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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Números»
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Mensaje 11

CONFORMAN UN EJÉRCITO

(10)

  Lectura bíblica: Nm. 6:22-27; 2 Co. 13:14

  En este mensaje llegamos a una maravillosa sección del libro de Números: 6:22-27. Estos versículos abarcan el tema de ser bendecidos por Dios en Su Trinidad Divina.

VIII. BENDECIDOS POR DIOS

  Esta sección, que abarca el tema de ser bendecidos, viene después que hemos tomado medidas con respecto a la contaminación, después que nuestra castidad ha sido puesta a prueba y después que hemos hecho el voto nazareo. Estas tres cosas, de hecho, constituyen tres pasos. Primero, debemos deshacernos de todo aquello que nos contamina; luego, debemos someternos a la prueba relacionada con una sospecha; y después, debemos consagrarnos al Señor haciendo el voto nazareo.

  Si dedicamos tiempo para considerar estos tres pasos, nos daremos cuenta de que servir al Señor y combatir por Su reino no son asuntos superficiales, insignificantes ni triviales; al contrario, son asuntos muy profundos, elevados y significativos. Tenemos que alcanzar el nivel de un nazareo, de alguien que vence en cuanto al afecto natural, los placeres terrenales, la rebelión y la muerte súbita. Si vencemos en estas cuatro cosas y nos mantenemos lejos de ellas, estaremos en la posición adecuada para recibir a Dios mismo como nuestra bendición.

A. Bendecidos por Dios en Su Trinidad Divina

  Después del relato del voto nazareo, el Señor habló a Moisés para que les dijera a Aarón y a sus hijos —todos los sacerdotes, que tenían una relación muy estrecha con Él— que bendijeran a Su pueblo conforme a Su Trinidad Divina. Jehová es el Dios Triuno. Como Dios Triuno, Él se imparte a Sí mismo en nosotros en Su divinidad y en Su Trinidad Divina. Si no fuera triuno, Dios no podría impartirse en Sus escogidos para ser la bendición de ellos. De hecho, esta bendición es Dios mismo impartido en Su pueblo escogido. Aunque Dios desea bendecir a Sus escogidos de esta manera, ellos deben ascender a una norma que corresponda con Su bendición.

  La bendición única en todo el universo es Dios mismo. Aparte de Dios, todo es vanidad. El universo entero fue creado por Dios; pero sin Dios, aparte de Dios, aun el universo creado por Él es vanidad. La existencia del universo constituye un gran milagro, pero sin Dios, la milagrosa existencia del universo es vanidad. Sin Dios, todo es “vanidad de vanidades” (Ec. 1:2). Sólo Dios es real. Únicamente Él es la verdadera bendición para nosotros. Si ganáramos todo el universo y no obtuviéramos a Dios, seríamos las personas más miserables. En la historia abundan los casos de personas que obtuvieron muchas riquezas y muchas cosas materiales, pero que al final comprendieron que, sin Dios, todo ello era vanidad. Dios mismo es nuestra bendición, y esta bendición viene a nosotros mediante la impartición del Ser divino en Su Trinidad Divina: en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

  Ni la teología tradicional ni la teología básica en cuanto a la Trinidad Divina de Dios consideran que la Trinidad Divina tiene como objetivo que Dios sea impartido en nosotros. Esta luz vino a nosotros sólo en los últimos treinta años.

  Efesios 1 nos relata de qué manera el Dios Triuno en Su Trinidad Divina bendice a Su pueblo escogido, redimido y transformado. Este capítulo aborda principalmente los tres pasos que Dios sigue para bendecirnos en Su Trinidad Divina, es decir, cómo Dios nos bendice en el Padre (vs. 3-6), en el Hijo (vs. 7-12) y en el Espíritu (vs. 13-14). Al final, debido a tal fluir de la Trinidad Divina como bendición dada al pueblo escogido de Dios, hay un resultado; el resultado de este fluir bienaventurado es la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (vs. 22-23). La iglesia, el Cuerpo de Cristo, es el resultado completo de que la Trinidad Divina como fluir imparta todo lo que Dios es a Su pueblo escogido. El Cuerpo de Cristo es la plenitud, la totalidad, de Aquel que todo lo llena en todo.

  Al igual que Números, Apocalipsis —el último libro de la Biblia— es también un libro que contiene muchos números. Esto se cumple especialmente en la descripción de la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén tiene doce puertas donde están inscritos los nombres de las doce tribus (21:12), y doce cimientos sobre los que están escritos los nombres de los doce apóstoles (v. 14). Además, el árbol de la vida da doce clases de fruto (22:2). En cada una de estas menciones del número doce se encuentra encubierto, e incluso mezclado, el Dios Triuno como bendición de Su pueblo.

