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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Mateo»
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Mensaje 40

SE REVELAN LOS MISTERIOS DEL REINO

(6)

  Antes de continuar con la parábola de la red, quiero dar una palabra adicional con relación al tesoro y a la perla. En la Biblia el número siete está compuesto de cuatro más tres, tres más cuatro o seis más uno. En la Biblia el número siete se menciona por primera vez con respecto a los seis días de creación más el día de reposo, el sábado. En Apocalipsis las siete iglesias están compuestas de tres más cuatro. Los siete sellos primeramente están compuestos de cuatro más tres, y luego de seis más uno. Vemos el mismo principio con las siete trompetas y las siete copas. En Mt. 13 el número siete se presenta primeramente compuesto de cuatro más tres y después de seis más uno. Las primeras cuatro parábolas están relacionadas con el alimento, pero la quinta y la sexta se relacionan con la transformación que se da para la edificación. Aunque incluso se puede encontrar levadura en el pan más duro, en las perlas y las piedras preciosas no se puede. Además, aunque un barquillo o incluso el pan duro pueden ser arruinados al verterse agua sobre ellos, esto no sucede ni con las perlas ni con las piedras preciosas.

  La palabra que el Señor da en Mateo 13 no es solamente una profecía o doctrina, sino también una visión de la situación práctica del cristianismo de hoy con respecto a la iglesia y al reino. Lo que dice acerca de los misterios del reino no es idealista ni intangible, sino práctica. Así que, si queremos entender estas parábolas, debemos pedir al Señor que nos muestre alguna aplicación práctica de ellas. Nuestro entendimiento de las parábolas debe concordar con la situación práctica. Al observar la cristiandad actual, nos daremos cuenta de que los verdaderos creyentes son el trigo y que los falsos cristianos se han mezclado con los verdaderos para frustrar el crecimiento de éstos. En cualquier parte de la tierra, especialmente en Europa, podemos ver más cristianos falsos que verdaderos. En los países predominantemente católicos, como Italia y Brasil, es difícil encontrar un solo creyente genuino entre los muchos llamados cristianos. Por lo tanto, la interpretación que afirma que la cizaña son los falsos creyentes no sólo es doctrinal, sino práctica, según los hechos históricos y la situación real. Además, el gran árbol se encuentra ante nosotros. Hoy día podemos contemplar la enorme fachada de la cristiandad. Esto no es doctrina ni profecía. Ante nuestros ojos tenemos el cumplimiento práctico de esta profecía. También podemos ver la levadura en todas partes. En el cristianismo la levadura se encuentra en todo. Cada aspecto del cristianismo ha sido leudado y en cada rincón se puede encontrarlo. Si hay una pequeña cantidad de verdad, de seguro se encuentra mezclada con una enorme cantidad de levadura. Esta es la verdadera situación de hoy.

  Podemos interpretar y aplicar las primeras cuatro parábolas de una manera práctica, y debemos hacer lo mismo con la quinta y la sexta. Recientemente el Señor nos mostró la manera práctica de entender estas parábolas. Para entender cualquier profecía de una manera práctica necesitamos ver los hechos. Sólo al verlos, podemos entender. En el recobro del Señor tenemos el tesoro y la perla. En las primeras cuatro parábolas tenemos el trigo, la cizaña, la semilla de mostaza y la levadura. Nosotros no somos la cizaña, sino el trigo y la harina fina. No obstante, en el recobro del Señor esto no es adecuado Si sólo somos el trigo o la harina fina, no estaremos satisfechos, pues en el recobro del Señor también se encuentran la perla y el tesoro de piedras preciosas. El Señor, en Su recobro, debe tener una iglesia pura, sólida y genuina, como una perla. En tal perla no hay mezcla ni opacidad; por el contrario, es absolutamente pura y resplandeciente. Si queremos saber cómo es la iglesia en el recobro del Señor, veamos una perla, y así sabremos cómo debe ser la iglesia. Aunque todavía no estamos completamente satisfechos con nuestra situación, podemos decir que las iglesias en el recobro del Señor son como perlas. No importa cuán sólido sea el pan, todavía existe la posibilidad de que sea leudado. Pero cuando la iglesia se haya convertido en una perla, será imposible leudarla. ¿Quién puede añadir levadura a una perla o a una piedra preciosa?

