Mensaje 24
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En este mensaje llegamos a la última sección de la promulgación hecha por el Rey, en Mt. 7:13-29.
Antes de considerar la sección 7:13-29, revisemos lo que ya tratamos de esta constitución. El hecho de que la constitución del reino de los cielos se base en la vida y la naturaleza divinas del pueblo del reino, debe dejar en nosotros una profunda impresión. Es necesario tener en mente que la constitución de cualquier pueblo siempre concuerda con la vida y la naturaleza del mismo. Nadie puede satisfacer los requisitos de la constitución del reino a menos que haya sido regenerado y posea la vida y la naturaleza del Padre celestial. Los filósofos y maestros incrédulos que han citado ciertos versículos de Mateo, del capítulo cinco al siete, nunca han entendido las palabras que citan. Esta constitución no fue dada a los incrédulos. Debido a que se basa en la vida espiritual, celestial y divina del pueblo del reino, sólo los ciudadanos del reino pueden vivir en conformidad con ella. Además, ni siquiera los ciudadanos del reino pueden satisfacer los requisitos de esta constitución si no viven conforme a la vida y la naturaleza divinas que están en ellos. Esta constitución no se da según la vida natural del pueblo del reino ni conforme a su naturaleza humana. Vuelvo a decirlo, se forma según la vida y la naturaleza divinas.
Esta constitución primeramente revela la naturaleza del pueblo del reino, como se expone en las nueve bendiciones halladas en 5:3-12. Los artículos de la constitución que describen lo que el pueblo del reino debe hacer y cómo debe actuar, corresponden a la naturaleza del pueblo del reino. Todo lo que hacen los ciudadanos del reino expresa su naturaleza. Sus acciones, conducta, hablar y obras son la expresión de su vida y naturaleza divina. Su contenido se manifiesta en su conducta. Por lo tanto, la primera sección de la constitución, la que trata de la naturaleza del pueblo del reino, es muy básica. La segunda sección abarca la influencia que el pueblo del reino ejerce sobre el mundo, y la tercera trata de la ley del reino de los cielos. Como hemos visto, todas las leyes que fueron complementadas y cambiadas exponen nuestro enojo y nuestra concupiscencia. A partir del capítulo seis, la constitución del reino celestial sigue adelante y toca la manera en que el pueblo del reino hace sus obras justas. Esta porción de la constitución expone el yo y la carne. Después, la siguiente sección nos dice que el pueblo del reino debe vivir en la tierra sin ansiedad. No estamos aquí para estar ansiosos, sino para cumplir nuestro deber bajo el cuidado de nuestro Padre celestial. El nos alimentará, vestirá y suplirá todas nuestras necesidades. Sin embargo, nosotros debemos cumplir con nuestra responsabilidad a fin de realizar el propósito de Dios, pero sin ansiedad. En 7:1-12 la constitución revela la actitud que debemos tener para con otros, cómo debemos tratarlos y cómo cuidar de ellos. Cuando llegamos a 7:12, casi todos los aspectos de nuestro vivir y nuestra conducta han sido abarcados. Parece que la constitución ya está completa, perfecta y todo-inclusiva.
No obstante, queda una cosa por considerar: el hecho de que el pueblo del reino está en la tierra llevando a cabo la voluntad de nuestro Padre Dios. Por eso, en la última sección no se tratan el enojo, la concupiscencia, el ser natural, el yo, la carne, la ansiedad ni la actitud que tenemos para con otros. Más bien, en esta sección leemos acerca de entrar por la puerta estrecha y andar en el camino angosto (7:13-14). También vemos que debemos construir una casa y hacer la voluntad del Padre (vs. 24-27, 21). Por lo tanto, la conclusión de la constitución del reino celestial nos hace entrar por la puerta estrecha y nos conduce al camino angosto; de esta manera podemos hacer la voluntad del Padre celestial y podemos construir una casa.
