Mensaje 17
(2)
Lectura bíblica: Nm. 10:11-36
En el mensaje anterior consideramos el guiar dado a los hijos de Israel. En este mensaje abarcaremos la manera en que partían.
Números 10:11-36 describe cómo partían los hijos de Israel, cómo proseguían en su jornada.
El pueblo partía conforme al guiar de la nube. A los veinte días del segundo mes del segundo año (v. 11a), la nube se alzó del Tabernáculo del Testimonio, y los hijos de Israel partieron en sus jornadas del desierto de Sinaí (vs. 11b-12a). El versículo 12b dice que la nube permaneció en el desierto de Parán. Así partieron la primera vez según el mandato que Jehová les había dado por medio de Moisés (v. 13).
En los versículos del 14 al 28 vemos la secuencia en que partían. Según este orden, la bandera del campamento de los hijos de Judá partió primero, según sus compañías (vs. 14-16). A ellos les siguieron, no otro campamento, sino los hijos de Gersón y los hijos de Merari, los levitas que llevaban el tabernáculo (v. 17). Luego siguió el segundo campamento, el campamento de Rubén (vs. 18-20). Después se pusieron en marcha los coatitas, los levitas que llevaban las cosas santas, y el tabernáculo fue erigido antes de que ellos llegaran (v. 21). El campamento de los hijos de Efraín partió en tercer lugar (vs. 22-24), y el campamento de los hijos de Dan, el cual formaba la retaguardia de todos los campamentos, partió de último.
Los versículos del 29 al 32 contienen el relato de cuando Moisés le pidió a su suegro, que era un madianita de más edad y experiencia, que los acompañara (v. 29). Pero el suegro rehusó ir (v. 30). Entonces Moisés le rogó que fuera con ellos para que les fuera en lugar de ojos, pues tenían que acampar en el desierto (vs. 31-32). Moisés pensaba que su suegro sería de gran ayuda, pero Dios, en Su soberanía, no toleraría la intervención de hombre alguno. Por tanto, Moisés y los hijos de Israel tuvieron que poner toda su confianza en el Señor. El relato según el cual Moisés puso su confianza en el hombre es insertado aquí para hacer un contraste entre la dirección provista por el hombre y la dirección provista por el Arca en los siguientes versículos.
Los últimos versículos del capítulo 10 revelan la dirección provista por el Arca: el Cristo crucificado y resucitado quien está en Su resurrección (vs. 33-36). Hoy el Líder que está en medio de las iglesias es el Cristo crucificado y resucitado, quien es el Arca.
“Partieron del monte de Jehová tres días de camino; y el Arca del Pacto de Jehová iba delante de ellos tres días de camino, buscándoles lugar de reposo” (v. 33). Aquí vemos que los hijos de Israel partieron tres días de camino. El camino no estaba pavimentado, los bueyes eran lentos, y era difícil viajar en carretas. No obstante, el Arca (Cristo) del Pacto de Jehová iba delante de ellos para buscarles lugar de reposo. El Arca, con todos los enseres del tabernáculo, incluyendo el altar, la mesa del pan de la Presencia, el candelero y el altar del incienso, era responsabilidad de los coatitas, quienes se encargaban de llevarlos. Los coatitas debían partir después del campamento de Rubén; sin embargo, el Arca fue delante de ellos para tomar la delantera.
Hay una diferencia entre guiar y conducir. El término guiar es usado con respecto a la nube y las trompetas, pero con relación al Arca hemos empleado el término conducir, o dirigir. Guiar es general; conducir es más específico. La nube y las trompetas guiaban a los hijos de Israel de una manera general; sin embargo, el Arca no los guiaba de una manera general, sino que los conducía, los dirigía, de una manera más específica. De este modo, el Arca se convirtió en el Líder, quien tomaba la delantera para buscarles lugar de reposo.
Durante los cuarenta años que los hijos de Israel viajaron en el desierto, fue difícil encontrar un lugar de reposo para dos millones de personas. Hoy en día nuestra vida cristiana constituye una larga jornada por un camino arduo, no pavimentado. Mientras viajamos en este camino arduo, no nos es fácil hallar reposo. El Señor Jesús, el Precursor, abrió este camino (He. 6:20), mas no lo pavimentó. Él pasó por el camino arduo, y ahora nosotros seguimos sus pisadas en dicho camino. Necesitamos un lugar de reposo. Al respecto nadie nos puede ayudar, ni siquiera aquellos que tienen más edad y más experiencia. En cuanto a esto, no debemos poner nuestra confianza en el hombre. El único en quien debemos confiar es Cristo como Arca. Él es el Líder, y Él nos conduce al lugar de reposo apropiado. Él no sólo nos guía de una manera general, sino que nos conduce de manera más específica.
En Números 10, el verdadero líder no era Moisés. En aquel entonces ni siquiera Moisés era la persona adecuada. El Arca conducía a los hijos de Israel de una manera más específica, muy similar a la manera en que un pequeño barco conduce a un enorme buque hacia el puerto, haciéndolo pasar por un estrecho y por corrientes rápidas.
No sólo el Arca era un Arca viva, sino que también la roca que seguía a los israelitas era una roca viva (Éx. 17:6; 1 Co. 10:4). En el desierto, Cristo siguió a los hijos de Israel como una roca para suministrarles agua viva. En calidad de Arca, Él era su Líder, quien tomaba la delantera a fin de encontrar un lugar de reposo para ellos y conducirlos en las partes difíciles de su jornada.