  En el recobro del Señor, por un lado debemos ser como una perla y por otro, como una piedra preciosa. En cuanto a la vida, somos la perla, y en cuanto a nuestro vivir, somos el tesoro, las piedras preciosas. Acordémonos de que en la Nueva Jerusalén cada puerta es una perla, pero los muros están edificados con piedras preciosas. Las puertas de perla son la entrada, el comienzo, y los muros, la expresión. La iglesia es nuestra vida y el reino es nuestro vivir. Nosotros, la iglesia, fuimos regenerados y librados del mundo corrupto de Satanás. Sin embargo, no somos únicamente la perla, la entrada, o sea el comienzo, sino también las piedras preciosas, por las cuales se tiene la expresión. Esto representa nuestro vivir bajo el gobierno celestial. Esto es el reino. Como la iglesia, somos la perla, la cual tiene vida y es un nuevo comienzo, una entrada. Y como el reino, somos el tesoro, las piedras preciosas, erigido como algo que ha sido edificado para expresar a Cristo bajo la constitución celestial. Este es nuestro vivir y nuestra expresión.

  Algunos maestros afirman que el reino está relacionado con Israel, pero quizá nadie enseñe que la perla se relaciona con la iglesia. Aquellos que relacionan el reino con Israel se aferran demasiado a la doctrina y al estudio de las dispensaciones. Necesitamos aplicar las parábolas del tesoro y de la perla no sólo de una manera doctrinal o dispensacional, sino también de una manera práctica. Para aplicarlas prácticamente debemos ver que durante el período del cristianismo el Señor ha trabajado para obtener el tesoro y la perla. En el cristianismo podemos encontrar trigo, cizaña, el gran árbol, y la levadura en la harina. Pero el Señor no sólo dio las cuatro parábolas dirigidas hacia el cristianismo, sino también otras dos parábolas acerca de la vida apropiada y genuina de iglesia. Las iglesias en el recobro del Señor se encuentran en la quinta y la sexta parábolas. Estas iglesias hoy son el tesoro y la perla. En cuanto a la vida se refiere, somos la perla, pero en cuanto a nuestro vivir, somos el tesoro. Es por la vida que somos las puertas de perla, y por nuestro vivir que somos los muros hechos de piedras preciosas. Estos muros representan el reino de vida, el vivir práctico de la iglesia bajo el dominio de Dios.

  Esto nos capacita para entender de manera más completa la Nueva Jerusalén. Las doce puertas de perla representan la iglesia como la entrada, y los muros de piedras preciosas representan el reino, la expresión de un vivir según la norma celestial. Cuando usted dice: “Señor Jesús, cómo te agradezco que tengo la vida divina”, esto es la perla. Pero cuando dice: “Oh Señor, concédeme más gracia para poder ser pobre en espíritu y puro de corazón, para vivir conforme a Tu regulación, y para que trabajes de tal manera que no haya en mí más rocas ni espinos, y yo pueda vivir conforme a la constitución celestial”, inmediatamente usted llega a ser el tesoro. En un aspecto, somos la perla, pero en otro, somos el tesoro.

  La quinta parábola habla acerca de un hombre que encuentra un tesoro, y la sexta, de un comerciante que busca una perla. En cuanto al reino, Cristo es el hombre, y con respecto a la iglesia, es el comerciante. Esto concuerda con el concepto de toda la Biblia. El reino requiere un hombre; para tener el reino de Dios sobre la tierra existe la necesidad de un hombre. Cristo vino como este hombre, no como el primer hombre, sino como el segundo. Primeramente este hombre encontró el reino; luego, debido al rechazo de Israel, El escondió de los judíos este reino. Con respecto a la iglesia, Cristo es el comerciante, alguien que siempre busca obtener algo de gran valor. En cuanto al reino, el hombre compró el campo, la tierra, y lo hizo porque el reino está en la tierra. Sin embargo, para obtener la perla, el comerciante no compró el mar, sino únicamente la perla. Cristo compró la perla directamente así como la tierra, pero no compró el tesoro directamente. Aunque Cristo redimió la iglesia y la tierra, no redimió el reino. El reino no necesita un redentor ni un comprador. No obstante, la tierra perdida, o sea, la tierra que Dios creó y que después se perdió, sí requiere un redentor. De igual manera, la iglesia, compuesta de los escogidos y predestinados de Dios, también requiere un comprador debido a que éstos se habían perdido. Por lo tanto, el reino requiere sólo un hombre, pero la iglesia necesita un comerciante y un redentor.

