Mensaje 28
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Este mensaje es una continuación del mensaje anterior sobre Mt. 9:9-17.
En Mt. 9:16 el Señor continúa con algo aun más fino, más dulce y más íntimo; El dice: “Nadie pone un remiendo de paño no abatanado en un vestido nuevo; porque lo añadido tira del vestido, y se hace peor la rotura”. La palabra griega ágnaphos se traduce “no abatanado”; está formada por a, que significa no, y por gnapto, que se refiere a cardar o peinar la lana; así que significa no cardado, no tratado al vapor ni lavado, burdo, no abatanado, no procesado. El paño no abatanado representa a Cristo desde Su encarnación hasta Su crucifixión, como un remiendo de paño nuevo, no tratado ni acabado; mientras que el vestido nuevo en Lucas 5:36 representa a Cristo como manto nuevo después de que fue “tratado” en Su crucifixión. (La palabra griega que se traduce “nuevo” en Lucas 5:36 es kainós, la misma palabra que aparece en la expresión “odres nuevos” en Mateo 9:17). Cristo fue primero el paño no abatanado que servía para hacer un vestido nuevo, y luego, por medio de Su muerte y resurrección, fue hecho un vestido nuevo que nos cubre como nuestra justicia delante de Dios, a fin de que seamos justificados por Dios y aceptables a El (Lc. 15:22; Gá. 3:27; 1 Co. 1:30; Fil. 3:9). Un remiendo de paño no abatanado, cosido en un vestido viejo, tira del vestido debido a que se encoge, y hace peor la rotura. Coser un remiendo así en un vestido viejo, significa imitar lo que hizo Cristo en Su vivir humano en la tierra. Esto es lo que tratan de hacer los modernistas de hoy. Sólo imitan las acciones humanas de Jesús para mejorar su conducta; no creen que el Jesús crucificado sea su Redentor ni que el Cristo resucitado sea su justicia para así ser justificados por Dios y aceptos delante de El. Su imitación del vivir humano de Cristo “tira” del “vestido viejo” de ellos, el cual es la conducta producida por su vieja vida natural. Los ciudadanos del reino no hacen esto; ellos toman al Cristo crucificado y resucitado como el vestido nuevo que los cubre como justicia delante de Dios.
El vestido viejo en el versículo 16 representa la buena conducta, las buenas acciones y las prácticas religiosas producidas por la vieja vida natural del hombre. El Señor Jesús fue muy sabio. En el versículo 16 no dijo: “Vosotros los discípulos de Juan debéis daros cuenta de que vuestros vestidos están rotos y llenos de agujeros. Vuestro ayuno es en realidad como cortar un pedazo de tela no abatanada y utilizarlo para remendar los agujeros de vuestra ropa”. En vez de decirles esto directamente, el Señor indicó a los discípulos de Juan que su vestido no era perfecto. Les señaló que sus vestiduras tenían agujeros y que por medio del ayuno ellos intentaban remendar dichas roturas. Ningún hombre podría expresarse así como lo hizo el Señor Jesús en el versículo 16. Sus palabras sabias están llenas de significado, amonestación, revelación e instrucción. El Señor estaba diciendo a los discípulos de Juan: “¿Por qué me preguntáis acerca del ayuno? Vuestro ayuno es una manera de remendar vuestros vestidos rotos. Al ayunar, demostráis que estáis conscientes de que tenéis agujeros en vuestras vestiduras, los cuales necesitan ser remendados. Juan, vuestro maestro, lo guió a Mí, y ahora procuráis utilizarme para remendar esos agujeros. Esto significa que estáis cortando un trozo de Mi tela no abatanada para remendar las roturas de vuestra ropa. Pero Mi tela está llena del poder que encoge; por eso, no debéis zurzar ningún pedazo de él en vuestra vieja y rota vestidura; si lo hace, la rotura se hará más grande”.
