Mensaje 57
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Los eventos presentados en el capítulo veintiuno se llevaron a cabo durante la última semana en que el Señor vivió sobre la tierra (Jn. 12:1). En este período El se presentó a los hijos de Israel para ser examinado minuciosamente.
Hemos visto que el Señor no fue por última vez a Jerusalén con el propósito de trabajar, sino de entregarse a Sí mismo a los que lo sacrificarían. En la sección que abarca desde Mt. 21:23 hasta Mt. 22:46 éstos pusieron a prueba al Señor y le examinaron. De acuerdo con Éx. 12, el cordero de la pascua debía ser examinado durante cuatro días completos. Según el calendario de los judíos, cuatro días podían ser considerados como seis días, ya que una fracción de un día era contada como un día completo. Así que, Mateo dice que Cristo ascendió al monte de la transfiguración después de seis días, pero Lucas dice que fue después de ocho días (Mt. 17:1; Lc. 9:28). Cristo, durante la última semana de Su vida, fue examinado por seis días, y luego fue crucificado en el día de la Pascua. Esto indica que El era el verdadero Cordero de la Pascua, y que el cordero de Exodo 12 era únicamente un tipo de El.
Primeramente el Señor fue examinado por los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo. Mateo 21:23 dice: “Cuando entró al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a El mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad?” Los principales sacerdotes representan el poder religioso, y los ancianos, el poder civil. Estos dos poderes se unieron para poner a prueba a Cristo, quien estaba ante ellos como el Cordero de la Pascua para ser examinado por los hijos de Israel. Estos líderes judíos preguntaron al Señor acerca del origen de Su autoridad, y quién se la había dado. El Señor Jesús no les contestó directa, sino indirectamente al hacerles otra pregunta.
En los versículos del 24 y 25 leemos la respuesta del Señor: “Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también Yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?” Esta fue una pregunta difícil de contestar para los principales sacerdotes y para los ancianos. Si ellos hubieran dicho que el bautismo de Juan era del cielo, el Señor les habría preguntado por qué no le habían creído, pero si decían que era de los hombres, tenían temor de la multitud, porque todos tenían a Juan por profeta.
Los principales sacerdotes y ancianos le dijeron al Señor Jesús que no sabían si el bautismo de Juan era del cielo o de los hombres (v. 27). Su respuesta era falsa. Los niños a menudo mienten diciendo que ellos no saben, pues es la mejor manera que tienen para escapar de un castigo. Nadie enseña a los niños a mentir de esta forma; lo hacen por naturaleza. De manera que, los principales sacerdotes y los ancianos actuaron como niños mintiendo al decir que no sabían.
El versículo 27 dice: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas cosas”. Esto indica que el Señor Jesús sabía que los líderes judíos no querían decirle lo que sabían; así que El tampoco les iba a contestar. Ellos le mintieron al decir: “No sabemos”. Pero el Señor sabiamente les habló la verdad, exponiendo la mentira que dijeron y evitando su pregunta. De esta manera el Señor Jesús pasó la primera prueba, y no hallaron ningún defecto en El.
Después de que el Señor Jesús hubo actuado con los principales sacerdotes y con los ancianos en dicha manera tan sabia, El les dio una parábola acerca de un hombre que tenía dos hijos (vs. 28-32). En esta parábola el padre dijo al primer hijo que fuera a trabajar en Su viña. Al principio el hijo se rehusó, pero después, arrepentido, se fue a trabajar. El padre dijo al segundo de la misma manera, y el hijo dijo que sí, iría, pero no fue. El Señor Jesús entonces preguntó a los que le escuchaban que cuál de los dos hijos había hecho la voluntad del padre. Cuando ellos le contestaron que el primero, el Señor les dijo: “De cierto os digo, que los recaudadores de impuestos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (v. 31).
En Lucas 15:1-2 y 11-32, el Señor comparó a los líderes del judaísmo con el hijo primogénito, y a los recaudadores de impuestos y los pecadores con el segundo hijo; pero aquí invirtió la comparación. Esto indica que los judíos eran los primogénitos de Dios (Ex. 4:22) y que tenían la primogenitura. No obstante, debido a la incredulidad de ellos, la primogenitura pasó a la iglesia, la cual ha llegado a ser el primogénito de Dios (He. 12:23). Así que, lo dicho por el Señor aquí implica un cambio de primogenitura. En la economía de Dios la primogenitura le fue quitada a Israel y dada a otro pueblo compuesto de los que habían sido salvos, es decir, los pecadores y los recaudadores de impuestos. Esto quiere decir que la primogenitura de Dios fue transferida de Israel a la iglesia.