VII. EL EVANGELIO ETERNO Y SU RESULTADO

  El versículo 47 dice: “Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red echada en el mar, la cual recoge de toda clase de peces”. Esta parábola corresponde a la de Mateo 25:32-46. Aquí la red no representa el evangelio de gracia, el cual se predica en la era de la iglesia, sino el evangelio eterno, que se predicará al mundo gentil durante la gran tribulación (Ap. 14:6-7). El mar en el que la red es echada representa el mundo gentil, y “toda clase de peces” representa las naciones, todos los gentiles (25:32).

  A través de los siglos, muchos no han entendido bien la parábola de la red y la han aplicado incorrectamente. Han dicho que la red representa el evangelio de gracia. También han comparado esta parábola con la parábola de la cizaña, diciendo que en esta parábola tenemos los creyentes verdaderos y los falsos, y que en la de la red tenemos lo bueno y lo malo de la pesca. Ellos proponen que lo bueno de la pesca es el trigo y lo malo de ésta es la cizaña. Si esto fuera cierto, el Señor Jesús no habría sido muy sabio porque habría utilizado dos parábolas para enseñar la misma cosa.

  Una vez más debemos considerar la manera en que el número siete está formado. Primeramente se compone de seis más uno. Las primeras seis parábolas de Mateo 13 se relacionan con la iglesia. En ella hay creyentes genuinos que no llevan una vida cristiana normal y al derredor de la iglesia hay creyentes falsos. Así que, directa o indirectamente, las primeras seis parábolas están relacionadas con la iglesia. Pero, ¿qué sucede con las personas que se encuentran fuera de la iglesia, las que están en el mundo? Indudablemente se necesita una parábola que trata de ellos. Si las siete parábolas de Mateo 13 se refirieran a la iglesia solamente, entonces no habría ninguna parábola que hablara de las naciones. Si éste fuera el caso, el capítulo trece de Mateo no sería perfecto. La séptima parábola, la de la red, no se relaciona con la iglesia, sino más bien con el mundo, con las naciones.

  Los que están relacionados con la iglesia se clasifican en tres grupos: los creyentes genuinos y normales, o sea, los vencedores; los creyentes verdaderos que llevan una vida cristiana anormal, o sea, los cristianos derrotados; y los creyentes falsos. Cuando el Señor regrese, los creyentes falsos, la cizaña, serán atados en manojos y echados al horno de fuego, esto es, al lago de fuego. Este será el fin de la cizaña. Los creyentes genuinos y normales, los vencedores, serán trasladados a la manifestación del reino para reinar con Cristo como Sus correyes. Los creyentes anormales, aunque verdaderos, serán puestos en cierto lugar para ser castigados, disciplinados y perfeccionados. Estas seis parábolas nos presentan una visión clara tanto de los creyentes verdaderos así como de los falsos. La séptima parábola, la de la red, se enfoca en el destino de la gente mundana.

  La red aquí, no es el evangelio de gracia, sino el evangelio eterno proclamado en Apocalipsis 14:6-7. (Para referencia ver el mensaje 40 del Estudio-Vida de Apocalipsis). La mayoría de los maestros cristianos han pasado por alto este evangelio. Durante la tribulación, el anticristo, quien se opondrá a toda religión, perseguirá tanto a los cristianos como a los judíos. Cristo considerará a esos cristianos perseguidos como Sus hermanos. Debido a esta persecución, un ángel será enviado a proclamar el evangelio eterno. El evangelio eterno es completamente diferente del evangelio de gracia. El evangelio de gracia es predicado para arrepentimiento y fe en el Señor Jesús, mientras que el evangelio eterno dirá que el hombre debe temer a Dios y adorarle. No tocará el asunto del arrepentimiento ni requerirá fe. Por el contrario, debido a que el anticristo se declarará a sí mismo Dios, erigiendo una imagen de sí mismo y obligando a los hombres a adorarla, el evangelio eterno les dirá a los hombres que adoren a Dios, el Creador de los cielos, la tierra y el mar, y no rindan culto a la imagen del anticristo. Además, el evangelio eterno mandará que teman a Dios, porque el anticristo estará conduciéndolos a perseguir y matar al pueblo de Dios. Aquellos que maten al pueblo de Dios, deberán saber que Dios los vengará. Por lo que, deben todos temer a Dios.