La narración de Lucas 5:36 es un poco diferente de la de Mateo 9:16. El versículo 36 dice: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo”. Debemos notar que Mateo dice “tela” y Lucas dice “vestidura”. El Señor Jesús se compara a Sí mismo con un pedazo de tela no abatanada. Esto indica lo que El era en el lapso entre Su encarnación y Su crucifixión. Durante este período, El era tela sin encoger, tela nueva que nunca había sido abatanada o tratada. A través de Su muerte y resurrección esta tela nueva fue tratada y hecha un vestido nuevo. El Señor quería darse a nosotros, no como una pieza de tela no abatanada, sino como un vestido terminado y completo que podríamos ponernos como nuestra justicia para ser justificados ante Dios. Después de Su muerte y resurrección El fue hecho el vestido terminado para que lo usemos y así asistir a Su boda. Así que, El no es únicamente el Novio, sino también nuestro vestido de bodas, el cual nos califica para asistir a Su fiesta de bodas.
¿Por qué el Señor Jesús, después de decirnos que El es el Novio, habló de la nueva tela, del nuevo vestido? Debemos echar una mirada más profunda para discernir lo que significa esto. El Señor nos dice que el Novio está con nosotros. Pero mírese a sí mismo ¿merece usted Su presencia? ¿piensa que su verdadera condición a los ojos de Dios es merecedora de la presencia del Novio? Todos debemos contestar que no. Todo lo que nosotros tenemos y todo lo que somos no es digno de la presencia del Señor. Para disfrutar de Su presencia necesitamos cumplir ciertos requisitos. Necesitamos estar en cierta situación y en cierta condición. Lo que somos por naturaleza, lo que podemos hacer y lo que tenemos, no nos capacita para estar en la presencia del Novio. El Novio es Cristo, y Cristo es Dios mismo. Supongamos que Dios se le aparece hoy. ¿Podría usted quedarse indiferente? El es el Dios santo y justo, y tal persona es el Novio. Recuerde la historia del hijo pródigo presentada en Lucas 15, quien regresó a su casa. Sin duda alguna, el padre lo amaba profundamente; no obstante, la condición del hijo era totalmente inadecuada ante la presencia de su padre. Por lo tanto, el padre ordenó inmediatamente a sus siervos que tomaran la mejor túnica y lo vistieran para que pudiera estar en su presencia. Nuestro Novio es Dios mismo. ¿Cómo podemos nosotros, unos pobres pecadores, disfrutar de la presencia del Rey celestial? Debemos recordar el contexto de los versículos de Mateo 9, donde el Señor Jesús estaba comiendo con recaudadores de impuestos y pecadores. Nosotros somos “recaudadores de impuestos” y pecadores. No tenemos derecho alguno; necesitamos vestirnos apropiadamente para poder sentarnos en la presencia del Señor. Esta es la razón por la que el Señor, después de que habló de Sí mismo como el Novio, nos dijo que necesitamos ser vestidos con una nueva vestidura. Cuando nos ponemos la nueva vestidura, somos dignos de Su presencia. Cuando el hijo pródigo fue vestido con la mejor túnica, pudo de inmediato presentarse ante su honorable padre. El mejor vestido lo permitió disfrutar de la presencia del padre. Nosotros los pecadores y los “recaudadores de impuestos”, necesitamos ser vestidos con una nueva vestidura para poder ser merecedores de la presencia del Novio.
