Mensaje 22
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En este mensaje llegamos a la quinta sección de la promulgación hecha por el Rey, Mt. 6:19-34, la cual trata de la relación que el pueblo del reino debe tener con las riquezas.
En los versículos 19 y 20 el Rey decreta que el pueblo del reino no debe acumular para sí mismo tesoros en la tierra, sino en los cielos. Acumular tesoros en los cielos significa dar bienes materiales a los pobres (Mt. 19:21) y cuidar a los santos necesitados (Hch. 2:45; 4:34-35; 11:29; Ro. 15:26) y a los siervos del Señor (Fil. 4:16-17).
El versículo 21 dice: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. El pueblo del reino debe hacer su tesoro en los cielos a fin de que su corazón también esté en los cielos. Antes de que ellos vayan allí, su tesoro y su corazón deben ir primero.
El versículo 22 dice: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz”. Nuestros ojos no pueden enfocar más de un objeto a la vez. Si tratamos de ver dos cosas a la vez, nuestra visión será borrosa. Si fijamos nuestros ojos en una sola cosa, nuestra visión será singular, y todo nuestro cuerpo estará lleno de luz. Si acumulamos tesoros en los cielos y también en la tierra, nuestra visión espiritual será borrosa. Para tener una visión singular, debemos guardar nuestro tesoro en un solo lugar.
El versículo 23 dice: “Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¡cuán grandes serán esas tinieblas!” Mirar dos objetos a la vez es hacer que nuestro ojo sea maligno. En tal caso, todo nuestro cuerpo estará en tinieblas. Si nuestro corazón se fija en el tesoro acumulado en la tierra, la luz que hay en nosotros se convertirá en tinieblas, y grandes serán esas tinieblas.
El versículo 24 dice: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o será fiel al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (lit. mammón)”. La palabra “mammón” es aramea y significa abundancia, riquezas. Aquí, mammón, en oposición a Dios, indica que la abundancia, o las riquezas, es el adversario de Dios, e impide que el pueblo de Dios le sirva a El.
El versículo 25 dice: “Por tanto os digo: No os inquietéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” En este versículo el Señor dice que no nos inquietemos por nuestra vida. La palabra griega traducida “vida” aquí es la palabra “alma”, donde se halla el deseo, el apetito, por la comida y el vestido (Is. 29:8). Nuestra vida es más que la comida, y nuestro cuerpo es más que el vestido. Tanto nuestra vida como nuestro cuerpo llegaron a existir por medio de Dios y no por nuestra ansiedad. Ya que Dios nos creó con vida y cuerpo, ciertamente El se encargará de las necesidades de ellos. El pueblo del reino no debe inquietarse por estas cosas.
El versículo 31 dice: “No os preocupéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos?” Aquí llegamos al punto crucial en los versículos del 19 al 34. Aparentemente, en esta sección de la constitución, el Señor habla acerca de la relación que el pueblo del reino debe tener con las riquezas materiales. En realidad, El aborda la cuestión de la ansiedad. El Señor es sabio. Después de tocar nuestro mal genio, nuestra concupiscencia, nuestro ser natural, nuestro yo y nuestra carne, sigue adelante y toca nuestra ansiedad. En estos versículos la palabra griega que se traduce inquietarse o preocuparse se usa seis veces (vs. 25, 27, 28, 31, 34). También parece que el Señor está tocando nuestro corazón, porque donde está nuestro tesoro, allí también está nuestro corazón. Sin embargo, nuestro corazón no se relaciona solamente con las riquezas, sino con muchas otras cosas.
