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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Mateo»
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Mensaje 65

LA PROFECIA ACERCA DEL REINO

(5)

  Con respecto a la vida cristiana, el Nuevo Testamento revela que primero tenemos que recibir al Espíritu de Dios en nuestro espíritu para ser regenerados; después, debemos crecer. Crecer equivale a ser transformado, y la transformación consiste principalmente en ser renovados en el espíritu de nuestra mente. La transformación y la renovación de la mente dan por resultado que el Espíritu Santo llene nuestra alma. La mente es la parte principal del alma. Ser renovados en el espíritu de nuestra mente equivale a tener nuestra mente llena y saturada del Espíritu. Entonces, el Espíritu que ha impregnado nuestra mente renovará todo nuestro ser. Es así como nuestro ser, o sea, nuestra alma, será saturada del Espíritu y obtendremos la porción adicional de aceite en nuestra vasija.

  Como indicamos en el mensaje anterior, ser regenerados consiste en tener un nuevo nacimiento al recibir el Espíritu en nuestro espíritu, lo cual equivale a tener aceite en nuestra lámpara. Pero tener aceite en la vasija significa tener al Espíritu en nuestra alma, y equivale a crecer en vida, ser transformado, ser renovado en todo nuestro ser y llenar nuestra alma del Espíritu Santo de Dios. Es así como velamos y nos preparamos para la venida del Señor. Así también nos preparamos para ser arrebatados a la presencia del Señor.

D. La parábola sobre la necesidad de ser fieles

  Habiendo ya estudiado la parábola sobre la necesidad de velar (Mt. 25:1-13), procedamos ahora a estudiar en este mensaje la parábola sobre la necesidad de ser fieles (Mt. 25:14-30). La parábola de las vírgenes muestra la necesidad de velar, pero la de los talentos presenta la necesidad de ser fieles.

  Cuando estudiamos el capítulo veinticuatro señalamos que, con respecto a los creyentes, existen dos aspectos: el aspecto de velar y estar preparados, y el de ser fieles y prudentes. Los creyentes experimentan estos dos aspectos debido a que tienen una condición doble: una parte se relaciona con la vida, y la otra, con el servicio. Ningún creyente debe descuidar estos dos aspectos; al contrario, es necesario prestar a ambos la atención debida, a fin de tener una vida y un servicio útiles. En lo que corresponde a la vida, somos vírgenes; en lo que corresponde al servicio, somos esclavos. Esto significa que, en cuanto a velar, somos vírgenes, lo cual se relaciona con lo que somos. Pero en cuanto a ser fieles, somos esclavos, lo cual se relaciona con lo que hacemos.

  Aunque posiblemente nos agrade el término “vírgenes”, quizás no nos guste oír que somos esclavos; no obstante, no sólo somos vírgenes sino también esclavos. Para las vírgenes el Señor es el Novio, pero para los esclavos El es el Amo. De manera que, no solamente nosotros tenemos una condición doble, sino que también el Señor la tiene. Por una parte, El es nuestro Novio adorable, pero por otra, El es nuestro Amo estricto. En ocasiones El es muy apacible para con nosotros, pero otras veces El nos trata de una manera estricta.

  A las vírgenes se les exige algo interno, lo cual es ser llenas del aceite en sus vasijas; pero a los esclavos se les exige algo externo, lo cual es usar el talento espiritual. Ser llenos del Espíritu Santo es el aspecto interno; pero usar el talento, el don espiritual, es el aspecto externo. Como vasos necesitamos interiormente el aceite, y como esclavos necesitamos exteriormente los talentos.

  El aceite que llena la vasija llega hasta el fondo de ésta, o sea que, la renovación y la transformación de nuestro ser se efectúan desde nuestro interior. Hoy la mayoría de los cristianos carecen de esta obra interior; en cambio, muchos cristianos se esfuerzan por mejorar su apariencia exterior. La religión se interesa por la conducta exterior, pero la gracia de Dios se ocupa de llenar nuestro ser con el Espíritu Santo y de transformarnos desde nuestro interior. El aceite interior es muy distinto al maquillaje exterior. El maquillaje cambia de inmediato nuestra apariencia externa, pero el camino que Dios ha establecido consiste en que bebamos del Espíritu y le permitamos llenar nuestro ser. Así, nuestra apariencia ciertamente cambiará, pero el cambio ocurrirá desde nuestro interior. Por ejemplo, si como, bebo y recibo una alimentación nutritiva que llene mi ser, tendré un semblante saludable.

