Mensaje 30
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La palabra del Señor en Mt. 10 está dirigida a Sus enviados. En Mt. 10:16-42; 11:1 se presentan muchos asuntos, por medio de los cuales podremos entender la situación en la que nos encontramos actualmente.
En los versículos 16 y 17 el Señor predice la persecución que vendría de parte del judaísmo sobre Sus apóstoles. Aquí, la predicción del Rey celestial de que Sus apóstoles serían perseguidos por el judaísmo, indica que éste rechazaría el reino que El estaba estableciendo mediante la predicación de Sus apóstoles. Esto también demuestra que Su reino no es terrenal sino celestial.
El versículo 16 dice: “He aquí, Yo os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas”. Como ovejas en medio de lobos, los apóstoles del Señor, aunque no eran serpientes, necesitaban ser prudentes como ellas, para no ser heridos por los lobos, y también debían ser sencillos como palomas, sin ninguna intención maligna y sin hacer daño a los demás.
La palabra del Señor revela que el mundo entero se encuentra bajo la mano usurpadora del enemigo, y por eso se opone a la economía de Dios. El mundo entero, tanto el mundo judío como el gentil, se opone al reino de Dios. El versículo 17 dice: “Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanedrines, y en sus sinagogas os azotarán”. Este versículo indica que aun la nación judía había sido totalmente usurpada por el enemigo de Dios. Cuando el Señor Jesús vivía en la tierra, esta nación le pertenecía a Dios en palabra, mas no en hecho. Por lo tanto, en el versículo 17 el Señor habló de la persecución de parte del sanedrín y de las sinagogas. El sanedrín era el concilio supremo de los hijos de Israel. La función del sanedrín era vigilar que los judíos siguieran la ley del Antiguo Testamento. La sinagoga era un lugar donde se enseñaba la palabra de Dios a los hijos de Israel. Es muy significativo que el Señor expusiera que el sanedrín y las sinagogas se oponían a la economía de Dios. El dijo que Sus apóstoles, Sus enviados, serían entregados a los sanedrines y azotados en las sinagogas. Una sinagoga obviamente no es un teatro, casino o templo de ídolos. En cierto sentido era un lugar santo, donde enseñaban la santa Palabra de Dios al pueblo de Dios. No obstante, el Señor dijo que los apóstoles del Rey de los cielos serían azotados aun en las sinagogas. De esta forma nos damos cuenta de lo maligna que se había hecho la sinagoga. Aunque los judíos se reunían ahí para aprender la Palabra de Dios, algunos de los que pertenecían a las sinagogas persiguieron a los apóstoles del Rey celestial. Además el sanedrín, aunque organizado con el propósito de supervisar a los hijos de Israel en el cumplimiento de las Escrituras, también vino a ser un lugar que al fin y al cabo se opuso a los apóstoles del Rey celestial.
La situación es la misma actualmente. Si el sanedrín y las sinagogas de antemano se opusieron a los enviados del Rey, ¿qué podemos decir del sistema religioso de hoy? Si nosotros somos verdaderamente los enviados del Rey celestial, experimentaremos la oposición de las organizaciones religiosas de hoy tal como los apóstoles sufrieron la oposición del judaísmo. En la antigüedad los apóstoles fueron perseguidos no principalmente por los gentiles, sino por la llamada gente santa del sanedrín y de las sinagogas. En nuestra experiencia a través de los años, la mayor parte de la persecución, rumores, oposición y ataques, proviene no de los gentiles, sino de las organizaciones religiosas.
Conforme al versículo 16, aquellos que pertenecían al sanedrín y se reunían en las sinagogas los comparó el Señor Jesús con los lobos, cuando dijo que enviaba a Sus apóstoles “como ovejas en medio de lobos”. ¿Puede usted creer que aquellos que pertenecían al sanedrín y a las sinagogas, que exponían y enseñaban la santa Palabra de Dios y exhortaban a otros a obedecerla, eran lobos? Si el Señor mismo no lo hubiera dicho, yo ciertamente no lo habría creído. Por el contrario, yo hubiera afirmado: “Aquellos del sanedrín y de las sinagogas quizás hayan cometido algunos errores, pero ciertamente son gente de Dios, pues a diario hablan acerca de las Escrituras y enseñan al pueblo a temer a Dios, adorarle, honrarle y glorificarle. Por lo tanto, no son tan malos. Entonces, ¿cómo podemos decir que son lobos?” Sin embargo, el Señor Jesús los llamó lobos. Los lobos mencionados en el versículo 16 eran los mismos miembros del sanedrín y de las sinagogas mencionados en el versículo 17.