La constitución del reino de los cielos está compuesta de la vida y la naturaleza del Padre. Aunque estos capítulos efectivamente no usan las palabras “vida” y “naturaleza”, podemos ver por el contexto que aparte de la vida y naturaleza divinas del Padre, estos capítulos serían en vano. Nadie podría satisfacer los requisitos del reino de los cielos sin poseer la vida y la naturaleza del Padre. Cada constitución se basa en cierta clase de vida. Supongamos que usted quiere hacer una constitución para los perros. Indudablemente, esa constitución se basaría en la vida canina. Sería irrazonable que esa constitución exigiera que, cada mañana, los perros deberían observar la vigilia matutina volando en el aire. Puesto que los perros no pueden volar, no podrían satisfacer tal requisito. Pero si la constitución les dijera a los perros que deben guardar la vigilia matutina ladrando, no habría problema. De igual modo, la constitución dada por el Señor Jesús en el monte era dirigida a los hijos de Dios, y se basaba en la vida y naturaleza del Padre. Dos versículos del capítulo cinco indican este hecho. El versículo 9 dice: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”, y el versículo 48 dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Muchos cristianos no entienden esta sección de la Palabra porque no han visto que se basa en la vida y la naturaleza divinas. Hasta muchos incrédulos han citado versículos de estos capítulos en sus propios escritos, pensando que lo hablado en estos capítulos fue dirigido a todos los seres humanos. No, así como la vida canina no puede volar, tampoco la vida humana puede cumplir con los requisitos de la constitución del reino de los cielos. Esta es una constitución basada en la vida divina y en la naturaleza divina.
La ansiedad no se encuentra en la vida divina ni en la naturaleza divina. La ansiedad no pertenece a la vida divina, sino a la vida humana, así como el ladrar es parte de la vida de los perros, y no de la vida de los pájaros. Nuestra vida humana está llena de ansiedad, mientras que la vida de Dios es una vida de disfrute, reposo, consolación y satisfacción. Para Dios, la ansiedad es una expresión extraña. Para El, tal cosa no existe. ¿Piensa usted que alguna vez ha estado ansioso Dios? ¿Acaso ha sido El afligido por la ansiedad? Aunque Dios tiene muchos deseos, no tiene ansiedad. Nuestra vida humana, en contraste, casi está compuesta de la ansiedad, o sea ésta es su elemento constitutivo. Si se quita la ansiedad de un ser humano, el resultado será la muerte. Un hombre muerto no tiene ansiedad. Una figura hallada en el museo de cera o una estatua que se encuentra frente a una catedral católica no tiene ansiedad, pero mientras uno viva, no se puede escapar de la ansiedad.
Si consideramos la manera en que el Señor habla en el Nuevo Testamento, veremos que es absolutamente diferente de la manera en que hablan los apóstoles. Ellos, especialmente Pablo, escribieron muchos libros espirituales. Aunque Pablo habló de muchas cosas divinas, espirituales y celestiales, su estilo sigue siendo humano. Lo mismo se encuentra en los escritos de Pedro y Juan. Por mucho que hablaron de lo espiritual y lo divino, el estilo de los escritores del Nuevo Testamento sigue siendo humano. Pero la manera en que el Señor habla en el Nuevo Testamento es única. Es completamente imposible describirla. Si uno lee Mateo 5, 6, 7, 13, 24 y 25 y los capítulos 14, 15, 16 y 17 de Juan, verá que la manera en que el Señor habla es extraordinaria. No es humana ni común; es profunda, y al mismo tiempo breve, sencilla y pertinente. Este es el hablar divino y el estilo divino. Cuando yo era joven, leí algo escrito por un gran filósofo francés, quien dijo que si los cuatro evangelios fuesen mentiras, entonces la persona que los escribió era apto para ser el Cristo. Estoy de acuerdo con esto.
El Señor, en lo que dice en el capítulo seis de Mateo, aparentemente aborda el asunto de las riquezas. Sin embargo, en realidad toca la ansiedad, el problema básico de nuestro vivir humano. Como hemos visto, en 6:1-18 El parece hablar de las obras justas del pueblo del reino, pero en realidad toca el yo y la carne. Llegué a saber esto no al leer libros, sino por mi propia experiencia en la vida de iglesia. Por mi experiencia he aprendido que exhibir las obras justas es algo que ciertamente proviene del yo y de la carne. Si permanecemos en la cruz, nunca podríamos hacer semejante exhibición. Según el mismo principio, 6:19-34 parece tocar nuestras riquezas, nuestra abundancia; en realidad, la intención del Señor aquí es tocar la ansiedad, la fuente del problema de nuestro vivir diario. Todo el mundo está enredado en sus ansiedades, las cuales son el engranaje que hace mover el mundo. Es el incentivo de toda la cultura humana. Si no estuviéramos ansiosos acerca de nuestro sustento, ninguno de nosotros haría nada. Al contrario, todos estaríamos ociosos. Así que, al tocar nuestra ansiedad, el Señor toca el engranaje de la vida humana.
