Mensaje 60
Después de que el Señor fue examinado y probado por los líderes religiosos, con Su sabiduría El los hizo callar. Finalmente llegó el tiempo cuando no les habló nada más. En el capítulo veintitrés tenemos la palabra final que el Señor les dio. En este mensaje estudiaremos las cosas por las cuales el Señor reprendió a los judíos religiosos y el momento en que El abandonó Jerusalén y el templo.
Al reprender a los judíos religiosos, el Señor principalmente los amonestó por su hipocresía (Mt. 23:1-12).
En los versículos 2 y 3 el Señor dice: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan, hacedlo y guardadlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”. Los escribas y fariseos enseñaban al pueblo acerca de la ley, pero ellos mismos no practicaban sus propias enseñanzas. Por esta razón, el Señor les dijo a Sus discípulos que hicieran todo lo que los fariseos dijeran, porque sus palabras eran en conformidad con la Biblia. Sin embargo, les advirtió que no los imitaran, porque actuaban hipócritamente.
El versículo 4 dice: “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”. Los escribas y fariseos ponían la carga de la ley sobre otros, pero ellos no estaban dispuestos a mover ni un dedo para levantarla.
En el versículo 5 el Señor añadió: “Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres”. Los escribas y fariseos actuaban para mostrar una apariencia externa ante los demás. Ellos hacían esto movidos por su orgullo y porque buscaban alabanzas de los hombres.
El versículo 5 dice a continuación: “Pues ensanchan sus filacterias, y alargan los flecos de sus mantos”. Las filacterias son pequeñas cajas de cuero que contienen partes de la ley escritas en pergamino. Según Deuteronomio 6:8 y 11:18, los judíos las portaban sobre la frente y sobre el brazo izquierdo. Los escribas y fariseos las ensanchaban y las consideraban como amuleto. También las alargaban con el propósito de exhibir cuánto amaban, seguían y guardaban la ley. Esto revela su gran preocupación por mantener una buena apariencia ante los demás.
La ley requería que los israelitas hicieran flecos en los bordes de sus vestidos, con un cordón azul. Los flecos indicaban que su conducta (tipificada por el vestido) era regulada por el gobierno celestial (indicado por el cordón azul), y debían servir de recordatorio para que guardaran los mandamientos de Dios (Nm. 15:38-39). Los escribas y los fariseos alargaban los flecos, aparentando que guardaban los mandamientos de Dios y que eran regulados por ellos a un grado sobresaliente. Hacían esto para glorificarse a sí mismos.
El versículo 6 dice que los escribas y los fariseos “aman el lugar de honor en los banquetes, y los primeros asientos en las sinagogas”. Esto indica que ellos disfrutaban sentirse superiores a los demás y que ambicionaban ser grandes entre el pueblo.
El versículo 7 indica que ellos amaban “las salutaciones en las plazas, y que los hombres los [llamaran] Rabí”. Los escribas y fariseos amaban ser reverenciados por el pueblo en los lugares públicos, y también disfrutaban que les llamaran “Rabí”, un título de honor que significa maestro o amo.
La conducta de los escribas y fariseos contrasta con la humildad del pueblo del reino. Los ciudadanos del reino deben ser todo lo contrario de estos líderes religiosos. Por ejemplo, en el versículo 8 el Señor dice: “Pero vosotros no seáis llamados Rabí; porque uno es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos”. Esto indica que Cristo es nuestro único maestro y amo. El versículo 9 dice: “Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos”. Este versículo revela que Dios es nuestro único padre. Todos nosotros tenemos un Padre celestial, y ése es Dios mismo. En el versículo 10 vemos que Cristo es nuestro único líder, guía, instructor y director. Este versículo dice: “Ni seáis llamados preceptores; porque uno es vuestro Preceptor, el Cristo”. La palabra griega traducida “preceptores”, también puede traducirse “guías, “maestros” o “dirigentes”. En los versículos 11 y 12 vemos que los más grandes entre nosotros deben ser nuestros servidores, y que todo el que se enaltezca a sí mismo será humillado, y el que se humille, será enaltecido. Así que, el que se enaltezca será humillado, y el que se humille será enaltecido.