El versículo 32 dice: “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los recaudadores de impuestos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle”. El Señor parecía estar diciendo: “Vosotros los principales sacerdotes y ancianos sois el segundo hijo. Aparentemente vosotros obedecéis a Dios, pero en realidad lo desobedecéis. A los ojos de Dios, los pecadores, los recaudadores de impuestos y las prostitutas son mucho mejores que vosotros, pues ellos sí recibieron la predicación de Juan el Bautista. Debido a que ellos recibieron el camino de justicia presentado por Juan, entrarán al reino de los cielos, pero vosotros seréis dejados fuera”. Esto significa que la primogenitura fue quitada a Israel, y dada a pecadores salvos, arrepentidos y perdonados, quienes constituyen la iglesia.
El versículo 32 habla del camino de justicia. El Evangelio de Mateo, el libro que habla del reino, subraya la justicia, porque la vida del reino exige una justicia rigurosa, la cual debemos buscar (5:20, 6; 6:33). Juan el Bautista vino por el camino de esta justicia, y el Señor Jesús estuvo dispuesto a ser bautizado por Juan para cumplir dicha justicia (3:15).
En los versículos del 33 al 46 el Señor sigue adelante con otra parábola sobre la transferencia del reino de Dios. El versículo 33 dice: “Había un hombre, dueño de casa, el cual plantó una viña, la cercó con un seto, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos viñadores, y se fue al extranjero”. El dueño de casa es Dios, la viña es la ciudad de Jerusalén (Is. 5:1), y los viñadores son los líderes de los israelitas (Mt. 21:45).
Cuando el dueño de casa envió a sus siervos a los viñadores para que recibieran los frutos, los viñadores los golpearon y los mataron (vs. 34-36). Esos siervos o esclavos eran los profetas enviados por Dios (2 Cr. 24:19; 36:15). Los que fueron golpeados, matados y apedreados según se menciona en el versículo 35, fueron los profetas del Antiguo Testamento (Jer. 37:15; Neh. 9:26; 2 Cr. 24:21), quienes sufrieron tales persecuciones.
Después, el dueño de casa envió a su propio hijo. El hijo, por supuesto, era Cristo. Cuando los viñadores vieron al hijo, dijeron entre sí: “Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad” (v. 38). Esta frase indica que los líderes judíos, queriendo mantener su posición falsa, tenían envidia de Cristo debido a los derechos que El tenía. Así que, “tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron” (v. 39). Esto se refiere a la crucifixión de Cristo, la cual tuvo lugar fuera de la ciudad de Jerusalén (He. 13:12).
Los versículos 40 y 41 dicen: “Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos viñadores? Le dijeron: A esos malvados los destruirá miserablemente, y arrendará la viña a otros viñadores que le paguen el fruto a su tiempo”. El versículo 41 se cumplió cuando el príncipe romano, Tito, y su ejército destruyeron Jerusalén en el año 70 d. de C. Los otros viñadores mencionados en este versículo eran los apóstoles.
En el versículo 42 el Señor Jesús dice: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos?” La piedra aquí es Cristo, con quien se construye el edificio de Dios (Is. 28:16; Zac. 3:9; 1 P. 2:4), y los edificadores son los líderes judíos, quienes debían construir el edificio de Dios. En este versículo el Señor dijo que la piedra rechazada por los edificadores ha venido a ser la piedra angular, (gr., cabeza del ángulo). Cristo no sólo es la piedra del fundamento (Is. 28:16) y la piedra cimera (Zac. 4:7), sino también la piedra angular.
El versículo 43 dice: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que produzca los frutos de él”. El reino de Dios ya estaba allí entre los israelitas, pero el reino de los cielos sólo se había acercado (3:2; 4:17). Esto comprueba que el reino de los cielos es diferente del reino de Dios. En este versículo el Señor dice que el reino de Dios sería dado a otra nación, la cual es la iglesia.
La primera parte del versículo 44 dice: “Y el que caiga sobre esta piedra se despedazará”. Esto se refiere a los judíos incrédulos quienes tropezaron con Cristo y fueron despedazados (Is. 8:15; Ro. 9:32).
La parte final del versículo 44 dice: “Y sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja le esparcirá”. Esto se refiere a las naciones, los gentiles, a quienes Cristo herirá y desmenuzará cuando regrese (Dn. 2:34-35). Para los creyentes, Cristo es la piedra del fundamento, Aquel en quien confían (Is. 28:16); para los judíos incrédulos, El es la piedra de tropiezo (Is. 8:14; Ro. 9:33); y para las naciones, El será la piedra que las hiere.