Cuando los jóvenes oigan estas palabras, es posible que digan: “¡Aleluya! Debido a que el Señor Jesús tocó la ansiedad, el engranaje de la vida humana, no tenemos que estudiar ni trabajar mucho. Si tenemos hambre, simplemente podemos comer algunas sobras”. Este concepto es erróneo. En 6:26 el Señor Jesús dice: “Mirad las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta”. Si el Señor Jesús estuviera aquí, le preguntaría yo: “Señor, Tú nos comparas con las aves, las cuales no siembran, ni siegan; simplemente vuelan en el aire y no hacen nada. Señor, significa esto que no debemos hacer nada? Las aves viven de la labor humana. Señor Jesús, quieres decir que debemos aprovecharnos de otros? Debemos olvidarnos de trabajar y simplemente ser como las aves que vuelan en el aire, disfrutando de la vida y aprovechándose de la labor de otros?” También le preguntaría al Señor: “Señor, también Tú nos comparas con los lirios. Los lirios no hacen nada, mas se visten de más gloria que la de Salomón (vs. 28, 30). Quieres decir que no debemos hacer nada, sino simplemente disfrutar del aire, del brillo del sol, de la tierra y del agua?” Este es el concepto mantenido por muchos jóvenes, los que citan estas palabras del Señor Jesús. Dicen ellos: “Vamos a ser las aves que vuelan en el aire y los lirios que crecen en la valle”. Es difícil entender lo que el Señor dijo aquí. De nuevo digo, si el Señor estuviera aquí, le preguntaría: “¿Quieres decir que debemos ser como las aves que vuelan en el aire, aprovechándose de la labor de otros? Ellos siembran los cultivos, y nosotros simplemente los disfrutamos. ¿Esto es permitido por la ley? ¿Esto es justo? Parece que todas las aves son ladronas. Yo tengo un pequeño pedazo de tierra, pero las aves vienen y se aprovechan de lo que estoy cultivando. ¿Quieres decir que nosotros debemos hacer lo mismo?” Hago estas preguntas porque yo sé la psicología de los jóvenes. Después de pasar tantos años en la escuela, es posible que estén cansados de estudiar. Al pasar de la secundaria a la preparatoria, de la preparatoria a la universidad, y del graduado a los estudios altos, el trabajo se pone más difícil. En vez de estudiar tanto, muchos de los jóvenes prefieren ser como las aves que vuelan en el aire. Si los jóvenes son honrados, admitirán que tienen tal concepto.
Ahora vamos a considerar cuál era la intención del Señor en lo que dijo en los versículos del 19 al 34. ¿Tiene el Señor la intención de que los jóvenes terminen sus estudios, o que los abandonen y sean como las aves que vuelan en el aire? Es erróneo tener ansiedad, pues ésta no pertenece a la vida divina. No existe la ansiedad en la vida de Dios. Sin embargo, el Señor no quiere decir que no tenemos que hacer nuestro deber. Cuando el Señor introdujo a los hijos de Israel en la buena tierra, todos ellos tenían que cultivar la tierra; fue su deber. Si la buena tierra producía una cosecha rica o no dependía de varias cosas: el clima, el sol, la debida cantidad de lluvia y la temperatura correcta; ninguna de las cuales las controlaban los hijos de Israel. Ellos tenían la única responsabilidad de labrar la tierra, y laboraban no sólo para sí mismos, sino también a las aves. Si no hubieran labrado la tierra, les habría sido difícil para las aves vivir. Hacer sus deberes era correcto y necesario, pero estar ansiosos por ello era erróneo. Del mismo modo, nosotros debemos hacer nuestro deber hoy en día, pero tenemos que hacerlo sin estar ansiosos por nuestro sustento. La ansiedad es la razón por la cual uno no está dispuesto a dar a otros. Si no tuviera ansiedad, no le importarían las cosas materiales. Por el contrario, dejaría que los demás las tuvieran. Es la ansiedad la que nos causa tantos problemas.
