Mensaje 39
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Lectura bíblica: Nm. 27:12-23
En este mensaje consideraremos la muerte de Moisés y el sucesor de Moisés.
Para el tiempo que describe Números 27:12-23, Moisés ya tenía ciento veinte años de edad. Los israelitas más reflexivos, sabiendo que Moisés estaba muy entrado en años y que podía morir en cualquier momento, debieron haber estado preocupados por el pueblo de Dios y por el mover de Dios entre Su pueblo. Tal vez hayan dicho para sus adentros: “¿Qué pasará cuando Moisés muera? ¿Quién será su sucesor?”.
En realidad, no era necesario que los israelitas se preocuparan por esto. Ellos podían estar en paz y disfrutar la presencia del Señor, confiando en que Él lo sabe todo y en que Él se encargaría de la situación. Ésta también debe ser nuestra actitud en la vida de iglesia hoy. ¿Está usted preocupado por la iglesia? ¿Cree usted que Dios justifica esa preocupación? Puede ser que Dios no justifique esa clase de interés y preocupación que sentimos por la iglesia. En lugar de justificar nuestra preocupación, quizás Él nos diga: “Tengan paz. No se preocupen acerca de ningún disturbio. Yo conozco la situación”.
Jehová dijo a Moisés que subiera al monte de los Abarim y mirara la tierra que Él había dado a los hijos de Israel (v. 12). Moisés únicamente pudo mirar la tierra, pero a él no le fue permitido entrar en ella.
El Señor le dijo a Moisés: “Después que la hayas visto, tú también serás reunido a tu pueblo, como fue reunido tu hermano Aarón” (v. 13; 20:24-29). Este versículo no dice que Moisés moriría, sino que él sería reunido. Esta acción de reunir era algo así como una cosecha. Moisés estaba “maduro” y pronto iba a ser “cosechado”. Esta acción de reunir, o cosechar, sería el fin de la vida de Moisés.
Moisés no pudo entrar en la buena tierra porque, en el desierto de Zin, se había rebelado contra la palabra de Dios y no lo había santificado ante los ojos de Israel, junto a las aguas (v. 14). Moisés había procedido de manera contraria a la naturaleza de Dios y a la economía de Dios. Este serio fracaso le causó perder el derecho de entrar en la tierra de Canaán. Sin embargo, el hecho de que Moisés no pudiera entrar en la buena tierra a causa de ese fracaso no significa que él no vaya a participar en el reino milenario. Mateo 16:28—17:4 indica que Moisés ciertamente participará en el reino.
¿Tuvo Moisés un fin glorioso? Pareciera que, a causa de su error, su fin no fue glorioso. Ciertamente, no hubo ninguna celebración. Debido a su fracaso, su fin no fue glorioso, pero su ministerio ciertamente fue glorioso.
Moisés dijo a Jehová: “Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la asamblea, que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca; para que la asamblea de Jehová no sea como ovejas sin pastor” (vs. 16-17). Moisés no estaba preocupado por sí mismo ni por la pérdida de su derecho a entrar en la tierra. Él no era la clase de persona que se preocupaba mucho por sí mismo ni por su situación personal. Pese a que ya era muy anciano, a él le preocupaba el pueblo de Dios, porque se daba cuenta de que ellos tendrían necesidad de un pastor.
Jehová dijo a Moisés que tomara a Josué, hijo de Nun, varón en el cual estaba el Espíritu, que pusiera su mano sobre él, que lo presentara delante del sumo sacerdote Eleazar y de toda la asamblea, y le diera el encargo en presencia de ellos que fuera su sucesor (vs. 18-19).
“Pondrás de tu honra sobre él, para que toda la asamblea de los hijos de Israel le obedezca” (v. 20). Aquí la honra significa honor y gloria.
