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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Mateo»
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Mensaje 43

LA SENDA QUE CONDUCE A LA GLORIA

(2)

  En este mensaje llegamos a Mt. 14:14-21, donde se relata la alimentación milagrosa de la multitud realizada por el Señor en el desierto.

II. LA MULTITUD SE ENCONTRABA EN GRAN ESCASEZ

A. En un árido desierto al caer la tarde

  A menudo, después de haber experimentado nosotros algún rechazo, nos hemos sentido felices y liberados. Pero después de experimentar esa liberación, nos damos cuenta de que estamos en gran escasez y que no tenemos ni aun de qué alimentarnos; en efecto, carecemos de lo necesario para vivir. Esa era la verdadera situación de la multitud que siguió al Señor hacia el desierto.

  Creo firmemente que aquellos que siguieron al Rey celestial hacia el desierto disfrutaban felices la compañía del Señor. Debe haber sido tanto su gozo que se olvidaron aun de comer. El versículo 15 dice: “Al caer la tarde, se acercaron a El los discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya avanzada; despide a las multitudes, para que vayan a las aldeas y compren para sí alimentos”. Pedro pudo haber sido uno de los que tomaron la iniciativa de recordar al Señor que se encontraban en el desierto, que la hora era ya avanzada, y que las multitudes necesitaban comer algo. El pudo haber sido el que sugirió al Señor que despidiera a las multitudes hacia las aldeas para que compraran alimentos para sí mismos. Es como si los discípulos le dijeran: “Señor, ¿no ves que ya la hora es avanzada? No retengas más a las multitudes aquí; despídelas”. ¿No era ésa una buena idea proveniente de un buen corazón? Los Pedros de hoy tienen un buen corazón. En la vida de iglesia los de buen corazón siempre hacen propuestas. No sea uno de estos Pedros.

B. Debemos aprender a suplir las necesidades de los demás

  Al leer el libro de Mateo debemos prestar atención a la secuencia de sus doctrinas. Muchos lectores toman a Mateo como un libro de cuentos o historias, pero no es un libro de historias sino de doctrinas. Por lo tanto, lo que el Señor dijo en el versículo 16 es muy significativo: “No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer”. Los discípulos pidieron al Señor que despidiera a las multitudes para que éstas pudieran ir a comprar alimentos, pero el Señor les contestó que dieran ellos de comer a las multitudes. El concepto de los discípulos fue pedirle a la gente que hiciera algo, lo cual es el principio de la ley. Pero el concepto del Señor es dar a la gente algo para disfrutar, lo cual es el principio de la gracia. Lo que los discípulos propusieron estaba completamente basado en el principio de la ley.

  En el versículo 16 el Señor Jesús puso fin a las preguntas de los discípulos. Los evangelios relatan varias ocasiones en que el Señor puso fin a las palabras de Pedro. En efecto, Pedro tenía mucha experiencia al respecto. Sobre el monte, cuando él sugirió edificar tres tiendas, Dios le calló. Cuando Pedro dijo a los que recolectaban el impuesto para el templo, que su Maestro sí pagaba los impuestos, el Señor puso fin a su presunción. El Señor Jesús siempre callaba a los de buen corazón. Si usted no es una de estas personas, el Señor nunca lo callará. Pero si lo es, prepárese, pues El lo callará. Su buen corazón tiene que ser regulado por el Señor, porque es natural. El Señor Jesús corrigió a los discípulos, diciendo: “Dadles vosotros de comer”. El Señor parecía estar diciendo: “No pidáis a las multitudes que hagan algo para obtener algo. Eso es la ley. Ustedes deben darles algo de comer, lo cual es la gracia. No estoy aquí como Moisés diciendo a la gente que tiene que hacer algo para obtener algo. Yo soy Jesucristo, y vine a traer la gracia. Yo siempre doy algo a la gente. La ley vino por medio de Moisés, pero la gracia vino por medio de Mí. Por lo tanto, vosotros debéis dar a las multitudes algo de comer. Vosotros los discípulos estáis completamente equivocados, porque todavía estáis bajo la ley diciéndoles a los demás que ellos tienen que hacer ciertas cosas. ¿Tiene hambre la gente? Ciertamente la tiene; lo sé muy bien. A propósito no atendí esa necesidad, para exponeros. Unicamente esperé a que cayera la tarde para que vosotros mismos os expusierais. Si Yo hubiera hecho algo respecto a vuestra necesidad, vosotros nunca hubierais sido expuestos”. A menudo tenemos esta clase de situaciones en el recobro del Señor. El Señor deliberadamente permite que ciertas cosas agoten la paciencia de los creyentes que viven por su vida natural. Sin embargo, los que se guían por su buen corazón no pueden sobrellevar esto; a menudo, minutos antes de que el Señor haga algo, hacen una sugerencia. Si hubieran esperado un momento más, su insensatez no habría sido expuesta. Por lo tanto, debemos sacudirnos de las regulaciones y los mandamientos de la ley, y en cambio aprender de la gracia, a ejercitarla y a dar a los demás conforme al principio de la gracia.

