Mensaje 45
(4)
A medida que seguimos al Señor por la senda que conduce a la gloria, experimentamos rechazo, escasez, y tormentas en el mar. Después de esto, enfrentamos las acusaciones de parte de la religión. En este mensaje veremos la manera en que el Señor dominó las acusaciones de los religiosos tradicionales (Mt. 15:1-20).
Mt. 15:1-2 dice: “Entonces vinieron a Jesús de Jerusalén unos fariseos y escribas, diciendo: ¿Por qué Tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan”. Aunque el Señor había abandonado a los fanáticos religiosos que lo habían rechazado, ni aun así cesaron de causarle problemas. Ellos venían a El de su centro religioso, Jerusalén, a fin de criticarlo. Sin embargo, esta actitud de crítica proporcionó al Señor la oportunidad de revelar la verdad acerca de la limpieza genuina (vs. 10-11, 15-20). Los escribas y fariseos preguntaron al Señor Jesús por qué Sus discípulos transgredían la tradición de los ancianos. Esto revela que al seguir al Señor los discípulos no guardaban las tradiciones; sólo les importaba la presencia del Rey celestial, y nada más.
Los ancianos a que se refiere el versículo 2 no eran los ancianos dirigentes del pueblo, sino las personas de antigüedad, aquellos de las generaciones anteriores. En el pasado, algunos de los que proclamaban llevar una vida para Dios tenían ciertas prácticas, las cuales con el tiempo se convirtieron en las tradiciones que observaban los judíos cuando el Señor Jesús estaba en la tierra. Por ejemplo, una de las prácticas adoptada por estos ancianos era lavarse las manos siempre que comían. Cuando el Señor Jesús vino a la tierra, ésta era una tradición, pero no era un mandamiento bíblico. Ningún mandamiento de Dios podría convertirse en una tradición porque la palabra de Dios es siempre fresca. Por el contrario, una tradición es algo inventado o iniciado por el hombre.
Algunos de nuestros opositores han dicho que nos deberíamos volver a la llamada iglesia histórica y seguir sus prácticas tradicionales. Recientemente, un grupo de cristianos fundamentalistas publicó un artículo diciendo que todos los cristianos deberían regresar a la iglesia histórica. Sin embargo, la iglesia histórica ha adoptado muchas prácticas que no son escriturales, y ha tomado decisiones acerca de asuntos que no tienen ningún fundamento bíblico. Veamos por ejemplo la adoración a María, la cual fue sancionada por el Concilio de Efeso. Existen más tradiciones en el cristianismo de hoy que las que existían en el judaísmo en el tiempo en que el Señor Jesús estaba en la tierra. Las tradiciones son muy prevalecientes en la cristiandad de hoy. La tradición de celebrar la Navidad es un ejemplo de ello. Un crítico aseguró que el origen de la Navidad no es pagano. Incluso negó el hecho de que el árbol de Navidad sea de origen pagano. Ciertamente el árbol de Navidad es pagano, maligno e instrumento de idolatría. No puede haber ninguna reconciliación entre el testimonio viviente del Señor y la iglesia tradicional. La razón por la que hoy enfrentamos oposición es porque somos los discípulos que en la actualidad seguimos al Señor sin guardar dichas tradiciones.
El versículo 3 dice: “Respondiendo El les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por causa de vuestra tradición?” Los judíos fanáticos acusaron a los discípulos del Señor diciendo que habían quebrantado su tradición, pero el Señor los condenó a ellos por quebrantar el mandamiento de Dios a causa de su tradición. Ellos prestaban atención a su tradición, pero no hacían caso del mandamiento de Dios. En principio, hoy en día la gente religiosa hace lo mismo. La Iglesia Católica Romana y la mayoría de las denominaciones protestantes invalidan la Palabra de Dios por causa de sus tradiciones.