“Él se pondrá delante del sacerdote Eleazar, e inquirirá por él mediante el juicio del Urim delante de Jehová. Por el dicho de él saldrán, y por el dicho de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él, es decir, toda la asamblea” (v. 21). Éxodo 28:30 dice que el Urim y el Tumim debían ser puestos en el pectoral del juicio, el cual vestía el sumo sacerdote. El pectoral contenía doce piedras, y en cada piedra estaba escrito el nombre de una de las doce tribus. En el libro de David Baron, The Ancient Scriptures and the Modern Jew, hay un apéndice con un artículo acerca del Urim y el Tumim. Según dicho artículo, los doce nombres que se encontraban en el pectoral incluían dieciocho de las veintidós letras del alfabeto hebreo. Las cuatro letras restantes eran puestas en una pieza llamada el Tumim. La palabra hebrea traducida “Tumim” significa “perfeccionadores, los que completan”. Así que, sobre el pectoral y sobre la pieza adicional llamada el Tumim se encontraban las veintidós letras del alfabeto hebreo. Estas letras podían ser usadas para deletrear palabras y oraciones.
Además, según el mismo artículo, el Urim era un iluminador insertado dentro del pectoral debajo de las doce piedras. En hebreo, la palabra Urim significa “luces, iluminadores”. El artículo añade que el Urim tenía doce iluminadores, uno para iluminar cada una de las piedras que estaban en el pectoral. Después que se ponía el Urim y el Tumim dentro del pectoral, éste se convertía en el pectoral del juicio.
Cuando Dios trajo a Su pueblo al desierto, les habló por medio de Moisés. Dios hablaba con Moisés cara a cara. Pero Josué, el sucesor de Moisés, no recibiría instrucción directamente de Dios al hablarle Él personalmente como sucedía con Moisés, sino mediante el Urim y el Tumim que estaban en el pectoral del sacerdote Eleazar. Cada vez que Josué necesitara dirección en cuanto al mover del pueblo, tenía que acudir al sumo sacerdote, quien entonces recibía dirección de parte de Dios por medio del Urim y el Tumim.
Aunque Josué fue hecho líder, él no recibió el derecho de recibir las instrucciones divinas directamente; en lugar de ello, el sumo sacerdote recibía las instrucciones de Dios y luego se las comunicaba a Josué, quien tenía la responsabilidad de ejecutarlas. Aunque el sumo sacerdote tenía el derecho de recibir las instrucciones divinas, no tenía el derecho ni la autoridad de ejecutarlas. La autoridad para ejecutar las instrucciones divinas le fue dada al líder, a Josué. El pueblo entonces saldría y entraría en conformidad con las instrucciones que eran dadas al sacerdote y ejecutadas por Josué.
El gobierno que Dios ejercía en medio de Su pueblo no era una autocracia ni una democracia, sino una teocracia. Este gobierno divino, esta teocracia, era ejercido mediante la coordinación del sumo sacerdote, quien recibía las instrucciones de Dios, y el líder, quien ejecutaba tales instrucciones.
Cuando Moisés dirigía al pueblo en el desierto, el gobierno divino no dependía de la coordinación de dos personas —el sumo sacerdote y el líder—, sino de una sola persona: Moisés. Moisés era el líder, y él también ejercía la función de sacerdote. (Aarón no ayudó mucho). Sin embargo, después de Moisés el gobierno divino dependía de estas dos personas: el sumo sacerdote y el líder. Así se hizo en todas las generaciones del Antiguo Testamento, con la única excepción del período en que David sirvió como líder y sacerdote al vestir el efod (un chaleco que se usaba sobre la vestidura sacerdotal). Cuando los hijos de Israel retornaron de su cautiverio, otro Josué fue el sumo sacerdote, y Zorobabel, un descendiente de la casa real, fue el líder. Los dos trabajaron juntos para implementar la teocracia, el gobierno divino.
Moisés hizo como Jehová le había mandado. “Tomó a Josué y lo puso delante del sacerdote Eleazar y de toda la asamblea. Y puso sobre él sus manos y le dio el encargo, tal como Jehová había hablado por medio de Moisés” (Nm. 27:22-23).