  Cuando el Señor Jesús les dijo que dieran algo de comer a las multitudes, los discípulos respondieron: “No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces” (v. 17). Cuando estamos a punto de ejercitar la gracia, nos damos cuenta de que no tenemos nada. Si simplemente dictamos órdenes a los demás, no nos daremos cuenta de cuán pobres somos. Tal vez uno piense que es muy listo y se diga a sí mismo: “¡Qué listo soy! Nadie más ha notado que la tarde ha caído, pero yo estoy en todo. Aun le puedo dar instrucciones a Jesús. En el recobro del Señor yo soy el más inteligente; puedo decirles a los demás lo que deben hacer. Conozco el momento y la situación, sé lo que debo decir y hacer; lo sé todo. Incluso sé cómo dirigir al Señor Jesús”. Sin embargo, cuando el Señor nos pida que ejercitemos la gracia, diremos: “Ahora entiendo que cuando estoy bajo la ley, estoy ciego y no veo mi condición. Bajo la ley mi pobreza no es expuesta. Pero ahora que el Señor Jesús habló una palabra de gracia y me pidió que yo les diera de comer, esta palabra de gracia expone mi pobreza. Inmediatamente me doy cuenta de que no tengo nada, que sólo tengo una boca para dar órdenes. Puedo dar órdenes e instrucciones, puedo enseñar, pero no tengo nada que compartir”. La ley no nos expone de esta manera, pero siempre que estamos a punto de proceder con gracia, nuestra pobreza es expuesta. Nos damos cuenta de que no tenemos nada que dar a otros, ni aun para nosotros tenemos suficiente alimento.

  ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros! No pensemos que ésta es simplemente una historia de la ocasión cuando el Señor alimentó a cinco mil hombres con sólo cinco panes y dos peces, sin contar a las mujeres y niños. Quizá le parezca a usted muy familiar la historia de este milagro, pero tal vez le falte revelación o entendimiento acerca de su contenido. Sin embargo, hoy estamos bajo la iluminación del Señor. Todos somos Pedros. Cuando creemos que sabemos qué hacer, y que podemos decir a otros lo que hagan, somos Pedros y estamos bajo la ley. No vivimos bajo la gracia, pues alguien así siempre dice: “Señor, no tengo nada que dar; hay una gran necesidad, pero yo no puedo suplirla. Entiendo que éste es el tiempo de la gracia y no de la ley; sin embargo, no tengo nada que dar. La gracia me expone”. ¿Se encuentra usted bajo la ley o bajo la gracia? Si está bajo la ley, seguirá pensando que tiene algo de qué estar orgulloso, ya sea su inteligencia, su visión previsora, su conocimiento o su habilidad para dar instrucciones a otros. Pero cuando el Señor lo ubica bajo Su gracia, serán expuestas su pobreza y su incapacidad, y usted tendrá que admitir que no tiene nada que ofrecer, ni nada con que alimentarse a sí mismo. Aquí vemos claramente los principios fundamentales de la ley y de la gracia.

C. Los discípulos ofrecen al Rey celestial todo lo que tienen

  El Señor, al referirse a los panes y los peces del versículo 17, dijo en el versículo siguiente: “Traédmelos acá”. Debemos presentarle al Señor todo lo que tenemos para que se convierta en una gran bendición para muchos otros. Frecuentemente el Señor utiliza lo que le ofrecemos para suplir la necesidad de muchos otros. De esta manera también hoy en día El abastece las necesidades de Sus seguidores.

