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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Nehemías»
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Mensaje 2

EL DINAMISMO DE NEHEMIAS

  Lectura bíblica: Neh. 1:1-11; 2:1-8, 17-20

  En este mensaje hablaremos del dinamismo de Nehemías y de la necesidad de experimentarlo en el recobro actual del Señor.

TRES SECCIONES DE LA OBRA RELACIONADA CON LA CASA DE DIOS Y EL REINO DE DIOS

  Los libros de Esdras y Nehemías describen el regreso de los cautivos, de Babilonia a Jerusalén, para reconstruir el templo y restaurar el muro con miras a establecer la casa de Dios y el reino de Dios. Se requería una obra en tres etapas para que Dios pudiera obtener una casa y un reino sobre la tierra. Primero, algunos cautivos debían regresar de Babilonia, ir a Jerusalén y echar los cimientos para formar de nuevo la nación. Esto requería de un gobierno y una administración sólidas. Segundo, se necesitaban la enseñanza y la educación para introducir al pueblo en una cultura conforme a Dios. Esta cultura no tenía nada que ver con las culturas egipcia, cananea, ni babilónica; por el contrario, era una cultura que pertenecía al género divino, una cultura que expresaba a Dios. Esta cultura requería de mucha educación. Tercero, era necesario forjar la nación con una constitución orgánica. Esta sección de la obra tenía que ver con la constitución intrínseca del pueblo de Dios.

  La palabra constitución es ambigua. Según su uso general se refiere a un documento escrito, que es la constitución de un país, por ejemplo, la constitución de los Estados Unidos de América. Esta manera de entender la constitución es demasiado superficial. En nuestro uso, la palabra constitución se refiere a algo orgánico que tiene muchos elementos. Si el gobierno de un país está constituido no sólo de manera constitucional sino también orgánicamente, ese gobierno no estará inanimado; más bien, será un gobierno vivo y orgánico.

El liderazgo de Zorobabel

  Al final de los setenta años del cautiverio babilónico, el Dios omnipotente y soberano se movió de manera secreta y despertó en el rey Ciro la determinación de liberar a los cautivos israelitas para que volviesen a su propia tierra y edificaran el templo de Dios (Esd. 1:1-4). Además, el rey Ciro sacó los utensilios de la casa de Dios, que Nabucodonosor había tomado de Jerusalén y había puesto en la casa de sus dioses (v. 7). Dichos utensilios fueron devueltos a Jerusalén (v. 11). Este regreso del cautiverio se efectuó bajo la dirección real de Zorobabel, un descendiente de la familia real de David (2:1-2). Si estudiamos con detenimiento la crónica bíblica, veremos que él era un gobernador firme y muy capaz para dirigir al pueblo.

El liderazgo de Esdras

  Más adelante, hubo un segundo regreso del cautiverio, que se llevó a cabo bajo el liderazgo sacerdotal de Esdras, un descendiente de la familia sacerdotal. Esdras no era un oficial de alto rango en Persia; él era un sacerdote y un escriba versado en la ley de Moisés (7:6). A pesar de no tener una posición elevada, fue muy valiente, fuerte y dinámico cuando presentó la petición al rey de Persia. Y el rey le concedió todo lo que pidió.

  En realidad, quien inició la petición no fue Dios, sino Esdras. Con esta iniciativa, él mostró que confiaba en Dios y que era uno con El. Ciertamente Esdras era versado en la Palabra de Dios y conocía el corazón de Dios, Su deseo, Su economía. Debido a esto, era una persona de excelente carácter y gozaba de buena reputación delante del rey. Si no hubiera sido así, el rey no habría permitido que nombrara gobernadores y jueces (v. 25).

El liderazgo de Nehemías

  Nehemías, hijo de Hacalías, no era ni consejero del rey ni capitán del ejército. El era un simple copero, es decir, el que servía vino al rey, pero su vida y su conducta deben de haber sido ejemplares, pues se ganó el respeto del rey. Nehemías nunca había estado triste en presencia del rey (Neh. 2:1), y un día, éste le preguntó: “¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón” (v. 2). Nehemías era muy dinámico y aprovechó esta oportunidad, diciendo: “Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?” (v. 3). El rey le preguntó que cuál era su petición, y Nehemías le pidió al rey que le enviara a Judá para reconstruir la ciudad de sus padres (v. 5). Nehemías añadió que se le dieran cartas para los gobernadores para facilitarle el paso. Además, pidió una carta para Asaf, guarda del bosque, para que le diera madera (vs. 7-8). Y el rey concedió a Nehemías todo lo que había pedido.