Al considerar la constitución del reino de los cielos en su totalidad, vemos que revela por completo cómo son los ciudadanos del reino, qué deben ser y qué deben hacer. También revela dónde están y adónde van. Revela que en el camino angosto, debemos hacer la voluntad del Padre y debemos construir una casa según la palabra del Padre celestial. En la última sección de la constitución no se encuentran el enojo, la concupiscencia, el yo, la carne, la ansiedad, ni nada acerca de la actitud que debemos tener para con otros. Al contrario, hay cuatro palabras cruciales: puerta, camino, voluntad y casa. Aquí tenemos la puerta estrecha, el camino angosto, la voluntad del Padre celestial y la casa construida sobre la roca, que es la palabra del Rey celestial. Si no somos las personas descritas en las nueve bendiciones y si no estamos cumpliendo con las leyes complementadas y cambiadas, no podemos entrar por la puerta estrecha, ni andar por el camino angosto, ni hacer la voluntad del Padre celestial, ni construir una casa sobre la roca. Así que, esta última sección es la consumación de la constitución.
Los versículos 13 y 14 dicen: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la destrucción, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. ¿Quién puede entrar por la puerta estrecha mencionada en el versículo 13? Sólo los ciudadanos del reino, los que poseen la naturaleza descrita en las nueve bendiciones halladas en el capítulo cinco. Los que entran por la puerta estrecha deben ser pobres en espíritu, deben llorar, deben ser mansos, deben tener hambre y sed de justicia, deben ser misericordiosos y de corazón puro, deben hacer la paz con todos los hombres, y deben estar dispuestos a sufrir persecución por el bien de la justicia y a ser vituperados por causa de Cristo. Sólo los que tienen semejante naturaleza pueden entrar por la puerta estrecha. Además, los que entran por esta puerta deben vivir conforme a las leyes superiores del reino, las leyes complementadas y cambiadas, y no deben tener ninguna ansiedad con respecto a su vivir. Más bien, deben confiar en que su Padre celestial los cuide. Más aún, no deben ser perezosos u ociosos, sino diligentes y laboriosos. Estas son las personas que entran por la puerta estrecha y andan por el camino angosto.
Este camino es angosto, está confinado, en cada lado. La puerta es estrecha y el camino es angosto porque la nueva ley del reino es más estricta y porque las exigencias del reino son más elevadas que la ley y las exigencias del viejo pacto. La nueva ley no sólo tiene que ver con nuestra conducta externa, sino también con nuestros motivos internos. El viejo hombre, el yo, la carne, los conceptos humanos y el mundo con su gloria están completamente excluidos; solamente lo que corresponde a la voluntad de Dios puede entrar. Los ciudadanos del reino necesitan primeramente entrar por esta puerta y luego andar por este camino, y no lo contrario, es decir, andar primero por el camino y entrar luego por la puerta. Entrar por la puerta es sencillamente empezar a andar en el camino, un camino que abarca toda la vida.
Todos estamos contentos de estar en el recobro del Señor y apreciamos mucho el recobro. Pero le hago a usted esta pregunta: Como una persona que está en recobro del Señor, ¿está usted andando por el camino angosto? Todos debemos decir que no andamos por el camino del cristianismo, sino por el camino de restricción. Estamos limitados en todo aspecto por todos lados. Los que están en el cristianismo usan la música de rock u otros métodos mundanos en sus reuniones, pero nosotros no podemos hacer lo mismo porque nuestro camino es angosto. Todos los jóvenes desean ser libres, es decir, buscan desechar las restricciones. Cuando los jóvenes se gradúan de la preparatoria, son como aves enjauladas que esperan ser libres. Sin embargo, muchos después están tan libres que no experimentan ninguna restricción. Pero nosotros los que estamos en el recobro del Señor tomamos un camino angosto. Debemos experimentar cierta restricción aun en la manera en que oramos-leemos. Al orar-leer no debemos ser como las personas mundanas que asisten a un juego de béisbol, quienes no experimentan ninguna restricción. Quienes estamos en el recobro del Señor debemos andar en nuestro espíritu. Vivir y andar en el espíritu nos restringe. Incluso al amar a otros, regocijarnos y estar alegres, necesitamos estar bajo cierta restricción. Es menester que no seamos como los que pierden el control cuando se entusiasman. Nosotros debemos emocionarnos dentro del límite del espíritu, incluso en las reuniones. Aunque podemos liberar plenamente nuestro espíritu, debemos restringirnos con respecto a la actividad física. En todas las cosas, debemos tomar el camino de restricción y no el camino ancho.