  Aunque usted diga que no tiene nada que ofrecer al Señor, al menos se tiene a usted mismo. ¡Gloria al Señor que todos podemos darnos a El! Tal vez no tengamos más que un pobre y desagradable yo, pero al menos eso podemos darle a El. Incluso una persona enferma puede darse al Señor. Démosle a El lo que somos y tengamos, pues El requiere nuestra consagración. Si conservamos lo que tenemos, no será nada. Pero si lo que tenemos en nuestra mano lo depositamos en la mano del Señor, se convertirá en una gran bendición. Consagrémonos al Señor y ofrezcámosle lo que tenemos. Entonces el Señor tendrá la manera de bendecir a mucha gente, y nosotros estaremos incluidos en esa bendición.

  Todos debemos ver la doctrina revelada en esta porción de la Palabra. La doctrina consiste en que no debemos estar bajo la ley, sino bajo la gracia. La gracia expone nuestra pobreza e incapacidad. Pero aun así, tenemos algo que ofrecer al Señor, nosotros mismos. No importa cuán poco tengamos, debemos ofrecérselo a El. Si depositamos en Sus manos lo que tenemos, El lo convertirá en una gran bendición.

D. El Rey celestial suple toda necesidad con Su bendición milagrosa

1. Alimenta a las multitudes

  El versículo 19 dice: “Entonces mandó a las multitudes recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a las multitudes”. Que el Señor alimentara a la gente significa que El les ministró el suplir de vida. Al ordenar que las multitudes se recostaran sobre la hierba las puso en orden. Esto exhibe la sabiduría del Señor y Su carácter ordenado. Al levantar los ojos al cielo, el Rey celestial indicó que Su origen era Su Padre celestial. Luego El bendijo los panes y los peces, y los partió, lo cual indica que cualquier cosa que traigamos al Señor debe ser partida para que sea una bendición a otros.

  El Señor parte todo lo que se consagra a El. Esto significa que después de que nos consagremos al Señor, El nos partirá. Sin embargo, muchos de nosotros hemos orado: “Señor, ten misericordia de mí, no me partas. Señor, Tú sabes que mi esposa me está partiendo en pedazos. Presérvame entero y sálvame de la mano cortante de mi esposa”. Cierta cantidad de hermanas también han orado pidiendo ser liberadas de la mano cortante de sus esposos. Pero cuanto más uno ora de esta manera, más quebranto experimentará. Sin embargo, nosotros nos parecemos más al hule que al pan. Es fácil quebrar el pan pero no así el hule. Por lo tanto, con respecto a nosotros el quebrantamiento no es suficiente, por lo que en ocasiones el Señor tiene que cortarnos. No estoy bromeando, pues conozco mi propio caso. Así que, todo lo que usted es y todo lo que tiene debe ser ofrecido al Señor. Si lo hace así, en la mano del Señor nada permanecerá entero, sino que todo será partido. El Señor partirá todo lo que sea puesto en Sus manos. Si no somos partidos, nuestra consagración no significa nada y no es eficaz. Nuestra consagración sólo funciona cuando somos partidos por el Señor.

  Después de que el Señor partió los panes, se los dio a los discípulos. Los panes provinieron de los discípulos, quienes los trajeron al Señor. Después de que el Señor bendijo y partió los panes, los devolvió a los discípulos a fin de que los repartieran a las multitudes, para quienes los panes llegaron a ser una gran satisfacción. Esto indica que los discípulos no eran la fuente de la bendición; sólo eran los canales que usó el Señor, quien es la fuente de la satisfacción del hombre. El pan partido fue pasado a los discípulos, y éstos lo distribuyeron a las multitudes. Este pan partido se convirtió en la satisfacción para todos los que tenían hambre, y trajo una gran bendición. El principio sigue siendo el mismo hoy. Sin duda hemos experimentado una gran bendición en el recobro del Señor en este país. No obstante, debemos comprender que esto se debe a que algunos santos queridos se ofrecieron a sí mismos al Señor. En la mano del Señor, estos queridos han sido partidos, y esos pedazos partidos han traído la bendición.

2. En resurrección

  Juan 6:9 nos dice que los cinco panes eran de cebada. La cebada tipifica al Cristo resucitado (Lv. 23:10). Así que, los panes de cebada representan a Cristo en resurrección como nuestro alimento. Mientras que los panes provienen de la vida vegetal, que representa el aspecto generador de la vida de Cristo, los peces forman parte de la vida animal, que representa el aspecto redentor de la vida de Cristo. Para saciar nuestra hambre espiritual necesitamos la vida generadora de Cristo, así como Su vida redentora. Ambos aspectos son simbolizados por cosas pequeñas: los panes y los peces. Esto indica que en esta era el Rey celestial vino a Sus seguidores no como un gran Rey para reinar sobre ellos, sino como pequeñas porciones de comida que los alimentaría.

