus miembros para llegar a ser la Nueva Jerusalén.
Vamos a regresar a los cuatro Evangelios. Si yo pusiera en secuencia los cuatro Evangelios, pondría al principio el Evangelio de Juan. Al leer la Biblia, muchos cristianos comienzan con el Evangelio de Juan y luego prosiguen con Lucas, Marcos y Mateo. El concepto humano es justamente el opuesto al divino, que comienza con el Evangelio de Mateo y luego pasa al de Juan; el pensamiento humano empieza con Juan y de allí regresa a Mateo. A muchos de nosotros nos gusta leer el Nuevo Testamento empezando por el Evangelio de Juan, puesto que éste es maravilloso. Es un libro de vida. Después de Juan, nos gusta leer el Evangelio de Lucas, porque es un libro acerca del Salvador y nos cuenta los muchos casos de la salvación. Luego, por supuesto, nos gusta leer Marcos, porque es breve y sencillo. Leemos Mateo al final porque es muy difícil y misterioso. No sólo es difícil de entender el capítulo uno, sino que también las parábolas presentadas en el capítulo trece y las profecías de los capítulos veinticuatro y veinticinco son difíciles. Los capítulos cinco, seis y siete, donde se encuentra el Sermón en el Monte, son especialmente difíciles. ¡Nadie puede practicarlo! Usted me golpea en la mejilla derecha y le doy la izquierda. Me obliga usted a andar una milla, y yo ando dos. Me quita el vestido, y le doy mi túnica. ¡Ya basta! ¡Sólo Jesús puede hacerlo! Por consiguiente, muchos ponen al final el Evangelio de Mateo. Juan es muy precioso. En Juan, Jesús lo es todo, y nosotros no tenemos que hacer nada. Por eso, nos gusta el Evangelio de Juan, pero no nos agrada el de Mateo. Tal vez no lo digamos claramente, pero dentro de nuestro corazón así lo sentimos. No obstante, la secuencia divina es lo mejor. Dios puso al frente el Evangelio de Mateo.
Al estudiar la Biblia necesitamos un bosquejo general de cada libro. El bosquejo general de Mateo es:
Cristo es Jehová Dios encarnado para ser el Salvador-Rey, quien vino para establecer el reino de los cielos (el gobierno celestial) al salvar a Su pueblo del pecado (de la rebelión) por medio de Su muerte y Su resurrección.
Al estudiar la Biblia también necesitamos hallar el pensamiento central; el de Mateo es:
Cristo, como Jesús (Jehová el Salvador) y Emanuel (Dios con nosotros), es el Rey, el Bautizador, la luz, el Maestro, el que sana, el que perdona, el Novio, el Pastor, el Amigo, la sabiduría, el reposo, el templo mayor, el verdadero David, el Señor del sábado, el que era más que Jonás y más que Salomón, el Sembrador, la semilla, el que alimenta, el pan, las migajas que están debajo de la mesa, el Cristo, el Hijo del Dios viviente, la roca de la iglesia, el que edifica a la iglesia, el que funda el reino, el Moisés actual, el Elías presente, la Cabeza del ángulo, el Señor, el que resucitó, el que tiene toda potestad, y el que siempre está con Su pueblo en resurrección.
¡Cuán rico es Cristo en el libro de Mateo, más aún que en el libro de Juan! Como Jesús y Emanuel El es para nosotros treinta y tres cosas más que en el libro de Juan. Debemos disfrutarle y participar de El. Necesitamos experimentarle en todos estos aspectos en resurrección, y no en la condición natural. El es Aquel que siempre está con nosotros. Mateo empieza con “Dios con nosotros” y termina con “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del siglo”. ¡Cuán maravilloso es esto!
Entre los cuatro Evangelios sólo dos, Mateo y Lucas, tienen genealogías. Mateo nos dice que Jesús es el verdadero descendiente de la familia real, que El es el heredero legal del trono real. Una persona tal como ésta necesita una genealogía que cuente Su origen y Su linaje. Lucas presenta a Jesús como un hombre hecho y derecho. Para presentar a Jesús de esta manera también se requiere una genealogía. En Marcos, se ve a Jesús como a un esclavo, uno que ha sido vendido como esclavo. No es necesario incluir la genealogía de un esclavo; por eso, no se encuentra en el libro de Marcos. Juan nos dice que Jesús es Dios. “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios”. Con El no hay principio, ni linaje. El es eterno, sin principio de días ni fin de vida (He. 7:3). ¡En el principio era Dios! Sería ridículo si Juan hablara de la genealogía de Jesús.
Con respecto a todos los demás, sin considerar quién es o cuántas biografías han sido escritas de él, la genealogía es exactamente lo mismo. Pero Jesús tiene dos. Más adelante vamos a ver cómo estas genealogías llegan a ser una sola. Una vez más vemos cuán admirable es El. En todos los aspectos, El es maravilloso.