En el versículo 4 el Señor añadió: “Porque Dios dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’; y: ‘Quien hable mal de su padre o su madre, que muera’ ”. Aquí el Señor no sólo condenó a los fariseos y los escribas por haber invalidado la palabra de Dios por causa de su tradición, sino que al hacerlo también dejó implícito que el hombre debe honrar a sus padres. Dios, en Su gobierno entre los hombres, ha ordenado que el hombre honre a sus padres. De los Diez Mandamientos, éste es el primero que Dios dio con respecto a las relaciones humanas (Ex. 20:12). No obstante, la naturaleza caída del hombre siempre le incita a no hacer caso a sus padres, es decir, a rebelarse contra el gobierno de Dios. Para hacer que el hombre regresara al gobierno de Dios, el Señor como el Rey celestial recalcó que el hombre debe honrar a sus padres. Esto corresponde a Su palabra en la constitución del reino de los cielos con respecto al cumplimiento de la ley (5:17-19). Así que, también el apóstol Pablo recalcó este asunto contundentemente (Ef. 6:1-3; Col. 3:20). Nosotros, el pueblo del reino, debemos honrar a nuestros padres sin buscar pretextos para no hacerlo, como los judíos fanáticos lo hacían. Presentar cualquier excusa indica que no estamos bajo el gobierno celestial, sino que vivimos según nuestra naturaleza caída y seguimos la corriente rebelde de la generación actual.
En el encuentro que el Señor Jesús tuvo con los fariseos, el Señor no prestó atención a las tradiciones de ellos. Por el contrario, les refirió la palabra de Dios. En principio, sucede lo mismo hoy en día. Los hombres continúan invalidando la palabra de Dios por causa de sus tradiciones, y nosotros somos acusados por no guardar tales tradiciones. Recientemente uno de nuestros opositores torció el significado de 1 Tesalonicenses 5:23, un versículo que habla de las tres partes del hombre: el espíritu, el alma y el cuerpo. El dijo que en este versículo la palabra griega traducida como “y” podría también traducirse “aun”. Pero si utilizamos “aun” para traducir la conjunción griega en este versículo, el espíritu, alma y cuerpo serían iguales entre sí. Esto sería como si un doctor afirmara que las piernas de una persona fueran lo mismo que su estómago y el estómago que el corazón. ¡Qué clase de médico charlatán sería éste! En la cristiandad muchos continúan insistiendo en las tradiciones, y en las llamadas iglesias tales tradiciones son muy prevalecientes. Pero el Señor ha levantado Su recobro para regresar a la Palabra pura. No nos interesan las tradiciones, enseñanzas ni prácticas de los hombres. Esto ha ofendido a muchos, por lo que hemos sido acusados de dañar la “iglesia”. Pero la “iglesia” que se nos acusa de perjudicar no es realmente la iglesia, sino la iglesia tradicional, las denominaciones y las sectas.
¡Gloria al Señor por la narración de Mateo 15! Todos los aspectos de dicha narración coinciden con nuestra situación actual. El Señor Jesús y Sus seguidores fueron acusados por los religiosos tradicionalistas, al igual que nosotros hoy somos acusados por los que se aferran a la religión. Al contestar a los que acusaban a Sus discípulos, el Señor parecía decir: “Vosotros fariseos acusáis a Mis discípulos de quebrantar vuestras tradiciones. Pero necesitáis ver que vosotros mismos habéis quebrantado los mandamientos de Dios por causa de éstas, y lo seguís haciendo”. De esta manera el Señor los trajo de regreso a la Palabra pura, mostrándoles la diferencia entre los mandamientos de Dios y las tradiciones de los hombres. Es lo mismo que sucede hoy en día. Nosotros somos acusados de no seguir la iglesia histórica, esto es, de no seguir las tradiciones. Nosotros contestamos que debemos volver a la Palabra pura y no prestar atención a las tradiciones de la iglesia histórica. En los diferentes concilios y credos de la iglesia histórica no encontramos ninguna mención de los siete Espíritus. Esto significa que si seguimos el concepto tradicional de la Trinidad, descuidaremos los siete Espíritus. Los que nos critican dicen: “Ustedes no honran a los concilios antiguos que formularon los credos relacionados con la Trinidad”. Nuestra respuesta es: “Nosotros no seguimos los credos porque son enseñanzas y tradiciones de los hombres. En cambio, hemos regresado a la Palabra pura de Dios. En la Biblia encontramos más de lo que los credos incluyen, porque la Biblia habla de los siete Espíritus. ¿En sus credos se encuentra alguna palabra acerca de los siete Espíritus?” Este es simplemente un ejemplo de la diferencia que existe entre el recobro del Señor y el cristianismo tradicional. La razón de esta diferencia es porque el recobro se basa completamente en la Palabra pura, mientras que la cristiandad está llena de tradiciones.
