Mensaje 15
(14)
Lectura bíblica: Nm. 9:1-14
En este mensaje consideraremos 9:1-14, un pasaje que trata sobre la celebración de la pascua. Independientemente de cuán ocupado estuviera el pueblo de Dios y dónde se encontrara, se le requería participar de la pascua una vez al año.
Aunque Números 1—8 fue hablado en el segundo mes del segundo año posterior al éxodo de Egipto (1:1), al pueblo se le mandó celebrar la pascua en el primer mes. En el segundo mes, mientras Moisés estaba ocupado escribiendo todas las provisiones divinas, Dios le mandó que escribiera algo acerca de lo que debía suceder en el primer mes. Estos versículos describen lo que el Señor habló a Moisés “en el desierto de Sinaí, en el primer mes del segundo año después que ellos habían salido de la tierra de Egipto” (9:1). Esto nos habla de la importancia de la pascua.
Los hijos de Israel debía celebrar la pascua “a su tiempo señalado” (v. 2). El tiempo señalado era el decimocuarto día del primer mes, al atardecer (v. 3a).
Números 9:3b dice: “Conforme a todos sus estatutos y conforme a todas sus ordenanzas la celebraréis”. Un estatuto es un precepto sin juicio, y una ordenanza es un precepto acompañado de juicio. El hecho de que la pascua debía celebrarse conforme a todas sus ordenanzas y juicios indica que la celebración de la pascua no da cabida alguna a las ideas y opiniones del hombre.
El versículo 6 dice que “hubo algunos que estaban inmundos por contacto con un muerto, de modo que no pudieron celebrar la pascua aquel día”. Cuando Moisés presentó el caso al Señor, Él le respondió, diciendo: “Cualquiera de vosotros o de vuestros descendientes que esté inmundo por contacto con una persona muerta o esté de viaje lejos, aun así celebrará la pascua a Jehová. En el mes segundo, a los catorce días, al crepúsculo, la celebrarán” (vs. 10-11a).
“Con panes sin levadura y hierbas amargas la comerán. No dejarán nada del animal sacrificado para la mañana, ni quebrarán hueso de él; conforme a todo estatuto de la pascua la celebrarán” (vs. 11b-12). Aquí vemos que los hijos de Israel debían comer la pascua con panes sin levadura. Los panes sin levadura representan al Cristo que no tiene pecado. Siempre que recibimos a Cristo como nuestro suministro de vida, recibimos una vida que está exenta de pecado. Por tanto, comer la pascua con panes sin levadura significa eliminar todo lo pecaminoso. Cuando disfrutamos a Cristo como nuestra Pascua, debemos purificarnos de todo elemento pecaminoso.
La pascua también debía comerse con hierbas amargas. Las hierbas amargas significan lamento y arrepentimiento a causa del sentimiento de amargura por los pecados. Comer la pascua con hierbas amargas significa que debemos lamentarnos y arrepentirnos, es decir, experimentar un sabor amargo en cuanto a las cosas pecaminosas.
Nada de la pascua debía dejarse para la mañana siguiente. Eso indica que debemos disfrutar la pascua en su frescura. También indica que debemos recibir a Cristo plenamente, y no de manera parcial. En lugar de dejar algo de Cristo para el otro día, debemos ingerirlo íntegramente.
Además, no se le permitía al pueblo quebrar ningún hueso del cordero pascual. Que no fuese quebrado ningún hueso significa que la vida divina de Cristo es inquebrantable. Cuando el Señor Jesús fue crucificado como nuestro Cordero pascual, no le quebraron las piernas (Jn. 19:33, 36). Eso significa que en Cristo, el Cordero pascual, hay algo inquebrantable e indestructible. Este elemento inquebrantable e indestructible es Su vida eterna. En Cristo como nuestro Cordero pascual se halla la vida divina, la vida eterna, la vida inquebrantable e indestructible, que puede impartirnos vida.
“El hombre que esté limpio y no esté de viaje, si deja de celebrar la pascua, tal persona será cortada de entre su pueblo, por cuanto no presentó a su tiempo señalado la ofrenda de Jehová; tal hombre llevará sobre sí su pecado” (9:13). Esto significa que los creyentes redimidos tienen la obligación de participar de la mesa del Señor (Lc. 22:19).