No me agrada presentar sólo enseñanzas y doctrinas, prefiero la práctica y la experiencia. Permítame comprobar con usted: “Puesto que Cristo resucitó y llegó a ser el vestido nuevo, ¿cómo podemos vestirnos de El? Gálatas 3:27 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Debemos vestirnos de Cristo, y la manera de hacerlo es bautizarnos en El. Por lo tanto, debemos ver de qué forma somos bautizados en Cristo. Hemos visto que después de Su resurrección Cristo llegó a ser una nueva vestidura, pero la Biblia también nos dice que después de resucitar, el Señor fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Si Cristo no fuera el Espíritu, ¿cómo podríamos ser bautizados en El? Al ser crucificado, sepultado y resucitado, Cristo fue hecho un pneúma vivificante, un aliento dador de vida, el aire viviente. Puesto que El es aliento, le es muy fácil entrar en nosotros, y debido a que El es aire, nos es muy fácil entrar en El. El Cristo resucitado fue hecho un Espíritu vivificante y todo-inclusivo. En este Espíritu está todo lo que Cristo es y todo lo que El ha realizado. Este Espíritu todo-inclusivo es el mismo Cristo todo-inclusivo, y este Cristo como el Espíritu es nuestra vestidura nueva; de aquí que, aun el vestido es el Espíritu. Nosotros fuimos bautizados en Cristo, quien es el Espíritu. Es así como nos vestimos de Cristo. El es el pneúma, el Espíritu todo-inclusivo. Cuando somos bautizados en El, nos vestimos de El. Inmediatamente El como el Espíritu llega a ser nuestra ropa, nuestra cubierta; de esta manera somos hechos aptos [para disfrutar de la presencia del Padre]. Por lo tanto, la nueva vestidura con que nos cubrimos es Cristo mismo como el Espíritu todo-inclusivo.
Este es el significado de lo dicho por el Señor en 28:19: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. La realidad del nombre está en el Espíritu. Bautizar a los hombres en el nombre significa bautizarlos en el Espíritu, quien es Cristo como el pneúma todo-inclusivo. Cristo se encarnó, vivió sobre la tierra, fue crucificado, realizó la redención y resucitó. Después de que todo fue concluido, llegó a ser el pneúma todo-inclusivo en resurrección. En este pneúma están incluidas la encarnación, la crucifixión y la redención. Su resurrección, el poder de Su resurrección y la vida de esta resurrección también están incluidos en este pneúma. Cuando somos bautizados en El, somos bautizados en este pneúma, y al ser bautizados en El, nos vestimos de El. Debemos tomar a Cristo como la vestidura nueva, y esta vestidura es el Espíritu todo-inclusivo. Cristo ya no es la tela no tratada; ahora es el vestido terminado, en el cual tenemos redención, el poder de la resurrección y todos los demás elementos de la Persona divina. Este nuevo vestido no es más un simple pedazo de tela, sino el pneúma divino, el Espíritu todo-inclusivo, que incluye la encarnación de Cristo, Su crucifixión, Su obra redentora, Su resurrección y el poder de Su resurrección. Ahora El es la vestidura terminada que podemos tomar como nuestro vestido. ¡Aleluya, podemos vestirnos de este Cristo!
Mateo 9:17 dice: “Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se revientan, y el vino se derrama, y los odres se estropean; sino que echan el vino nuevo en odres nuevos, y así ambos se conservan”. La palabra griega, neós, que aquí se traduce “nuevo”, significa “nuevo con respecto al tiempo, reciente, recién adquirido”. Aquí el vino nuevo representa a Cristo como la vida nueva, lleno de vigor, que estimula a la gente. El vino nuevo es la vida de Cristo que alegra al hombre. La vida divina está comparada con el vino que posee la fuerza estimulante. Cuando recibimos Su vida, ésta trabaja dentro de nosotros durante todo el día para animarnos. Este vino nuevo nos fortalece, nos da energía y nos alegra. El Salvador real no sólo es el Novio de los ciudadanos del reino, a quien ellos han de disfrutar, sino también su vestido nuevo, que los viste adecuadamente para que asistan a la boda. Además, El es su vida nueva que los estimula interiormente a fin de que le disfruten como su Novio. El, como su Rey celestial, es el Novio, el disfrute de los ciudadanos del reino, y Su reino celestial es la fiesta de bodas (22:2), donde ellos le disfrutarán. Para disfrutarlo como el Novio en la fiesta del reino, ellos lo necesitan exteriormente como su nuevo vestido e interiormente como su vino nuevo.