  El hecho de que debemos ser renovados desde nuestro interior no significa que no se requiera cierta actividad exterior. Aquel que recibió cinco talentos los negoció diligentemente y ganó otros cinco. Esto indica que necesitamos tanto la renovación interior como el servicio exterior; es necesario tanto el crecimiento interior como las actividades prácticas. Debemos permitir que este principio deje una impresión profunda en nosotros: en relación al aspecto de vida, tenemos que ser renovados desde nuestro interior; en relación al aspecto del servicio, tenemos que ser muy activos prácticamente. En ocasiones, estamos tan ocupados con las actividades que descuidamos la renovación interior; pero otras veces, nos preocupamos tanto por la vida interior que no trabajamos adecuadamente. Esta condición equivale a ser como una torta no volteada (Os. 7:8). De un lado estamos quemados como el carbón, y del otro lado, estamos crudos; no se puede comer ninguno de los dos lados. Debemos ser como una torta volteada y bien horneada de ambos lados. Si trabajamos mucho, el Señor nos dirá que debemos reposar; pero si descansamos mucho, el Señor nos dirá que debemos trabajar.

1. Un hombre que sale al extranjero

  El versículo 14 dice: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que al irse al extranjero, llamó a sus esclavos y les entregó sus bienes”. Esta parábola de los talentos, tal como la de las diez vírgenes, tiene que ver con el reino de los cielos. Aquí el hombre es Cristo, quien estaba a punto de ir al extranjero, es decir, a los cielos.

2. Entrega sus bienes a sus siervos

  Este versículo dice que el hombre entregó sus bienes a sus esclavos. Los esclavos representan a los creyentes en el aspecto del servicio (1 Co. 7:22-23; 2 P. 1.1; Jac. 1:1; Ro. 1:1). Como hemos visto, la condición de los creyentes en relación a Cristo tiene dos aspectos: en cuanto a vida, son vírgenes que viven para El; en cuanto al servicio, la obra, ellos son los esclavos que El ha comprado y que le sirven.

  Pienso que los bienes que fueron entregados a los esclavos incluyen el evangelio, la verdad, los creyentes y la iglesia. Los creyentes son la herencia de Dios, Su posesión (Ef. 1:18). En Mateo 24:45 vemos que los creyentes son también la casa de Dios, Su familia.

3. A uno da cinco talentos, a otro dos y a otro uno

  El versículo 15 dice: “A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y se fue”. En la parábola de las vírgenes el aceite representa el Espíritu de Dios, mientras que en esta parábola, los talentos representan los dones espirituales (Ro. 12:6; 1 Co. 12:4; 1 P. 4:10; 2 Ti. 1:6). En cuanto a la vida necesitamos el aceite, el Espíritu de Dios, y necesitamos que El nos llene a fin de que podamos vivir como vírgenes para el testimonio del Señor; en cuanto al servicio, la obra, necesitamos el talento, el don espiritual, para ser equipados como buenos esclavos a fin de llevar a cabo la obra que el Señor quiere realizar. Ser llenos del Espíritu en vida nos capacita para usar el don espiritual en el servicio, y el don espiritual en el servicio corresponde a ser llenos del Espíritu en vida, lo cual nos hace miembros perfectos de Cristo.

  El versículo 14 dice que el hombre entregó sus bienes a los esclavos, pero el versículo 15 dice que les dio talentos. Esto indica que los talentos dados (v. 15) son los bienes entregados (v. 14). En otras palabras, el Señor usa Sus bienes como talentos para nosotros. Por ejemplo, el evangelio es una posesión del Señor, pero cuando El nos lo entrega, llega a ser nuestro talento. De igual modo, la verdad es una posesión del Señor, pero cuando El nos la da, llega a ser un talento. Bajo este mismo principio, todos los creyentes son posesiones del Señor. Cuando los creyentes nos son dados, llegan a ser nuestros talentos. Sin los creyentes, mi talento no sería tan grande. Además, la iglesia es la posesión del Señor. Cuando la iglesia nos es dada, ella llega a ser nuestro talento. Cuantas más posesiones nos dé el Señor, más talentos tendremos. De igual manera, cuantas más cargas recibamos del Señor, más talentos tendremos.

