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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Números»
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Mensaje 16

SUS JORNADAS

(1)

  Lectura bíblica: Nm. 9:15-23; 10:1-10

  Después que los hijos de Israel conformaron un ejército, estaban listos para proseguir en sus jornadas a fin de combatir por Dios con miras a que Él pudiese conquistar el terreno necesario aquí en la tierra sobre el cual edificar Su reino con Su casa. Este mover no dependía de ellos, sino que se realizaba íntegramente según el guiar provisto por el Señor. Ellos no partían en el momento que quisieran, sino cuando el Señor los guiaba. En este mensaje comenzaremos a considerar las jornadas que hizo del pueblo de Dios.

I. SON GUIADOS

  Los hijos de Israel partían conforme al guiar del Señor (9:15—10:10). Los impíos, los que no tienen a Dios ni al Señor, no tienen nada que los guíe. Aunque la gente del mundo está muy ocupada, no tiene a nadie que la guíe. Sin embargo, el pueblo de Dios tiene un guía, y este guía es Dios mismo.

A. Por la nube

  Los hijos de Israel partían conforme la nube los guiaba (9:15-23). Cuando Dios vino para ser nuestro Redentor, Él vino en tipo como un cordero. El Señor Jesús es el Cordero de Dios que quita nuestros pecados (Jn. 1:29). No obstante, cuando Dios vino para ser nuestro guía, Él vino como la nube. El guiar provisto en forma de nube es Dios consumado como Espíritu.

  Una nube tiene mucho que ver con la tierra, pero no pertenece a la tierra sino a los cielos. Asimismo, una nube está estrechamente relacionada con la lluvia y prácticamente es lo mismo que la lluvia. A menudo una nube se convierte en lluvia. Cuando llueve, algo que es de los cielos llega a la tierra, lo cual beneficia a la gente de la tierra.

  Zacarías 12:1 dice que Dios extendió los cielos, puso los cimientos de la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. Podríamos decir que los cielos fueron hechos para la tierra, que la tierra fue hecha para el hombre, y que el hombre, con su espíritu, fue hecho para Dios. ¿En qué sentido los cielos fueron hechos para la tierra? Cuando la lluvia desciende del cielo, esta lluvia es para la tierra. La tierra recibe la lluvia procedente del cielo. La tierra, a su vez, fue hecha para el hombre porque la tierra, al recibir la lluvia, produce todo tipo de comida y productos alimenticios. El hombre debe ejercitar su espíritu a fin de vivir para Dios. Éste es un cuadro sencillo que nos muestra lo referente al hombre sobre la tierra.

  La historia de la civilización humana muestra que el hombre normalmente “ha seguido la nube” y se ha asentado en los lugares donde hay agua. Por lo general, el hombre no vive en lugares secos, sino cerca de ríos, mares y océanos. Debido a esto, el hombre tiene que seguir la nube. Si la gente no quiere debilitarse y morir de sed, debe ir donde haya agua.

  En tipología, la nube de los cielos representa a Dios en el sentido de Su presencia. Cuando la nube se hallaba con el pueblo de Dios en cierto lugar, la presencia de Dios estaba con Su pueblo. Cuando ellos miraban la nube, sabían que Dios estaba con ellos. Cuando la nube, la presencia de Dios, permanecía en cierto lugar, los hijos de Israel se quedaban donde estaban; pero cuando la nube se movía, ello era una señal de que Dios estaba listo para partir y que el pueblo también debía prepararse para partir con Él. Por tanto, cuando la nube se movía, Israel partía, y cuando la nube se detenía, Israel se detenía. Esto nos muestra que el guiar era Dios mismo en la forma de una nube.

  Ahora debemos considerar cómo aplicar a nuestra experiencia actual el guiar provisto por Dios mediante la nube. Los cristianos siempre deben seguir al Espíritu. Sin embargo, aunque la nube en el Antiguo Testamento era visible, el Espíritu es totalmente invisible. Además, la nube era en cierto modo concreta, mientras que el Espíritu es totalmente abstracto. Los hijos de Israel podían ver la nube, pero nosotros no podemos ver al Espíritu. ¿Cómo, pues, podemos saber que Dios está con nosotros? ¿Cuál es la señal de la presencia de Dios? Con respecto a estas preguntas, debemos aprender una lección de nuestros antepasados: ir a donde hay agua.