Consideremos de nuevo el ejemplo del hijo pródigo. Después de ser vestido con la mejor túnica, el hijo pródigo pudo todavía decir: “Oh padre, la mejor túnica te satisface a ti, pero no a mí. Yo aún tengo hambre y necesito ser satisfecho”. Por eso, de inmediato el padre ordenó al siervo que sacrificara el becerro engordado y dijo: “Comamos y alegrémonos”. Con esto vemos que la provisión del padre no es sólo externa sino también interna. Por consiguiente, después de que el Señor habló acerca del nuevo vestido, procedió a hablar del vino nuevo, el cual es una provisión que no ha de satisfacer la necesidad externa, sino la interior. Requerimos algo para cubrirnos, pero también necesitamos algo que nos satisfaga. Exteriormente somos bastante pobres e interiormente estamos muy vacíos. Por causa del Padre necesitamos la túnica sobre nosotros, y para nuestra satisfacción necesitamos recibir el vino en nuestro interior. Necesitamos ambos, el nuevo vestido y el nuevo vino. El Señor es nuestra nueva vestidura y también el vino nuevo. El es nuestra cubierta y nuestro contenido. No sólo nos hace aptos, sino que también nos satisface. Por tanto, El nos capacita así como nos satisface; es la provisión que satisface nuestra necesidad externa así como nuestra hambre y sed interiores.
En el versículo 17 el Señor dijo que no debemos echar vino nuevo en odres viejos. Los odres viejos representan las prácticas religiosas, como por ejemplo el ayuno que guardaban los fariseos, quienes pertenecían a la religión antigua, así como los discípulos de Juan, que pertenecían a la religión nueva. Todas las religiones son odres viejos. El vino nuevo echado en odres viejos revienta los odres con el poder de su fermentación. Echar vino nuevo en odres viejos es poner a Cristo, la vida estimulante, en cualquier clase de religión. Esto es lo que los llamados fundamentalistas y los pentecostales practican hoy en día, o sea, tratan de circunscribir a Cristo en sus varias formas de rituales, formalidades y prácticas religiosas. Los ciudadanos del reino nunca deben hacer esto. Ellos deben echar el vino nuevo en odres nuevos.
El vino nuevo requiere un odre, un recipiente. Debido a que el vino nuevo está saturado con el poder fermentador, si usted lo echa en un odre viejo, el poder fermentador del vino nuevo reventará el odre viejo. Toda práctica religiosa es un odre viejo. En este versículo Cristo parece estar diciendo a los fariseos y a los discípulos de Juan: “El ayuno es un odre viejo. No tratéis de echar el vino nuevo de Mi vida en el odre de vuestras viejas prácticas religiosas. El vino “reventará” vuestras prácticas religiosas. El nuevo vino de Mi vida requiere un odre nuevo.
Sin duda, algunos han recibido el vino nuevo, pero han intentado vaciar este vino en un odre viejo. He observado esta clase de insensatez desde hace más de cuarenta años. Muchos se han acercado a la iglesia local y han probado el vino nuevo. Ellos han exclamado: “Esto es realmente maravilloso, es exactamente lo que ‘mi iglesia’ necesita”. Entonces ellos tratan de llevar este vino nuevo a ese viejo odre. ¿Sabe usted lo que sucedió? El viejo odre se reventó y el vino nuevo se derramó. Sin embargo, si usted echa el vino nuevo en un odre nuevo, ambos se preservarán.