Saulo de Tarso estudió a los pies de Gamaliel, un gran maestro de la Biblia, “doctor de la ley y honrado por todo el pueblo” (Hch. 22:3; 5:34). Gamaliel era uno de los líderes del sanedrín. ¿Era él para Dios? Sí, lo era. Temía a Dios y estaba totalmente entregado a El, pero estaba en un ambiente absolutamente contrario a la economía de Dios. El era parte de un sistema, el sanedrín, que se oponía a Dios. Esta situación ha continuada siendo la misma a través de los siglos hasta hoy día. No importa hasta qué grado ciertas personas se han entregado a Dios, están en un sistema, o una organización, que está en contra de la economía de Dios. En Mateo 10 el Señor Jesús indicó que había lobos en las sinagogas, y en Apocalipsis 2:9 y 3:9 habló de “la sinagoga de Satanás”. Esto indica que las sinagogas han llegado a ser satánicas.
El Señor Jesús no se acercó primeramente al mundo gentil, sino a una nación que se suponía era el santo pueblo de Dios y que tenía las santas Escrituras, la santa ciudad, el santo templo, el santo sacerdocio y los santos sacrificios. El vino a ellos con el propósito de establecer el reino de los cielos. Aparentemente, no debía haber existido ningún problema. Sin embargo, cuando el Rey celestial envió a Sus apóstoles para la propagación de Su ministerio, les advirtió que los estaba enviando como ovejas en medio de lobos. Es como si el Señor les dijera: “Los que forman parte del sanedrín, los encargados de las santas Escrituras, os perseguirán; y los de la sinagoga, quienes enseñan la Palabra de Dios, os azotarán. ¡Tened cuidado! Porque no son el santo pueblo de Dios sino lobos. No están por Dios sino en contra de El”. Supongamos que usted fuera parte de aquellos judíos enviados por el Rey celestial, y que oyera que los del sanedrín y de las sinagogas eran lobos. ¿No se estremecería? Sin embargo, eso es exactamente lo que el Señor estaba afirmando en este pasaje. El no dijo que los soldados del ejército romano eran lobos, sino que los miembros del sanedrín y de las sinagogas, aquellos que se relacionaban con la Palabra de Dios y la enseñaban a Su pueblo, eran lobos. En principio, la situación ha continuado siendo la misma a través de los siglos.
En Mateo 9:36 el Señor compara al pueblo de Israel con las ovejas. Entre los hijos de Israel había tanto ovejas como lobos. Esos lobos se encontraban en el sanedrín y en las sinagogas. Eran lobos cultos, civilizados y religiosos que conocían la Biblia bastante bien. Aunque podían citar versículos y adorar a Dios de acuerdo con las Escrituras, el Señor Jesús no los consideró ovejas, sino lobos. Por lo tanto, en el tiempo descrito en Mateo 10, existía una complicada situación entre los hijos de Israel, debido a que las ovejas y los lobos estaban mezclados. Mientras las ovejas estuvieran de acuerdo con los lobos, no existía problemas. Pero la situación cambió cuando el Pastor vino y envió a los pastores aprendices para que reuniesen a las ovejas. Si leemos estos capítulos cuidadosa- mente, nos daremos cuenta que reunir las ovejas se refiere a la siega de la cosecha. Todas las ovejas, la cosecha, estaban dispersas entre los lobos y mezcladas entre ellos. Cuando las ovejas deseaban seguir a los pastores aprendices enviados por el Pastor, los lobos se levantarían y dirían: “¿Qué pasa? Vosotros estáis haciendo proselitismo, ¡estáis agitando a las ovejas!” De esta forma la naturaleza de los lobos es expuesta, ya que atacan a los que el Pastor había enviado. Por lo tanto, el Señor dijo que, como ovejas en medio de lobos, Sus enviados debían ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Cuando los lobos atacan, los enviados deben ser prudentes como serpientes para escapar; y al mismo tiempo, deben ser tan inofensivos como las palomas.
El versículo 18 dice: “Y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de Mí, para testimonio a ellos y a los gentiles”. Sin lugar a dudas esto se refiere a los gentiles. Así que, el Señor les indicó que el reino de Dios recibiría oposición, no únicamente de parte del mundo religioso judío, sino también del mundo gentil secular. Finalmente, los apóstoles fueron llevados delante de los gobernadores y reyes romanos. Siendo perseguidos, llegaron a ser un testimonio. Esto revela que el mundo religioso así como el político se oponen al reino de los cielos, debido a que ambos se encuentran bajo la mano usurpadora del enemigo de Dios. La intención del Rey celestial es establecer Su reino sobre la tierra, abarcando el territorio de la religión así como el de la política. Con seguridad se levantará oposición y persecución.