EL DINAMISMO Y LA DETERMINACION DE NEHEMIAS LO HICIERON ENTREGARSE VOLUNTARIAMENTE A CUMPLIR LA CARGA QUE SENTIA

  No vemos que Dios haya despertado a Nehemías. Por el contrario, según 1:1-2, él preguntó a uno de sus hermanos y a algunos varones de Judá por los judíos que habían escapado, los que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. A lo que le contestaron que el pueblo estaba en gran mal y afrenta, que el muro de Jerusalén estaba derribado y sus puertas quemadas a fuego (v. 3). Cuando Nehemías oyó este informe, lloró, lamentó, ayunó y oró (v. 4). El no convocó ninguna reunión de oración ni pidió a los que le dieron el informe que orasen por aquella situación. Antes bien, el oró solo motivado por una carga auténtica.

  En principio, estos tres aspectos: el gobierno, la educación y la constitución, han estado presentes en el recobro del Señor a través de los siglos. Dios levanta y despierta a unos, y otros se ofrecen por sí mismos. Algunos ocupan altas posiciones, y otros son gente común, pero todos deben ser valientes, de carácter firme y dinámicos. Todos los que Dios ha usado en la historia han sido personas dinámicas. Por ejemplo, Pablo y Martín Lutero eran muy dinámicos. El hermano Nee era todo un caballero, pero era también muy dinámico.

  No hay duda que Nehemías era una persona dinámica. El se ofreció a sí mismo, en cierto sentido no a Dios, sino a su carga. El sentía la carga de reconstruir la ciudad de Jerusalén, y Dios usó mucho su dinamismo.

  Ciertamente hoy en el recobro del Señor hay muchos santos íntegros, pero la mayoría carece de dinamismo. Si entre nosotros hubiera al menos cinco mil hermanos dinámicos, afectaríamos a todo el mundo. Si tan solo hubiera setecientas personas dinámicas en cada continente, avanzaría mucho la economía de Dios.

  Cuando leemos el libro de Nehemías, debemos prestar atención al dinamismo de Nehemías. El era un hombre común, un sirviente del rey, pero fue muy resuelto para entregarse a Dios y a su carga en cuanto a la edificación de la ciudad. Además, actuó con mucha determinación cuando dio a conocer su petición al rey. Cuando el rey le preguntó por qué estaba triste su cara, él habló al rey con denuedo y determinación acerca de su carga por la ciudad de Jerusalén. Es muy importante que veamos esto en la Palabra.

LAS VIRTUDES Y CAPACIDAD NATURALES DEBEN PASAR POR LA CRUZ Y SURGIR EN RESURRECCION

  Ahora debemos estudiar un asunto importante en la tipología del Antiguo Testamento y en el cumplimiento de ésta en el Nuevo Testamento. En tipología, muchas personas fueron usadas temporalmente por Dios, según sus capacidades y virtudes naturales, para representar algo espiritual. Vemos un ejemplo de esto en la persona de Nehemías y en su dinamismo, que era una virtud de su conducta humana. Mientras que en tipología Dios usó temporalmente las cosas naturales, en el cumplimiento en el Nuevo Testamento, toda virtud y capacidad natural debe pasar por la cruz. Estas deben ser crucificadas y reemplazadas.

  Muchos pensamos que llevar algo a la cruz quiere decir eliminarlo. En cierto sentido, esto es correcto. Sin embargo, según el verdadero significado de la cruz de Cristo, la cruz no significa solamente que se le pone fin a algo, sino que se elimina lo natural para que resurja en resurrección. La cruz de Cristo le da muerte a todas las cosas naturales y las sepulta, pero la Biblia enseña que la sepultura es seguida por la resurrección. Por tanto, la sepultura es el umbral de la resurrección. Todo lo sepultado, resucitará. Según Juan 12:24, un grano de trigo cae en la tierra, muere y queda solo, pero éste no es su fin, pues después de que es sepultado, algo brota en resurrección.

El ejemplo de Moisés

  Veamos el ejemplo de Moisés. Yo diría que Moisés tuvo un carácter firme y que, en su constitución natural, él era más dinámico aun que Nehemías, pues a la edad de cuarenta años se ofreció con determinación a salvar a Israel de la mano de Faraón, rey de Egipto, pero Dios intervino para limitarlo, permitiendo que fracasara y se desanimara. Entonces Moisés fue “sepultado” en el desierto durante cuarenta años. Finalmente, el Dios que resucita intervino y lo “resucitó” (Ex. 3:2-6).

El Ejemplo de Pedro

  Dios nos creó y nos concedió ciertas virtudes y capacidades en nuestra constitución natural. Mateo 25:15 dice que los “talentos” son dados de acuerdo con nuestra “propia capacidad,” es decir, nuestra capacidad natural, la cual se compone de lo que somos como seres creados por Dios y de nuestro aprendizaje. A esta capacidad debe ponérsele fin y ser introducida en la resurrección.