Ahora llegamos a la genealogía de Jesús según lo presentado en el Evangelio de Mateo. Necesitamos saber quién es Jesús. ¿Quién es? Podemos decir que El es el Hijo de Dios, pero esta genealogía no tiene semejante expresión. Más bien, lo llama el hijo de David y el hijo de Abraham. Puesto que Jesús es maravilloso, es difícil decir quién es.
Jesús es la mezcla de Dios y el hombre, de lo divino y lo humano. Esta es la genealogía de Jesús. Esta expresión significa que El es la mezcla maravillosa. En esta genealogía tenemos la mezcla del Ser divino y los muchos seres humanos de toda índole. Ya no debemos pensar que Mateo 1:1-17 es simplemente una lista de nombres.
La genealogía de Cristo consiste de:
Estos son los antepasados, personas importantes. Juntos conforman catorce generaciones (1:2-6a).
Estos son los reyes, la familia real, quienes también conforman catorce generaciones (1:6b-10).
La genealogía de Cristo no sólo incluye a los de condición noble, sino también a los civiles, a los que no tienen mucha importancia, tales como María y José. Los pobres, la gente común, también están incluidos en la genealogía de Cristo. Cristo figuró no sólo con los patriarcas y los reyes, sino también con los civiles. No solamente pertenecía a los grandes, a los de la realeza, sino también a los pequeños. La genealogía de Cristo nos muestra que incluye a toda clase de personas.
La genealogía de Cristo incluye a los llamados, como Abraham, y a los que fueron llevados cautivos. En esta breve crónica tenemos la expresión “la deportación” (v. 17). Abraham fue llamado a salir de Babel, que es el origen de Babilonia. La genealogía de Cristo incluye no sólo a los llamados, sino también a los descarriados. Tal vez hace cinco años usted fue un llamado, pero hoy está descarriado. No se desanime; la genealogía de Cristo lo incluye a usted también. Esta genealogía incluye a Jeconías, el rey que fue destronado y llevado cautivo a Babilonia. ¿Ha sido usted alguna vez destronado? No piense que no. En su vida cristiana a veces usted ha sido destronado. Una vez usted fue rey, pero perdió su reinado y se convirtió en un descarriado. Nuestro antepasado Abraham vino de Babilonia; pero usted regresó allí y no de buena gana, sino que fue llevado cautivo. ¡Alabado sea el Señor porque la genealogía de Cristo incluye a los que han caído!
Después del cautiverio hubo un recobro. Por eso, hay otro nombre: Zorobabel, el nombre de recobro. Muchos cautivos regresaron con Zorobabel. La genealogía de Cristo incluye a toda clase de gentes: los buenos, los malos, los llamados, los caídos, y los recobrados. Si le preguntara a usted cuál tipo de persona es usted, podría decir que primero fue un llamado, luego un caído, y finalmente un recobrado. Usted era un Abraham, se convirtió en un Jeconías, pero hoy es un Zorobabel. Todos somos Zorobabeles. Somos los llamados, los caídos y los recobrados.
Conforme a la costumbre judía, el que escribe acerca de una genealogía nunca incluiría el nombre de una mujer; incluiría sólo los nombres de los varones. Sin embargo, en esta breve genealogía se mencionan cinco mujeres. Ellas son como los dedos de mi mano: cuatro componen un grupo y el otro queda solo. Cuatro de las cinco mujeres se casaron dos veces, y una de ellas era una ramera. Parece que la crónica divina aquí no quería mencionar a las mujeres ejemplares, tales como a Sara o a Rebeca, sino sólo a las mujeres malas. Leamos la crónica divina: “David engendró a Salomón de la que había sido mujer de Urías” (1:6). En la narración de este evento no se menciona el nombre de ella; solamente da su historia para poder recordarnos qué tipo de persona fue.
¿Conoce usted la historia de Tamar? Ella era la nuera de Judá, el cual engendró gemelos con ella (Gn. 38:24-30). ¡Qué horror! La segunda mujer se llamaba Rahab, la ramera de Jericó, y la tercera era Rut, una moabita. A los moabitas no les permitían entrar a la congregación de Jehová, ni hasta la décima generación (Dt. 23:3). Los moabitas son descendientes de Moab, quien nació de Lot y su hija. La cuarta mujer fue Betsabé, mujer de un cananeo llamado Urías, a quien David mató. David la tomó por esposa, y con ella engendró a Salomón.
¿Por qué mencionaría una crónica tan breve a todas estas mujeres? Porque ellas representan lo que somos nosotros. No piense que usted es muy puro, o que usted es más puro que estas mujeres. Remóntese a sus propias fuentes. Si lo hace, encontrará de qué manera y de quién nació su abuelo, su padre y aun usted. Somos peores. ¡Pero los peores estamos incluidos en la genealogía de Cristo! ¡Alabado sea el Señor! De verdad El es el Salvador de los pecadores.