Al final de esta parábola, el Señor Jesús indicó que el reino sería quitado de Israel y dado a la iglesia, y además hizo referencia al edificio de Dios. Muy pocos cristianos hoy entienden bien la importancia y el significado del edificio de Dios. Aunque uno haya estado en el cristianismo por años, y haya oído que Cristo es el Hijo de Dios, el Salvador y el Redentor, tal vez incluso que El es su vida, es probable que nunca haya oído que Cristo es también la piedra con que Dios construye Su casa. Como hemos indicado, El fue la piedra rechazada por los edificadores. Los líderes judíos deben haber quedado asombrados al oír que Cristo era una piedra. Al hablar con ellos acerca de la viña, dándoles a entender con esto que El era el hijo del dueño de la viña, Cristo finalmente se refirió a Sí mismo como la piedra rechazada por los edificadores. Hoy difícilmente podemos encontrar algún cristiano que tenga el concepto de que nuestro Salvador es una piedra para el edificio de Dios.
En Hechos 4:10 y 11 Pedro se refirió a Jesucristo de Nazaret como la piedra rechazada por los edificadores. Luego, en el versículo 12 él dijo: “Y en ningún otro hay salvación; por- que no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Los cristianos a menudo citan Hechos 4:12 al predicar el evangelio, pero raramente, si acaso alguna vez, le muestran a la gente que Cristo no es sólo el Salvador, sino también la piedra. El hecho de que el Salvador sea una piedra denota que la salvación que Dios nos otorga tiene como fin el edificio de Dios. El Salvador se relaciona con la salvación, pero la piedra tiene que ver con la edificación. Sin embargo, los cristianos de hoy no han visto este asunto adecuadamente. Lo que Dios quiere hacer en la tierra no es simplemente cultivar una viña, sino construir un edificio. En los días antiguos la nación de Israel era una viña, pero hoy la iglesia no es simplemente una viña, sino también un edificio. La iglesia es la labranza que produce materiales para el edificio de Dios (1 Co. 3:9). Todo lo que esta labranza produce es para el edificio. Aunque este asunto ha sido descuidado tanto por los judíos como por los cristianos, en estos últimos días hemos sido iluminados para que esta verdad pueda ser recobrada. Ahora sabemos que Cristo no solamente es el Salvador, sino también la piedra.
En el estudio-vida de Apocalipsis vimos que Cristo es el León-Cordero-piedra. El es el León que trae la victoria, el Cordero que realiza la redención, y la piedra con que se produce el edificio. En cierto sentido, tanto los judíos como los cristianos entienden el significado de la redención. Pero ellos no han avanzado lo suficiente para poder ver qué es el edificio. Los cristianos de hoy simplemente no se dan cuenta de que Cristo es una piedra. En el versículo 42 el Señor dijo que la piedra, y no el Salvador, es rechazada por los edificadores. Finalmente, en resurrección, esta piedra rechazada llega a ser la piedra o cabeza del ángulo. Podemos ver esto claramente en Hechos 4, un capítulo que se ocupa de la resurrección de Cristo.
La piedra del ángulo es la piedra que une los muros. Como la piedra del ángulo, Cristo une a los judíos y a los gentiles. Por medio de Cristo como la piedra del ángulo, los judíos creyentes y los gentiles creyentes son edificados juntamente para formar así un solo edificio para Dios. Así que, Cristo no es solamente la piedra del fundamento que soporta el edificio, sino también la piedra angular que une los dos muros principales.
En el versículo 44 vemos que Cristo no sólo es la piedra de la edificación, sino también la piedra de tropiezo. Todo aquel que cae sobre esta piedra es despedazado. En Romanos 9:32 Pablo dice que los judíos “tropezaron en la piedra de tropiezo”. Los judíos quienes han rechazado al Señor Jesús han tropezado en esta piedra y han sido completamente despedazados.
En el versículo 44 el Señor también dice que esta piedra caería sobre ciertas personas y las desmenuzaría como el polvo. De manera que, el Señor es también la piedra que herirá y desmenuzará a los gentiles. Daniel 2:34 y 35 dice: “Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno”. Estos versículos indican que cuando Cristo venga por segunda vez, El será una piedra cortada no por mano, cayendo de los cielos sobre la gran imagen. Daniel 2:35 también dice: “Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra”. La gran imagen representa los poderes mundanos desde Babilonia hasta los diez reinos del Imperio Romano restaurado, los cuales existirán en la época del regreso de Cristo. El será la piedra que herirá y luego dispersará a todas las naciones desmenuzadas como el polvo. Luego, él llegará a ser un gran monte, esto es, el reino de Dios sobre la tierra.
Por consiguiente, Cristo es una piedra para tres categorías de personas: para los creyentes El es la piedra con la cual se produce el edificio de Dios; para los judíos que le rechazan El es la piedra de tropiezo; y para los gentiles El es la piedra que les hiere. Si uno cree en El, El será para éste la piedra del fundamento para edificación. Si uno es un judío que le rechaza y tropieza en El, le experimentará como la piedra de tropiezo y será quebrantado por El. Y si uno es un gentil incrédulo que pelea contra Dios, le conocerá un día como la piedra que hiere, porque El le herirá, le desmenuzará y le esparcirá como el polvo que arrebata el viento.