  La consumación de lo que está escrito en toda la Biblia es Dios el triuno como una bendición muy particular y subjetiva dada a Su pueblo. La consumación de todo el relato bíblico es la Nueva Jerusalén, la cual es Dios mismo en Su Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— que de forma implícita en el número doce se halla mezclado con Su pueblo escogido, redimido y transformado para ser su bendición. Esta bendición perdurará eternamente. Tal bendición es el cumplimiento máximo de la bendición de Dios dada a Israel en Números 6. Una vez que aparezca la Nueva Jerusalén, se cumplirá plenamente esta bendición.

  En la bendición de Números 6, “Jehová te bendiga y te guarde” (v. 24) es atribuido al Padre; “Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti y te conceda Su gracia” (v. 25) es atribuido al Hijo; y “Jehová alce sobre ti Su semblante y te dé paz” (v. 26) es atribuido al Espíritu Santo. El Padre nos bendice, el Hijo resplandece sobre nosotros y el Espíritu Santo alza Su semblante sobre nosotros. Como resultado, somos guardados, recibimos gracia y tenemos paz.

  La mayoría de las epístolas de Pablo comienzan diciendo algo relacionado con la gracia y la paz. La gracia es del Hijo, y la paz es del Espíritu. La gracia es un tanto objetiva. La paz es subjetiva; es el resultado, el producto, del disfrute que tenemos de la gracia. Primero recibimos la gracia, y luego disfrutamos la paz. Recibimos gracia en el Hijo y disfrutamos paz en el Espíritu.

  En el principio era la Palabra, y la Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, llena de gracia (Jn. 1:1, 14). De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia (v. 16). La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia vino por medio de Jesucristo (v. 17). Esta gracia es de hecho una persona, el propio Cristo. Cuando recibimos la gracia, el resultado de ello es que tenemos paz. Esta paz es el Cristo pneumático, el Cristo que es el Espíritu vivificante y que llega a ser el Espíritu de paz dentro de nosotros.

  La bendición presentada en Números 6 no es una bendición propia del Antiguo Testamento ni del Nuevo Testamento; más bien, es la bendición eterna del Dios Triuno, la cual consiste en que el propio Dios Triuno se imparte a nuestro ser en Su Trinidad Divina para que le disfrutemos. Ésta es la bendición eterna de Dios.

  “Jehová te bendiga” significa que Jehová se da a Sí mismo a usted. No obstante, Dios no se da a nosotros de una manera meramente objetiva, como cuando un hermano le da un regalo a otro. Dios mismo se da a nosotros en Su Trinidad, paso a paso y poco a poco. Si me preguntaran qué bendición he recibido de parte del Señor, yo les contestaría: “La única bendición que he recibido del Señor es mi Dios Triuno. Mi Dios Triuno es mi bendición”.

1. En el Padre: “Jehová te bendiga y te guarde”

  Números 6:24, refiriéndose al Padre, dice: “Jehová te bendiga y te guarde”. El Padre nos bendice de diversas maneras y en todo aspecto en Su amor (cfr. Ef. 1:3) y nos guarda de diversas maneras y en todo aspecto en Su poder (cfr. Jn. 17:11, 15).

  Aquel que bendice nos guarda. En Números 6:24, la palabra guarde es de crucial importancia. En Juan 17:11 el Señor Jesús oró para que el Padre nos guardara en Su nombre. Esto significa ser guardados en el Dios Triuno que se imparte a nosotros. Mientras el Dios Triuno se imparte a nosotros, somos guardados en Aquel que se nos imparte. En Juan 17:15 el Señor Jesús oró también para que el Padre nos guardara del maligno. Cuando somos guardados en el Dios Triuno que se imparte, la mano del enemigo queda totalmente imposibilitada. Debemos orar pidiendo que nos sea concedida la bendición de ser absolutamente guardados en el Dios Triuno que se imparte a nosotros y de estar fuera del alcance del maligno. ¡Qué bendición es ésta!

2. En el Hijo: “Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti y te conceda Su gracia”

  La segunda parte de esta bendición dice: “Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti y te conceda Su gracia” (Nm. 6:25). En Lucas 1:78, cuando el Señor Jesús estaba por nacer, Zacarías profetizó: “Nos ha de visitar desde lo alto el sol naciente”. Este sol naciente es el Hijo en la Trinidad Divina. Aquí está implícita la encarnación de Dios en la cual Él se nos muestra de modo resplandeciente. Nadie ha visto a Dios jamás, pero mediante Su encarnación hemos visto Su rostro y hemos contemplado Su gloria (Jn. 1:14), y Él ha estado resplandeciendo sobre nosotros continuamente. Adondequiera que iba, Él era una gran luz que resplandecía sobre el pueblo asentado en tinieblas (Mt. 4:16) debido a que Él era la luz del mundo (Jn. 8:12).

  La palabra rostro en Números 6:25 significa presencia. Como Aquel cuyo rostro resplandece sobre nosotros, Cristo el Hijo es la presencia visible del Dios invisible. Dios y Su presencia son invisibles, pero mediante Su encarnación Él llegó a ser para nosotros el sol resplandeciente. Este sol resplandeciente es la presencia invisible de Dios hecha visible para nosotros. La presencia de Dios no sólo se hizo visible, sino que además resplandecía. En el monte de la transfiguración, algunos de los discípulos del Señor le contemplaron en Su gloria (2 P. 1:16-18; Mt. 17:1-2).