  La Biblia dice que Cristo como hombre, fue designado por Dios para juzgar a los vivos y a los muertos (Hch. 17:31; 2 Ti. 4:1). Cristo juzgará a los vivos cuando regrese. Esto se llevará a cabo antes del milenio. Además de los judíos y los cristianos, ha habido durante los siglos una enorme cantidad de incrédulos, muchos de los cuales ya habrán muerto para cuando el Señor regrese a la tierra. No obstante, un buen número estarán vivos cuando El regrese, y éstos serán las naciones. Cuando Cristo regrese, ejecutará Su juicio sobre ellos. No los juzgará según la ley de Moisés ni conforme al evangelio de la gracia, sino de acuerdo con el evangelio eterno que se habrá proclamado en los tres años y medio previos a Su venida. En la Biblia, tanto la ley de Moisés como el evangelio de gracia forman la base sobre la cual se ejecutará el juicio de Dios. El evangelio eterno proclamado en Apocalipsis 14 será la base sobre la cual Cristo juzgará las naciones.

  Mateo 25 afirma que cuando Cristo regrese, reunirá a las naciones. Esta porción de la Palabra no se refiere ni a los judíos ni a los creyentes, sino a las naciones. Algunos argumentan que las naciones no pueden ser las ovejas del Señor. Pero el salmo 100 revela que todos habitantes de la tierra son las ovejas del Señor. Así que, ante los ojos del Señor, todos los que viven en la tierra son Sus ovejas. Cuando El regrese, las reunirá a todas ante el trono de Su gloria, y allí llevará a cabo Su juicio sobre ellas, basándose en el evangelio eterno. Conforme a Mateo 25, el Rey juzgará a las naciones dependiendo de la manera en que éstas han tratado a Sus pequeños hermanos. Durante la tribulación los judíos y los cristianos sufrirán intensamente. No tendrán qué comer ni qué vestir; se enfermarán y serán encarcelados. Aquellos que presten oído al evangelio eterno y que teman a Dios y le adoren, ayudarán a los creyentes secretamente, brindándoles ayuda económica o apoyo material. Los que los traten con benevolencia serán considerados como ovejas, pero aquellos que no los traten bien, serán considerados como cabritos. Los cabritos serán echados al fuego eterno, pero las ovejas serán trasladadas al milenio para ser los moradores de la tierra.

  Las primeras seis parábolas tratan varios aspectos relacionados con la iglesia. La parábola de la red [la séptima] habla acerca de la gente mundana. La iglesia es la perla que proviene del mar. Después de que la iglesia ha sido llamada a salir del mar, lo que permanezca en el mar serán las naciones que estarán viviendo en el mundo gentil. Al regresar el Señor, enviará a Sus ángeles a reunir a todos los que estén en el mar. Después de ser reunidos ante el trono de Su gloria, serán separados según la manera en que trataron a los creyentes en la tribulación. Aquellos que los trataron bien serán considerados como ovejas, pero aquellos que los trataron mal, serán considerados cabritos. Los que sean ovejas serán trasladados al reino milenario, el cual fue preparado para ellos desde la fundación del mundo (no antes de la fundación del mundo). Allí estas ovejas serán los ciudadanos del reino venidero. Pero los malos serán echados al lago de fuego eterno. Con esto se concluirá la era.

  Mateo 13 nos presenta un panorama muy claro acerca de todos estos eventos. En este capítulo vemos que las siete parábolas concluirán esta era. El Señor concluirá esta era juzgando a la iglesia de acuerdo con las primeras seis parábolas y juzgando al mundo, las naciones, conforme a la última parábola. En estas parábolas vemos todos los aspectos de los misterios del reino de los cielos. Con esta clara visión ante nosotros, sabemos en dónde nos encontramos y adónde vamos. También sabemos dónde se encuentran los incrédulos y cuál será su destino.

VII. EL TESORO QUE CONTIENE COSAS NUEVAS Y VIEJAS

  Al final de este capítulo el Señor dio una parábola adicional en el versículo 52, donde dice: “Y les dijo: Por eso todo escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es semejante a un dueño de casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”. Después de presentar las siete parábolas acerca de los misterios del reino, el Señor comparó al escriba que se ha convertido en discípulo, con un dueño de casa que posee un tesoro, un almacén lleno de cosas nuevas y cosas viejas, las cuales no sólo representan el conocimiento nuevo y el conocimiento viejo de las Escrituras, sino también las experiencias de vida en el reino, tanto nuevas como viejas.