En Mateo 23:13-26 el Señor pronunció ocho ¡ayes! sobre los escribas y fariseos. En el capítulo cinco tenemos nueve bienaventuranzas, pero aquí tenemos ocho ¡ayes!, o lamentos.
El versículo 13 dice: “Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando”. Los fariseos cerraban el reino de los cielos, porque ni entraban ellos mismos ni permitían que otros entraran. En el cristianismo actual algunas personas se comportan de la misma manera. Ellos no tienen el deseo de entrar en el reino de los cielos, y a la vez no permiten que aquellos que desean entrar, lo hagan. La mayor parte de la oposición que se levanta contra nosotros no proviene de los incrédulos, sino de cristianos devotos que intentan frustrar a los que desean seguir este camino. A los ojos del Señor ésta es la más sutil de las oposiciones.
El versículo 14 dice: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, mientras, por pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación”. Mientras ellos pretendían hacer largas oraciones, devoraban las casas de las viudas.
El versículo 15 dice: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, le hacéis dos veces más hijo de la Gehena que vosotros”. Esto también sucede actualmente. He observado que en el Oriente Lejano los católicos hacen prosélitos de algunos budistas dando por resultado que éstos vienen a ser dos veces más hijos del infierno que ellos mismos.
El versículo 16 dice: “¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, queda obligado”. Su ceguera es expuesta aquí. En el versículo 17 el Señor añade: “¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?” Santificar el oro es hacerlo santo en cuanto al lugar en que se ubica, trayéndolo de un lugar común a uno santo. El templo es más santo que el oro ya que es el templo el que santifica al oro. La santificación tiene dos aspectos. Aquí vemos que el oro es santificado por el templo. Esta es una santificación que se basa en un cambio de posición, y no en un cambio de naturaleza. Tal vez el oro estuvo una vez en el mercado. Cuando estaba allí era común y no santo, es decir, que no estaba apartado para Dios. Pero cuando el oro fue tomado de allí e introducido en el templo, fue santificado en cuanto a su posición por estar en el templo. Anteriormente era oro común con un valor comercial; pero ahora es oro santificado en el templo de Dios. Aunque la posición del oro ha cambiado, su naturaleza sigue siendo la misma, y por eso decimos que está santificado en cuanto a su posición.
El principio es el mismo con respecto al altar y a la ofrenda mencionados en los versículos 18 y 19. La santificación de las ofrendas por estar sobre el altar es también una clase de santificación posicional. La santificación de las ofrendas se efectúa al cambiar la ubicación de tales ofrendas, llevándolas de un lugar común a un lugar santo. Ya que el altar es mayor que las ofrendas, el altar santifica dichas ofrendas. Por ejemplo, cuando un cordero estaba en el rebaño, era un cordero común y ordinario, es decir, que no estaba apartado para Dios ni santificado. Pero una vez que era ofrecido sobre el altar, el altar santificaba el cordero para Dios. Sin embargo, tal como en el caso del oro, la naturaleza del cordero continúa siendo la misma. Solamente su posición objetiva era cambiada. Anteriormente se encontraba entre el rebaño; pero ahora se halla sobre el altar de Dios. Este tipo de santificación tiene que ver con donde se halla uno, pero no afecta su propia naturaleza. Pero la santificación mencionada en Romanos 6 tiene que ver con la persona interior; afecta nuestra naturaleza, nuestro ser interior.
En los versículos del 20 al 22 el Señor dice que el que jura por el altar, jura por éste y por todo lo que se encuentre en él; y que el que jura por el templo, jura por él y por Aquel que lo habita; y que el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Dios mismo, quien está sentado sobre el trono.