“Si peregrina un extranjero con vosotros y celebra la pascua a Jehová, conforme al estatuto de la pascua y conforme a su ordenanza la celebrará. Un mismo estatuto tendrás, tanto para el peregrino como para el nativo del país” (Nm. 9:14). Que un extranjero pudiese celebrar la pascua con los hijos de Israel significa que los creyentes gentiles estaban destinados a participar de la mesa del Señor.
Números 1—8 contiene las palabras habladas por Dios a Moisés el primer día del segundo mes del segundo año posterior al éxodo de Egipto, mientras que las palabras halladas en 9:1-14 fueron habladas el primer mes del mismo año (v. 1). Sin embargo, en este pasaje de Números, las palabras referentes a que los que estaban inmundos y los que estaban de viaje tenían que celebrar la pascua, debían aplicarse en el decimocuarto día del segundo mes (vs. 10-11). Es por eso que en 9:1-14 se habla del segundo mes. Esto nos muestra la importancia que tiene celebrar la pascua en relación con el mover que el pueblo redimido de Dios realiza con Dios en Su actividad.
No debemos pensar que participar de la mesa del Señor no tiene nada que ver con el mover de Dios o con el mover que nosotros realizamos con Dios en Su actividad. La mesa del Señor tiene mucha importancia en relación con el mover de Dios en la tierra. Por consiguiente, debemos celebrar la mesa del Señor.
La pascua incluye varios puntos cruciales. La pascua representa un nuevo comienzo, pues se celebra en el primer mes del año. Por tanto, la pascua debe recordarnos que necesitamos un nuevo comienzo.
La pascua nos recuerda que somos un pueblo que tenía que haber muerto bajo el justo juicio de Dios; pero Dios preparó para nosotros —quienes debíamos morir bajo Su justo juicio— un reemplazo, Cristo, quien sufrió una muerte sustitutiva por nosotros, salvándonos así del juicio de muerte que la justicia de Dios había decretado.
La pascua también nos recuerda que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Aquel que murió por nosotros. Ahora debemos disfrutarle a Él por el resto de nuestra vida. Fuimos reemplazados por Cristo, le pertenecemos a Él y debemos disfrutarle tomándole como nuestra vida, nuestro suministro de vida y el todo para nosotros.
La pascua del Antiguo Testamento era un recordatorio anual para los hijos de Israel. Hoy en día nosotros, los creyentes de Cristo, tenemos un recordatorio semanal, la mesa del Señor. Cada semana, el primer día de la semana, debemos recordar al Señor en Su mesa, disfrutando de todo lo que Él es para nosotros. Sin embargo, es posible que algunos vengan a la mesa del Señor sin saber lo que están haciendo. Siempre que vengamos a la mesa del Señor debemos recordar que necesitamos un nuevo comienzo, un nuevo principio en el octavo día, que es el primer día de la semana y un día en resurrección. Asimismo debemos recordar que estábamos destinados a morir bajo el justo juicio de Dios, pero que Dios proveyó a Cristo para que nos reemplazara y muriera por nosotros. Por consiguiente, fuimos salvos del juicio mortal. Además, en la mesa del Señor debemos recordar que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Aquel que nos reemplazó y ahora es nuestra vida y suministro de vida. Puesto que Cristo es nuestra vida y suministro de vida, debemos vivir por Él. Éste es el significado de la pascua y también de la mesa del Señor.
Tanto la pascua como la mesa del Señor son fiestas. Siempre que participamos de la pascua o de la mesa del Señor, participamos de una fiesta en la que disfrutamos a Cristo en la presencia de Dios. Este disfrute representa una satisfacción para Dios y para nosotros.
Para la época de 9:1-14, los hijos de Israel habían conformado un ejército, todas las cosas contaminantes habían sido eliminadas, todas las pruebas habían sido hechas, los nazareos se habían consagrado completamente al Señor y el pueblo de Dios había participado de las provisiones divinas. Ellos incluso habían celebrado una mesa corporativa para festejar delante de Dios y con Dios, disfrutando mutuamente a Cristo. Ahora ellos estaban listos para seguir adelante, para emprender las jornadas y combatir por Dios, a fin de que Él pudiera ganar el terreno en la tierra donde edificar Su reino con Su casa.