En la economía de Dios, todos debemos laborar. No podemos de verdad laborar en la buena tierra como lo hicieron los hijos de Israel. Más bien, los jóvenes en estos días deben estudiar y adquirir una buena educación. Estudiar equivale a cultivar la tierra, y graduarse de la universidad equivale a segar una cosecha. Jóvenes, estudiar es su deber, y tienen que hacerlo. En los tiempos antiguos, los hijos de Israel tenían que laborar cultivando la tierra, sembrando la semilla, regando y cosechando. Esto fue su deber. Pero si recibían la cosecha o no dependía de Dios. Ellos tenían la responsabilidad de laborar sin ansiedad. Si hubieran estado preocupados, habrían ofendido a Dios; simplemente tenían que hacer lo que Dios les pedía. Por ejemplo, según Deuteronomio, Dios requería que conservaran un décimo para El, otro para los levitas y otro décimo para otro propósito. A ellos no se les permitía guardar todo el producto para su propio disfrute. No debían estar ansiosos. Sin ansiedad podían ser generosos y estar dispuestos a dar a los demás y poner las cosas materiales en la mano del Señor.
Necesitamos leer 6:19-34 a esta luz. Bajo la soberanía de Dios, los hijos de Israel tenían que labrar la tierra. Bajo Su soberanía, los jóvenes hoy deben estudiar y graduarse. Si hemos de tener la vida adecuada de iglesia, todos nuestros jóvenes deben terminar sus estudios universitarios. No terminarlos es como sembrar sin cosechar. El requisito para ganarse la vida en estos días es muy diferente de lo que era en siglos pasados. En la actualidad los jóvenes deben labrar la tierra, sembrar la semilla y regar los cultivos estudiando con diligencia y graduándose de la preparatoria y de la universidad. Pero deben hacerlo sin ansiedad. Debemos distinguir la ansiedad del deber. La obligación de los jóvenes es terminar su trabajo de cultivos, es decir, graduarse de la preparatoria y de la universidad. De otro modo, la vida será difícil. A fin de vivir en esta tierra para Dios, uno debe completar sus estudios. Pero al estudiar y al completar su educación, debe ser diferente de la gente mundana. Los mundanos estudian por causa de su ansiedad; los jóvenes no deben estudiar así, sino para cumplir su deber. Si no ven este punto, esta porción de la Palabra será un simple asunto legal para ustedes.
Booz, un antepasado de David, es un ejemplo de alguien que hizo su deber sin ansiedad. Booz era un cultivador rico; era muy productivo. Sin embargo, este hombre no producía por causa de la ansiedad, sino para cumplir su deber. En el debido tiempo, el Señor le dijo que regalara cierta cantidad, y lo hizo. Sin lugar a dudas Booz acumulaba tesoros en los cielos. Al vencer la ansiedad, acumuló tesoros en los cielos.
Después de varios años, muchos de nuestros jóvenes sacarán títulos de la universidad. Creo que bajo la bendición soberana del Señor, muchas riquezas vendrán. En aquel tiempo tendrán que recordar que asistieron a la escuela no por causa de la ansiedad, sino para cumplir su deber. Por lo tanto, las riquezas que ustedes traerán no deben usarse para calmar su ansiedad, sino para cumplir su deber. Su deber es dar, es acumular tesoros en los cielos. No aspiren a ser millonarios, y no se esfuercen por tener una cuenta bancaria de un millón de dólares. Más bien, aprendan a repartir y a acumular tesoros en los cielos; transfieran sus tesoros de la tierra a los cielos. De esta manera no serán millonarios en la tierra, sino en los cielos. Su deber es sacar su título y luego hacer las riquezas. Pero no procuren ser millonarios. Más bien, repartan bien las riquezas según la vida y la naturaleza de su Padre celestial. Esto es el significado de esta porción de la Palabra.