Los versículos 23 y 24 contienen el quinto ¡ay!. Los escribas y fariseos diezmaban la menta, el anís y el comino, pero dejaban a un lado los asuntos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. El Señor les dijo que ellos eran unos guías ciegos que colaban el mosquito, y tragaban el camello.
Los versículos 25 y 26 dicen: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis el exterior del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapiña y desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero el interior del vaso y del plato, para que también su exterior quede limpio”. Los escribas y fariseos se preocupaban solamente por lo exterior. Este fue el caso también en el capítulo quince. Aunque ellos se lavaban las manos, interiormente estaban llenos de robo y excesos. Los hurtos se relacionan con el amor al dinero, y los excesos, o sea, la falta de moderación, tienen que ver con la concupiscencia. Así que, aunque los escribas y fariseos se limpiaban externamente, interiormente estaban llenos de amor al dinero y de concupiscencia.
Los versículos 27 y 28 dicen: “¿Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a tumbas blanqueadas, que por fuera se muestran hermosas, mas por dentro están llenas de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”. Los fariseos eran semejantes a sepulcros. ¿Había usted pensado alguna vez que las personas caídas son como sepulcros? Exteriormente, pueden parecer muy bellas y justas, pero por dentro están llenas de huesos de muertos y de toda inmundicia, esto es, llenos de hipocresía e iniquidad.
Entre los versículos del 29 al 36 tenemos ocho ayes. El versículo 29 dice: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis las tumbas de los profetas, y adornáis los sepulcros de los justos”. Los sepulcros o monumentos aquí hacen referencia a las tumbas de los justos. En las afueras de Jerusalén se encuentran muchos monumentos. Los fariseos remodelaban las tumbas de los profetas y las adornaban con el fin de lucirse. El Señor dijo que al hacer esto ellos demostraban ser los hijos de aquellos que mataron a los profetas (v. 31). Así que, el Señor los llamó “serpientes” y “cría de víboras” (v. 33). Según se indica en el versículo 34, los escribas y fariseos más tarde azotaron y mataron a los apóstoles del Nuevo Testamento quienes fueron enviados por el Señor.
El Señor reprendió a los escribas y fariseos presentándoles un cuadro acertado de la religión de hoy. Todo lo que se describe en Mateo 23:1-36 es parecido a la situación actual. Recuerde que esta reprensión se encuentra en el libro acerca del reino. La intención de Mateo ciertamente es subrayar lo negativo con el fin de revelar lo positivo. La vida del reino debe ser todo lo opuesto de lo que vemos en Mateo 23:1-36. El reino debe ser todo lo contrario de lo que se expone en esta vil e infernal descripción. Sólo por la gracia y la misericordia del Señor podemos escapar de la situación descrita en este capítulo. De modo que, todos nosotros debemos orar: “¡Oh Señor, sálvame! ¡Rescátame! Líbrame de esta terrible situación”.
Después de que el Señor hubo sido probado y examinado, y después de reprender a los escribas y fariseos, El abandonó Jerusalén y el templo. En Mateo 23:37-39 el Señor habló una palabra final para Jerusalén. Después de esto, El no tuvo nada más que hacer con ella.
El versículo 37 dice: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!” Jerusalén y sus hijos fueron escogidos por Dios para cumplir Su propósito. Pero cuando Dios les envió Sus profetas, ellos los mataron.
El versículo 37 dice a continuación: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisisteis!” Dios se preocupaba siempre por Jerusalén, como un ave que revolotea sobre sus polluelos (Is. 31:5; Dt. 32:11-12). Así que, cuando el Señor Jesús dijo: “Quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas”, daba a entender que El era Dios mismo. El Señor es como una ave amorosa, revoloteando, empollando sus polluelos. Muchas veces El deseó juntar a los hijos de Israel, pero ellos no quisieron. Mientras el Señor Jesús declaraba esta palabra final a ellos, aún era como una gallina amorosa, abrigándolos con Sus alas para empollarlos como sus polluelos. Pero ellos se rehusaron a reunirse bajo Sus alas.