  Esta fue la experiencia de todos los apóstoles capaces, como Pablo y Pedro. Pedro, por ejemplo, estuvo en la “tumba” durante tres años y medio. Cada vez que se salía de su “tumba”, el Señor Jesús lo devolvía a ella. La noche en que el Señor fue traicionado, Pedro fue tan audaz y resuelto, que dijo al Señor: “Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré!” (Mr. 14:31). Además, aseguró que aunque los demás lo abandonaran, él nunca lo haría. ¡Cuán audaz fue! ¡Qué gran dinamismo! Pero el Señor dijo a Pedro: “De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes de que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces” (v. 30). Una vez más, Pedro fue puesto en la cruz y sepultado.

Entrar a la resurrección

  Si nuestra capacidad, habilidades y virtudes naturales no son eliminadas, nos causarán muchos problemas y originarán errores graves. Pero si permitimos que ellas sean puestas en la cruz y mueran, ciertamente resucitaremos, y en resurrección, esta capacidad, habilidades y virtudes serán de mucha más utilidad que lo que eran según la vida natural. Estos talentos todavía nos pertenecen, pero después de pasar por la muerte y la sepultura, están ahora en resurrección. Esto significa que nosotros mismos, con nuestra capacidad, habilidades y virtudes, hemos entrado en resurrección. Ciertamente seguimos existiendo, pero nosotros, juntamente con nuestra capacidad natural, hemos sido introducidos en la resurrección.

  La realidad de la resurrección es el Espíritu, y el Espíritu es el Dios Triuno consumado. Por consiguiente, la resurrección es el propio Dios Triuno consumado. Nuestra capacidad, habilidades y virtudes naturales deben ser trasladadas, por medio de la muerte y de la sepultura, de nuestra vida natural al Dios Triuno consumado. Nosotros somos naturales, pero al ser trasladados de nosotros mismos a Dios, quien es la resurrección, entramos en tal resurrección.

Un principio importante

  Este es un principio muy importante que nos permite interpretar los tipos y su cumplimiento. Si no aplicamos este principio, toda nuestra capacidad, habilidades y virtudes naturales que no hayan pasado por la crucifixión, serán como “fieras” entre nosotros.

  Esta ha sido la situación con muchas personas capaces que entraron en el recobro y que se quedaron algún tiempo. Ellos se dieron cuenta finalmente de que en el recobro no había ninguna oportunidad para usar su capacidad natural. Finalmente, abandonaron el recobro y establecieron una obra aparte según sus propios intereses. Ellos no estaban dispuestos a aceptar la crucifixión y la sepultura, que les hubiera permitido entrar en la resurrección. No quisieron tomar la cruz. Por esta razón, algunas personas capaces que han entrado en el recobro, no han permanecido.

  Dios necesita personas preparadas. Por ejemplo, necesitó a alguien como Moisés, quién fue “enseñado en toda la sabiduría de los egipcios” (Hch. 7:22). Si Moisés no hubiera sido una persona preparada, Dios no habría podido usarlo para dar la ley. No obstante, no debemos confiar en nuestra sabiduría ni educación naturales. Es muy peligroso poner nuestra confianza en estas cosas. Por el contrario, debemos ser uno con Dios, y si lo somos, pondremos nuestra sabiduría y educación naturales en la cruz. Cuanto más hagamos esto, más estaremos en resurrección.

  El hecho de sembrar la “semilla” de nuestra capacidad natural en la tierra, nunca nos traerá pérdida. De hecho, cuando sembramos una semilla, la perdemos temporalmente, pero finalmente obtenemos una cosecha en resurrección.

NEHEMIAS VIVE EN RESURRECCION

  Nehemías vivía no en su hombre natural sino en resurrección. El era muy dinámico, pero su dinamismo era acompañado por otras características. Primero, él amaba a Dios; no hay duda al respecto. El nació en la cautividad y fue designado para ser el copero del rey, pero él amaba a Dios. El también amaba la tierra santa (que representa a Cristo), el templo santo (que representa a la iglesia), y la ciudad santa (que representa al reino de Dios). Nehemías amaba a Dios y, en tipología, amaba a Cristo, a la iglesia y el reino. Como persona que amaba a Dios, tenía contacto con El. Vemos en varias ocasiones que Nehemías oró a Dios (Neh. 1:4; 2:4; 4:4-5, 9). Además, confiaba en Dios al grado que se hizo uno con El.

  En sí mismo, el dinamismo de Nehemías era natural, pero en Dios, estaba en resurrección. El era una persona dinámica que amaba a Dios, la tierra santa, el templo santo y la ciudad santa; él tenía contacto con Dios, tenía comunión con Dios, confiaba en Dios y era uno con El. Como resultado de ello, llegó a ser el representante de Dios en ese tiempo. Debemos entender esto si queremos comprender el significado intrínseco de la tipología, según el discernimiento que proporciona el Espíritu.

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