En los versículos 19 y 20 el Señor dijo: “Mas cuando os entreguen, no os inquietéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”. Los apóstoles no sólo tienen la autoridad del Rey celestial (v. 1), sino también al Espíritu de su Padre celestial. La autoridad del Rey hace frente a los espíritus inmundos y a las enfermedades; el Espíritu del Padre hace frente a la persecución de los que se oponen. El Señor encargó a Sus enviados que no hablaran por ellos mismos cuando se enfrentaran a alguna persecución. Parece como si les dijera: “No os preocupéis ni habléis por vosotros mismos, porque el Espíritu del Padre está con vosotros”. Mientras tengamos al Espíritu del Señor, tenemos Su presencia. En estos versículos la presencia del Señor equivale al Espíritu que hablará por nosotros. Debemos aprender a enfrentar la persecución no por nosotros mismos, sino en nuestro espíritu y confiando en el Espíritu que mora en nuestro interior. Debemos creer que el Espíritu del Padre está con nosotros y que es El quien se enfrentará a nuestros opositores y perseguidores. No es fácil aprender esto. Debemos enfrentar la oposición y confrontar el ataque, no en nosotros mismos, sino tornándonos a nuestro espíritu donde mora el Espíritu de Dios. Debemos confiar en El y dejar que El nos guíe y que hable por medio de nosotros.
El Señor también dijo a Sus enviados que serían aborrecidos por sus familiares. El versículo 21 dice: “El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir”. Los que desean ser apóstoles del Rey celestial para llevar a cabo la predicación del evangelio del reino, han de experimentar la ruptura de los vínculos humanos más íntimos.
Y en el versículo 22 el Señor añadió: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de Mi nombre; mas el que haya perseverado hasta el fin, éste será salvo”. En este versículo, ser salvo no se refiere a la salvación del infierno; puede ser que signifique ser salvo de los que le aborrecen a uno, pero finalmente significa ser salvo para entrar en la manifestación del reino de los cielos, lo cual es una recompensa para los creyentes vencedores. Esto difiere de la salvación eterna, que se revela en Efesios 2:8.
En el versículo 23 leemos: “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”. Esta palabra no se cumplió por la predicación de los doce apóstoles antes de la crucifixión de Cristo, y no se cumplirá sino hasta la gran tribulación (24:21). La predicación que se describe en los versículos del 17 al 23, es muy semejante a la de 24:9-13. Aquí el Rey celestial envió a los apóstoles a predicar el evangelio del reino a los judíos. Después de Su resurrección, El envió a Sus apóstoles a predicar el evangelio a los gentiles. Llegada la plenitud de la salvación de los gentiles, El enviará a Sus apóstoles a predicar otra vez el evangelio del reino a los judíos. En aquel entonces, esta palabra se cumplirá, y el Señor vendrá.
En el versículo 24 el Rey dijo a Sus enviados: “El discípulo no está sobre el maestro, ni el esclavo sobre su señor”. Según el contexto lo dicho aquí significa que, al sufrir la persecución, Sus apóstoles no están sobre El, porque El fue perseguido al máximo.
El versículo 25 dice: “Bástale al discípulo ser como su maestro, y al esclavo como su señor. Si al Dueño de la casa llamaron Beelzebú, ¡cuánto más a los de Su casa!” Beelzebú, que significa señor de las moscas, era el dios de los ecronitas (2 R. 1:2). Los judíos le cambiaron el nombre por Beelzebul, nombre despectivo que significa señor del muladar, y se usaba para referirse al príncipe de los demonios (12:24, 27; Mr. 3:22; Lc. 11:15, 18-19). En 9:34 los fariseos, los líderes de la religión judía, injuriaron al Rey celestial diciendo que El echaba demonios por el príncipe de los demonios. Al usar este nombre sumamente blasfemo, expresaron su mayor objeción y rechazo.