  El agua se encuentra donde hay lluvia, y la lluvia desciende de la nube. En cierto sentido, la lluvia es la nube en otra forma. La nube y la lluvia son lo mismo en sustancia. En esencia la nube y la lluvia son lo mismo. La nube se convierte en lluvia, y cuando la lluvia desciende, tenemos agua. Por consiguiente, podemos decir que la nube, la lluvia y el agua son “tres en uno”.

  Hoy no podemos ver al Espíritu, pero sí podemos ver lo que proviene del Espíritu. Lo que proviene es esa sensación interna de ser refrescados. Sin embargo, a menudo en nuestro andar tenemos la profunda sensación de que estamos secos. Cuando nos sentimos secos, no debiéramos proseguir, pero tampoco debiéramos quedarnos donde estamos. Esta sensación de sequedad es una clara señal de que estamos mal con Dios, ya sea en nuestra posición o debido a otros asuntos. Por tanto, debemos orar, no de manera general sino haciendo una confesión. Muchas veces no sabemos en qué estamos mal. Puesto que la sensación de sequedad es una señal de que estamos mal y puesto que no sabemos en qué estamos mal —y por ende, no sabemos qué confesar—, debemos andar a tientas. Al andar a tientas, podemos confesar desde diferentes ángulos con respecto a nuestros errores, deficiencias, malas acciones, defectos e incluso en cuanto a nuestras actividades carnales y deseos lujuriosos. Tal vez necesitemos hacer nuestra confesión desde muchos ángulos. Debemos confesar andando a tientas hasta que en nuestra oración sintamos que nos hemos “topado” con algo, y aparezca la nube. Entonces conoceremos el guiar del Señor.

  Hoy en día la presencia del Espíritu es totalmente invisible y abstracta, y tiene que ver completamente con nuestra situación delante de Dios, especialmente en nuestro espíritu. Cuando nuestro espíritu anda mal, debemos acudir a Dios para que nuestro espíritu sea calibrado. Tal vez no podamos calibrar nuestro espíritu en nuestra vigilia matutina de escasos diez minutos. Quizás se requiera más de media hora para calibrar nuestro espíritu plenamente. Si estamos mal en algo y si el Señor se ha propuesto enseñarnos Su camino, quizás Él no nos muestre tan rápidamente en qué estamos mal. En vez de ello, es posible que nos permita estar perplejos por un buen tiempo, incluso por varios días. Durante ese tiempo, tal vez tengamos que andar a tientas en nuestra oración, con la sensación de no saber adonde nos dirigimos. Puesto que el Señor quiere que aprendamos una profunda lección, Él nos entrenará durante esos días de perplejidad, en los que sentimos que andamos a tientas. Luego, quizás después de unos días llegaremos adonde el Señor quiere que estemos; allí tocaremos la lluvia o veremos la nube. Es así como aprendemos.

  Debemos tener presente que el guiar provisto por Dios es, de hecho, Él mismo en Su presencia con nosotros. En tiempos antiguos, la dirección del Señor se presentaba en la forma de una nube. Hoy en día no tenemos la nube; en vez de ello, tenemos al Espíritu dentro de nosotros.

1. La nube cubre el Tabernáculo del Testimonio

  “En el día que el tabernáculo fue erigido, la nube cubrió el tabernáculo, la Tienda del Testimonio” (Nm. 9:15a). Aquí vemos que el día en que fue erigido el tabernáculo, la nube (el Espíritu) cubrió (con su sombra) el Tabernáculo del Testimonio. Esta sombra en el vasto e inhóspito desierto fue una gran salvación. Más aún, creo que la nube no sólo cubrió el tabernáculo, sino también todo el campamento de los hijos de Israel. En el desierto había un grupo de personas que acampaba en orden, y por encima de ellos había una nube que los cubría con su sombra. La nube que les daba sombra era una señal, un testimonio, de que en la tierra había alguien que estaba a favor de Dios.

