Mensaje 4
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Lectura bíblica: Nm. 3
En este mensaje empezaremos a considerar el servicio santo, el cual se aborda en los capítulos 3 y 4 de Números.
El servicio santo estaba totalmente a cargo de los levitas. Por esta razón, la tribu de Leví no salía a combatir, sino que únicamente se ocupaba del servicio santo. El servicio era santo porque consistía en atender al Tabernáculo del Testimonio de Dios.
El Tabernáculo del Testimonio con todos sus enseres y el altar, al cual ministraban los sacerdotes, tipifica a Cristo en todos Sus ricos aspectos, quien es ministrado a otros por los creyentes neotestamentarios. El tabernáculo era la tienda, y el altar, ubicado en el atrio, era donde se ofrecían los sacrificios a Dios. El altar hace referencia a la redención efectuada por Cristo, y el tabernáculo hace referencia a Cristo como corporificación de Dios, por medio de quien Dios mora entre los hombres y por medio de quien los hombres pueden entrar en Dios para disfrutar de todo lo que Él es.
Ministrar es servir, y servir es proveer suministro a otros al ministrarles, así como un mesero suministra alimento a las personas. El ministerio de los sacerdotes y los levitas siempre suministra las riquezas de Cristo a las personas. La cruz de Cristo tiene como finalidad redimir, y las riquezas de Cristo tienen como finalidad suplir la necesidad. Hoy en día nosotros, los creyentes neotestamentarios, servimos a otros la cruz de Cristo para redención y las riquezas de Cristo para proveerles el suministro de vida.
En hebreo, la palabra servicio que aparece en 4:3, 35, 39, 43 significa “batalla”, lo cual alude al servicio militar. Por tanto, aun el servicio santo que desempeñaban los sacerdotes y los levitas era considerado una batalla. Hoy en día nosotros, los sacerdotes del evangelio de Dios, deberíamos considerarnos guerreros. Mientras predicamos el evangelio, enseñamos a otros, suplimos a otros y edificamos el Cuerpo de Cristo, libramos un combate. Los sacerdotes neotestamentarios son guerreros, y nuestro servicio sacerdotal es una batalla.
El servicio sacerdotal, el servicio santo, depende del combate. Esto nos lo muestra 1 Samuel 4.
El principio básico del servicio santo es que carece de confusión; dicho servicio se basa en la vida. Todo lo relacionado con el servicio santo sigue un buen orden y está sujeto a la ordenación divina.
Puesto que el servicio santo se basa en la vida, en este servicio no hay confusión alguna. Usemos el cuerpo humano como ejemplo. Cuando en nuestro cuerpo se presenta algún tipo de confusión, ello es un síntoma de enfermedad. Debido a que nuestro cuerpo tiene vida, no tolera la confusión. Asimismo, el Cuerpo de Cristo como ejército de Dios, el cual depende absolutamente de la vida, debe tener una buena coordinación.
El sacerdocio es un organismo y, como tal, sólo se puede ejercer apropiadamente en el Cuerpo orgánico de Cristo, no en el cristianismo como organización. Una organización puede seguir funcionando aun cuando tenga muchos problemas, pero el Cuerpo de Cristo se perturba con el menor problema. Por consiguiente, debemos evitar la confusión. Con respecto a la confusión, lo mejor es evitarla. Si evitamos la confusión, nos evitaremos muchos problemas.
Números 3 tiene mucho que decirnos acerca de las personas y sus deberes. Debemos profundizar en esto porque, de hecho, guarda relación con nosotros y con nuestros deberes.
En primer lugar, consideraremos los deberes de los sacerdotes, y luego, los deberes de los levitas. Los sacerdotes son los ungidos que sirven a Dios directamente.
“Los que acamparán delante del tabernáculo al oriente, delante de la Tienda de Reunión hacia donde se levanta el sol, serán Moisés, Aarón y sus hijos” (v. 38a). Aquí vemos que los sacerdotes acampaban delante del tabernáculo al oriente, hacia donde se levanta el sol. Los sacerdotes de hecho eran guardias, pues guardaban la entrada del tabernáculo. Todo el que quisiera servir a Dios tenía que pasar primero por los sacerdotes.