El número cuatro indica todas las criaturas, incluyendo a todo el linaje humano. La humanidad es sucia; nadie es limpio. Pero, damos gracias al Señor porque nosotros estamos asociados con Cristo. Somos parte de la genealogía de Cristo.
Si nosotros escribiésemos una biografía de Cristo, no habiendo otras en la Biblia, no nos atreveríamos a escribir de este modo. Esconderíamos a todas las abuelas impuras y mencionaríamos sólo los nombres de las abuelas buenas, como Sara y Rebeca. Pero el Espíritu Santo no mencionó a Sara, a Rebeca, ni a ninguna otra mujer buena; al contrario, a propósito incluyó estas mujeres impuras. Si esta crónica divina hubiera mencionado los nombres de las mujeres buenas sin los de las impuras, yo tendría dudas acerca de la situación actual de la iglesia. Diría: “Miren la situación actual de la iglesia. Muy pocos son puros”. No piense que usted es puro o limpio. No somos puros. No obstante, la genealogía de Cristo incluye a los buenos así como a los malos. De hecho, incluye a más personas malas que buenas.
Además de las cuatro mujeres que habían vuelto a casarse, hay otra, una virgen, que sobresale: María, la madre de Jesús. María era buena, pura y limpia, lo cual indica que todos los que son mencionados en este libro de genealogía son pecadores, menos Jesús. Con la excepción de Jesús, todos eran inmundos.
Cristo es el hijo de David (Mt. 22:42, 45; Ap. 22:16). Salomón, el hijo de David, tipificaba a Cristo en tres aspectos principales. Primero, tipificaba a Cristo en el sentido de que heredó el reino (2 S. 7:12b, 13; Jer. 23:5; Lc. 1:32-33). En segundo lugar, Salomón tenía sabiduría y hablaba palabras de sabiduría. En Mateo 12 vemos que Cristo también tenía sabiduría y hablaba palabras de sabiduría. En este capítulo Cristo dijo que El era más que Salomón (v. 42). El que era más que Salomón estaba allí hablando palabras de sabiduría. No hay palabras humanas que son tan sabias como las de Cristo. En tercer lugar, Salomón edificó el templo de Dios (2 S. 7:13). Como hijo de David, Cristo edifica el templo de Dios, la iglesia.
Cristo también es el hijo de Abraham. Este libro de genealogía dice solamente que Cristo es el hijo de David y el hijo de Abraham; no es el hijo de ninguna otra persona. En el Antiguo Testamento había una profecía clara de que Cristo sería hijo de Abraham. Isaac tipifica a Cristo en tres aspectos principales. Primero, Isaac llevó la bendición a todas las naciones, tanto a los judíos como a los gentiles (Gn. 22:18a; 14, Gá. 3:16). Segundo, Isaac fue ofrecido a Dios para que muriese y luego resucitó (Gn. 22:1-12; He. 11:17, 19). Tercero, recibió a la novia (Gn. 24:67). En estos aspectos Isaac tipifica a Cristo como aquel que fue prometido y que llevó la bendición a todas las naciones, y también como aquel que fue ofrecido en holocausto, resucitó, y que, después de Su resurrección, recibirá a Su Novia (Jn. 3:29; Ap. 19:7). Un día el Espíritu Santo, tipificado por el siervo de Abraham, llevará a la Rebeca celestial, divina y espiritual a su Isaac celestial.
El hijo de Abraham recibió a la novia, y el hijo de David edificó el templo. En el caso de Cristo, la novia es el templo, y el templo es la novia. Es por esto que se dice que Cristo es el hijo de Abraham y el hijo de David. El se ofreció para morir y luego resucitó; ahora está edificando el templo de Dios, y en el futuro recibirá a la novia. Cristo también habló sabiduría y llevó la bendición de Dios a las naciones. Es El quien cumple todas las cosas. En los cuatro Evangelios podemos hallar cada uno de estos seis aspectos. Los Evangelios revelan que Cristo vino para heredar el reino, se ofreció para morir y luego resucitó, habló palabras de sabiduría, llevó bendiciones a todos, está edificando la casa de Dios, y regresará para recibir a la novia. Cristo es, sin lugar a dudas, el verdadero Isaac y el verdadero Salomón.
Como hijo de David, Jesús fue una gran bendición para todos los judíos. Pero como hijo de Abraham, El lleva bendiciones a todos los gentiles. Como hijo de David, El es para los judíos; como hijo de Abraham, es para todos nosotros. Si Jesús fuera solamente el hijo de David, no tendría nada que ver conmigo. ¡Alabado sea el Señor que El también es el hijo de Abraham! Todas las naciones fueron bendecidas en la simiente de Abraham, la cual es Cristo. Esta bendición es participar del Dios Triuno. La bendición que Dios prometió a Abraham fue el Espíritu (Gá. 3:14), y el Espíritu es la realidad consumada del Dios Triuno. Por medio de Cristo como hijo de Abraham, tenemos al Espíritu y participamos del Dios Triuno. ¡Aleluya!