Cristo es para nosotros los creyentes la piedra del fundamento sobre la cual edificamos. Pero ¿cuánta edificación hemos experimentado realmente? A pesar de que somos creyentes y de que Cristo es la piedra de edificación, es posible que no tengamos mucha edificación. Algunos creyentes genuinos incluso han tropezado en Cristo. Por un lado, ellos creen en Cristo, pero por otro, dicen que no pueden seguir el camino de Cristo, e incluso le rechazan. En otras palabras, tropiezan en El. De manera que, en lugar de ser edificados por Cristo, han tropezado en El. Además, algunos creyentes genuinos han sido desmenuzados por Cristo y esparcidos como el polvo. Es raro encontrar creyentes genuinos que verdaderamente hayan sido edificados juntos. Tal edificación no se halla en el cristianismo actual. Si uno la busca en el catolicismo, sólo encontrará abominaciones y fornicación en vez de edificación. Tampoco podemos encontrar una verdadera edificación en las denominaciones. Por el contrario, el cristianismo de hoy está lleno de tropiezos y derrotas. Es verdad que muchos han sido conducidos al Señor en el catolicismo y en las denominaciones. Pero después de venir al Señor fueron dañados. En lugar de ser edificados, tropezaron o fueron heridos.
Necesitamos examinarnos a nosotros mismos y preguntarnos cuánto de la edificación genuina se halla entre nosotros. Mateo fue el único entre los cuatro escritores de los evangelios en presentar una descripción clara de Cristo como la piedra. Su relato es muy completo. En ninguna otra porción de la Biblia podemos encontrar a Cristo presentado como la piedra con Sus tres aspectos: la piedra del fundamento, la piedra de tropiezo, y la piedra que desmenuza. Mateo presenta estos aspectos de Cristo en relación con el reino.
La iglesia es el pulso vital del reino. Esto quiere decir que así como nuestro cuerpo muere cuando el pulso se detiene, así el reino depende absolutamente de la iglesia. De igual manera la iglesia depende de la edificación. Si no hay edificación, no existe la vida de iglesia práctica. La vida de iglesia no es simplemente un asunto de reunirse juntos o de tener algo de comunión. En cualquier localidad que estemos necesitamos ser edificados. Por esto, debemos disfrutar y experimentar a nuestro Cristo como la piedra. El no es solamente la piedra del fundamento para soportarnos, sino también la piedra angular para unirnos. En El y por El somos edificados juntos.
Sin esta edificación la iglesia sería completamente vana, y sin la iglesia el reino no tendría vida. La iglesia es la vida misma del reino, y la realidad de la iglesia es la edificación. ¡Cuánto necesitamos experimentar a Cristo como la piedra de la edificación! El es el elemento que constituye el edificio, la vida misma del edificio. El hecho de que Cristo es nuestra vida no sólo trae la victoria, sino sobre todo realiza la edificación. Los partidarios de la vida interior han hablado mucho acerca de Cristo como la vida victoriosa, pero yo nunca he escuchado a ninguno de ellos dar un mensaje diciendo que Cristo es la vida que edifica. El no sólo es la vida victoriosa, sino también la vida que efectúa la edificación. Si uno simplemente experimenta a Cristo como la vida que le lleva a vencer, su experiencia aún no es completamente adecuada. Es imprescindible seguir adelante para experimentar la vida edificadora de Cristo. Finalmente, Cristo es vida en nosotros con el fin de construir el edificio de Dios. Uno puede ser victorioso pero carecer de edificación. Necesitamos ser edificados. Cuando somos edificados, tenemos la realidad de la vida de iglesia, y entonces ésta será el pulso vital del reino. Es así como tendremos la realidad de la vida del reino.
Repito que la iglesia es realidad del reino, y que la realidad de la iglesia es la edificación. En otras palabras, el reino depende de la iglesia, y la iglesia depende de la edificación. Necesitamos considerar hasta qué grado hemos experimentado a Cristo como la piedra de edificación. Yo creo que en los días venideros el Señor nos mostrará mucho más acerca de la edificación. Esta edificación está estrechamente relacionada con el nuevo hombre. Por un lado, el nuevo hombre fue creado, pero por otro, el nuevo hombre está siendo edificado. A fin de tener el nuevo hombre, necesitamos experimentar a Cristo como la piedra de edificación.
Después de esta revelación tan maravillosa, los líderes judíos procuraban capturar al Rey celestial con el propósito de matarlo (vs. 45-46). Esto indica que ellos, como edificadores, rechazaron por completo a Cristo como la piedra del edificio de Dios.