En el versículo 38 el Señor dijo: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”. Puesto que “casa” está en singular, debe de denotar la casa de Dios, la cual era el templo (21:12-13). Antes era la casa de Dios, pero ahora El la llama “vuestra casa” porque los judíos habían hecho de ella una cueva de ladrones (21:13). Esta profecía corresponde a la de Mateo 24:2, la cual se cumplió cuando Tito y el ejército romano destruyeron Jerusalén en el año 70 d. de C.
De acuerdo con el contexto de toda la Biblia, la casa aquí denota el templo, la única casa, la casa de Dios. Pero ahora la casa de Dios se había convertido en “vuestra casa”, es decir que no era más la casa de Dios, sino una cueva de ladrones. Cuando el Señor estaba purificando el templo, El dijo: “‘Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros estáis haciendo de ella cueva de ladrones’” (21:13).
En tiempos antiguos, según el libro de Ezequiel, Dios abandonó Su templo. Lo mismo sucedía aquí. En el capítulo diez Ezequiel vio en una visión la gloria de Dios dejando el templo. Así que, el templo fue dejado desolado y quedó en las manos de los judíos rebeldes, y finalmente fue quemado y destruido. Aquí en Mateo 23 el Señor una vez más estaba dejando la casa desolada. No mucho tiempo después, el templo fue destruido por el ejército romano bajo el liderazgo de Tito. Así que, Mateo 23:38 corresponde a Mateo 24:2, donde dice que no quedaría piedra sobre piedra. Ambos versículos se refieren a la desolación del templo en Jerusalén. En el tiempo en que el templo fue destruido, no era más la casa de Dios, sino que se había convertido en una casa de rebeldes.
El versículo 39 dice: “Porque os digo que desde ahora no me veréis más, hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” Esta será la segunda venida del Señor, cuando todo el remanente de Israel se convertirá y creerá en El y será salvo (Ro. 11:23, 26). Ezequiel vio la gloria dejando el templo. Esta gloria tipifica al Señor Jesús, quien es la gloria real, la manifestación misma de Dios. Israel no lo verá de nuevo sino hasta que regrese. De acuerdo con Zacarías 12, el remanente de Israel se arrepentirá cuando el Señor regrese. Entonces, ellos le dirán: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”
La palabra del Señor aquí es breve, pero incluye varios eventos, desde la destrucción de Jerusalén hasta la segunda venida del Señor. Aquí El hizo una clara declaración de que El, quien era la misma gloria de Dios, dejaba la nación de Israel, y que ellos no le verían más sino hasta Su regreso. Hace casi 2,estudio-vida-de-biblia/estudio-vida-de-mateo años desde ese tiempo, e Israel aún no ha visto al Señor Jesús. Algunos podrián preguntar: “Significa esto que los judíos no tienen oportunidad de creer en el Señor Jesús?” Individualmente los judíos todavía tienen oportunidad de creer, pero como nación, hoy no tienen esa oportunidad. Como nación Israel está acabada con el Señor. Pero gracias al Señor porque El todavía tiene misericordia de los judíos. Aunque El ha dejado a Israel como nación, la puerta trasera permanece abierta para que los judíos individuos acudan a El. En la actualidad ningún judío tiene la posición como para acercarse a Dios representando a su nación. Pero cuando los judíos sean perseguidos por sus enemigos al final de esta era, ellos clamarán a su Dios. Entonces Cristo descenderá y posará Sus pies sobre el monte de los Olivos, el cual será dividido como las aguas del Mar Rojo. Esto dará oportunidad a los judíos para que escapen de la persecución. En ese tiempo, ellos se arrepentirán ante el Señor y le invocarán; entonces la nación será salva. Esta salvación no será sólo individual, sino que la nación entera será salva. Pero antes del regreso del Señor es imposible que la nación de Israel se arrepienta. Sin embargo, como hemos indicado, los judíos de hoy individualmente tienen oportunidad de arrepentirse y entrar a la gracia de Dios.