Debemos tomar el camino angosto en la comunión que tenemos con los hermanos. ¿Tiene usted la intención de alabar a un hermano? Debe usted alabarlo de una manera restringida. ¿Está usted a punto de reprender a un hermano? Hágalo de manera restringida. ¿Está teniendo comunión con los hermanos? Esto es excelente, pero debe conducirse de manera restringida en la comunión. A veces, al tener comunión, nos olvidamos de que hay límites. Continuamos por horas sin atender a la necesidad de comer y descansar. Además, en la comunión todo se menciona, del arcángel Miguel a Martín Lutero, y finalmente hasta se mencionan a todos los hermanos y hermanas que están en la iglesia. Se lleva a cabo la comunión sin ninguna restricción. Alabado sea el Señor porque somos verdaderamente libres. Sin embargo, todavía experimentamos limitaciones, restricciones y constricciones.
Consideremos el ejemplo que el Señor Jesús nos da en el capítulo siete de Juan. Cuando Sus hermanos le propusieron que fuera a Judea para darse a conocer públicamente, el Señor dijo: “Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto”. Lo dicho por el Señor aquí indica que El estaba limitado, es decir, El andaba por un camino angosto. Como ciudadanos del reino, nosotros también debemos andar por un camino angosto. En este camino encontramos muchas limitaciones, restricciones y constricciones. Pero no debemos pensar que una limitación sea una frustración. Al contrario, las limitaciones nos apresurarán en el camino. Si rechazamos las constricciones, nuestro progreso irá más despacio. Sin embargo, si estamos dispuestos a experimentar las limitaciones y los constreñimientos, avanzaremos más rápidamente. Después de pasar por las seis secciones anteriores de la constitución, en la última se nos da paso por la puerta estrecha y andamos por el camino angosto.
En el versículo 13 el Señor dijo: “Porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la destrucción, y muchos son los que entran por ella”. Aquí la destrucción no se refiere a la perdición de la persona misma, sino a la destrucción de sus hechos y de su obra (1 Co. 3:15). Indudablemente el cristianismo de hoy lleva a mucha gente a la destrucción. El tiempo confirmará que esto es cierto. Por la misericordia del Señor, nunca tomaré el camino del cristianismo, porque en lo más recóndito de mi ser tengo la convicción de que es un camino ancho que lleva a la destrucción. Pero la puerta estrecha y el camino angosto me llevan a la vida. Si usted toma el camino del cristianismo, el camino ancho, su espíritu entrará en una condición de muerte inmediatamente. Finalmente, todo lo que usted haga será destruido, porque el camino ancho lleva a la destrucción. Esta no es mi opinión; es la palabra del apóstol Pablo en 1 Corintios 3.