2. Al anochecer y de noche la nube tiene la apariencia de fuego

  “Al anochecer había sobre el tabernáculo como una apariencia de fuego, hasta la mañana. Así era continuamente; la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego” (vs. 15b-16). Según la tipología, la nube representa al Espíritu, y el fuego, que sirve para alumbrar, representa la Palabra. Cuando en nuestra vida espiritual tenemos un cielo despejado, sentimos la presencia del Espíritu. No obstante, muy a menudo nos encontramos en la noche, y es en esos momentos que el Espíritu llega a ser para nosotros la Palabra. Esto es una prueba contundente de que el Espíritu es la Palabra (cfr. Ef. 6:17-18). El elemento que nos cubre viene a ser la esencia que resplandece. Hoy en día tenemos al Espíritu Santo como nube y la Palabra santa como fuego. El Espíritu Santo en calidad de nube cubre, y la Palabra santa en calidad de fuego resplandece.

3. La nube se alza, para y permanece

  Cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel partían. Donde la nube se paraba, allí acampaban. Cuando la nube permanecía sobre el tabernáculo, ellos seguían allí acampados (Nm. 9:17-22). Puesto que los hijos de Israel seguían la nube, no necesitaban preocuparse ni estar ansiosos respecto a cuándo debían partir. En lugar de estar ansiosos, ellos podían estar en paz.

4. Para cumplir lo encargado por Dios según la palabra que Dios les había dado por medio de Moisés

  Los hijos de Israel seguían la nube para cumplir lo encargado por Dios según la palabra que Dios les había dado por medio de Moisés. “Al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían. Cumplían lo encargado por Jehová según el mandato que Jehová les había dado por medio de Moisés” (v. 23).

  En el desierto, los hijos de Israel sumaban más de dos millones; pero ellos acampaban en buen orden y se sujetaban al arreglo divino. Ellos no permanecían ni partían conforme a sus gustos, aversiones o preferencias; al contrario, ellos permanecían juntos o partían juntos según la palabra dada por Dios a Moisés.

B. Por las dos trompetas

  En primer lugar, Israel era guiado por Dios mismo en forma de nube. En segundo lugar, los hijos de Israel eran guiados por las dos trompetas (10:1-10). Puesto que las trompetas daban un fuerte sonido, ellas pudieron ser un medio para dar dirección.

1. Son hechas de plata, labradas a martillo

  “Jehová habló a Moisés, diciendo: Hazte dos trompetas de plata; labradas a martillo las harás” (vs. 1-2a). Según la tipología, la plata representa la redención efectuada por Cristo. El hecho de que las trompetas fueran labradas a martillo indica que fueron hechas a golpes.

2. Para convocar la asamblea y para hacer poner en marcha los campamentos

  Las dos trompetas de plata se usaban para convocar la asamblea y para hacer poner en marcha los campamentos (v. 2b).

3. Tocan las dos trompetas para que se reúna toda la asamblea

  Las dos trompetas eran tocadas para que se reuniera la asamblea. “Cuando las toquen, toda la asamblea se reunirá ante ti a la entrada de la Tienda de Reunión” (v. 3).

4. Tocan una sola trompeta para que se reúnan los líderes

  Una sola trompeta era tocada para que se reunieran los líderes. “Mas si tocan sólo una, entonces se reunirán ante ti los líderes, los cabezas de los millares de Israel” (v. 4).

5. Tocan alarma para que se pongan en marcha los campamentos de los que están acampados al oriente

  Tocaban alarma para que se pusieran en marcha los campamentos que estaban al oriente. “Cuando toques alarma, entonces se pondrán en marcha los campamentos de los que están acampados al oriente” (v. 5).

6. Tocan alarma la segunda vez para que se pongan en marcha los campamentos de los que están acampados al sur

  Tocaban una segunda alarma para que se pusieran en marcha los campamentos que estaban al sur. “Cuando toques alarma la segunda vez, entonces se pondrán en marcha los campamentos de los que están acampados al sur. Alarma tocarán para sus partidas” (v. 6).