Hemos visto que el vino nuevo pertenece al odre nuevo. No obstante, hoy en día, el llamado movimiento carismático ha sido vertido en el viejo odre del catolicismo. Inclusive algunas iglesias católicas tienen misas carismáticas. Los asuntos carismáticos se están mezclándose con tales misas y con la adoración a María. ¡Qué confusión! Esto no es otra cosa que la levadura mezclada con la harina fina (13:33). En otras palabras, es el vino nuevo puesto en un odre viejo. Estoy preocupado porque este vino haya dejado de ser el vino nuevo, pues parece no tener el poder fermentador. Si lo tuviera, el viejo odre se reventaría. Si el movimiento carismático fuera el vino nuevo genuino, lleno del poder fermentador, reventaría el viejo odre del catolicismo.
En el versículo 17 el Señor también dijo: “Echan el vino nuevo en odres nuevos, y así ambos se conservan”. La palabra griega, kainós, que aquí se traduce “nuevos”, significa “nuevo en cuanto a naturaleza, cualidad o forma; no estrenado ni usado”; por lo tanto, nuevo o fresco. Los odres nuevos representan la vida de iglesia, practicada por las iglesias locales, como el recipiente del vino nuevo, el cual es Cristo mismo como la vida que alegra a la gente. Las personas que pertenecen al reino son edificadas como la iglesia (16:18), y la iglesia es expresada por medio de las iglesias locales, en las cuales se encuentran los ciudadanos del reino (18:15-20). Estas son personas regeneradas, que constituyen el Cuerpo de Cristo y llegan a ser la iglesia (Ro. 12:5; Ef. 1:22-23). El Cuerpo de Cristo, Su plenitud, también es llamado “el Cristo” (1 Co. 12:12) en referencia al Cristo corporativo. El Cristo individual es el vino nuevo, la vida interior estimulante; y el Cristo corporativo es el odre nuevo, el recipiente exterior que contiene dicho vino. Para los ciudadanos del reino, lo importante es la vida de iglesia, donde Cristo es el contenido, y no el ayuno ni ninguna otra práctica religiosa. Cristo no vino para establecer una religión terrenal llena de rituales, sino para establecer un reino celestial de vida. El no establece tal reino con prácticas religiosas y muertas, sino consigo mis- mismo, la persona viviente, como el Salvador, el Médico, el Novio, el paño no abatanado, y el vino nuevo que trae un disfrute pleno a Sus seguidores, a fin de que lo disfruten a El en plenitud, con el propósito de que ellos sean el odre nuevo que lo contenga y de que lleguen a ser los constituyentes de Su reino.
Vemos entonces que el nuevo odre es la vida de iglesia, y la iglesia es en realidad el agrandamiento de Cristo. El Cristo individual es nuestro vino interior. La iglesia es el Cristo corporativo, el agrandamiento del Cristo individual. El Cristo corporativo es el odre, el recipiente que contiene al Cristo individual como nuestro vino. Jamás consideremos a la iglesia como una religión; la iglesia es una entidad corporativa llena de Cristo, porque es Su agrandamiento.
Cristo no es únicamente nuestra vestidura nueva y nuestro vino nuevo, sino que también, al ser agrandado, es nuestro odre nuevo cuyo fin es contener el vino nuevo. El nos capacita exteriormente y nos satisface interiormente. Además, de una manera corporativa, El es la iglesia, el Cuerpo (1 Co. 12:12), un vaso capaz de preservar el vino nuevo. Cristo lo es todo: el Novio, el vestido nuevo, el vino nuevo y también el vaso corporativo que contiene lo que disfrutamos de El. El significado de este pasaje es muy profundo.
Es necesario que veamos algo más acerca de Cristo como el nuevo odre. En 1 Corintios 12:12 se dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. En este versículo leemos que no sólo se trata de que los miembros concertados sean el Cuerpo, sino que este Cuerpo sea Cristo mismo. Nosotros siempre hemos considerado a Cristo como la Cabeza; pero, ¿hemos llegado a entender, al menos un poquito, que Cristo es también el Cuerpo? En cuanto a la práctica, ¿en qué sentido es Cristo el Cuerpo? El es el Cuerpo, porque el Cuerpo está compuesto de muchos miembros quienes están llenos de Cristo. Cristo está en usted, Cristo está en mí, y Cristo está en cada uno de nosotros. Todos nosotros tenemos a Cristo en nuestro interior. En el primer capítulo de 1 Corintios, Pablo dice que Cristo no está dividido. El Cristo que está en usted es uno con el Cristo que está en mí, y el Cristo que está en nosotros es uno con el Cristo que vive en todos los cristianos. Por lo tanto, Cristo es el Cuerpo compuesto de muchos miembros que están llenos de El. Este es el nuevo odre, el cual es la vida de la iglesia que contiene a Cristo como nuestro vino.