En los versículos 7 y 8 el Señor Jesús dijo: “¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: ‘Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de Mí’”. El gobierno celestial del reino requiere una realidad interna, y no simplemente una práctica exterior, pues toca la verdadera condición del corazón, y no la expresión de los labios. La tradición de los fariseos era externa, pero al Señor le interesaba más la realidad interior. En la actualidad, algunos religiosos se oponen a nosotros porque a ellos les interesan las prácticas externas. No conocen la vida interior ni las verdades subjetivas. Ellos afirman que, ya que Cristo está en los cielos no puede morar en nuestro interior, sino que únicamente tiene un representante en nosotros, el Espíritu Santo. Esto indica que ellos no tienen al Cristo subjetivo, solamente al Cristo objetivo. Pero nosotros del recobro del Señor tenemos tanto al Cristo objetivo como al subjetivo. Aquellos que enseñan que Cristo sólo tiene un representante en nosotros dicen esto porque creen que en la Deidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres entidades separadas. Ellos insisten en que como el Hijo está en los cielos, no es posible que se encuentre en nosotros. Aquellos que argumentan esto en realidad son triteístas. Ellos creen en el uno en tres pero no en el tres en uno. Sin embargo, en la Biblia no hay ningún indicio de que los tres de la Deidad están separados. Por el contrario, el Señor Jesús le dijo a Felipe: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?” (Jn. 14:10). En este mismo versículo el Señor continuó diciendo: “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras”. Este versículo revela que cuando el Hijo habla, el Padre trabaja.
En Juan 7:29 dice: “Yo le conozco, porque de El procedo, y El me envió”, y Juan 15:26 declara: “Pero cuando venga el Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de realidad, el cual procede del Padre, El dará testimonio acerca de Mí”. La preposición griega traducida “de” en estos versículos y en Juan 6:46, significa “de y con”. El Hijo no sólo es enviado del Padre, sino también de y con el Padre. En Juan 15:26 el Señor dijo que El enviaría al Espíritu del Padre y con El. De acuerdo con el concepto humano, el Espíritu es enviado del Padre mientras el Padre permanece en los cielos. Sin embargo, el Espíritu de realidad es enviado por el Hijo, no sólo desde el Padre, sino también con el Padre. El Consolador viene del Padre y con el Padre. El Padre es la fuente, y cuando este Espíritu viene de la fuente, no la deja atrás, sino que viene con ella. Este Espíritu, enviado por el Hijo, viene con el Padre y da testimonio del Hijo. Los tres de la Deidad son tres en uno. El Padre, el Hijo y el Espíritu no son tres Dioses separados, sino el único Dios. Esta es la interpretación correcta del Dios Triuno conforme a la Palabra pura de Dios. No obstante, aquellos que se aferran al concepto tradicional de la Trinidad, en realidad tienen tres Dioses.
Aquellos que dicen que Cristo no está en nosotros no pueden experimentarle subjetivamente. ¿Cómo podrían ellos experimentarle de modo subjetivo si no creen que Cristo hoy es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu? Como ellos carecen de esta experiencia subjetiva de Cristo, nos acusan de ser heréticos. Además, ellos niegan el hecho revelado en 2 Pedro 1:4, que los creyentes son participantes de la naturaleza divina. Ellos enseñan que en este versículo la expresión “naturaleza divina” no significa naturaleza divina sino “virtud divina”. También dicen que tener la naturaleza divina equivale a ser Dios mismo. Por lo tanto, nos acusan de enseñar la evolución hacia Dios. Ciertamente nosotros aseguramos tener la naturaleza divina, porque nacimos de nuestro Dios. ¡Qué ridículo sería decir que un hijo no tiene la naturaleza de su padre! Debido a que nacimos del Padre divino, ciertamente tenemos Su vida y naturaleza. Pero esto no significa que seamos Dios o que estemos en proceso de serlo. De acuerdo con la Palabra pura de Dios también decimos que la iglesia hoy es la manifestación de Dios en la carne (1 Ti. 3:15-16). Debido a que declaramos esto conforme a la Biblia, de nuevo somos acusados de hacernos a nosotros mismos Dios, y de enseñar que el creyente evoluciona hasta convertirse en Dios. En realidad se nos acusa de pretender que la iglesia sea el cuarto componente de la Deidad. ¡Cuán maligna es esta acusación!