En 1 Corintios 3:10 Pablo dice que él ha puesto el fundamento, el cual es Cristo, y que otros edifican encima. Pablo dice luego: “Pero cada uno mire cómo sobreedifica”, porque es posible que edifiquemos sobre este fundamento con oro, plata, piedras preciosas, o con madera, heno y hojarasca. En los versículos del 13 al 15 Pablo dice: “Y la obra de cada uno se hará manifiesta ... pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. En estos versículos Pablo parece decir: “Mira cómo edificas. Si edificas con oro, plata y piedras preciosas, serás recompensado”. Esta es la obra que se efectúa en el camino angosto, el cual nos conduce a una recompensa viviente en la vida divina. Sin embargo, Pablo parece también decir: “Si tu obra es de madera, heno y hojarasca, será quemada por fuego y no recibirás recompensa”. En otras palabras, tal obra resultará en destrucción. Usted podrá decir que es un obrero cristiano pero, ¿con qué clase de materiales está usted edificando? En los versículos de 1 Corintios 3 vemos que no sólo aquellos que edifican teatros y casinos van en camino a la destrucción, sino también aquellos que edifican catedrales y capillas cristianas. El fuego probará la naturaleza de su obra. Si su obra es de madera, heno y hojarasca, ciertamente corresponde al camino ancho que lleva a la destrucción.
Debido a que nosotros no andamos por el camino espacioso, sino por el camino angosto, hay muchas cosas que no podemos hacer. Prefiero tener una onza de oro que muchas libras de madera. No quisiera acumular un gran montón de madera, heno y hojarasca, porque eso sólo resultaría en un gran fuego. Prefiero una pequeña cantidad de oro, plata y piedras preciosas. Aunque queremos que a todas las iglesias aumenten, no queremos el aumento que sea conforme al camino espacioso; más bien, queremos el incremento que se da en el camino angosto, el aumento del oro, la plata y las piedras preciosas. Si tenemos esta clase de aumento, el Señor tendrá un testimonio en el camino angosto.
El versículo 14 dice: “Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. Aquí la vida se refiere a la eterna bienaventuranza del reino, a estar lleno de la vida eterna de Dios. Esta vida está hoy en la realidad del reino y se encontrará en su manifestación en la era venidera (19:29; Lc. 18:30). Hoy en el recobro del Señor nosotros estamos tomando el camino angosto que lleva a la vida.
El versículo 15 dice: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Mientras tomamos el camino angosto tenemos que discernir quiénes son los falsos profetas. Esto significa que en el camino angosto debemos estar alerta a cualquier clase de falsedad. El Señor dijo con respecto a los falsos profetas: “Por sus frutos los conoceréis” (v. 16). Conocemos al profeta no por lo que dice, ni por su predicación u obra, sino por su fruto. En la actualidad todos los cristianos están acostumbrados a que lo dicho por otros influya en ellos. Un orador elocuente con palabras engañosas puede seducir a muchos. No escuche discursos elocuentes o palabras engañosas; al contrario, espere y vea qué clase de fruto se produce. Esta es la manera de discernir si un profeta es verdadero o falso.
La iglesia está avanzando, y el testimonio del Señor se está esparciendo por todas partes del mundo. Como las puertas están bien abiertas, es posible que algunos profetas nombrados por sí mismos intenten entrar, diciendo que ellos conocen ciertas cosas y pueden hacer ciertas obras. Que digan lo que quieran, porque nosotros acudiremos al Señor para probarlos por sus frutos. Tenemos que aplicar este principio a todo caso semejante. No debemos escuchar discursos elocuentes, sino considerar el fruto. Todo árbol bueno produce buen fruto, pero el árbol corrupto produce mal fruto; todo árbol que no produce buen fruto será cortado y echado al fuego. (7:17-19).
El versículo 21 dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Esto no se refiere a la realidad del reino de los cielos ahora, sino a la manifestación del reino por venir en el futuro. Para entrar en el reino de los cielos necesitamos hacer dos cosas: invocar al Señor y hacer la voluntad del Padre celestial. Invocar al Señor basta para ser salvos (Ro. 10:13), pero para entrar en el reino de los cielos necesitamos hacer la voluntad del Padre celestial. Por lo tanto, no todo el que dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos; sólo entrarán aquellos que invocan al Señor y hacen la voluntad del Padre celestial.