Sin el odre, ¿cómo podríamos guardar el vino? No piense que usted, un solo individuo, es el vaso. No, usted sólo es una parte del vaso. ¿Cómo puede un vaso contener agua si está en pedazos? Es imposible. No debemos considerarnos personas importantes; somos nadie. Unicamente somos miembros pequeños del Cuerpo. Es verdad que cierta cantidad de sangre está en mi dedo meñique, pero este pequeño dedo es sólo un miembro de mi cuerpo. Si lo cortara del cuerpo, la sangre que fluye en ese dedo inmediatamente cesaría, pues en lugar de contener la sangre, el dedo la perdería. El día que usted deje la vida de iglesia, empezará a perder a Cristo; el vino nuevo comienza a perderse. Nada excepto la vida de iglesia puede contener al Cristo que disfrutamos. Nunca considere que la iglesia es un asunto insignificante.
Debemos también entender que el odre no es sólo el recipiente del vino, sino también el medio por el cual bebemos de este vino. Muchos de nosotros podemos testificar que siempre que asistimos a una reunión de la iglesia, descubrimos que ése es verdaderamente el lugar donde podemos beber a Cristo. Es ahí donde bebemos al Señor como nunca antes. La vida de iglesia no es meramente un recipiente, sino un vaso del que podemos beber. Necesitamos a Cristo como el vestido nuevo, como el vino nuevo y también lo necesitamos en una manera corporativa como el odre nuevo. Necesitamos la vida de iglesia. No nos interesa la religión, las formas ni los ritos; nos interesa sólo el Cristo que está en usted y el Cristo que está en mí. Este es el nuevo odre.
Ahora, me gustaría decir una palabra para los jóvenes. Los jóvenes podrían decir: “Mientras estemos con los mayores, estaremos en la religión. Pero si nos apartamos de ellos, no seremos más religiosos”. Este es un concepto erróneo. Todo depende de que en realidad la iglesia sea o no el agrandamiento de Cristo. No tiene nada que ver con la edad. Aun si todos los bebés se reúnen, es posible que permanezcan en la religión por no tener a Cristo como su contenido. Si los miembros mayores están llenos de Cristo y saturados de El, entonces son la iglesia, no importa de qué edad sean. Recordemos que la religión consiste en hacer algo para Dios sin Cristo. Pero la iglesia es Cristo agrandado, o sea, el agrandamiento de Cristo; y el odre nuevo es Cristo agrandado en una expresión corporativa. Esto es la iglesia. La iglesia no es algo para Dios pero sin Cristo y sin el Espíritu; al contrario, la iglesia es el agrandamiento de Cristo y está llena de El, inclusivo Cristo es el mismo elemento que la constituye. No importa cuál sea nuestra edad, debemos estar llenos de Cristo. Entonces, cuando nos reunamos, seremos la expresión local de la iglesia, y ésta es el odre. No importa cuánto poder fermentador haya en la vida divina de Cristo, nunca podrá reventar la iglesia.