El sacerdocio de hoy ya no tiene que ver con una sola familia, como lo fue en el caso de Aarón; el sacerdocio es universal. Con todo, el principio sigue siendo el mismo. No todos pueden pasar por los guardias de la puerta para acercarse al Arca que está detrás del velo. Los que deseen hacer esto deben pasar primero por el sacerdocio. Una vez que un creyente pasa por el sacerdocio que guarda el tabernáculo, entonces tiene derecho a entrar en el tabernáculo, pasar por el segundo velo y acercarse al Arca, donde Dios se reúne con Su pueblo.
Hoy en día el sacerdocio es universal. Eso significa que cada creyente es un sacerdote y debe servir como tal. Sin embargo, es un hecho que no todos los creyentes ejercen su función como sacerdotes.
Los sacerdotes debían estar a cargo del santuario (vs. 38b, 32). El santuario era el tabernáculo con sus dos secciones: el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. La palabra cargo se refiere a una responsabilidad. Con respecto a los sacerdotes, estar a cargo del santuario significaba hacerse responsables de todo el santuario y todo lo relacionado con él. Si algo se dañaba o era robado, los sacerdotes eran los responsables.
Los sacerdotes debían estar a cargo del tabernáculo “en lugar de los hijos de Israel” (v. 38b). Con relación al tabernáculo, Dios dio varios encargos a los hijos de Israel. Ellos debían hacer ciertas cosas y no hacer otras cosas. Si el pueblo cumplía con estos encargos, los sacerdotes eran afortunados. Pero si el pueblo no podía encargarse de lo encomendado por Dios, los sacerdotes eran responsables de ello. Los sacerdotes tenían que corregir al pueblo, o mantenerlos alejados del santuario o cumplir las obligaciones de ellos. Esto es lo que significa el que los sacerdotes estuvieran a cargo del santuario en lugar de los hijos de Israel.
Si tenemos experiencia en el servicio espiritual que rendimos a Dios, comprenderemos que, en principio, quienes sirven como sacerdotes neotestamentarios tienen la misma responsabilidad hoy en día. No sólo estamos a cargo del santuario nosotros mismos, sino que a menudo tenemos que asumir responsabilidad con respecto al servicio asignado a los demás. Si ellos hacen algo mal, debemos corregirlos y también instruirlos para que hagan lo correcto. Lo crucial aquí es que a los sacerdotes se les encarga atender a la morada santa de Dios.
“Se dará muerte al extraño que se acerque” (v. 38c). El extraño aquí se refiere a un laico, alguien que no era un sacerdote. Todo laico que se acercara, debía morir.
Los levitas reemplazaron a los primogénitos de Israel (3:5-9, 11-37, 39-51). ¿Por qué era necesario que los primogénitos de Israel fuesen reemplazados o redimidos? Cuando se celebró la Pascua en Egipto, todos los primogénitos fueron condenados. Pero, a diferencia de los primogénitos de los egipcios, los primogénitos de Israel no fueron aniquilados. Mediante la Pascua todos los primogénitos de Israel fueron redimidos, salvos y reemplazados. Debido a esto, en las subsiguientes generaciones todos los varones primogénitos entre los hijos de Israel debían ser reemplazados por los levitas, los servidores. Los primogénitos habían perdido su posición; por tanto, era necesario que los levitas los reemplazaran. Por esta razón, el número de levitas debía ser igual al número de primogénitos, y toda carencia debía ser redimida.
Que los primogénitos fuesen reemplazados por los levitas, los servidores, indica que todo el que fue redimido, salvo y reemplazado tiene que servir. Debido a que nosotros hemos sido redimidos, salvos y reemplazados, tenemos que servir.
“Haz que se acerque la tribu de Leví y ponla delante del sacerdote Aarón, para que le ministren” (v. 6). Aquí vemos que los levitas servirían al sacerdote.
“Atenderán lo encargado a él y lo encargado a toda la asamblea delante de la Tienda de Reunión, para realizar el servicio del tabernáculo” (v. 7). Esto revela que la responsabilidad de los levitas era realizar el servicio del tabernáculo.
Leví tenía tres hijos: Gersón, Coat y Merari. Los gersonitas, los descendientes de Gersón, acampaban detrás del tabernáculo, al occidente, y a su cargo estaba el tabernáculo con todas sus partes (vs. 21-26). Puesto que acampaban detrás del tabernáculo, ellos lo protegían de los enemigos que pudieran atacar por la retaguardia. Ésta era una responsabilidad importante, ya que el enemigo a menudo ataca por la retaguardia. Además, cuando había que trasladar el tabernáculo, los gersonitas se encargaban de todo el tabernáculo con todas sus partes.