  Muchos cristianos saben que en esta parábola los talentos son los dones, pero no se dan cuenta de que las posesiones del Señor son la fuente de donde originan los dones. Hoy las posesiones del Señor consisten principalmente en el evangelio, la verdad, los creyentes y la iglesia. Si usted no se interesa por estos bienes, no poseerá ningún talento. El evangelio tiene que llegar a ser nuestra posesión, al igual que la verdad, los creyentes y la iglesia. Mis talentos no provienen de mi hombre natural; mis talentos son el evangelio, la verdad, los creyentes y la iglesia. Si me quitara todo esto, me quedaría sin nada. Mi talento es tan grande porque no sólo me ocupo del evangelio y la verdad, sino también de miles de creyentes y de cientos de iglesias. Esta es la razón por la que este ministerio ha tenido impacto.

  No deberíamos esperar, de modo indiferente, a que el Señor nos dé algo; más bien, debemos buscar diligentemente el evangelio y la verdad. Debemos estudiar ávidamente y conocer los temas de la caída del hombre, la redención, regeneración, salvación, la limpieza de nuestros pecados por la sangre y el lavamiento del Espíritu. Todos estos son aspectos del evangelio completo. Entre más conozcamos el evangelio, más talentos tendremos. Debemos orar para que el Señor nos ayude a conocer y a experimentar la verdad; debemos experimentar la verdad con respecto a la iglesia, el propósito eterno de Dios y la economía de Dios. De esta manera, tales verdades llegarán a ser nuestros talentos y seremos capaces de ministrarlas a los demás. Al hacer esto, los bienes del Señor se convertirán en nuestros talentos. Además, tenemos que orar: “Señor, quiero cuidar a los santos y sobrellevar sus cargas. Abro mi corazón para recibirlos”. Si tenemos un corazón que pastoree a los santos y sobrellevamos sus cargas, entonces ellos, que son la posesión del Señor, nos serán dados como un talento. ¡Cuán agradecido estoy de que tantos santos y cientos de iglesias han llegado a ser mi talento! Mi ministerio está sólidamente respaldado por todos los santos y todas las iglesias del Lejano Oriente. Si el Señor me envía a otro lugar, contaría también con el apoyo de las iglesias en los Estados Unidos, porque ellas han sido añadidas a mi talento.

  Si desea recibir más talentos, usted debe tener un corazón dispuesto a cuidar de los santos. Por ejemplo, si alguien está desempleado, debería orar por él y sobrellevar sus cargas. Esto sería una demostración de que el Señor le ha dado esa persona a usted como un talento. Sin embargo, si usted no sobrelleva las cargas de los santos ni cuida de ellos, esto quiere decir que ha abandonado los bienes del Señor. Cada santo querido forma parte de las posesiones del Señor. No es un asunto insignificante cuidar de los santos, porque ellos son la posesión del Señor.

  Cuando los bienes del Señor están en Su mano, ellos son Su posesión, pero cuando nos son entregados, estos llegan a ser nuestro talento. Nunca abandone la carga que el Señor le haya dado. No importa si estoy muy ocupado, no puedo despreocuparme de ningún talento recibido, porque hacer esto sería desechar los bienes del Señor. El Señor está llevando a cabo una obra vasta en Su recobro, y para realizar esta labor El necesita que miles de jóvenes se levanten y asuman esta responsabilidad.

  El talento no se refiere a lo que recibimos por nacimiento, sino a una carga recibida de parte del Señor. Cuando usted tome la carga, recibirá el talento. Por ejemplo, si usted toma la carga de una iglesia local, recibirá un talento; pero si toma la carga de cinco iglesias, recibirá cinco talentos. Durante los últimos veintiocho años, más de doscientos ochenta iglesias han sido edificadas bajo este ministerio. Recientemente, cuando fui acusado y criticado, pregunté al Señor si este ministerio estaba mal o no. En Su respuesta, El me indicó que la forma de conocer el árbol es por su fruto. El me dijo que viera cuántas iglesias había establecido y edificado este ministerio. No obstante, si somos ambiciosos, la ambición matará los talentos.