En octubre de 1977 llevamos a cabo una conferencia internacional en Taipei. Desde enero de ese año empecé a buscar la dirección del Señor acerca del tema que debía hablar durante esa conferencia. Para el primero de octubre aún no estaba seguro de cuál sería el tema. Cuando me preguntaron al respecto simplemente dije: “No sé”. Pero el 2 de octubre de ese año, en una gran congregación, se dio un mensaje en contra del recobro. Muchos de los hermanos y hermanas que habían asistido a esa reunión nos dieron un informe del asunto. Al escucharlo, yo inmediatamente supe que debía hablar acerca de la necesidad de experimentar subjetivamente a Cristo. Comprendí que aquellos que se oponían a nosotros no sabían nada acerca de esta clase de experiencia. A ellos les interesaba únicamente el conocimiento y la doctrina objetiva de la Biblia, de Cristo, y de la iglesia. Así que, recibí la carga de decir a todas las iglesias representadas en la conferencia, que nuestra mayor necesidad es experimentar a Cristo de una manera subjetiva.
El problema que existía entre los fariseos y el Señor Jesús y Sus seguidores se debía a que a los fariseos sólo les importaba su tradición, sus rituales y sus prácticas externas, tales como el lavarse las manos. A ellos no les interesaba nada que fuera una realidad interior. Por lo tanto, el Señor Jesús los llevó hacia el asunto interno del corazón. Es como si el Señor les dijera: “No os preocupéis por esta práctica externa de lavaros las manos. La suciedad que urge que sea limpiada se encuentra dentro de vosotros”. De la misma manera hoy en el recobro del Señor no tenemos interés en las cosas externas sino en la realidad interior.
En 1968 muchos santos de Los Angeles fueron motivados a bautizarse. Como resultado fui acusado por muchos opositores de enseñar a los santos a que se bautizaran de nuevo. Pero yo no se lo enseñé. No obstante, me sentí feliz de ver que los santos querían sepultarse de nuevo en las aguas del bautismo debido a que sentían que habían envejecido espiritualmente. Indudablemente esto es mucho mejor que asistir a un casino. Unos cristianos de Hong Kong jugaban Mah-Jongg, y sus pastores no los condenaban por ello. Pero cuando algunos de entre nosotros se introdujeron en las aguas para sepultar el yo, los pastores dijeron que esto era herético. Hoy muchos de aquellos que se bautizaron en esa ocasión continúan muy dedicados al Señor. Al Señor le interesa la realidad interior y no la práctica exterior. Para aquellos que criticaron a los que se bautizaron de nuevo yo digo: “Los hijos de Israel cruzaron el Mar Rojo, lo cual es un claro tipo del bautismo (1 Co. 10:1-2). Pero más tarde también cruzaron el río Jordán. ¿No fue ese otro bautismo? Los hijos de Israel tenían que cruzar el río Jordán porque se habían vuelto viejos. Si después de que cruzaron el Mar Rojo hubieran sido fieles al Señor y entrado a la buena tierra, no habrían tenido necesidad de cruzar el Jordán, pero por causa de su incredulidad y de los años que vagaron por el desierto, habían envejecido. De manera que tuvieron necesidad de sepultar su vejez y ser renovados por medio de cruzar el río Jordán. Doce piedras quedaron sepultadas en el fondo del río para representar el viejo Israel, y sacaron doce piedras del río y las pusieron en la tierra, para simbolizar al Israel renovado. Sí, ustedes fueron bautizados hace algunos años, pero desde ese tiempo han estado vagando por el desierto, de manera que necesitan ser sepultados y renovados”. Al Señor no le interesan los rituales ni las regulaciones externas; a El sólo le interesa la realidad interior.
Ya que al Señor sólo le interesa la realidad interior, no estamos muy preocupados por la manera externa de llevar nuestras reuniones. No importa mucho si la reunión es ruidosa o quieta. Lo que realmente nos interesa es que experimentemos a Cristo de modo subjetivo, es decir, que obtengamos la realidad interior. Es un asunto insignificante si nuestras manos están sucias; es la condición de nuestras partes internas la que nos interesa.
El versículo 8 dice: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de Mí”. Aquellos que siguen las tradiciones tal vez honren al Señor exteriormente, con sus labios, pero su corazón está lejos de Dios. Si uno sigue las prácticas tradicionales, parece que lo hace para Dios, pero en realidad el ser interior de muchos de los que siguen dichas tradiciones, no es para Dios. ¿Cree usted que la mayoría de los que festejan la Navidad lo hacen para Dios? Aparentemente puede parecer así, pero en realidad, en la práctica de la Navidad su corazón está lejos de El. Ellos tienen la apariencia, pero no la realidad. Sus labios confiesan externamente, pero su corazón se encuentra lejos del Señor. En el recobro del Señor sólo hablamos con la realidad interior. Si no tuviéramos realidad, nuestra condición sería lastimosa. La tradición es un asunto de los labios solamente, sin ninguna realidad en el corazón.