Dios le dio a Jacob doce hijos de modo que hubiera doce tribus que acamparan alrededor del tabernáculo, tres tribus en cada uno de los cuatro lados. Dios le dio a Leví tres hijos para que acamparan en los tres costados del tabernáculo: los gersonitas al oeste, los coatitas al sur y los hijos de Merari al norte. Moisés, Aarón y los hijos de Aarón acamparon al este, delante del tabernáculo. Al considerar esto, nos damos cuenta que únicamente Dios podía escribir el libro de Números, y que únicamente Dios podía proveer los “materiales” necesarios para tal ordenamiento.
Ninguna de estas personas que participaron en tal ordenamiento fue contratada, sino que todas nacieron para ello. Las doce tribus nacieron de Jacob, y los que guardaban el tabernáculo nacieron de Leví. Puesto que nadie había sido contratado, tampoco se podía despedir a nadie. El nacimiento guarda relación con la vida, pero el hecho de contratar y despedir a alguien es completamente ajeno a la vida. La edificación del Cuerpo de Cristo hoy es completamente ajena a la contratación o el despido de personas; la edificación del Cuerpo depende íntegramente de la vida divina, por lo cual es algo orgánico.
Los coatitas acampaban al lado sur del tabernáculo, y a cargo de ellos estaba el contenido del tabernáculo: el Arca, la mesa, el candelero, los dos altares (el altar del holocausto que estaba afuera del tabernáculo, cuyo fin era la redención, y el altar del incienso que estaba dentro del tabernáculo, cuyo fin era la aceptación de Dios), los utensilios del santuario y el lienzo (vs. 27-31).
Debemos conocer lo que significa, espiritualmente, encargarse del contenido del tabernáculo. En términos espirituales, atender al Arca es atender a Cristo, es decir, presentarle a otros a Cristo como Arca, la corporificación del Dios Triuno. Debemos visitar a las personas y decirles que Cristo, la corporificación de Dios, es el Dios Triuno que se encarnó para ser un hombre poseedor de dos naturalezas, la divina y la humana. Después de esto, podríamos decirles que sobre el Arca había una cubierta y que dentro del Arca se encontraban tres objetos —la vara que reverdeció, el maná escondido y las tablas del Testimonio—, los cuales hacen referencia a Cristo. Cristo es la vara que reverdece, el maná escondido y el testimonio de Dios. Esto es lo que significa presentar a Cristo como Arca.
Al presentar a Cristo como Arca, la corporificación de Dios, podemos también decirles a los que visitemos que, según la tipología del Antiguo Testamento, Dios se reunía con Su pueblo no junto al altar, ni junto a la mesa del pan de la Presencia, ni junto al candelero ni junto al altar del incienso, sino sobre la cubierta del Arca. A esta cubierta se le llamaba la cubierta expiatoria, y sobre ella era rociada la sangre redentora. La sangre redentora era derramada sobre el altar para redimirnos de nuestros pecados, y después esta sangre era llevada al Lugar Santísimo y rociada sobre la cubierta del Arca, donde Dios se reunía con Su pueblo.
Esta manera de hablar respecto a Cristo quizás sorprenda a las personas, debido a que nunca han escuchado tal presentación de Cristo. Presentar a Cristo de esta manera equivale a predicar el evangelio.
¿Alguna vez usted ha presentado a Cristo de esta manera, como corporificación de Dios? Si no sabemos presentar a Cristo de esta manera, eso significa que no sabemos atender al Arca. Además de aprender a presentar a Cristo como Arca, también debemos aprender a presentar los aspectos de Cristo representados por la mesa del pan de la Presencia, el candelero, los dos altares, las vasijas del santuario y el lienzo.
Los hijos de Merari acampaban al lado norte del tabernáculo y estaban a cargo de las tablas del tabernáculo, sus barras, sus columnas, sus basas, todos sus aparejos y todo el servicio correspondiente, y las columnas alrededor del atrio, sus basas, sus estacas y sus cuerdas (vs. 33-37). El tabernáculo tenía cuarenta y ocho tablas. El número cuarenta y ocho, compuesto de seis multiplicado por ocho, representa al hombre natural en resurrección. El número seis representa al hombre, quien fue creado en el sexto día, y el número ocho representa al Cristo resucitado, al Cristo que fue resucitado en el octavo día. Para conocer más detalles respecto a estos ítems, véase el Estudio-vida de Éxodo.