Entrar en el reino de los cielos requiere que hagamos la voluntad del Padre celestial, y obviamente difiere de entrar en el reino de Dios por medio de la regeneración (Jn. 3:3,5). La entrada a éste se obtiene naciendo de la vida divina; la entrada a aquél se obtiene viviendo esa vida.
En el versículo 21 el Señor no dice: “vuestro Padre”, sino “Mi Padre”. Aquí parece que el Señor está diciendo: “Yo, el Hijo del hombre y el Hijo de Dios, he hecho la voluntad de Mi Padre. Vosotros también sois hijos de Dios y hermanos Míos. Por lo tanto, tenéis que ser Mis compañeros y tomar el mismo camino que Yo tomo. Ahora vosotros no debéis hacer la voluntad de vuestro Padre, sino la de Mi Padre. Vosotros sois Mis hermanos, Mis compañeros y Mis socios. Vosotros y Yo estamos andando por el mismo camino y haciendo la misma voluntad. Vosotros estáis viviendo como Yo en conformidad con la voluntad de Mi Padre”. En la última sección de la constitución, ya no se trata de lo negativo, es decir, de nuestro mal genio, concupiscencia, ego, carne y ansiedad. Es un asunto absolutamente positivo: el de hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. El pueblo del reino no tiene la intención de hacer nada que no sea la voluntad del Padre. No estamos aquí meramente para vencer nuestro mal genio, ni nuestra lujuria, ego o carne, ni para ser buenos y compasivos con otros; estamos aquí para llevar a cabo la voluntad del Padre celestial, y a fin de hacerla, tenemos que andar por el camino angosto. En las enseñanzas de los filósofos mundanos no se encuentran la vida divina, la naturaleza divina, ni el camino angosto; pero aquí la constitución del reino de los cielos da por resultado la voluntad del Padre celestial. Esto significa que nosotros tenemos un Padre celestial y que somos hijos del Padre. Sin embargo, en la última sección de la constitución no sólo se trata la vida, sino también la voluntad del Padre. Nuestro Padre tiene una voluntad que cumplir, y nosotros podemos llevarla a cabo solamente por medio de Su vida. Necesitamos vivir en la vida del Padre celestial y también por medio de esa vida con miras a cumplir la voluntad del Padre.
En la constitución del reino de los cielos no podemos ver cuál es la verdadera voluntad del Padre. Sin embargo, sí está claramente revelada en el capítulo dieciséis. La voluntad del Padre es edificar a la iglesia sobre el Hijo como la roca. Esto se desarrolla plenamente en los Hechos, en las epístolas y en el libro de Apocalipsis. El Nuevo Testamento revela que la voluntad divina y eterna de Dios es edificar la iglesia.
El versículo 22 dice: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obras poderosas?” Las palabras “aquel día” se refieren al día del tribunal de Cristo (1 Co. 3:13; 4:5; 2 Co. 5:10). En el día del tribunal, cuando todos los creyentes se presenten ante el tribunal de Cristo, muchos le dirán al Señor que ellos han profetizado, echado fuera demonios y hecho obras poderosas en Su nombre, mas serán rechazados por el Señor.
El versículo 23 dice: “Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad”. Aquí la palabra “conocer” significa “aprobar”. La misma palabra griega en Romanos 7:15 es traducida “allow” [admito] en la versión King James. En este versículo Pablo dice: “Porque lo que hago, no lo admito”. El Señor nunca aprobó a aquellos que profetizaban, echaban fuera demonios y hacían muchas obras poderosas en Su nombre, pero no en conformidad con la voluntad del Padre celestial (v. 21). El Señor no negó que ellos hicieron esas cosas, pero El consideró esas cosas como iniquidad, como cosas ilícitas, ya que no fueron hechas conforme a la voluntad del Padre celestial. No fueron hechas de acuerdo con la voluntad divina. Parece que el Señor decía: “En Mi nombre vosotros profetizasteis, echasteis demonios e hicisteis muchas obras poderosas, pero Yo nunca consentí en que lo hicisteis. Nunca os aprobé porque vosotros hicisteis esas cosas de una manera ilícita: en vosotros mismos, en vuestro propio deseo y conforme a vuestro propósito, y no de acuerdo con la voluntad de Mi Padre”. Así que, aquellos que hacen tales cosas, aun en el nombre del Señor, no entrarán en el reino de los cielos, sino estarán apartados del Señor, esto es, serán excluidos de la manifestación del reino en la era venidera.