3. Sobra el alimento

  El versículo 20 dice: “Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas”. El hecho de que sobraran doce cestas llenas de pedazos indica no sólo que el Cristo resucitado es ilimitado e inagotable, sino también que la provisión que el Señor nos da es abundante y más que suficiente para suplir todas nuestras necesidades. Los cinco panes y los dos peces saciaron cerca de cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y niños (v. 21). Es posible que sea muy poco lo que le ofrecemos al Señor, pero la bendición será grande, y el excedente será mayor que lo que ofrecimos. Lo que ofrecemos al Señor no se agota; por el contrario, El lo utiliza para bendecir abundantemente a muchos, tanto que habrá excedente, y el resultado será un testimonio de la obra maravillosa del Señor. En esta narración del milagro, la intención del Espíritu Santo en Su inspiración es mostrar que en realidad, lo que los seguidores del Rey celestial necesitan es el debido alimento que satisfaga su hambre. Ni los discípulos de Cristo ni las multitudes que le seguían sabían esto. Pero el Rey celestial sí lo sabía y obró de modo milagroso para que vieran claramente su verdadera necesidad y la provisión que El les daría para satisfacerla. Lo único que les faltaba era la vida de resurrección, la cual satisfaría su hambre espiritual, como se presenta en este milagro.

  Lo que hizo el Rey celestial indica claramente que El abastece las necesidades de Sus seguidores mientras ellos lo siguen en este mundo que los rechaza. Esto concuerda con lo que El dijo en la constitución celestial, con respecto a que la gente del reino no debe preocuparse por lo que ha de comer (Mt. 6:31-33).

  Al seguir al rechazado Rey celestial debemos pasar a través de muchos tipos de rechazo. Después de experimentar esos rechazos, estaremos en escasez y tendremos necesidades. Pero no debemos preocuparnos ni estar ansiosos por ellas porque el Señor se encarga de ellas, aunque nos encontremos a una hora avanzada en un lugar desierto. El Señor tiene la manera de suplir nuestras necesidades. Simplemente depositemos en Sus manos todo lo que seamos o tengamos, permitamos que El quiebre lo que le hemos dado, y dejemos que la ofrenda partida alimente a los hambrientos. Si hacemos esto, obtendremos satisfacción, y aun habrá excedente.

  Lo que el Rey rechazado realizó en Mateo 14:14-21 no fue un simple milagro de alimentar a la gente. El milagro aquí indica que Cristo, como el Rey rechazado, tiene el adecuado, suficiente y rico suministro de vida para Sus seguidores. El no sólo suple nuestras necesidades físicas y materiales, sino que también proporciona la provisión de vida que satisface nuestra hambre espiritual. Muchos de nosotros podemos dar testimonio de que después de pasar a través del rechazo entramos a una situación en la que tenemos escasez. No obstante, el Señor nos cuidó y suplió todo lo que necesitábamos. Con el tiempo aprendimos a no preocuparnos más por nuestro suministro material, sino por el suministro de vida que satisface nuestra hambre espiritual. Mientras seguimos al rechazado Rey por la senda hacia la gloria, podemos dar testimonio de que disfrutamos la provisión de vida, y por otra parte alimentamos a otros. Y después de este disfrute, todavía quedan doce cestas llenas de la provisión de vida.

  Ahora podemos proclamar que este camino es realmente bueno. Aunque aquí tenemos rechazo y escasez, El es nuestro suministro de vida. El suple nuestras necesidades físicas y nos proporciona el rico suministro de vida, aun con excedente, para satisfacer nuestra necesidad espiritual. Por lo tanto podemos decir: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. “No sólo estamos sin escasez, sino que somos ricos, somos saciados, y todavía nos quedan doce cestas llenas. En El hallamos el suplir material y la provisión de vida. Mientras le seguimos, incluso en el desierto, le disfrutamos como la fuente de la provisión. De manera que no tenemos temor de nada. Porque el Señor se encuentra con nosotros, no habrá escasez. En tanto que tengamos Su presencia, todo estará bien. Le damos la bienvenida al rechazo y, en cierta manera, aun le damos la bienvenida a la escasez, porque le tenemos a El. Nuestra necesidad le proporciona una excelente oportunidad de hacer algo por nosotros.

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