A los hijos de Israel no los dirigió el hombre (el suegro de Moisés), sino el Arca (Cristo) del Pacto de Dios. Eso indica que el liderazgo de Cristo es fiel. Este liderazgo no se basa en sentimientos ni en afectos, sino en conformidad con un pacto. Dios hizo un pacto con Abraham y sus descendientes a fin de introducirlos en la buena tierra (Gn. 12). Con el tiempo, el pacto de Dios fue colocado dentro del Arca; por lo cual, el Arca fue llamada el Arca del Pacto (Nm. 10:33). Por tanto, Cristo es el Cristo del pacto, el Cristo de la fidelidad de Dios. Cristo tiene que conducirnos a un lugar de reposo porque Él es el Cristo del pacto de Dios.
Números 10:34 dice que la nube de Jehová iba sobre los hijos de Israel de día, desde que partieron del campamento.
Cuando el Arca partía, Moisés decía: “Levántate, oh Jehová, y sean dispersados Tus enemigos, y huyan de Tu presencia los que te aborrecen” (v. 35). Nosotros no somos los enemigos de Dios ni los que le aborrecen; antes bien, somos Su ejército y los que le aman. Jueces 5:31 dice: “Los que aman a Jehová sean como el sol cuando se levanta en toda su fuerza”. Puesto que amamos a Dios, no huimos de Su presencia; más bien, somos como el sol cuando se levanta en toda su fuerza. Tal vez seamos pocos en número, pero estamos aquí como el ejército del Señor y como aquellos que le aman.
Cuando el arca se detenía, Moisés decía: “Vuelve, oh Jehová, a las miríadas de los millares de Israel” (Nm. 10:36). ¿Qué significa esto? Al estudiar este versículo, debemos comprender que a veces los profetas del Antiguo Testamento desconocían el significado completo de lo que decían. Este principio se puede aplicar a lo que Moisés dice aquí. Es poco probable que cuando Moisés expresó estas palabras hubiera entendido claramente que el Arca era un tipo de Jehová encarnado. Hoy comprendemos que el Arca y Jehová son inseparables; pero es posible que Moisés hubiera pensado que Jehová estaba separado del Arca. Es por ello que cuando se detenía el Arca, él decía: “Vuelve, oh Jehová”. Ésta es una aplicación lógica de lo dicho por Moisés. No obstante, estas palabras de Moisés deben tener también un significado más importante. Para entender estas palabras, necesitamos toda la Biblia, porque a veces lo que hablaban los profetas se cumplía mucho después.
Números 10:35 es citado en Salmos 68:1. Luego, en Efesios 4:8-10, Pablo aplicó estas palabras a la ascensión de Cristo. Efesios 4:8 usa las palabras lo alto. En la cita de Salmos 68:18, lo alto se refiere al monte Sion (Sal. 68:15-16), el cual simboliza el tercer cielo, donde Dios mora (1 R. 8:30). Salmos 68:1 implica que fue en el Arca donde Dios ascendió al monte Sion después de que el Arca había obtenido la victoria. El versículo 1 del salmo 68, una cita de Números 10:35, indica que el contexto de este salmo es el mover de Dios en el tabernáculo con el Arca como su centro. Adondequiera que iba el Arca, un tipo de Cristo, se obtenía la victoria. Con el tiempo, esta Arca ascendió triunfante a la cima del monte Sion. Esto muestra cómo Cristo obtuvo la victoria y ascendió triunfante a los cielos. Por tanto, el acto de levantarse descrito en Números 10:35 se refiere a que Cristo subió a los cielos en Su ascensión.
Puesto que éste es el caso, la palabra vuelve usada por Moisés en el versículo 36 deberá referirse a la segunda venida de Cristo. Si “levántate” en el versículo 35 se refiere a la ascensión de Cristo, “vuelve” en el versículo 36 debe referirse a Su segunda venida. Cristo nos dejó por medio de Su ascensión, y Él volverá a nosotros por medio de Su segunda venida.
Esto nos permite ver que estas palabras dichas por un gran profeta de Dios deben interpretarse a la luz de toda la Biblia, y en particular, a la luz del salmo 68 y Efesios 4. Si juntamos todas las piezas de este cuadro, recibiremos una perspectiva completa de la economía de Dios.
La economía de Dios consiste en que el Dios Triuno se encarnó para ser el Arca. El Arca, por tanto, implica la Trinidad, la encarnación de Cristo y el vivir de Cristo en Su humanidad. ¡Cuánto nos dice el Arca! En Números 10 vemos que el Arca se levantó. Es posible que el entendimiento de Moisés haya sido que, cuando el Arca partió, el Dios que de alguna manera estaba corporificado en el Arca se levantó. Sin embargo, el salmo 68 aplica el hecho de levantarse a la ascensión de Cristo (véase el v. 18), al igual que Pablo en Efesios 4. La aplicación que se hace de Números 10:35 en el salmo 68 y en Efesios 4 nos muestra que lo que Moisés dijo en Números 10:36 debe referirse a la segunda venida de Cristo. Por consiguiente, lo dicho por Moisés en Números 10 tenía una aplicación en la época de Moisés y también tiene una aplicación en el plan económico de Dios.
Cuando el pueblo de Dios iba a la guerra, el Arca salía a combatir. En el salmo 68 el Arca salió a la batalla, y después de haber obtenido la victoria, regresó a la cima del monte Sion. Pablo interpretó esto y lo aplicó a Cristo, quien primeramente descendió al encarnarse y al entrar en el Hades, y quien luego ascendió del Hades a la tierra en Su resurrección, y de la tierra al cielo en Su ascensión (Ef. 4:9-10). Hoy Cristo todavía está en los cielos. Un día Él volverá. Por eso Moisés oró, diciendo: “Vuelve, oh Jehová”. Esto ciertamente se refiere a la segunda venida de Cristo. Ésta es la manera apropiada de entender estas importantes palabras dichas por un gran profeta de Dios. Esto nos permite ver un cuadro completo de la economía de Dios, desde la encarnación de Cristo hasta Su segunda venida.