El versículo 9 dice: “Pues en vano me rinden culto, enseñando mandamientos de hombres como enseñanzas”. Esto revela la posibilidad de que cierto culto a Dios sea rendido en vano. La causa principal de esto es tomar por enseñanzas mandamientos de hombres. Tenemos que adorar a Dios conforme a Su palabra, la cual es la verdad. Muchos de los que condenan nuestras reuniones por ser tan ruidosas no aman a Dios. Repito, a los ojos de Dios la realidad interior vale más que la apariencia externa; no depende de lo que digamos sino de lo que seamos. Veamos los llamados cultos cristianos en los cuales se presentan cantos interpretados por jóvenes atractivas ataviadas con reducidas faldas. ¿En dónde se encuentra el corazón de muchos de los oyentes? Tal vez en la fornicación. ¿Por qué estas melodías no son cantadas por damas mayores en lugar de estas atractivas jóvenes? ¿Con esto se adora genuinamente a Dios? ¡No! En efecto, es una abominación para nuestro santo Dios. Sin embargo, nuestra reunión ruidosa no es una abominación para El. Hagamos un gozoso ruido para el Señor (Sal. 100:1) que brote de nuestro espíritu. Nos gusta gritar: “¡Gloria al Señor! ¡Amén! ¡Jesús es el Señor!” No prestamos atención a la apariencia externa; lo que nos interesa es la realidad interior.
En el versículo 11 el Señor dijo que “no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre”. En el reino de los cielos no son las cosas materiales las que contaminan, sino los asuntos morales. Las cosas materiales no tienen ningún efecto sobre la norma celestial, pero los asuntos morales sí lo tienen. Las cosas malignas que salen del corazón son una prueba de que uno no está bajo la norma celestial.
En el versículo 13 el Señor dijo: “Pero respondiendo El, dijo: Toda planta que no plantó Mi Padre celestial, será desarraigada”. Con estas palabras el Rey celestial indica que los fariseos hipócritas no habían sido plantados por el Padre celestial. Por haber rechazado al Rey celestial fueron desarraigados del reino de los cielos.
El versículo 14 dice: “Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guía al ciego, ambos caerán al hoyo”. Los fanáticos arrogantes y justos en su propia opinión creían conocer la manera de servir a Dios, sin darse cuenta de que eran ciegos guías de ciegos. Tenían los ojos velados por sus tradiciones religiosas; así que no pudieron ver la realidad de la economía de Dios y por eso no pudieron entrar en el reino de los cielos. Su ceguera los llevó a caer en el hoyo.
Aquellos que siguen las tradiciones son ciegos guías de ciegos. Esto es cierto hoy en día. Muchos opositores son también ciegos guías de ciegos. Tal vez declaren que conocen la Biblia, pero en realidad están completamente ciegos. Así que, ellos guían a otros a la ceguera. Siento tristeza por todos aquellos que están siendo engañados. Apelo a su conciencia y les hago esta pregunta: ¿Pueden negar que hay cierta cantidad de realidad en el recobro del Señor? En el recobro se les ha brindado ayuda genuina para que puedan experimentar y disfrutar a Cristo de manera subjetiva. Creo que todos ustedes pueden dar testimonio desde su conciencia de que nunca antes y en ningún otro lugar recibieron tanta ayuda con respecto a disfrutar a Cristo. No obstante, algunos siguen oponiéndose a nosotros, por lo cual han perdido la bendición y el disfrute. Como dijo el Señor Jesús, estos líderes ciegos no fueron plantados por el Padre, pero aunque no fueron plantados por Dios, pretenden que así fue. Por su ceguera, insensatez, charlatanería y error serán desarraigados.
Una vez más nos encontramos siguiendo el mismo camino tomado por el Señor Jesús y Sus discípulos. Ellos sufrieron el rechazo, experimentaron escasez, encararon la tormenta en el mar, y fueron acusados por los que se aferraban a su tradición y su religión. Lo mismo sucede con nosotros hoy en día, lo cual es la senda que conduce a la gloria.