Vemos aquí en la palabra del Señor que ciertas obras pueden hacerse en el nombre del Señor, pero no de acuerdo con la voluntad de Dios. ¿Está usted haciendo esta clase de obra, o está usted haciendo la voluntad de Dios? Hemos hablado mucho acerca de ir a las universidades pero, ¿vamos ahí a hacer cierta obra, o a hacer la voluntad del Padre celestial? Hermanos y hermanas jóvenes, ¿cómo contestarían esta pregunta? ¿Van a las universidades a hacer la voluntad del Padre celestial? Tenemos que estar seguros en todo lo que hacemos, que estamos haciendo la voluntad del Padre celestial. De otro modo, el Señor Jesús nos llamará “hacedores de iniquidad”. Incluso profetizar en el nombre del Señor, y no conforme a la voluntad del Padre, es un tipo de iniquidad. Por otro lado, echar fuera demonios en el nombre del Señor y hacer obras poderosas en Su nombre, y no conforme a la voluntad de Dios, son también considerados, ante los ojos del Rey celestial, como iniquidad, como obras ilícitas.
Los corredores en cualquier carrera deben correr en los carriles apropiados. Aunque usted pueda correr más aprisa que los demás, su correr no será reconocido si usted corre fuera de las líneas de su carril. Por el contrario, ese tipo de correr será considerado algo ilegal. Usted tiene que correr la carrera entre las dos líneas, es decir, tiene que correr por el camino angosto. Hoy la obra de muchos obreros cristianos no está restringida por las líneas celestiales. A sus propios ojos, ellos han hecho bastante en el nombre del Señor y para el Señor. No obstante, a los ojos del Señor su obra es una clase de transgresión, una violación de las líneas celestiales. Así que, su obra es ilícita. En Mateo 7:21-23 lo dicho por el Señor es serio y sirve de advertencia para todos nosotros a fin de que no nos preocupemos solamente por profetizar, por echar fuera demonios ni por obras poderosas; tenemos que prestar atención a las líneas celestiales. Si usted traspasa las líneas como corredor en la carrera celestial, será descalificado. En el recobro del Señor éstas son líneas que limitan, y tenemos que ser limitados en nuestro correr. Si corremos entre las líneas, y no fuera de ellas, seremos aprobados por el Señor.
Vuelvo a decir que la consumación de la constitución del reino de los cielos consiste en que seamos introducidos por la puerta estrecha y puestos en el camino angosto. Ahora estamos corriendo en este camino angosto. No debemos ocuparnos de profetizar, de echar fuera demonios, o de obras poderosas. Al contrario, debemos ocuparnos solamente de hacer la voluntad de nuestro Padre celestial. Tal vez se pregunte usted cómo podemos conocer la voluntad del Padre. Podemos conocerla debido a que en nosotros está la vida y naturaleza del Padre. La naturaleza del Padre siempre nos dirá “sí” o “no”. Si usted está corriendo de acuerdo con la naturaleza divina y dentro de las líneas restrictivas, la naturaleza divina dirá: “Sí, vas bien; sigue adelante”. Pero si usted no está corriendo en conformidad con la naturaleza divina o si se sale de las líneas, la naturaleza divina dirá: “No sigas por ese camino”. No es necesario que alguien le diga qué hacer, porque dentro de usted se halla la naturaleza divina, la cual lo regula y lo restringe. Esta naturaleza nos dice dónde estamos. Debido a que un corredor en una carrera puede ver las líneas, él no necesita que alguien le diga si está dentro de los límites o no. Del mismo modo, en nuestro interior tenemos las limitaciones que nos imponen la vida y la naturaleza divinas, y podemos distinguir dónde estamos. Conforme a la naturaleza divina dentro de nosotros, no podemos usar música rock en nuestras reuniones. Aun si usted prueba varios métodos mundanos, la naturaleza divina no estará de acuerdo con ninguno de ellos y le indicará que usted está sobrepasando los límites. Todos aquellos que integran el pueblo del reino, o sea todos aquellos que han sido regenerados por el Padre, tienen Su vida y Su naturaleza dentro de ellos. La vida y la naturaleza del Padre nos dicen si estamos en el camino angosto o no. Corramos la carrera conforme a la naturaleza del Padre.
