Mensaje 1
Lectura bíblica: Neh. 1; Neh. 2; Neh. 3; Neh. 4; Neh. 5; Neh. 6; Neh. 7
Con este mensaje empezamos el estudio-vida de Nehemías.
El libro de Esdras narra la historia del regreso de Israel de su cautividad y la reconstrucción de la casa de Dios, como inicio del recobro que Dios lleva a cabo entre Sus elegidos, quienes son Su testimonio en la tierra conforme a Su economía. El libro de Nehemías habla de la reconstrucción del muro de la ciudad de Jerusalén, lo cual constituía la continuación de dicho recobro, el cual hace posible que Dios obtenga Su testimonio y cumpla así Su economía.
El autor de este libro es Nehemías, cuyo nombre significa “el consuelo de Jehová”. El era copero del rey (Neh. 1:11b). El libro describe la confianza que Nehemías tenía en Dios en medio de las pruebas y los ataques de sus enemigos.
El contenido del libro abarca un período de aproximadamente doce años, entre 446 y 434 a. de C.
El contenido de este libro es la reconstrucción del muro de la ciudad de Jerusalén, que había sido destruida por los enemigos de Israel, y el subsecuente recobro del servicio y la adoración de Israel a Dios. En estos mensajes, emplearé la palabra constitución para definir dos asuntos: el servicio y la adoración. El servicio más la adoración equivalen a la constitución.
El énfasis del libro de Nehemías es que la ciudad de Jerusalén tenía como fin servir de salvaguardia y protección para la casa de Dios, que se ubicaba en ella. Esto significa que la casa de Dios, Su morada y hogar en la tierra, requiere que Su reino se establezca como un dominio o esfera para salvaguardar Sus intereses sobre la tierra, con miras a Su administración, esto es, para llevar a cabo Su economía. La reconstrucción de la casa de Dios tipifica que Dios recupera la iglesia degradada, y la reconstrucción del muro de la ciudad de Jerusalén habla de que Dios recupera Su reino. Vemos que la edificación de la casa de Dios y la edificación de Su reino van juntos (Mt 16:18-19). La casa de Dios sobre la tierra requiere que el reino de Dios la guarde, y lleve a cabo Su economía eterna.
El libro de Nehemías consta de dos secciones, que son: la reconstrucción del muro de la ciudad de Jerusalén bajo el mando de Nehemías (caps. 1-7) y el restablecimiento de los escogidos de Dios (caps. 8-13).
En Neh. 1:1-3, tenemos un informe sobre la condición en que se hallaba Jerusalén. Según este informe, el remanente de los que volvieron de la cautividad se encontraba en una condición terrible y en afrenta (v. 3a). El muro de Jerusalén estaba derribado y sus puertas quemadas (v. 3b).
En su ayuno y oración (vs. 4-11), Nehemías primero alabó a Dios por lo que El es, lo alabó por guardar Su pacto y por Su benignidad para con los que le aman y guardan Sus mandamientos (v. 5). Luego, confesó los pecados de los hijos de Israel (vs. 6-7) y pidió a Dios que recordara Su promesa dada a Moisés, de que volvería del cautiverio a Su pueblo, aun desde los confines del cielo, al lugar de Su morada (v. 8-9). Nehemías se basó en la palabra de Dios y oró conforme a ella. Así que, Dios estaba comprometido por Sus propias palabras. Nehemías pidió a Dios que oyera su oración y la de los que se deleitaban en temer Su nombre, y que lo prosperara y le concediera hallar gracia delante de Artajerjes rey de Persia (vs. 10-11a).
En Neh. 2:1-8, vemos que Nehemías obtiene el favor del rey quien le concede permiso.
Los versículos 9-16 relatan el viaje de Nehemías a Jerusalén y sus observaciones personales acerca de la condición en la que se hallaba el muro de la ciudad. A los líderes de los moabitas y los amonitas les disgustó que Nehemías procurara el bien de los hijos de Israel (v. 10). Los moabitas y los amonitas, descendientes de los hijos de Lot, odiaban y despreciaban a los hijos de Israel.
Neh. 2:17-20 describe la reconstrucción del muro de Jerusalén. Los principales de entre los moabitas y los amonitas hicieron escarnio de los hijos de Israel, les despreciaron y les preguntaron si se iban a rebelar contra el rey al hacer esto (v. 19). Nehemías contestó: “El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén” (v. 20). Esta respuesta indica que Nehemías era una persona determinada. Ciertamente él no era un cobarde. Un cobarde no puede ser siervo de Dios.
El capítulo tres relata consecutivamente la construcción del muro, llevada a cabo por los hijos de Israel, los sacerdotes y los levitas.
El capítulo cuatro describe los estorbos que interpuso el enemigo.
Los enemigos de Israel se enojaron mucho, se enfurecieron en gran manera y se burlaron de los judíos, menospreciando su edificio (vs. 1-3).
Nehemías confió en Dios pidiéndole que les quitara la afrenta de sobre ellos; así que, los judíos edificaron el muro, el cual fue terminado hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar (vs. 4-6), diciendo: hoy, por mucho que se burlen de nosotros y nos menosprecien, debemos tener ánimo para edificar y hacerlo con ahínco.
Los enemigos se encolerizaron mucho porque la construcción avanzaba, y conspiraron todos a una para oponerse a Jerusalén (vs. 7-8).