  Esta parábola adicional se refiere a un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos. Un escriba era un erudito en el Antiguo Testamento, alguien que conocía los libros de Moisés y de los profetas. En esta parábola el Señor no usa la expresión “que ha creído” sino “que se ha hecho discípulo”. Este erudito se había convertido en discípulo del reino de los cielos. Anteriormente era un erudito de la dispensación del Antiguo Testamento, pero se convirtió en discípulo del reino de los cielos, lo cual significa que se hizo discípulo de la nueva economía de Dios. Anteriormente conocía la economía antigua de Dios, pero llegó a ser discípulo de la nueva economía de Dios. Por esta razón el escriba es comparado con un dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas. Cuando lo nuevo se pone con lo viejo, tenemos lo valioso. El apóstol Pablo era esta clase de persona, a saber: un escriba del Antiguo Testamento que un día se convirtió en discípulo de la economía neotestamentaria de Dios. De manera que Pablo podía sacar de su tesoro las cosas viejas y las nuevas. Esto lo hizo apto para escribir el libro de Hebreos. En este libro Pablo presenta muchas de las cosas viejas, interpretándolas de acuerdo con las cosas nuevas.

  El Señor, al dar esta parábola, tomaba en cuenta la posibilidad de que algunos de los que lo escuchaban fueran escribas y no solamente pescadores como Pedro, Juan, Jacobo y Andrés. El Señor Jesús es muy sabio. Al inicio de la economía nueva, El tuvo que ir a Galilea a encontrar pescadores incultos, pero después de que la era había cambiado, se necesitaban algunos eruditos para profundizar todos los misterios del reino. Aunque aquellos galileos escucharon al Señor hablar de los misterios, ellos no eran escribas. Ni Pedro ni Juan mencionaron muchas cosas del Antiguo Testamento en sus escritos. Pero Pablo no era un pescador galileo, sino un escriba que se había hecho discípulo del reino. Por lo tanto, tenía acumulado un rico tesoro, un rico almacén.

  El recobro del Señor necesita no sólo a los pescadores galileos incultos, sino también a los escribas. Después de que el Señor habló las parábolas del reino a los pescadores galileos, añadió otra parábola relacionada con el escriba que se había convertido en discípulo del reino de los cielos. Es como si el Señor dijera: “Vosotros los pescadores galileos debéis escuchar esto. No sois adecuados para llevar a cabo la economía de Dios del Nuevo Testamento. Sois útiles para introducir el cambio, pero después de que el cambio haya ocurrido, no seréis muy adecuados. Se requieren algunos escribas, alguien como Saulo de Tarso quien estudió a los pies de Gamaliel”. Aquí podemos ver la sabiduría del Señor. Jóvenes, tienen que ir a las mejores universidades y sacar un título; así se harán escribas. Hoy día el Señor no sólo necesita a los pescadores galileos para producir un cambio en la era, sino también a los escribas.

  Cuando los discípulos oyeron estas parábolas referentes a los misterios del reino, ellos deben de haberse sentido muy felices y deben de haber pensado: “¡Aleluya, nosotros los pescadores galileos conocemos todos los misterios del reino!” Pero el Señor debe de haber dicho: “Vosotros estáis muy felices, pero Yo aun necesito algunos escribas y ninguno de vosotros lo sois. Pedro, tú serás bueno para el día de Pentecostés, para echar la red y pescar una gran cantidad de personas, pero después de que muchos hayan sido traídos a la iglesia, ¿cómo los cuidarán? Vosotros los pescadores galileos no tenéis la habilidad para llevarlo a cabo. Necesito algunos escribas llenos de conocimiento, algunos escribas que se han hecho discípulos en Mi economía. Tales escribas podrán echar mano de las cosas nuevas y viejas, tanto de su conocimiento como de su experiencia”. Ya que Pablo había avanzado en la religión, pudo escribir la Epístola a los Gálatas, pero Pedro no podía escribir algo así. Esto lo confirma la palabra de Pedro en su segundo libro (2 P. 3:15-16). Quizá él fuera el campeón pescador al echar la red, pero no tenía un conocimiento profundo de la religión judía. No conoció los libros de Levítico y Salmos tan bien como Saulo de Tarso. Así que todos los pescadores galileos fueron subyugados por la parábola del escriba. Si aplicamos esta parábola a Pablo, podremos ver la riqueza del tesoro que él poseía. De su tesoro él pudo sacar doctrinas y experiencias nuevas y viejas. Espero que algunos de los jóvenes se conviertan en escribas. En el recobro del Señor hoy necesitamos tanto a los pescadores como a los escribas.

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