En este mensaje me siento obligado a desarrollar este punto básico. Todos tenemos nuestro deber. Al cumplir con nuestro deber, no debemos hacer nada por causa de la ansiedad, porque tenemos una vida divina que no conoce la ansiedad. Además, tenemos a un Padre celestial, quien es todopoderoso y rico en todos aspectos y quien nos cuida por completo. El mundo de hoy está lleno de ansiedad, pero el pueblo del reino no debe preocuparse por nada. Con preocuparnos no podemos añadir un codo a nuestra estatura (v. 27). Con respecto a la moralidad, tenemos en nuestro interior la vida y la naturaleza de nuestro Padre, las cuales nos dan la capacidad para satisfacer los requisitos morales más elevados. Con respecto a nuestro vivir, tenemos al propio Padre celestial, quien nos cuida. Sin embargo, esto no quiere decir que no necesitamos cumplir con nuestro deber. Aunque debemos hacer nuestro deber, no debemos preocuparnos por nada. Como los hijos de Israel, quienes tenían lo suficiente para vivir y quienes entregaron ciertas porciones para varios propósitos, nosotros también debemos cosechar y estar dispuestos a dar cierta cantidad para varios propósitos. Finalmente, todo lo que damos será acumulado en el banco celestial, y todas nuestras riquezas estarán allí.
Esto también está relacionado con nuestro diario crecimiento en vida. Tanto el descuido como la ansiedad retrasarán nuestro crecimiento en vida. Ninguna persona que sea ociosa, que no cumpla con su deber, logrará crecer en vida. Todos los que crecen en vida son diligentes y laboriosos. Por supuesto, esta diligencia y laboriosidad traerán una recompensa, y algunas riquezas materiales vendrán a ustedes. Todas estas riquezas deben usarse, no para calmar su ansiedad, sino para ofrecérselas [al Señor]. La ansiedad tiene que irse. No permitan que la ansiedad ocupe su diario vivir. Debido a que la vida del Padre, la cual está en ustedes, no conoce la ansiedad, ustedes no deben inquietarse por nada. Cualquier excedente que obtengan no debe usarse para sosegar su ansiedad. Usenla para ahorrar algo en el banco celestial. Les aseguro que si lo hacen, crecerán en vida. La única clase de persona que crece en vida es una que es diligente, pero al mismo tiempo no usa el excedente para calmar su ansiedad. Ustedes necesitan estudiar con diligencia, sacar buenas notas, y ganar el título más alto. Sin embargo, las riquezas que vendrán a ustedes no deben usarse para sosegar su ansiedad. Nosotros laboramos y cumplimos con nuestro deber, pero no nos preocupamos. Esta es la manera correcta de crecer en la vida del Padre.
En el versículo 32 el Señor dice: “Porque los gentiles buscan con afán todas estas cosas. Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”. El pueblo del reino posee la vida divina de su Padre celestial como su fortaleza para guardar la nueva ley del reino. Ellos también tienen a su Padre celestial como Aquel que se encarga de sus necesidades materiales, de ahí que no necesitan preocuparse por ello. Su Padre celestial es la fuente de la fortaleza y el suministro de ellos. Por lo tanto, no tienen por qué ser débiles y sufrir carencia.
El versículo 33 dice: “Mas buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. El reino del Padre es la realidad del reino de los cielos hoy, la realidad de la vida de iglesia hoy, y será la manifestación del reino de los cielos en la era venidera. La justicia del Padre es la justicia que expresamos al guardar la nueva ley del reino, como se menciona en 5:20 y 6:1. Puesto que el pueblo del reino busca primeramente el reino y la justicia de su Padre celestial, le serán dados Su reino y Su justicia, y además le será añadido todo lo que necesita.
Finalmente, el versículo 34 dice: “Así que, no os inquietéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia inquietud. Basta a cada día su propio mal”. El pueblo del reino nunca debe vivir pensando en el día de mañana, sino siempre en el día de hoy. La palabra “mal” aquí denota dificultad y aflicción. Esto indica que el Rey del reino mostró claramente al pueblo del reino que los días que vivan ellos en la tierra para el reino serán días de dificultad y aflicción, no de desahogo y comodidad.