4. Da a cada uno conforme a su capacidad

  Aunque los talentos no son nuestras habilidades, sino los bienes del Señor, estos nos son dados conforme a nuestra capacidad. Nuestra capacidad se compone de lo que somos como seres creados por Dios más nuestro aprendizaje. La utilidad de nuestra capacidad depende de cuán dispuestos estemos de corazón; si no estamos dispuestos de corazón, no tendremos la capacidad de recibir el talento. La capacidad de recibir el talento es proporcional a la disposición de nuestro corazón.

5. Los que recibieron cinco y dos talentos negocian con ellos

  Los versículos 16 y 17 dicen: “Inmediatamente el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco. Asimismo el que había recibido dos, ganó otros dos”. Negociar con los talentos equivale a usar el don que el Señor nos ha dado, y ganar otros talentos significa que el don que recibimos del Señor ha sido usado a su máximo potencial, sin pérdida ni desperdicio alguno.

  De acuerdo con el capítulo veinticuatro, el esclavo debía proveer alimento a la casa. Esto se refiere a ministrar la Palabra, la cual nutre con las riquezas de Cristo como suministro de vida, a quienes constituyen la casa de Dios. Sin embargo, aquí habla de negociar con los talentos a fin de multiplicarlos. Por lo tanto, el resultado de nuestro servicio tiene dos aspectos: el primero consiste en que otros son ricamente alimentados y nutridos, y el segundo, en que logramos multiplicar los bienes del Señor. Por ejemplo, entre más predicamos el evangelio, más rico llega a ser. Sucede lo mismo con las verdades. Cuando ministramos las verdades a otros, éstas se multiplican. Sucede también lo mismo con los santos y con las iglesias; tanto los creyentes como las iglesias se multiplicarán. De manera que, cinco talentos se convierten en diez, y dos talentos llegan a ser cuatro.

6. El esclavo que recibe un talento, cava en la tierra y lo esconde

  El versículo 18 dice: “Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor”. Esta parábola hace hincapié principalmente en aquel que recibió un solo talento, es decir, el don más pequeño. Es muy fácil que los menos dotados no usen bien su don o que no lo tomen en cuenta.

  La tierra representa al mundo; por consiguiente, cavar en la tierra significa involucrarse con el mundo. Cualquier asociación con el mundo, cualquier participación en él, incluso una pequeña conversación mundana, enterrará el don que hemos recibido del Señor. La expresión “escondió el dinero de su señor” significa no usar el don del Señor, desperdiciándolo con ciertos pretextos humanos. Poner cualquier excusa para no usar el don del Señor equivale a esconderlo. Este peligro se encuentra siempre en aquellos que han recibido un solo talento, aquellos que consideran su don como el más pequeño.

  El esclavo que recibió un solo talento no lo multiplicó. Por ejemplo, en cierta región puede haber una iglesia, y diez años después, sigue habiendo sólo una iglesia en toda esa región. Algunos pueden pensar que el esclavo que recibió un talento hizo bien en no perder el talento y en devolver al Señor lo que era de El. El esclavo de un talento parecía decir: “Señor, aquí está lo que es Tuyo. Tú me entregaste un talento y yo he sido fiel guardándolo, protegiéndolo y preservándolo. Por Tu misericordia y gracia, lo he guardado”. Pero nuestro servicio debe producir ganancias, es decir, los talentos tienen que multiplicarse. La voluntad de Dios no es que simplemente mantengamos lo que El nos ha dado. Si usted es fiel en guardar el evangelio, la verdad y la iglesia, pero no obtiene ningún incremento ni multiplicación, el Señor dirá que usted ha sido perezoso y además lo llamará esclavo malo. A los ojos del Señor es algo maligno enterrar el talento y no hacer que se multiplique. Al Señor no le interesan nuestros argumentos ni excusas, a El sólo le interesa que logremos multiplicar el talento en dos. Este es un asunto muy serio. Nuestro servicio debe alimentar y satisfacer a los demás, y debe producir más talentos.

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