  Aquí en Números se le llamaba alarma al sonido de la trompeta porque, según el pensamiento de Dios, los hijos de Israel estaban todo el tiempo en pie de guerra. En cualquier momento ellos podían oír la alarma que anunciaba el combate. Cuando ellos se movían, avanzaban preparados para combatir. Esto significa que nuestro andar cristiano, nuestro mover cristiano, es un mover batallador. Sin embargo, muy a menudo hemos sido negligentes en este asunto y hemos sufrido a causa de ello. En cuanto a ciertos pasos que hemos dado, hemos sufrido mucho por no percatarnos de que estábamos en una batalla. Puesto que continuamente estamos en guerra, debemos estar siempre alertas al sonido de la alarma.

7. Los hijos de Aarón, los sacerdotes, tocan las trompetas

  “Los hijos de Aarón, los sacerdotes, tocarán las trompetas” (v. 8a). Únicamente los hijos de Aarón, las personas más espirituales, los que estaban más cerca de Dios, los que conocían Su corazón y Su intención, podían tocar las trompetas.

8. Tocan alarma con las trompetas cuando salen a la guerra en su tierra contra el adversario

  Los hijos de Israel tocarían alarma con las trompetas cuando salían a la guerra en su tierra contra el adversario. “Cuando salgáis a la guerra en vuestra tierra contra el adversario que os oprime, tocaréis alarma con las trompetas, para que seáis recordados por Jehová vuestro Dios, y seáis salvos de vuestros enemigos” (v. 9). Este versículo habla del adversario, del enemigo y de ser recordados ante Dios. Un adversario es diferente de un enemigo. Mientras que el enemigo ataca desde afuera, el adversario surge de adentro. Tocar alarma con la trompeta es algo maravilloso por cuanto hace que seamos recordados por Dios y seamos salvos de nuestros enemigos.

9. En los días de su regocijo, en sus fiestas señaladas y en los principios de sus meses, tocan las trompetas sobre sus holocaustos y sobre sus ofrendas de paz para memorial delante de su Dios

  “En los días de vuestro regocijo, en vuestras fiestas señaladas y en los principios de vuestros meses, tocaréis las trompetas sobre vuestros holocaustos y sobre los sacrificios de vuestras ofrendas de paz; os servirán de memorial delante de vuestro Dios. Yo soy Jehová vuestro Dios” (v. 10). Este versículo habla de tres ocasiones: los días de regocijo, las fiestas señaladas y los principios de meses (en la tipología, Dios le presta mucha atención a la luna nueva, al comienzo de un nuevo mes; sin embargo, nosotros quizás no le demos debida importancia al hecho de que tenemos un nuevo comienzo cada día, cada semana, cada mes y cada año). En esas tres ocasiones, los hijos de Israel tocarían las trompetas sobre sus holocaustos y sobre sus ofrendas de paz. El holocausto representa a Cristo como Aquel en quien somos aceptados por Dios y como Aquel que es nuestro vivir; la ofrenda de paz representa a Cristo como la paz y el deleite que disfrutamos con Dios.

  De las cinco ofrendas básicas, el holocausto y la ofrenda de paz eran un gran deleite para Dios y para Su pueblo. El holocausto indica que el pueblo de Dios vive entregado absolutamente a Él. Debido a esta ofrenda, Dios obtiene deleite, y Su pueblo también obtiene deleite. Por consiguiente, Dios y Su pueblo están contentos, y el día se torna en un día de alegría, incluso en una fiesta. Era en esos momentos que se tocarían las trompetas sobre los holocaustos. Esto indica que el día que vivamos entregados absolutamente a Dios, ése será un día de alegría, un día en que Dios y nosotros nos deleitaremos. Asimismo, el día en que nosotros y Dios vivamos en paz, permanezcamos en paz y disfrutemos la paz en mutua comunión, ése también será un gran día. Siempre que hoy, en la iglesia, los hijos de Dios viven entregados absolutamente a Dios y moran con Dios en paz, éste constituye un gran día, un día digno de que se toquen las trompetas.

  El guiar dado a los hijos de Israel en su mover procedía tanto de los cielos (la nube) como de la tierra (las dos trompetas). Cuando la nube se movía, todo el pueblo recibía la señal de partir. Cuando tocaban las trompetas, ellos se disponían para partir. Hoy en día tenemos el Espíritu y la Palabra, y muy a menudo la Palabra viene a ser una alarma para nosotros.

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