En los versículos 26 y 27 el Rey dijo a Sus enviados que no temieran a sus perseguidores, sino que hablaran en plena luz del día y que proclamaran desde las azoteas. Y en el versículo 28 dijo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar, temed más bien a Aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en la Gehena”. Sólo Dios puede destruir el alma y el cuerpo del hombre en la Gehena. Esto implica que si los apóstoles que el Señor envía no están dispuestos a sufrir persecución, serán disciplinados por Dios. Esta disciplina tendrá lugar en la era venidera después del juicio y ante el tribunal de Cristo, cuando los creyentes reciban su premio o su castigo (2 Co. 5:10; Ap. 22:12).
En los versículos 32 y 33 el Señor dijo: “Pues a todo el que en Mí confiese delante de los hombres, Yo en él también confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos; pero a cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también le negaré delante de Mi Padre que está en los cielos”. El Rey celestial dijo esto a Sus apóstoles, a quienes envió a predicar el evangelio del reino. El predijo que serían perseguidos (vs. 17, 21-23). Si alguno que esté bajo persecución lo niega, a éste El lo negará cuando regrese (16:27). El hecho de que El niegue o confiese a los apóstoles en aquel momento, determinará si ellos son dignos de entrar en el reino de los cielos como recompensa en la era venidera. En este pasaje, parece que el Rey dijera: “Si vosotros teméis esta persecución y no confesáis Mi nombre delante de los perseguidores, Yo tampoco confesaré vuestros nombres delante del Padre cuando regrese y empiece el milenio”. Esto significa que tal persona será echada a las tinieblas de afuera (25:30) y no participará en la manifestación del reino.
En el versículo 34 el Señor dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada”. Toda la tierra fue usurpada por Satanás (1 Jn. 5:19). El Rey celestial vino con el propósito de hacer un llamamiento a salir de esa usurpación. Esto ciertamente despertó la oposición de Satanás. El incitó a las personas que estaban bajo su usurpación a pelear contra aquellos que habían sido llamados por el Rey celestial. Por lo tanto, la venida del Rey no trajo paz, sino espada. Para que el reino de los cielos sea establecido, debe haber una confrontación entre el reino de los cielos y el reino del mundo. Los dos reinos no pueden coexistir. La guerra entre estos reinos es inevitable debido a que el Rey celestial está estableciendo Su reino sobre la tierra,
En los versículos 35 y 36 el Señor dijo: “Porque he venido para poner en desacuerdo al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa”. La batalla que Satanás, el usurpador, ha instigado contra aquellos que han sido llamados por el Rey celestial, se pelea aun en los propios hogares de los llamados. Los que han sido llamados por el Rey celestial son atacados en sus hogares por los familiares que permanecen bajo la mano usurpadora del maligno. Cuando algunos son atraídos y cautivados por el Rey celestial, y deciden seguirle, otros de su familia pueden ser instigados por Satanás a pelear contra ellos, y aun a matarlos.
Quisiera contarles de cierto hermano que fue perseguido por su esposa incrédula. Este hombre tenía un excelente trabajo en la aduana del gobierno, y era muy rico. Después de que fue traído al Señor, su esposa empezó a perseguirle. Una noche, este hermano invitó a algunos de nosotros a cenar en su casa. Siempre que este hombre invitaba a algunos de sus compañeros de trabajo a cenar, su esposa estaba muy contenta y preparaba los mejores platillos. Pero ahora su esposo era creyente y había invitado a algunos hermanos de la iglesia a su casa. La noche que nos invitó, ella se propuso no cocinar. Por el contrario, sirvió en la mesa sobras frías. El hermano nos miró con lágrimas en los ojos. Nosotros le miramos y dijimos: “¡Alabado sea el Señor! Esta cena está deliciosa, comamos”. Y procedimos a comer todas aquellas sobras. Este es un ejemplo de la persecución por parte de su esposa.
Aquellos que son enviados por el Señor deben entender que les espera persecución. El Señor Jesús no nos dejó en oscuridad, antes bien, nos planteó toda la situación claramente. La nación judía está llena de opositores, y aun los familiares de los enviados se levantarán como sus opositores; e incluso matarán a los seguidores del Rey celestial.
Del versículo 37 al 39 vemos la manera de seguir al Rey celestial. En el versículo 37 el Señor dijo: “El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí”. Nuestro amor por el Señor debe ser absoluto. No debemos amar nada ni a nadie en mayor grado que a El. El es el más digno de nuestro amor, y nosotros debemos ser dignos de El.