  Números 6:25 no solamente dice que Jehová hace resplandecer Su rostro sobre nosotros, sino también que Jehová nos concede Su gracia. Estos dos asuntos juntos concuerdan con Juan 1:14, 16-17. La encarnación de Dios era el resplandor de Su presencia; junto con ese resplandor había gracia. “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] llena de gracia” (v. 14). El Señor nos concede Su gracia; de hecho, Él mismo ha llegado a ser la gracia para nosotros. Que el Señor nos conceda Su gracia significa que Él es gracia para nosotros continuamente. Esta gracia es la gracia de Cristo (2 Co. 13:14a), que en realidad es el propio Cristo. Cuando tenemos a Cristo, tenemos la gracia. El Dios Triuno en Su totalidad es gracia para nosotros. Día a día le disfrutamos como gracia.

3. En el Espíritu: “Jehová alce sobre ti Su semblante y te dé paz”

  La tercera parte de esta bendición dice: “Jehová alce sobre ti Su semblante y te dé paz” (Nm. 6:26). En la bendición de Números 6 se nos habla tanto del rostro como del semblante; hay una diferencia entre estos dos. El rostro denota la presencia de la persona, y el semblante denota la expresión de dicha persona. Alzar el semblante sobre alguien significa confirmar a dicha persona, asegurarle, prometerle y darle todas las cosas. Jesús vino como el rostro de Dios, y el Espíritu Santo viene a nosotros como el semblante de Dios. Efesios 4:30 dice: “No contristéis al Espíritu Santo de Dios”. Si lo contristamos, Su semblante decaerá. Si lo obedecemos, Él estará contento con nosotros y alzará Su semblante para confirmarnos, asegurarnos, garantizarnos, prometernos y darnos todas las cosas.

  El Padre bendice, el Hijo resplandece y el Espíritu Santo alza Su semblante. Cuando el Dios Triuno es impartido a nuestro ser, tenemos el rostro del Dios Triuno y también Su semblante. Él está contento con nosotros y nos asegura, nos confirma, nos garantiza, nos promete y nos da todas las cosas. Finalmente, somos guardados en el Dios Triuno, el Dios Triuno llega a ser la gracia para nosotros cada día y tenemos paz.

  En Números 6:23-26 no se menciona ninguna bendición material. En estos versículos el Señor no les dijo a los hijos de Israel que Él los introduciría en la buena tierra, que les daría a cada uno de ellos una porción de la tierra, que los guardaría del hambre y les enviaría la lluvia, que los protegería de sus enemigos, ni tampoco les dijo que los haría prosperar. La bendición que allí se menciona no es de tal naturaleza.

  ¿Qué es, entonces, la bendición presentada en Números 6? Esta bendición es el propio Dios Triuno en Su persona como el Padre, como el Hijo y como el Espíritu. En el Padre recibimos la bendición y somos guardados en el Dios Triuno. En el Hijo recibimos la presencia de Dios y lo disfrutamos como gracia. En el Espíritu Santo tenemos el semblante de Dios sobre nosotros, y disfrutamos paz día y noche.

B. Comparada con la bendición en 2 Corintios 13:14

  En 2 Corintios 13:14 dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Aquí la bendición, de hecho, es la misma que la presentada en Números 6:23-26. La gracia del Señor es el Señor mismo dado a nosotros como vida para nuestro disfrute; el amor de Dios es Dios mismo como la fuente de la gracia del Señor; y la comunión del Espíritu es el Espíritu mismo como la transmisión de la gracia del Señor con el amor de Dios para que participemos de ellos.

  La bendición descrita en Números 6:23-26 y en 2 Corintios 13:14 no es una bendición externa y material. Esta bendición no consiste en tener un excelente empleo, una hermosa casa, un alto nivel educativo ni una buena vida familiar. Tampoco esta bendición tiene que ver con el hecho de obtener alguna posición en la iglesia. A veces, al considerar nuestra situación, podríamos sentirnos decepcionados y pensar que no tenemos nada. Tal vez nos parezca que todo bajo el sol, e incluso todo lo relacionado con el campo de lo espiritual, es vanidad de vanidades. Quizás sintamos que nada es real, ni siquiera en la vida de iglesia. ¿Qué debemos hacer cuando nos sintamos así? Debemos volvernos al Dios Triuno. Él es nuestra bendición y nuestra porción verdaderas. ¡Qué bendición es tenerlo a Él como nuestra bendición! ¡Qué bendición es tener Su rostro, Su presencia, y disfrutarle a Él cada día como gracia! Cuanto más sufrimos, más le disfrutamos como gracia. ¡Qué bendición es tener Su semblante sonriente que nos asegura y nos confirma! ¡Y qué bendición es tener paz en Él, por Él y con Él! Éste es el Dios Triuno como nuestra bendición. ¡Oh, que la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros!

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