Los judíos oraron a su Dios y, siguiendo las instrucciones de Nehemías, pusieron guardias en contra de los enemigos día y noche, listos para luchar con armas, y alentados por Nehemías a recordar al Señor, grande y temible, y a pelear por sus familias; y la mitad de los siervos de Nehemías trabajaban en la obra, y la otra mitad tenía las armas estando listos para combatir. Unos edificaban el muro y otros acarreaban, con una mano edificando y con la otra sosteniendo el arma. El que tocaba la trompeta estaba junto a Nehemías, a fin de reunirlos para la batalla, y confiaban que su Dios pelearía por ellos. Esto indica que, como comandante en jefe, Nehemías tomó la delantera en vigilar. Así que, ellos estaban dedicados por completo a la obra, y la mitad de ellos llevaba lanzas desde el alba hasta que salían las estrellas, y ni Nehemías ni sus hermanos ni sus siervos, ni los hombres de la guardia se quitaban su vestido; cada uno tenía su arma en su diestra (vs. 9-23).
Por una parte, los hijos de Israel se preparaban para pelear; pero por otra, confiaban en que Dios lucharía por ellos. También en esto eran diligentes. Los cobardes pueden argumentar que no hay necesidad de hacer nada porque Dios lucha por ellos, pero la realidad del caso es que Dios ayuda a los que se ayudan. Si usted no se ayuda a usted mismo, Dios no le ayudará. La historia muestra que Dios no ayuda a los cobardes. Las personas diligentes fueron las que recibieron ayuda de parte de Dios.
El capítulo cinco gira en torno a la solución del problema interno. A menudo, mientras luchamos exteriormente, enfrentamos problemas internos.
El pueblo se quejó de que los nobles y los gobernadores cobraban impuesto (vs. 1-5).
Los versículos 6-13 hablan del reproche y de la resolución de Nehemías. El convocó una gran asamblea contra los nobles y oficiales y les reprendió por no andar en el temor de su Dios, y que eran oprobio de las naciones enemigas (vs. 7-9). Ellos debían temer a Dios por causa del oprobio y la oposición de las naciones.
Nehemías, sus hermanos y sus siervos habían dado ejemplo al prestar gratuitamente dinero y grano a los demás, así que ordenó a los nobles y los oficiales que dejaran de cobrar interés (vs. 10-11). Los nobles y los oficiales respondieron que harían lo que Nehemías había determinado. Entonces Nehemías convocó a los sacerdotes y les hizo jurar solemnemente, advirtiéndoles que Dios despojaría de su casa y de sus posesiones al hombre que no cumpliere esta promesa (vs. 12-13a). La asamblea respondió: “¡Amén!” alabando a Jehová y actuaron conforme a lo prometido (v. 13b).
En los versículos 14-19, vemos el buen ejemplo de Nehemías.
Durante doce años ni él ni sus hermanos comieron del alimento asignado al gobernador, a causa del temor de Dios (vs. 14-15).
Nehemías se dedicó a la obra del muro de la ciudad, él, sus hermanos y sus siervos, quienes se reunieron allí para la obra, no adquirieron tierras. Esto indica que no recibieron ninguna clase de pago. Por el contrario, él alimentó con abundancia a ciento cincuenta judíos y oficiales, además de los que venían a él de las naciones circunvecinas, sin exigir el pan asignado al gobernador, pues la servidumbre del pueblo era grave (vs. 16-18).
Nehemías pidió a Dios que se acordara de él para bien, y tuviera presente todo lo que hizo por este pueblo (v. 19). El tenía la posición para pedirle eso a Dios.
Debemos observar que Nehemías, el gobernador, en la posición de rey, era un hombre que tenía un corazón puro, interesado únicamente en reconstruir el muro de Jerusalén, para que se realizara la economía de Dios, sin egoísmos, y sin intereses personales ni concupiscencias, de lo cual estuvieron llenos todos los reyes, incluyendo a David; de modo que estaba calificado para disfrutar la mejor porción, el reinado en la buena tierra que Dios había prometido a Sus elegidos. En lugar de mirar por sus propios intereses, él alimentó a los demás con el propósito de edificar el muro. En la historia de la humanidad, él podría ser el único líder de una nación que se condujo de esta manera. Por eso, Dios lo pudo usar.
Nehemías Neh. 6:1-14 describe otro obstáculo puesto por los enemigos. Primero, hacen un acuerdo fraudulento con el fin de conspirar para matar a Nehemías (vs. 1-4). Ellos profirieron calumnias y amenazas para debilitar sus manos en la obra; pero Nehemías pidió a Dios: “Ahora, pues, oh Dios, fortalece mis manos!” (vs. 5-9). Finalmente, el enemigo actuó con alevosía, sobornando falsos profetas y a una falsa profetisa, para que Nehemías pecara y que eso le sirviera de mal nombre, con miras a infamarle. Pero Nehemías oró a Dios, pidiéndole que recordara lo que ellos hacían (vs. 10-14).
En 6:15—7:4, vemos que se concluye la reedificación. La construcción fue terminada el día veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días (Neh. 6:15). Todos los enemigos y todas las naciones circunvecinas temieron y se sintieron humillados a los ojos de ellos, pues sabían que esta obra se había hecho con la ayuda de Dios (v. 16). Los versículos 17-19 hablan de la intimidación por parte de Tobías, quien estaba emparentado con los judíos que se habían casado con mujeres extranjeras. En Neh. 7:1-4, Nehemías encargó a su hermano Hanani y al jefe de la fortaleza la vigilancia de Jerusalén. Hanani era “varón de verdad y temeroso de Dios, más que muchos” (v. 2). Por último, Dios puso en el corazón de Nehemías que empadronara a los cautivos que habían regresado, según sus respectivas genealogías, para incrementar la población de Jerusalén (vs. 5-73; cfr. Esd. 2:1-70).
Nehemías recibió ayuda de Dios para llevar a cabo con gran éxito la obra de reconstruir el muro de la ciudad de Jerusalén. Vale la pena que nosotros hoy en día, sobre todo los responsables en las iglesias, consideremos bien su ejemplo.