El versículo 38 continúa: “Y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí”. Cristo aceptó la voluntad del Padre y fue crucificado (26:39, 42). Cuando fue bautizado, se dio por crucificado, y de allí en adelante llevó Su cruz para hacer la voluntad de Dios. Aquellos que El llamó fueron identificados con El. El les pidió que tomaran su propia cruz y que lo siguieran, es decir, que aceptaran la voluntad de Dios renunciando a sí mismos. Esto requiere que primero le den su amor a toda costa, para ser dignos de El.
El versículo 39 dice: “El que halla la vida de su alma, la perderá; y el que la pierde por causa de Mí, la hallará”. Hallar la vida del alma es permitir que el alma tenga su disfrute y que evite el sufrimiento. Perder la vida del alma es hacer que el alma pierda su disfrute y que, por ende, sufra. Si los seguidores del Rey celestial permiten que el alma tenga su disfrute en esta era, harán que el alma pierda su disfrute en la era del reino venidero. Si en esta era aceptan que el alma pierda su disfrute por causa del Rey, harán posible que ésta tenga su disfrute en la era del reino venidero, es decir, ellos participarán del gozo del Rey, al reinar sobre la tierra (25:21, 23).
De Mateo 10:40 al 11:1 vemos el asunto de la identificación con el Rey celestial. El versículo 40 dice: “El que a vosotros recibe, a Mí me recibe; y el que me recibe a Mí, recibe al que me envió”. Los apóstoles enviados por el Rey celestial eran uno con El; a ellos les había confiado Su autoridad (v. 1) y paz (v. 13), en ellos moraba el Espíritu del Padre, y además habían sido identificados con el Rey en Su sufrimiento (vs. 22, 24-25) y en Su muerte (vs. 21, 34-39). Por tanto, el que los recibía a ellos, en realidad lo recibía a El. Participar en tal identificación con el Rey celestial requiere que lo amemos por encima de todo, a toda costa, y que lo sigamos, tomando el camino estrecho de la cruz, como se revela en los versículos del 37 al 39. Los enviados no sólo tienen la autoridad y la paz del versículos del Rey y al Espíritu del Padre, sino que también son uno con el Rey y están identificados con El. Recibir a los enviados del Rey significa recibir al Rey mismo, porque los enviados están identificados con El. Esto es un aliento para aquellos que son enviados. En el recobro del Señor tenemos la autoridad, la paz, el Espíritu y la identificación con nuestro Rey. Somos uno con El. El que nos recibe, recibe al Rey, y el que nos rechaza, rechaza al Rey. Este no es un asunto insignificante sino algo muy serio. Todos nosotros debemos estar seguros de que tenemos la autoridad, la paz, el Espíritu, y la identificación. Todo esto es para la propagación del ministerio del Rey, quien sigue extendiendo Su ministerio hoy en día, y nosotros somos Sus enviados con la autoridad, la paz, el Espíritu y la identificación.
El versículo 41 dice: “El que recibe a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá”. Un profeta es una persona que habla por Dios y lo proclama a El. Un justo es una persona que busca la justicia, la practica, y aun es perseguida por causa de ella, teniendo como meta el reino (5:6, 10, 20; 6:1). El Rey celestial era tal persona, un Profeta enviado por Dios (Dt. 18:15) y un hombre justo (Hch. 3:14). Sus apóstoles, a quienes El envió, estaban identificados con El, y por eso también eran profetas y hombres justos. Así que, el que los recibía a ellos, en realidad lo recibía a El, haciéndose merecedores de la debida recompensa. Cuando uno recibe a un profeta, se une a la palabra del profeta, y cuando recibe a un justo, se une a la justicia del justo. De esta manera, recibirá recompensa de profeta y recompensa de justo.
Los enviados del Rey salen como profetas y como hombres justos. Los profetas siempre vienen con la palabra de Dios, y el hombre justo siempre viene con justicia. Si usted recibe al profeta, recibirá la palabra de Dios; y si recibe al hombre justo, recibirá su justicia. ¡Cuán bueno es tener la palabra de Dios y la justicia! Esto nos ayudará a ser introducidos tanto en la presente realidad del reino, como en la futura manifestación de este reino.
El versículo 42 dice: “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeños un vaso de agua fría solamente, por ser discípulo, de cierto os digo que de ninguna manera perderá su recompensa”. Esta recompensa se dará en la era del reino venidero (Lc. 14:14).
Mateo 11:1 dice: “Y aconteció que, cuando Jesús terminó de dar instrucciones a Sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos”. Después de que el Señor escogió a los doce y los envió a extender la predicación del reino, El mismo continuó Su ministerio enseñando y predicando en las ciudades.