Actualmente hay cuatro clases de cristianos. Los primeros son llamados cristianos pero en verdad no lo son, sino que son modernistas, los llamados cristianos modernistas. Ellos sólo toman a Cristo como el nuevo vestido, y dicen: “Mira cómo vivió Jesús: El estaba tan lleno de amor y sacrificio; debemos imitarlo y seguirlo”. Pero hacer esto es sólo cortar un pedazo de tela nueva para remendar un vestido viejo. Los modernistas tratan de tomar la tela no encogida del vivir humano del Señor y utilizarla para remendar los agujeros en su conducta. Pero esta tela no tratada se encoge y tira del vestido haciendo las roturas más grandes. Los modernistas no creen que Cristo murió por sus pecados en la cruz, no creen que Cristo es Dios ni creen en Su resurrección. Ellos únicamente creen que deben imitar el vivir humano de Jesús.
La segunda clase de cristianos son los fundamentalistas. Ellos creen que Cristo es Dios, que Cristo es su Redentor, quien murió en la cruz por los pecados y que resucitó. Los cristianos fundamentales reciben y aceptan al Cristo resucitado como su justicia. Toman a Cristo, no como una pieza de tela nueva, sino como el vestido terminado, pero conocen poco de la vida interior, del vino interior. Ellos se cubren de Cristo como su vestido exterior, pero no beben de El como el vino interior.
La tercera clase de cristianos pueden ser llamados los cristianos de la vida interior. Ellos no sólo se visten de Cristo como su nueva vestidura, sino que también lo conocen como su vida interior. De hecho, ellos dan mucho énfasis a la vida interior. Los cristianos de la vida interior han progresado más que los dos grupos anteriores, pero a pesar de este mejoramiento, les falta algo, a saber: el odre, la vida de iglesia.
La cuarta clase son los cristianos que viven en la vida práctica de iglesia. Ellos no son modernistas, tampoco son meramente fundamentalistas, ni son los que practican la vida interior. Ellos viven en la vida de iglesia porque tienen el odre nuevo.
En los últimos días el Señor está recobrando no sólo el vestido nuevo, pues lo recobró por medio de Martín Lutero en el asunto de la justificación por fe. Tampoco el Señor está recobrando únicamente la vida interior, porque lo recobró por medio de algunos hermanos, tales como Madame Guyón, William Law, Andrew Murray y Jessie Penn Lewis. Agradecemos al Señor por todos estos asuntos que han sido recobrados. Por lo tanto, al final de esta era, el Señor se encuentra recobrando el último y más grande asunto, la vida de iglesia. Aquellos que disfrutan la vida de iglesia ponen en práctica la vida de iglesia. Entre ellos, el vestido nuevo, el vino nuevo y el odre nuevo son hechos ya recobrados. Tenemos a Cristo de una manera corporativa como la vida de iglesia. El Señor no se detuvo en el vestido nuevo ni en el vino nuevo, sino que continuó, del Novio a la tela nueva, de la tela nueva al vestido nuevo, del vestido nuevo al vino nuevo y del vino nuevo al odre nuevo. Después del odre, la iglesia, no hay nada más. La iglesia es la meta final de Dios. Cuando llegamos a la iglesia, llegamos a la máxima consumación del propósito de Dios. Así que, después del odre, el Señor no mencionó nada más.
¡Alabado sea el Señor porque El es nuestro Médico! Después de que El nos sana, llega a ser nuestro Novio. El es también nuestro vestido, el cual nos capacita, y nuestro vino nuevo, el cual nos estimula. Mientras veo los rostros de los hermanos y hermanas en las reuniones, puedo ver que han sido estimulados por el vino nuevo. ¡Cuánto alabamos al Señor porque este vino nuevo se encuentra en Su agrandamiento, el nuevo odre. Cristo es todo para nosotros! Necesitamos conocer a nuestro Señor hasta tal grado. El no es sólo nuestro Rey, nuestro Salvador y nuestra vida; El es también nuestro Médico y este querido Médico es nuestro Novio amado. Además, el Novio llega a ser nuestra vestidura, nuestro vino nuevo y finalmente el odre. Ahora estamos en el odre, en la vida de iglesia, disfrutándole de tal manera. ¡Aleluya por Cristo y la iglesia!