En el versículo 24 el Rey dijo: “Todo aquel, pues, que oye estas palabras Mías y las pone por obra, será semejante a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca”. La roca no se refiere a Cristo, sino a Sus sabias palabras, las palabras que revelan la voluntad de Su Padre que está en los cielos. El vivir y la obra del pueblo del reino deben fundarse en la palabra del nuevo Rey para la realización de la voluntad del Padre celestial. Esto significa entrar por la puerta estrecha y andar en el camino angosto que lleva a la vida.
El versículo 25 dice: “Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca”. La lluvia es de Dios, y desciende de los cielos; los ríos son del hombre, y proceden de la tierra; y los vientos son de Satanás, y soplan desde el aire. Todos estos probarán el vivir y la obra del pueblo del reino. Aunque la lluvia descienda, los ríos vengan y los vientos soplen, la casa edificada sobre la roca no caerá porqué está edificada en conformidad con el camino angosto, en el cual se hace la voluntad del Padre. La casa edificada sobre la roca, una casa que no se derrumba, es como la edificación hecha con oro, plata y piedras preciosas, la cual puede resistir la prueba de fuego (1 Co. 3:12-13).
El versículo 26 dice: “Pero todo el que oye estas palabras Mías y no las pone por obra, será semejante a un hombre insensato, que edifica su casa sobre arena movediza”. La arena aquí alude a los conceptos humanos y los métodos naturales. Si vivimos y obramos según nuestros conceptos humanos y nuestros métodos naturales, nuestro vivir y nuestra obra estarán fundados en arena movediza. Esto equivale a entrar por la puerta ancha y andar en el camino espacioso que lleva a la destrucción. El versículo 27 dice: “Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y golpearon contra aquella casa; y cayó, y grande fue su caída”. La casa edificada sobre la arena, una casa que puede caerse, es semejante a la obra que se edifica con madera, heno y hojarasca, obra que será quemada por el fuego de la prueba. No obstante, el edificador mismo será salvo (1 Co. 3:12-15). Edificar nuestra casa basados en nuestra opinión y nuestros conceptos es edificar la casa sobre arena movediza. Cuando la lluvia, los ríos y los vientos pongan a prueba una casa edificada sobre la arena, esa casa se derrumbará, por no tener un fundamento sólido. Esta es la conclusión que el Señor da a la constitución del reino de los cielos.
El concepto básico de la constitución del reino de los cielos consiste en que el pueblo del reino debe ser justamente estricto para consigo mismo, misericordiosamente bondadoso para con otros, y secretamente puro hacia Dios.
No puedo decir cuánto esta constitución me ha controlado a través de los años, pero es mi testimonio que mi vivir, mi andar y mi obra están sometidos a esta constitución. Espero que todos nosotros seamos introducidos en este camino angosto para edificar una casa sobre la roca sólida en conformidad con la voluntad de nuestro Padre celestial.
Los versículos 28 y 29 dicen: “Y aconteció que, cuando terminó Jesús estas palabras, las multitudes quedaban atónitas de Su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”. Cristo, como nuevo Rey del reino de los cielos, habló con autoridad al promulgar la nueva ley del reino.